martes, 14 de marzo de 2017

Sombras nada más

Coco, entre naciente y poniente


Reproducimos parte del prólogo de Vuelva pronto el verano, del poeta italiano Emilio Coco, antología publicada como primer número de Agua Ardiente, la nueva colección de poesía internacional de Plural Editores, dirigida por el autor de esta nota. 



Gabriel Chávez Casazola 

Emilio Coco (1940) poeta, traductor y antólogo italiano, ha elegido vivir en el pequeño pueblo donde nació y creció, San Marco in Lamis, al sur de su país; allí  el blanco arde y araña las paredes / que bajan empinados escalones / se pierde y disemina en las casitas / en vilo sobre el monte. / Con cartabón construido a pan y agua / se encaja y desarrolla descendiendo / hacia la mar soñada tras los bosques.
Como Coco, su poesía ha elegido morar también en las calles de la infancia; esas que bajan empinados escalones de tiempo, que se pierden y diseminan en la memoria, en vilo sobre la muerte. Y al igual que su pueblo -poblado hace once siglos a resguardo de un monasterio- luce una “ancha alameda” que divide “el casco medieval, que se encarama a la montaña, al este, y la zona más llana, donde se encuentran los nuevos edificios, al oeste”, su poesía -ancha alameda también- tiene, junto a la región del pasado orientada hacia el naciente (pienso especialmente en su primer libro Profanazioni de 1990 y en la segunda parte de Ascoltami Signore de 2012) otra zona de la vida hodierna, con la vista puesta más bien en el poniente (verbigracia en los poemas de Il tardo amore de 2008 acerca del envejecer de los amantes, y en su hermosísimo libro, en realidad todo él un poema extenso, Il dono de la notte de 2009, sobre la agonía y muerte de su hermano Michele, quien le había introducido a la poesía de los líricos arcaicos, los epigramistas griegos y los poetas latinos, sobre todo Catulo).
Estas dos dimensiones presentes en su poética: la infancia y el envejecer, resultan naturalmente imbricadas en y por una misma alameda que las contiene: la inconfundible -por su incierta cadencia y su certera ironía, por ser amargamente dulce y dulcemente amarga- voz del poeta, aquella que distingue a Emilio Coco de quienes no somos Emilio Coco; una voz que, en lo formal, traza un estilo, una escritura, donde también coexisten dos tiempos: tradición y renovación, clasicismo y contemporaneidad, como en sus endecasílabos blancos. Y esto tanto si escribe en su lengua natal como cuando se traduce al español.
No en vano hablamos de uno de los traductores de poesía más valorados y reconocidos hoy, de poetas italianos a nuestra lengua, pero principalmente de autores hispanoamericanos al italiano: comenzó traduciendo en su juventud a los poetas españoles de la Generación del 27 y amplió su abanico en sucesivas antologías, con su descubrimiento de la poesía latinoamericana de por medio, hasta publicar en 2016 una destilada antología en tres volúmenes, el primero dedicado a escritores de México, América Central y las Antillas y los otros dos a autores de la que llama América Meridional.
Hablaba hace un momento de la voz, de la escritura de Coco. Algo en ella, en su cabalgar entre los ecos del dolce stil novo, las resonancias del lirismo hispánico y algunos riesgos de la poesía latinoamericana actual, permite que las situaciones y las cosas más ordinarias, por cotidianas pero también por vulgares, e incluso las más abyectas -las secreciones de un enfermo, la flacidez de un miembro inútil, los vellos en la pierna y la piel ajada de una mujer que ya no es joven-, adquieran un aura de belleza. Y a la vez, lo que creemos más trascendental (o trascendente), más elevado, se torna, en esta poesía, menos imposible de acceder, menos inasible, menos incorpóreo, quién sabe al verse materializado por palabras.
“Creo poco en la inspiración. La asistencia gratuita de las musas no es más que una metáfora que oculta el duro aprendizaje del poeta para adquirir y dominar las técnicas de su oficio. Pese a quien le pese, la poesía no es solo un ejercicio conceptual, ni solo un juego habilidoso y simpático. Es también música, esquema métrico, sílabas y acentos. En mis poemas hablo de cosas cotidianas, de temas aparentemente menudos. Pero, en el fondo, lo que estoy deletreando son las poquísimas palabras que de verdad interesan al hombre: el amor, el deseo, la magia del recuerdo, el jardín de la infancia”, afirma Emilio Coco de su propia escritura poética.
No quiero añadir nada a esas poquísimas palabras, pochissime parole, a la par tan enormes, salvo mi deseo de que vuelva siempre el verano al jardín de la memoria de cada lector de esta muestra; tamizada por su propio autor para ser la primera entrega de la colección Agua Ardiente de poetas internacionales de Plural Editores.
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Poesía del mundo desde Bolivia

Con la publicación de la antología personal Vuelva pronto el verano, del italiano Emilio Coco, Plural Editores abre una nueva colección con el sello Agua Ardiente, dedicada a poetas internacionales contemporáneos. A decir de su director, Gabriel Chávez, esta colección viene a llenar una ausencia significativa: “En Bolivia se lee muy poco a poetas contemporáneos de otras naciones hispanoamericanas y menos aún a los autores actuales de otras lenguas. No creo que sea por falta de interés, sino por falta de conocimiento y de disponibilidad de obra. Al país no llegan los libros de poesía publicados por las grandes editoriales como Visor o Vaso Roto, ni por valiosas editoriales independientes españolas, mexicanas, colombianas, argentinas o de otros países”. 
Chávez reconoce que en los últimos hubo “algunos esfuerzos como las ediciones de algunos títulos en editorial 3600, con la que trabajamos una antología de Hugo Mujica y publicó libros de los poetas invitados al último Festival de Poesía de La Paz, dirigido por Benjamín Chávez; en La Hoguera, que sacó a luz Poesía ante la incertidumbre; y la reciente colección de poetas clásicos traducidos de La Mariposa Mundial. Sin embargo, no existía una colección como Agua Ardiente, dedicada exclusivamente a mostrar la vitalidad de la poesía en nuestro idioma y en otras lenguas en el mundo de hoy”.

Lo explica la propia solapa de los libros de Agua Ardiente: “¿Para qué una colección de poetas internacionales contemporáneos en Bolivia? Para respirar otro aire, otros aires, romper nuestra insularidad mediterránea, poner tradiciones y vitalidades singulares en un diálogo plural, en un territorio común: el de esta avidez que solo en la sed se sacia, / llama que todos los labios consume. Tal vez lo maravilloso de la poesía es que no tiene utilidad conocida, en el sentido en que puede tenerla una tekné, un saber, un oficio. ‘Yo soy la que soy’, puede musitarnos o clamarnos desde su zarza ardiente. Volviendo a Gelman, lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío / en las más raras circunstancias. La poesía, como toda locura inspirada, es porque sí”. [N. de E.].

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