lunes, 6 de marzo de 2017

Música

Un puñado de cuerdas y aires indios



Reseña de un concierto del guitarrista orureño Marcos Puña que se replicará el miércoles 8 en el auditorio de Entel (Federico Zuazo) en La Paz.


Richard Trewhella 

Hace pocos días atrás el Teatro Achá de Cochabamba fue elegido para que Marcos Puña, insigne embajador de la guitarra boliviana, interprete en su integridad los diez Aires indios del potosino Eduardo Caba, sin lugar a dudas el más grande compositor boliviano de la primera mitad del siglo XX, de quien en su tiempo se dijo “es para Bolivia lo que Falla es para España”. Una multitud acudió a presenciar el evento, multitud que recibió al concertista orureño con gran calidez y expectativa.
A pesar del monumental legado de Caba a la música boliviana, buena parte de su obra (sinfónica, vocal o pianística) permanece inédita y otra gran parte se ha perdido. Habiéndose trasladado a Madrid en 1927, gracias a una beca del gobierno, Caba completó su formación en manos del genial compositor español Joaquín Turina. El dato es todo un indicio; por aquel entonces, las corrientes estéticas y musicales europeas entraban en una intensa fase de nacionalismo. El folklore de los pueblos, dotado de inagotables yacimientos de riqueza melódica y rítmica, hizo su vertiginosa irrupción en las grandes metrópolis europeas. Compositores de naciones periféricas empezaron el centro de atención: las danzas polacas o checas, la inmensa melancolía rusa o del alma eslava, el crepitar salvaje de los ritmos españoles, inundaron de exotismo las salas de concierto en Viena, París o Londres… No es casual, entonces, que Marcos haya iniciado su recital con una sentidísima interpretación de la Andaluza de Granados, pieza pianística y romántica que reivindica el sentir del pueblo español. Con el transcurrir del recital fuimos cayendo en cuenta de que el programa había sido inteligentemente ideado como un fino diálogo entre las obras de Caba y el post-romanticismo español del que aquel se nutrió. Hay intérpretes que encuentran una completa afinidad con determinados compositores y ofician como una extensión de su espíritu; tal el caso de Marcos Puña, quien expresa inmejorablemente la música de compositores españoles como Granados o Moreno Torroba, cuyas danzas aquella noche hicieron entrar a la muchedumbre en una especie de vaivén rítmico.

Los Aires indios antiguos
La historia de los Aires indios es singular. En los años 40, Caba publicó en Buenos Aires sus seis Aires indios para piano. Por muchas décadas se pensó que eso era todo, pero no. En 2008 los descendientes de Caba revelaron cuatro aires más de aquel misterioso material inédito, donándolo al Conservatorio Nacional de Música, manuscritos que actualmente se hallan en posesión del Banco Central de Bolivia y que fueron publicados por el musicólogo Javier Parrado y la pianista Mariana Alandia. Todos los Aires indios de Caba inician con una parte lenta, solemne, a veces dramática, en completa consonancia con el permanecer eterno de las montañas andinas; luego sobrevienen ágiles dinámicas del bailar altiplánico, expresiones rítmicas de un danzar añejo, para finalmente volver al reposado meditar de la melodía inicial.
Los Aires indios parecen adoptar una estructura circular, insinuaciones y evocaciones melódicas que reiteran un paisaje sonoro propiamente andino, en el que se enhebran esos ambientes impresionistas, muy propios de Debussy o de Ravel, para confeccionar precisamente un “cuadro andino”, con sus ascensos por la montaña o el derivar en un arroyo de agua fresca. Es música que se presta a generar sensaciones paisajistas, con una paleta cromática de timbres y colores. Precisamente la guitarra de Marcos Puña sabe extraer esas sonoridades, timbres y texturas armónicas, que uno no puede escucharlo sin imaginar, a la vez, una sucesión de imágenes desbordantes. Basta escuchar su interpretación, profundísima, del Aire indio 5 o del 1.
Los orfebres de la guitarra clásica en Bolivia, en su afán por representar a Caba, se dieron a verdaderas tareas descomunales para adaptar obras pensadas para piano y traslucirlas en el instrumento de las seis cuerdas. Piraí Vaca grabó los primeros seis Aires indios, en una interpretación bellísima; Marcos Puña presentó un trabajo renovador, no solamente por hacer una adaptación más guitarrística, modificando las tonalidades de origen, sino porque incluye en ellas una gama de recursos tímbricos propios de la guitarra logrando, de esa manera, que las piezas adquieran una expresividad mucho más impresionista.

Los Aires indios inéditos
El reto para Puña era cómo conducir el material de los cuatro Aires indios inéditos de Caba, originales para piano, en un modo que fuera guitarrísticamente pleno. Marcos aclaró que para hacer esas adaptaciones tuvo que romperse la cabeza. Hay tonalidades que no se trasladan directamente del piano a la guitarra, sobre todo cuando son muy bemolizadas en el tono original, ya que aquello que es simple en el teclado, en la guitarra requiere de ejercicios de acróbata, de malabarista, de virtuoso y tocado por Dios.
Guardo la impresión de que con sus Aires indios inéditos Caba se acercó más y más al impresionismo, se dejó llevar por nuevos derroteros compositivos con una impronta que, sin dejar de manifestar el espíritu andino, se fue del brazo con el vanguardismo europeo. Esto es evidente en el Aire indio 8 y en el 10, con una interpretación musical de Puña que al mismo Caba le hubiera cubierto las mejillas de un encendido entusiasmo. Entonces vino la sorpresa. La presentación de su transcripción de los Aires indios 7 y 9 creo que merecen palabras aparte. El 7 es sorprendente por la propuesta musical, Caba invierte la estructura general y empieza por una danza festiva de enorme dificultad técnica que a más de uno nos evocó al gran Villalobos; una transcripción que a partir de hoy debe quedar como pieza obligada para todo guitarrista boliviano. Luego Marcos presentó su transcripción para guitarra del inédito Aire indio 9. Soy franco, me apreté las manos con fuerza, era bestial la sonoridad abrumadora conseguida con apenas seis cuerdas de nylon; me parecía escuchar un discurso entre montañas, rugidos de tierra, cataclismos, y luego unos arpegios que derivaban en un arroyo de agua inaudible. Estremecedor.
Al acabar el recital, con sus característicos carisma y fuerza de temperamento, Marcos dijo: “Mi instrumento, la guitarra, tiene sonoridades propias y únicas… sin embargo, envidio a veces a los pianistas. Y es que los más grandes compositores pensaron para el piano, de manera que los guitarristas a veces tenemos que adaptar obras de piano a la guitarra, lo cual es terriblemente difícil”.

Al acabar la velada, conseguí dar finalmente con la idea. Era un concierto de grandes danzas, aires indios y europeos, hermanados todos en un solo baile sonoro; grandes teclas de piano y cuerdas de guitarra en una sola expresión de baile, de insinuación y de Aires indios…

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