sábado, 11 de abril de 2015

El chicuelo dice

Esa democracia de cuarenta pesos

Tribulación, lamento y ocaso de un jurado electoral. Las desdichas de la democracia boliviana.



Wilmer Urrelo

Y de la nada una llamada telefónica: ¡holas!, cómo que holas, se dice buenos días, no seas malcriado, ah perdón, ¿tío?, sí, oye, tu nombre está en el periódico. Y el chicuelo todo canchero: siempre aparezco ahí, no es nada raro, y luego la vanidad de todo escritorzuelo: ¿y qué alaban ahora de mí, si se puede saber?, y del otro lado te responden: estás en la lista de jurados para estas subnacionales, imbécil ¡ja, ja, ja! y cuando el pequeño niño blasfemo se entera: diles que no puedes, que estás enfermo, que estás loco, que tienes roto el corazón (…hola, te mando un cariñoso saludo).
O mejor: diles que te encuentras de duelo por la muerte del hijo del Perro Aguayo. El chicuelo no hace caso alguno a aquellas recomendaciones de su mejor amigo (lo veo todos los días en el espejo) y pienso: qué carajo, qué siempre es eso.
Entonces asistes a las clases y comenzamos tarde por culpa de la hora boliviana y encima no cacho nada de lo que la señorita del Órgano Electoral nos dice, solo que podemos anular votos. Y nuestro chicuelín pensando: ahora sí me voy a vengar de los que odio.
La cosa es que ahí estás a las seis de la mañana en un colegio nuevecito, con graderías aunque sin rampas (el ñeque no sirve de nada), sin rampas para los que vamos por este mundo en bastón o los que van a cuatro ruedas.
Y así, lanzando carajazos, el señor presidente de mesa me saluda con un buenos días hijo, y yo qué hay, aquí están las papeletas, las ánforas y al acta. Comenzamos a armar nuestra mesa con otro de los jurados (un cuate buena onda), y después comenzamos: al principio nadie y el pequeño niño blasfemo qué grave, hermano, porque después empieza a llegar un montón de gente, y yo ordenando: acá la papeleta chiquita y acá la grande, y también debes estar atento a que en la fila no haya “casos especiales”.
A saber: personas de la tercera edad, mujeres en gestación o con esas wawitas chiquitas y jodinchis, incapacitados (léase: con cualidades diferentes) y entonces el dolor en todo el cuerpo, la enfermedad neuropática del pobre chicuelo manifestándose, haciendo estragos en su todavía atlético cuerpo.
Sin embargo, hay que estar ahí como un tarado porque si no te multan. Para desquitarme me hago la burla de un paco: meta mejor la chiquita, no sea así, y el verde olivo ni cuenta se da, ¡ja, ja, ja!, por lo menos me cagué de risa un rato, y después dos pastillas que Quetorol sublingual de 30 miligramos debajo de mi lengüita.
Aparece el que hace lío de todo. En este caso es una chica. En el facebook dicen que hay una papeleta marcada. El cuate buena onda le muestra la papeleta, nada por aquí, nada por allá, pase.
Ingresa al aula y sale al cacho ¿esto no es una marca?, feliz porque tendrá algo que contar en su facebook y no faltará el estupidín que pondrá me gusta. No, le decimos, es la marca de nuestras firmas que pasaron el papelito, y ella ¿en serio?, y el chicuelo pensando allá en mi casa tengo raticida, ¿no quieres un poquito?...
La cosa es que las marquitas estaban sobre la cara de una tal Biafra no sé qué, que encima renunció. Una marquita no hace nada, y entra de nuevo y seguro que le saca una foto con el celular y la sube a su facebook con este texto (sic): “ha my me toko una bapeleta marcada como ce rumoreava”.
El martirio continúa. Llega un extranjero y le decimos cacho, cacho, usted solo puede votar por las municipales y el tipo todo un saltoncito, yo voté en las presidenciales, yo vivo acá veinte años (pobrecito, ¿y qué culpa tenemos nosotros?), que voy a quejarme a la sala murillo, que ahí conozco a talcito.
La cosa es que conservamos la calma como nos dijeron los del Órgano Electoral, llamamos para consultar, aunque tú lo hubieses mandado mucho al carajo, chicuelo, vaya a amenazar a las FARC, a mí no me nadies… la respuesta del Tribunal: el saltoncito puede votar, ni modo, pase y perdón, y así todo el día soportando a gente de esa calaña.
Al final cerramos las urnas, uf, qué dolor, y ahora “el recuento de los daños”, o mejor dicho, el recuento de los votos. Al principio nos rayamos feo: mágicamente aparecen más votos que votantes (tampoco es algo raro en la historia de Bolivia, me consuelo, sino pregunten a los del MNR).
Hacemos el recuento de nuevo y una hora y media después ya está, al fin cuadra, ganan el galán de barriada y míster adobes, pierden el señor manso y la doña (¿qué cosita llevará en su qu’epi?, ¿los quivos que sabemos?).
Ni modo, cinco años más padeciendo la cara de ese señor y su actitud de machote colla que parece decir: ¿no te da envidia la mina que tengo, chicuelo?, y nuestro amado e inteligente chicuelo respondiendo: no, no es mi tipo, además qué cosita leerá su medio limón. Respuesta: la revista Cosas o algo por ahí, fuchi, yo paso.
Terminamos tarde. Y el dolor neuropático es enorme, inabarcable. Piensas: que se joda esta democracia donde el voto es obligatorio, reflexionas, la democracia donde es obligatorio elegir a semejante gente (los que ganaron y los que perdieron). Y luego me sale lo patriota: boliviana y boliviano, no escribas ni votes, mejor lee.
Retorno a mi casita, me doy un baño y ceno, tomo dos pastillas de Pregabalina de 150 miligramos. No veo las noticias, prefiero sumergirme en el homenaje a Selena y un reportaje especial sobre la muerte del hijo del Perro Aguayo y piensas: qué bien, perrito, qué bien que no sufriste la democracia boliviana, y el pequeño niño blasfemo diciendo dentro de mi cráneo: sin embargo padeció la mexicana, que está peor.
Y yo prometiéndome que nunca más le entro a esta onda democrática, muy bonita hasta que te eligen jurado, a otro con ese cuento, arruínense, friéguense. Y encima nos dieron cuarenta pesos como si fuera la gran cosa. ¿Saben que con esa miseria no compro ni tres pastillitas de Pregabalina? Y los que ganaron tendrán un sueldazo por cinco años y estarán felices.
Por cierto, ¿el galán de barriada no querrá adoptarme, ya que tiene tanto ñeque?, prometo no decirle groserías a mi nueva mamá, se lo juro.
O mejor jalar la cadena. Mejor eso.

¡plas! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario