Jorge Suárez, el esteta.
Noticia, reflexión y memoria
La conmemoración del día de su nacimiento nos sirve de pretexto para recordar al poeta, narrador, periodista y maestro. La próxima aparición de sus Obras completas, además de un par de libros inéditos, de los que su hija comparte detalles, sirven de contexto para una reflexión sobre sus aportes, aún no del todo dimensionados, a la literatura boliviana.
Martín Zelaya Sánchez
Algunos lo recuerdan por su trayectoria
periodística: después de décadas de escribir en diarios de Bolivia y otros
países, fue director de Correo del Sur de Sucre en sus últimos años, y en los
80, pionero de un formato entonces incipiente en la televisión nacional, el
periodismo de investigación con el programa “Más allá de los hechos”. Otros,
quizás los menos -los que disfrutan consecuentemente de la literatura, los que
están pendientes de autores y libros en Bolivia y en casi todo el mundo son los
menos- lo conocen como un virtuoso narrador y poeta (pocos sonetistas a su
altura), y aunque quizás no menos conocida, sí menos asumida y aprovechada es
su faceta de lúcido lector, crítico y erudito en la literatura nacional.
Hay que decirlo, entonces,
de entrada: Jorge Suárez es para las letras bolivianas una figura más
importante de lo que aún se sospecha y reconoce, muy a pesar de la creciente
curiosidad y recurrencia a su narrativa. Sus dos cimas, y por ende sus logros
más difundidos, la nouvelle El otro gallo,
parte de las 15 novelas fundamentales de Bolivia, y su diseño y coordinación
del Taller del Cuento Nuevo[1], deben ser solo la puerta
de entrada a un escritor, maestro y pensador fundamental en el panorama
literario del país durante la segunda mitad del siglo XX.
Valga este aniversario -Jorge
Suárez estaría hoy festejando su 86 cumpleaños- para recordarlo, para contagiar
-ojalá- el entusiasmo por recuperar, difundir y visualizar su obra, y para compartir
gratas novedades en torno a su legado.
Para leerlo y conocerlo
No debieran ser necesarios
más pretextos que su obra como tal para recordar a Suárez, pero además de la
fecha de su nacimiento, hallamos otras razones gratas para cometer estos
párrafos: hace poco Luis Antezana entregó a la Biblioteca del Bicentenario de
Bolivia (BBB) la versión final de la Obra
completa de Jorge Suárez, prologada, curada y revisada por quien fue su
dilecto amigo y admirador. Pero antes ya de que “Cachín” Antezana emprendiera esta labor, Mirella Suárez Urquidi,
hija del autor de Serenata estaba
decidida a lograr que los lectores bolivianos accedan no solo a la producción
que Jorge publicó en vida -salvo El otro
gallo, casi inhallable-, sino además a un importante material inédito.
“La obra inédita de mi padre -comenta- es extensa,
diversa y excepcionalmente valiosa, y por eso estoy convencida de que tiene que
ser publicada y difundida con la calidad de edición que merece. Está la poesía
que fue escrita en diferentes etapas de su vida y será distribuida en varios
tomos como él mismo dispuso y, en algunos casos, publicó; también tiene innumerables
crónicas, ensayos, conferencias y su gran obra periodística. He estado
recopilando sus escritos, sus datos biográficos, sus cartas personales y
fotografías durante los últimos 20 años y ahora llega el momento de sacar todo
a la luz”.
Vale decir que más allá del volumen de la
BBB, que seguramente saldrá en los siguientes meses, Mirella gestiona la
publicación de la Poesía completa de
Jorge Suárez y dos libros más, solo como primera etapa de un proyecto
ambicioso. “Hay otro par de libros que ya están listos para ser editados: una
versión propia (adaptada al español usual) de Paquito de las Salves, poema provincial [“pícara épica popular”,
Antezana dixit] de Marceliano Montero
Villa, que rescata el lenguaje camba y mi padre transforma en un hermoso poema
clásico, muy fácil de leer, y que creo que se volverá un tesoro de la
literatura cruceña. También está listo el libro Te cuento cómo era Chile, una colección de crónicas sobre la vida diaria
en ese país durante los años del gobierno de Salvador Allende en los que mi
papá estuvo allá exiliado”.
