Tres apuntes sobre una (vieja) nueva novela
La Mariposa Mundial ya tiene a la venta (ver en Facebook) la reedición de Roldolfo el descreído. Presentamos tres breves fragmentos de las notas introductorias del libro.
Notas
sobre Rodolfo el descreído
Omar Rocha Velasco
Hace
varios años, gracias a ciertos azares concurrentes, me fue dado encontrar la
novela Rodolfo el descreído en un anaquel dispuesto por la bendita
señora Saavedra (no recuerdo el nombre) en la Calle Sagárnaga # 54.
Ciertamente, en un pequeño cuarto, que por unos días dejó de ser tienda de
chamarras de cuero, la Sra. Saavedra puso a la venta los libros de su hermano,
un cura formado en Chile y que acababa de morir. Era una hermosa época en la
que trabajaba junto a Blanca Wiethüchter, Alba Paz Soldán y Rodolfo Ortiz
(también descreído) en lo que a la postre fue Hacia una historia crítica de
la literatura en Bolivia, investigación en la que nos enfrascamos dos años
y más.
Mi
condición de Investigador Junior me permitía la bella tarea de comprar libros
en el Pasaje Huarina, varias veces volvimos (sí, en plural) cargados de talegas
de libros bolivianos y nos repartíamos la lectura para ver si encontrábamos
algo novedoso, algo que valga la pena además de lo que ya teníamos. Estábamos
condenados a lecturas veloces, el tiempo apremiaba y teníamos mucho material
que revisar. Mi primer encuentro con Rodolfo el descreído fue de
fascinación, era una novela absolutamente novedosa, una narrativa sorprendente
para su época, algo que rompía con lo que veníamos leyendo y lo que entendíamos
por una narrativa de la Guerra del Chaco.
Addenda al descubrimiento de Rodolfo el descreído
Rodolfo
Ortiz
Un
suceso inesperado, y no del todo descriptible, hizo posible que esta
publicación, a mitad del camino, haya tenido la dicha de un encuentro
memorable. La tarde del 25 de enero de este año recibo una llamada telefónica a
una oficina donde me hallaba de paso. Resulta que del otro lado una voz
exaltada me decía que la familia Villazón estaba conmovida y, en más,
agradecida por la noticia de la publicación “del abuelo” David S. Villazón.
Habían leído, por arte de birlibirloque y tres meses después, la noticia de
este proyecto editorial en el suplemento Letra Siete (17 oct. 2015). La
exaltación fue totalmente recíproca, por supuesto. Habíamos buscado durante
muchos años, como sugerí al inicio, señales, fueran al menos de humo, de este
escritor incomparable y desconocido. Y así fue que a partir del primer
encuentro con la familia Villazón, tres días después, el camino de este libro
lograba un rumbo extraordinario. Pude acceder a una historia oral y escrita
nunca antes imaginada; Rosario Villazón escribió ipso facto un
manuscrito de 57 páginas sobre la vida de su padre, sin contar las fotografías
y las evocaciones que llegaban a torrentes; Fernando, el otro hijo, desempolvó
otro día la biblioteca personal de David S. Villazón (¡ni un solo ejemplar de
Jardiel Poncela!) y una semana después me mostró la medalla del Honorable
Congreso Nacional conferida a los Defensores del Chaco, que heredó de su padre.
¿Quién fue David S. Villazón?
Rosario
Villazón Alborta y Georgina Villazón
David
S. Villazón, como solía firmar, un hombre de recia estatura, contextura
delgada, nariz aguileña y facciones elegantes, de agudeza implacable, mirada
franca y profunda, fue un escritor que a través de su recorrido por el mundo
supo darle a su existencia infinidad de luces en las diversas épocas, facetas y
circunstancias que le tocó vivir.
Nació
un 24 de febrero de 1910 en Cochabamba, en una vieja casona de Sacaba donde la
familia solía pasar las vacaciones. Estudió
hasta el bachillerato en la ciudad de Cochabamba. Se sabe que durante su
adolescencia consiguió, pese a su corta edad, un trabajo temporal en el
periódico Los Tiempos como redactor de noticias y que movido por su
afinidad con el medio artístico llegó a ser tramoyista en la presentación de
algunas obras en el Teatro Achá.
Luego, en 1928, decidió embarcarse en una aventura que
años después marcaría el destino de su vida. Junto a sus entrañables amigos de
infancia y juventud como Walter Montenegro, Anico Quiroga y Oscar Claure,
deciden un día emprender un viaje a la ciudad de La Paz. A esta aventura se
unieron luego Juan Urquidi y su hermano mayor Carlos Walter. Este grupo de
amigos e intelectuales se alojó en una pensión de la calle Yacuma, en San
Pedro, donde David S. Villazón, a sus 18 años de edad, iniciaría una faceta
definitiva en su vida.
Inmerso ya en la sociedad paceña, Villazón participa
activamente en un grupo de intelectuales y artistas cuya sede era la casa de la
poetisa Yolanda Bedregal, en cuyas tertulias se forja una camaradería sin más
pretensión que el pensamiento y el arte como razón de vida.
Sin
embargo, cuando cursaba el tercer año de medicina, el país es conmovido por la
sombra de una guerra inminente contra el Paraguay que lo conduce al
reclutamiento. David S. Villazón marcha a la zona de operaciones durante toda
la conflagración y adquiere el grado de Sargento Sanitario. El 20 de diciembre de 1937 le confieren la
medalla al mérito por sus servicios durante la Guerra del Chaco.
Suponemos que esta experiencia intensa y dolorosa en las
arenas del Chaco, las horas de fatiga y desesperación en una zona inclemente,
fue el detonante fundamental para la escritura de su primera novela, Rodolfo
el descreído, que concluye en 1936.
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