sábado, 18 de abril de 2015

Entrevista

“Que solo queden las palabras
que de veras merecen existir”

El periodista Mario Castro publicó en su libro Lo que el viento no se llevó (Editorial 3600) un entrevista con Eduardo Galeano, lograda en diciembre de 1994. Reproducimos un fragmento.



Mario Castro

Toda introducción respecto de la creatividad literaria y la profundidad de sus investigaciones casi es innecesaria dada la trascendencia de su obra. Es sabido que Eduardo Galeano con Las venas abiertas de América Latina se ha convertido en un escritor con fervientes seguidores.
Sus obras posteriores: Vagamundo, La canción de nosotros, Días y noches de amor y de guerra, Palabras andantes, no apartaron al autor de su tema fundamental: la historia cotidiana política y social de Latinoamérica.

- ¿Qué interesa más a Eduardo Galeano la historia o la realidad presente?
- Todo para mí es una exploración de la realidad, sobre todo de la realidad latinoamericana y esa realidad tiene mil dimensiones y simplemente he ido intentando penetrar en ellas. Yo pienso que la diversidad de los temas es justamente la que enriquece esta suerte de intención de polifonía, porque a mí me interesa recoger las voces perdidas, despreciadas, las voces ignoradas, multiplicarlas dentro de mí y devolverlas a la gente.

- ¿Se trata de un poder establecido o de otros factores, para que existan esas voces ocultas o mudas?
- Hay una cultura del poder, esa cultura dominante que nos condena a escuchar las voces bobas, que hablan sin decir. Son eco de voces ajenas… y yo siempre he intentado hacer como de campana de resonancia de las otras voces, no por aplicación de ningún postulado ideológico sino por una simple razón de perogrullo, de sentido común; yo creo que esas otras son las voces que sí tienen algo que decir en su capacidad de belleza, su capacidad de delirio, su capacidad de asombro que caen arrinconadas por culpa de un sistema elitista.

- Podría decirse que usted tiene un compromiso con quienes no tienen modo de expresión, un compromiso contraído de un modo espontáneo. ¿Cómo se puede sintetizar esa responsabilidad?
-  Es la búsqueda de un lenguaje “sentipensante”, es decir de un lenguaje que ate la razón y el corazón que están divorciados en el discurso dominante. Pues yo quisiera recuperar esa perdida unidad del ser humano a través de un lenguaje que sienta y piense a la vez.
Siempre he tenido intención de síntesis en la que he ido progresando con el tiempo, las ganas de decir mucho con poco, que solo queden las palabras que de veras merecen existir, las que son capaces de trasmitir electricidad de vida.

- En un análisis valorativo, ¿cómo estima Memorias del fuego?
- Fue una tentativa de profundización de Las venas… o sea que después de escribirla yo sentí que había otros aspectos de la realidad, porque Las venas... es básicamente un libro de economía política, y la realidad es por suerte asombrosamente diversa y loca; se manifiesta de tan múltiples maneras que valdría la pena intentar el rescate del pasado, no para rendirle homenaje como pasado muerto, sino para celebrarla como vida viva, esa posibilidad que el escritor tiene de contar algo que ocurrió y si cuenta bien eso que ocurrió, vuelve a ocurrir cuando quien lo cuenta lo cuenta.

- Esta obra estaba concebida en tres volúmenes. ¿Hay algo para agregar?
- Escribí tres tomos. Al principio yo creí que iba a ser un libro solo, pero se convirtieron en tres: una historia de América del Norte al Sur contada en episodios breves… mil historias.  De esos momentos mágicos que la realidad elige para decirse; ella es la mejor poeta de sí misma, pobrecito de mí si quisiera competir con ella. No aspiro más que a ser su cronista o su traductor. ¿Dónde podría uno encontrar señora tan prodigiosa como ella, tan capaz de horror y de hermosura como es la realidad?

- Uno de tus más recientes libros es Las palabras andantes ¿Cuál sería la condensación de esta obra?

- Recoge historias contadas por amigos, cosas que me ocurrieron y también delirios de la imaginación que no son menos reales que esas crónicas de la realidad, porque la realidad no solo es real en un tiempo de vigilia sino también cuando ella duerme o se hace la dormida. 

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