martes, 14 de marzo de 2017

La vida fluida

La vida fluida #3



Eso nomás… la vida, y fluida. Crónicas, ficciones, historias así, de corrido, como suceden, como quisiéramos que sucedan, sin mayúsculas ni minúsculas, sin pausas ni signos de puntuación.


Aldo Medinaceli 


/ por los corredores del mercado juegan los hijos de las vendedoras que gritan ofreciendo frutas frescas mientras ellos ríen y saltan entre las personas buscando la salida en aquel espacio que se ilumina a través de las calaminas y sobre el piso hay cáscaras y hojas verdes la piel del choclo se extiende de un extremo a otro más allá entre los esqueletos de las reses cercenadas hay una fila para los filetes y el precio que no se compara con los embutidos del supermercado de enfrente donde la magia no viene incluida en el precio aquí se ven carretillas de duraznos sandías cortadas por la mitad costales repletos de polvo blanco las mujeres sonríen llevando a sus hijos de la mano y un anciano regresa del puesto de café con el estómago lleno los manteles son inmensos generosos el silencio es un evento extraño los lentes de los turistas en blanco y negro no captan los colores y el incendio desmedido en las fuentes desbordadas de ají rebanadas de corazón tiras de serpentinas luces en forma de diamante banderines cruzando el cielo mandarinas partidas en dos plátanos verdes colocados en cajas de madera que traen nombres y logotipos de ultramar mientras sirven caldos hirvientes emergidos de ollas gigantescas la luz sigue ingresando en haces por las fisuras del techo de calamina verde en donde varias palomas hacen un ruido imperceptible entre tantas voces sus siluetas se alargan y se achican a medida que caminan algunas vuelan y aquí adentro veo un solo tejido que se mueve con el viento ondeando tejido formado por personas y aves por calles y pasillos por hierbas y anaqueles en donde familias se apresuran antes de que se acabe la tarde de compras se llevan todo en sacos y canastas pero el manantial es inagotable y de donde sale un racimo de uvas crecen más otros ofrecen números de lotería en tiras de cupones colocados sobre un hombro recorren los pasillos con su canto las miradas concentradas en los productos y en los billetes en el rito del intercambio de oro por alimento pasan una tras otra los pasos apresurados todo fluye junto a la luz en el camino de los veloces carritos cargados hasta el tope allá en el centro mismo del mercado se observa una mujer esbelta amamantando a su recién nacido ríe hacia el cielo y al mismo tiempo maniobra una balanza con su mano derecha cuando los niños pasan una vez más corriendo a mi lado dejando una estela de dicha y entonces los colores se hacen cada vez menos brillantes a medida que oscurece y el ají amarillo nuevamente se apaga hasta volverse uno con el resto es cuando se sabe que allá afuera en la ciudad también está oscureciendo sin enterarse del espectáculo del mercado que va apagando todos sus techos azules los productos regresan a los costales las palomas se quedan quietas más pequeñas allá arriba duermen y solamente queda el aroma a naranjas esparcidas por la calzada durante la noche /

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