A futuro, el proyecto de rescate y difusión
prevé una plataforma digital base: página web oficial y redes sociales con
biografía, bibliografía, imágenes, referencias y trabajos académicos de y en
torno a Jorge Suárez; y más publicaciones, claro: “algo que también me interesa
mucho es obtener el apoyo de los medios en los que mi padre trabajó para
publicar una recopilación de su obra periodística para que las nuevas
generaciones puedan acercarse a su mirada crítica general, y como un testimonio
de la época”, acota Suárez Urquidi.
Consumado esteta
“¿Desde qué lejanos tiempos
los tajibos están ahí, cuajados de flor, alumbrando la selva?”, este es el
inicio de El otro gallo, acaso en su
brevedad, esta frase baste para dar cuenta de la aguda y depurada pluma de
Suárez. Y es que si algo hay que destacar como eje transversal a toda su obra -periodística,
crítica, poética y narrativa- es su apuesta por la estética, su defensa
intransigente del estilo, del cómo, sin por ello desmerecer el qué; y esto lo
dejó sentado en la conferencia “El Taller del Cuento Nuevo” que leyó el 9 de
julio de 1998, un par de semanas antes de su deceso: “… lo que yo quiero
decirles es que la literatura, para ser tal, debe interpretar, debe hacerse a
partir del lenguaje. Una literatura que se divorcia del lenguaje es una
literatura que se divorcia de la vida…”[2].
Mirella Suárez, quien cedió
gentilmente a LetraSiete dos conferencias inéditas, un manojo de valiosas
fotografías y anécdotas de su padre para pergeñar estas líneas, cuenta en una
cronología biobibliográfica: “fue precoz en su gusto por la lectura, sobre todo los clásicos españoles
del Siglo de Oro le marcaron como una influencia perdurable”, ratificando así
su innegociable vocación de esteta.
“Asumirás tu perfección primera, / libre de
mi prisión, vencido el muro, / ala que partes de mi lodo impuro / hacia un
destino de alta primavera. // Y serás dulcemente prisionera / de tu infinito
Dios, pues yo procuro / devolverte, muriendo, al seno oscuro / de donde
procediste, forastera…”. Qué mejor ejemplo que estos dos cuartetos de Del cuerpo al alma de su libro Sonetos con infinito.
De ninguna manera, decíamos, su
apasionamiento por el arte de explorar y explotar al máximo las posibilidades
de la lengua castellana, mermaron de sentido y profundidad a su meticulosa poesía
y refrescante narrativa.
Si otra característica debemos hallar a su
obra, y que también trasciende las más de cuatro décadas de producción, es el
humor -fino pero cáustico-, la ironía llevada no pocas veces a extremos. Ya
desde joven esto sale a flote con la publicación en 1960 de Melodramas auténticos de políticos idénticos,
recopilación personal de su columna de actualidad política y social que
publicaba diariamente en verso.
Una pequeña muestra: Crónica social petrolera: “Pepita Gulf fue vista / en un
cinematógrafo / del brazo perforista / de un topógrafo. // La señorita Chaco
Limitada / encuéntrase actualmente inexplorada. / La señorita Lily Madrejones /
fue vista en un night club con un Chenesse, / al cual, según parece, / le
otorga demasiadas concesiones…”. “Sin duda este tipo de sátiras -comenta
Antezana en el referido prólogo para la BBB- motivó reacciones adversas entre
algunas de sus ‘víctimas’ y, de ahí, dicho sea de paso, la fama de irónico,
irreverente y hasta hostil que, aquí y allá, suele acompañar el aura de la
personalidad de Suárez”.
No obstante, no se debe
perder de vista que esta su lúdica impronta, no evitó que como pocos
interpretara -en prosa y verso- la dura realidad social del país y ante todo,
los dilemas ontológicos; pienso en muchos poemas de Serenata, y, claro, en su novela póstuma La realidad y los símbolos. Corrobora esto Mirella: “Mi padre,
conocido por su gran veta humorística, era en el fondo un escritor oscuro y
trágico que me llega profundamente, ya que esa tragedia es también parte de mi
origen”.
