Un puñado de cuerdas y aires indios
Reseña de un concierto del guitarrista orureño Marcos Puña que se replicará el miércoles 8 en el auditorio de Entel (Federico Zuazo) en La Paz.
Richard Trewhella
Hace pocos días atrás el Teatro Achá de Cochabamba fue elegido para que Marcos Puña, insigne embajador
de la guitarra boliviana, interprete en su integridad los diez Aires indios del potosino Eduardo Caba,
sin lugar a dudas el más grande compositor boliviano de la primera mitad del
siglo XX, de quien en su tiempo se dijo “es para Bolivia lo que Falla es para
España”. Una multitud acudió a presenciar el evento, multitud que recibió al
concertista orureño con gran calidez y expectativa.
A pesar del monumental legado de Caba a la música
boliviana, buena parte de su obra (sinfónica, vocal o pianística) permanece
inédita y otra gran parte se ha perdido. Habiéndose trasladado a Madrid en
1927, gracias a una beca del gobierno, Caba completó su formación en manos del
genial compositor español Joaquín Turina. El dato es todo un indicio; por aquel
entonces, las corrientes estéticas y musicales europeas entraban en una intensa
fase de nacionalismo. El folklore de los pueblos, dotado de inagotables
yacimientos de riqueza melódica y rítmica, hizo su vertiginosa irrupción en las
grandes metrópolis europeas. Compositores de naciones periféricas empezaron el
centro de atención: las danzas polacas o checas, la inmensa melancolía rusa o
del alma eslava, el crepitar salvaje de los ritmos españoles, inundaron de
exotismo las salas de concierto en Viena, París o Londres… No es casual,
entonces, que Marcos haya iniciado su recital con una sentidísima
interpretación de la Andaluza de
Granados, pieza pianística y romántica que reivindica el sentir del pueblo
español. Con el transcurrir del recital fuimos cayendo en cuenta de que el
programa había sido inteligentemente ideado como un fino diálogo entre las
obras de Caba y el post-romanticismo español del que aquel se nutrió. Hay
intérpretes que encuentran una completa afinidad con determinados compositores
y ofician como una extensión de su espíritu; tal el caso de Marcos Puña, quien
expresa inmejorablemente la música de compositores españoles como Granados o
Moreno Torroba, cuyas danzas aquella noche hicieron entrar a la muchedumbre en
una especie de vaivén rítmico.
Los Aires indios
antiguos
La historia de los Aires
indios es singular. En los años 40, Caba publicó en Buenos Aires sus seis Aires indios para piano. Por muchas
décadas se pensó que eso era todo, pero
no. En 2008 los descendientes de Caba revelaron cuatro aires más de aquel
misterioso material inédito, donándolo al Conservatorio Nacional de Música,
manuscritos que actualmente se hallan en posesión del Banco Central de Bolivia
y que fueron publicados por el musicólogo Javier Parrado y la pianista Mariana Alandia.
Todos los Aires indios de Caba
inician con una parte lenta, solemne, a veces dramática, en completa
consonancia con el permanecer eterno de las montañas andinas; luego sobrevienen
ágiles dinámicas del bailar altiplánico, expresiones rítmicas de un danzar
añejo, para finalmente volver al reposado meditar de la melodía inicial.
Los Aires indios parecen
adoptar una estructura circular, insinuaciones y evocaciones melódicas que
reiteran un paisaje sonoro propiamente andino, en el que se enhebran esos
ambientes impresionistas, muy propios de Debussy o de Ravel, para confeccionar
precisamente un “cuadro andino”, con sus ascensos por la montaña o el derivar
en un arroyo de agua fresca. Es música que se presta a generar sensaciones
paisajistas, con una paleta cromática de timbres y colores. Precisamente la
guitarra de Marcos Puña sabe extraer esas sonoridades, timbres y texturas
armónicas, que uno no puede escucharlo sin imaginar, a la vez, una sucesión de
imágenes desbordantes. Basta escuchar su interpretación, profundísima, del Aire indio 5 o del 1.
Los orfebres de la guitarra clásica en Bolivia, en su
afán por representar a Caba, se dieron a verdaderas tareas descomunales para
adaptar obras pensadas para piano y traslucirlas en el instrumento de las seis
cuerdas. Piraí Vaca grabó los primeros seis Aires
indios, en una interpretación bellísima; Marcos Puña presentó un trabajo
renovador, no solamente por hacer una adaptación más guitarrística, modificando
las tonalidades de origen, sino porque incluye en ellas una gama de recursos
tímbricos propios de la guitarra logrando, de esa manera, que las piezas
adquieran una expresividad mucho más impresionista.
Los Aires indios
inéditos
El reto para Puña era cómo conducir el material de los
cuatro Aires indios inéditos de Caba,
originales para piano, en un modo que fuera guitarrísticamente pleno. Marcos
aclaró que para hacer esas adaptaciones tuvo que romperse la cabeza. Hay
tonalidades que no se trasladan directamente del piano a la guitarra, sobre
todo cuando son muy bemolizadas en el tono original, ya que aquello que es
simple en el teclado, en la guitarra requiere de ejercicios de acróbata, de
malabarista, de virtuoso y tocado por Dios.
Guardo la impresión de que con sus Aires indios inéditos Caba se acercó más y más al impresionismo, se
dejó llevar por nuevos derroteros compositivos con una impronta que, sin dejar
de manifestar el espíritu andino, se fue del brazo con el vanguardismo europeo.
Esto es evidente en el Aire indio 8 y
en el 10, con una interpretación
musical de Puña que al mismo Caba le hubiera cubierto las mejillas de un
encendido entusiasmo. Entonces vino la sorpresa. La presentación de su
transcripción de los Aires indios 7 y
9 creo que merecen palabras aparte.
El 7 es sorprendente por la propuesta
musical, Caba invierte la estructura general y empieza por una danza festiva de
enorme dificultad técnica que a más de uno nos evocó al gran Villalobos; una
transcripción que a partir de hoy debe quedar como pieza obligada para todo guitarrista
boliviano. Luego Marcos presentó su transcripción para guitarra del inédito Aire indio 9. Soy franco, me apreté las
manos con fuerza, era bestial la sonoridad abrumadora conseguida con apenas
seis cuerdas de nylon; me parecía escuchar un discurso entre montañas, rugidos
de tierra, cataclismos, y luego unos arpegios que derivaban en un arroyo de
agua inaudible. Estremecedor.
Al acabar el recital, con sus característicos carisma y
fuerza de temperamento, Marcos dijo: “Mi instrumento, la guitarra, tiene
sonoridades propias y únicas… sin embargo, envidio a veces a los pianistas. Y es
que los más grandes compositores pensaron para el piano, de manera que los
guitarristas a veces tenemos que adaptar obras de piano a la guitarra, lo cual
es terriblemente difícil”.
Al acabar la velada, conseguí dar finalmente con la idea.
Era un concierto de grandes danzas, aires indios y europeos, hermanados todos
en un solo baile sonoro; grandes teclas de piano y cuerdas de guitarra en una
sola expresión de baile, de insinuación y de Aires indios…
No hay comentarios:
Publicar un comentario