lunes, 6 de marzo de 2017

Libros

Valle-Inclán: el regreso de
quien nunca se había ido

Se acaban de publicar, simultáneamente, y por ser su aniversario: La media noche, en edición anotada, y La pipa de kif en facsímil.

  

Ricard Bellveser 

A los 150 de su nacimiento y los 80 de su muerte, el gallego Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), sorprendente personaje, escritor admirable, representante del mundo de la bohemia heredado de las ensoñaciones de los simbolistas y parnasianistas franceses, autor modernista, admirador hasta la imitación del nicaragüense Rubén Darío, y protagonista de centenares de anécdotas, la mayor parte de las cuales no son sino meras atribuciones, vuelve a los escaparates de las librerías con novedades singulares.
Valle-Inclán siempre está presente en las letras españolas y en español, pero ahora regresa desde sus aspectos más curiosos y quizá menos representativos que verdaderamente se encarnan en sus Sonatas y en sus “luces de bohemia” donde le da un buen repaso a su generación histórica.   
Alianza Editorial publicó hace pocos meses La media noche. Visión estelar de un momento de guerra, en edición de Margarita Santos Zas en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela; mientras que la editorial Hiperión puso en circulación una edición facsímil de La pipa de kif, un canto a la marihuana y sus efectos, que el autor publicó por primera vez en 1919.

Corresponsal de guerra
La media noche se publicó hace ahora un siglo, en 1917, y es una crónica periodística y literaria resultado de su experiencia durante dos meses, cuando en 1916 y dadas sus simpatías aliadófilas (fue uno de los firmantes del manifiesto pro-aliados, lo que le dio más de un disgusto), el gobierno francés le invitó a visitar el frente de combate en la Primera Guerra Mundial a condición de que publicara un libro sobre el conflicto. El proyecto no era nuevo, algo similar habían realizado James Joyce, John Dos Passos, Ernst Jünger, William Faulkner, Vicente Blasco Ibáñez y otros muchos escritores de diversa inspiración, con resultados tan dispares como eran sus muy variadas personalidades humanas y literarias.
Valle-Inclán recorrió los frentes de guerra como enviado especial de los periódicos Prensa Latina y El Imparcial, consciente de que era la primera vez que una guerra se extendía por medio planeta hasta ser considerada, no sin exceso verbal, “mundial”, y para la cual la inteligencia humana había realizado cuantiosas inversiones y diseñado terribles máquinas de destrucción, e hizo un deslumbrante descubrimiento: la guerra  podía ser contemplada desde el cielo, a vista de pájaro, subido a un avión, con una perspectiva que aumentaba su carácter mitológico; los pilotos podían competir con los dioses en perspectiva y en alejamiento de su capacidad destructora, y con los héroes por su magnificencia ante el nuevo mundo que se ofrecía, y eso le deslumbró: “Yo he volado sobre las trincheras alemanas, y jamás he sentido una impresión que iguale a esta en fuerza y belleza”, lo que de nuevo, en palabras de Valle, convertía a los pilotos en “héroes de la tragedia antigua del vértigo erótico” y dicho de este modo, eso no era una descripción sino un verso.
Esta crónica, esta guerra y estos episodios representaban un desbordante reto para un escritor que abría los ojos y su mirada de poeta sobre un acontecimiento que, pese a ser una de las mayores tragedias de la existencia, era también la explosión de un mundo nuevo, la realidad de ese programa expuesto por Marinetti y los futuristas de que la guerra: por un lado la higiene del mundo y por otro el elogio del conductor de automóviles, del piloto de aviones, del héroe contemporáneo que llamaba al siglo XX para enterrar el siglo XIX que había sido un siglo emborronado de tinta.
No lo tuvo fácil don Ramón. Sabía que no podía escribir un libro como los que se habían escrito hasta el momento, pero dudaba del enfoque que debía darle al complicado encargo. Todo esto se constata en las distintas entregas que se fueron publicando, llenas de vacilaciones. Este es el verdadero interés de la historia aquí narrada y del libro que dio como consecuencia: haber volado sobre una guerra entendido como una experiencia inenarrable que aun así intentó narrar.

Poeta
No solo era un narrador con extraordinarias dotes, sino también un poeta que aunque desconfiaba de sí mismo, nos dejó una obra lírica de enorme interés, y dentro de ella el poema titulado La pipa de kif, una obra mucho más conocida que la anterior, referente del modernismo y de la modernidad, cuyo asunto es un elogio a la marihuana tan propio de las vanguardias europeas de principios de siglo.
Dejémosle que hable él: ¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales / de paraísos artificiales! /A todos vence la marihuana / que da la ciencia del Ramayana. / ¡Oh marihuana, verde neumónica, / cannabis índica et babilónica! / Abres el sésamo de la alegría, /
cáñamo verde, kif de Turquía / yerba del viejo de la montaña”.

Tuvo –tiene- un recto perfume modernista que recorre todo el poema, del tema al tratamiento, la métrica o la atmósfera metafórica, la desvergüenza y la elegante provocación que se siente a gusto expandiéndose por el acomodado esperpento que se manifiesta por una galería de personajes de lo mas valleinclanesco.



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