Decíamos líneas arriba que dos legados de
Jorge Suárez bastan para consagrarlo en la historia de la literatura boliviana
del siglo XX: su obra cumbre, El otro
gallo, eximio retrato de personajes, ambiente e idiosincrasia de la Santa
Cruz de inicios del siglo XX, y su magisterio en el Taller del Cuento Nuevo;
pero olvidamos un tercero que, aunque indirecto, no es menos meritorio: su
redescubrimiento y puesta en escena de Edmundo Camargo, poeta boliviano de
talla mundial. En un recuadro adjunto en estas páginas, como parte de una de
las conferencias inéditas que Suárez preparó en sus últimas semanas de vida,
cuenta al detalle las circunstancias en que el ya legendario poemario único de
Camargo vio la luz.
¿Qué significa para ti involucrarte en la
obra de tu papá con la reedición de sus libros y la promoción de su figura y
legado?, le preguntamos a Mirella. “Para
mí este trabajo significa mi vida, no solo estoy apoyando las ediciones, me
estoy sumergiendo en el contenido de su obra, algo que antes comprendía
intuitivamente, pero ahora que he madurado comprendo y valoro plenamente. Al
ser depositaria de sus manuscritos tengo la obligación de difundir su obra con
cuidado personal y por supuesto con la colaboración de expertos en el tema”.
Simplemente intentamos reflexionar un poco
en torno al aporte de Suárez, ahora que se vislumbran proyectos concretos y
auspiciosos para rescatar sus libros conocidos y publicar su producción
inédita.
--
La generación del 50
Jorge Suárez
…Y tenemos a uno de los más
grandes surrealistas de todas las épocas, de cualquiera de las lenguas, Edmundo
Camargo, que murió dejando la totalidad de su obra inédita. No habla publicado
sino en revistas uno que otro poema. Una semana antes de morir me encuentro con
Edmundo en Cochabamba, me entrega la totalidad de sus originales, y me pide
publicarlos; yo le digo: “Por qué. Tú mismo puedes publicarlos”. “No, dice, la
próxima semana me voy a morir y esta obra se va a quedar inédita; si tú crees
que vale algo, publícala, si no rómpela”. Y se muere…, se muere de soledad, se
muere de falta de trabajo, se muere de falta de aliento, de solidaridad, de
amistad. El rencor, la envidia predominaban en Cochabamba en esa época. Y aun
los mismos poetas, a quienes exalto hoy, le hicieron a Camargo víctima de su
desprecio. Y Camargo muere en la más tremenda y terrible soledad y angustia.
Recuerdo el día de su entierro que fue un Sábado de Gloria (murió un Viernes Santo);
hay un poema que habla de su muerte y dice: “Siento sonar los claros de mi
crucifixión”, y que está anunciando el día de la muerte en Viernes Santo,
incluso la hora; es un poema tremendamente riesgoso, incluso el leerlo, porque
asombra cómo el poeta puede anticipar con tanta precisión el escenario, la
hora, el momento de su muerte, y es un poema que escribe a los catorce años.
Entonces Camargo muere, deja su obra inédita, yo no hago otra cosa que cumplir
su mensaje, su misión, publicar el libro El
tiempo de la muerte. Este libro tiene un mal prólogo, porque lo publicamos
en la imprenta del Partido Comunista, imprenta que habla sido detectada por los
aparatos de espionaje del Gobierno, y quedaban horas para terminar de hacer la
edición, cuando Pepe Ballón vino a buscarme y me dijo: “Tienes que darme el
prólogo ¡ya!”: el prólogo lo hice en dos horas y salió como salió, pero lo hice
y se publicó el libro. Recogimos de la editorial dos mil ejemplares, habíamos
editado tres mil, estábamos completamente seguros de que este libro iba a ser
un éxito literario, como que lo fue: la edición se agotó en meses. Ahora
circulan miles y miles de fotocopias, tanto dentro como fuera de Bolivia, de
Camargo, uno de los grandes surrealistas de la literatura mundial.
¿Quién lo dice? Otra vez les
pregunto: ¿Quién hace esta afirmación? -Nadie, nadie dice, estamos
absolutamente huérfanos de un análisis imparcial en nuestra literatura, en la
literatura contemporánea.
--
El Taller del Cuento Nuevo
Jorge Suárez
…Trabajábamos dos, tres
horas diarias, durante dos años, todos los días, de lunes a sábado, para ir
logrando y resolviendo, buscando y asumiendo las respuestas del caso al
objetivo de lograr una literatura que generara un cambio respecto del viejo
costumbrismo cruceño.
El Taller de Cuento viene a
romper una tradición costumbrista para entrar en una literatura que asuma otros
problemas de Santa Cruz, desde otros lenguajes y desde otras perspectivas. En
aquella oportunidad cuando se fundó el taller que auspició la Casa de la
Cultura Raúl Otero Reich, de la cual yo era funcionario, teníamos un problema
que se repetía continuamente: jóvenes que venían con sus cuentos, con sus
textos, con sus poemas, a pedir asistencia, a pedir información, a pedir ayuda
respecto del valor o de la calidad de sus textos, recoger juicios sobre si lo
estaban haciendo bien o mal; de pronto me di cuenta un día que pasaba gran
parte de mi tiempo recibiendo a estos muchachos en mi oficina y conversando con
ellos. “A ver qué has escrito, muéstrame”, etc. Y claro, les daba consejos de
amigo, pero eso no era suficiente. Entonces se me ocurrió la idea de crear un
taller de literatura que fue, entre otras cosas, uno de los primeros talleres
de literatura surgidos en América Latina, e incluso España. Este debe ser el segundo
o tercer taller que surgió en la literatura de aquellos años, ahora existen
miles, pero esta fue una primera experiencia que afortunadamente tuvo un final
exitoso, después de ese trabajo de dos años que consistió básicamente en lo
siguiente: los muchachos llegaban, producían sus cuentos, y los entregaban al taller
y cada cuento era rigurosamente analizado por todos los miembros del taller, discusiones
muy tensas, muy difíciles.
A veces el amor propio se
convertía en un obstáculo duro para resolver sobre si este cuento estaba bien o
mal escrito, merecía un nuevo tratamiento estético y cuestiones por el estilo,
el amor propio primaba tremendamente en los jóvenes, pero poco a poco se fueron
dando cuenta que el trabajo colectivo contribuía a una mejor calidad de las obras
y perdieron miedo a la crítica de conjunto, se hicieron muy amigos, surgió la
solidaridad como un ingrediente muy poderoso del trabajo cotidiano. Entonces sí,
comenzaron a mejorar los cuentos que circulaban de mano en mano, tenían
propuestas, tenían sugerencias, venían ideas (…).
[1] El Taller del Cuento
Nuevo (del que salió la compilación de cuentos del mismo nombre), fue un
memorable curso de escritura creativa que durante 1985 y 1986 Suárez coordinó y
guio en Santa Cruz ante una docena de escritores como Homero Carvalho, Oscar
Barbery, Juan Simoni, Blanca Elena Paz y Germán Araúz, entre otros. Por sus
logros e impronta, se lo considera como eje y factor de renovación y
visualización de un nuevo modo de concebir, encarar y plasmar la literatura a
nivel nacional.
[2] Un extracto de esta
conferencia, gentilmente cedida por Mirella Suárez, se publica en esta edición,
junto con el fragmento de otra, titulada “La generación del 50”, leída el 7 de
mayo de 1998, y en la que habla del gran quiebre estético que, en su criterio
experimentó la literatura boliviana en la medianía del siglo XX, de la mano de
la irrupción de autores (Segunda Gesta Bárbara, etc.) y obras capitales (Cerco
de penumbras, Los deshabitados, etc.). El fragmento escogido destaca la
irrupción de Edmundo Camargo. Ambas conferencias se efectuaron en Sucre en el
marco del Curso abierto de literatura boliviana contemporánea.
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