miércoles, 29 de junio de 2016

Ensayo

Tiempos de katarización del
movimiento popular-sindical



Extractos del estudio introductorio que el autor preparó para la edición de El katarismo, de Javier Hurtado, de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.


Esteban Ticona Alejo

El katarismo es un libro escrito cuando Bolivia, como otros países de América Latina,  vivía el boom del marxismo en sus distintas interpretaciones. Se sentía la influencia de la revolución cubana de principios de los años sesenta del siglo XX, de la experiencia guerrillera de Ernesto “Che” Guevara en Ñancahuazú en 1967 y de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Teoponte de los años setenta. Al calor de estos acontecimientos, la izquierda boliviana pensaba que la revolución obrero-campesina estaba a la vuelta de la esquina.
Está claro que lo indio para la izquierda no existía, a no ser que se “desindianizara” o se convirtiera en campesino, para ser un apéndice de las luchas de la vanguardia revolucionaria de los mineros y obreros del país.
En palabras de la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui, durante los gobiernos militares de Alfredo Ovando y Juan José Torres (1970-1971) se vivió “el típico populismo militar”. Aunque la mayor parte de los partidos políticos de izquierda se opusieron firmemente a ambos gobiernos, especialmente al de Torres, lanzándole reclamos imposibles e instalando una suerte de gobierno paralelo, con la Asamblea Popular (AP) de 1971.
La AP fue una especie de congreso de sindicatos y partidos obreros. Es considerada por algunos estudiosos como “un segundo punto culminante después de la Revolución de 1952”, por el que el movimiento obrero boliviano logró con su propia fuerza crear un órgano de poder político independiente, aceptado por las masas populares como su propia autoridad. Fue un experimento político de camino al socialismo (Strengers, 1992). Pero  para Rivera, una sesión de la AP, memorable por  lo triste, se dedicó a negarle a la Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CNTCB), de línea katarista e indianista, el ingreso a formar parte de ella.
La razón eran los supuestos vínculos del Secretario Ejecutivo de la CNTCB, Jenaro Flores  Santos, con el gobierno de Juan José Torres, aunque el argumento iba más bien por el lado  del racismo que se atribuía a los jóvenes indianistas y kataristas que coparon el aparato sindical campesino pocos meses antes del golpe de Estado de Hugo Banzer, el 21 agosto  de 1971.
Javier Hurtado ofrece los primeros rastreos biográficos de Jenaro Flores. Nacido en 1942 en el ayllu Antipampa Qullana de la provincia Aroma del departamento de La Paz, pertenece a la primera generación aymara de la Revolución de 1952 que  migra a la ciudad de La Paz a estudiar alguna carrera profesional. En ese andar se relaciona con otros jóvenes, como Raymundo Tambo, y conoce al indianista Fausto  Reinaga. Organizan todos ellos el Centro Cultural 15 de Noviembre, que inicia un movimiento anticolonial llamado indianismo-katarismo. Flores fue además baluarte fundamental en la creación y consolidación de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), entre 1979 y 1986, que fue el ala sindical y política del movimiento (…).

Aporte
Javier Hurtado apuesta por una nueva lectura del movimiento “campesino” entre 1960 y 1986. Su obra abraza la tendencia de los “estudios andinos o étnicos” y definitivamente coadyuvó en el develamiento del “campesinado” post  Revolución de 1952. Aunque por momentos no deja de manifestarse con algunos análisis marxistas, en general es una nueva lectura y desde una  nueva bibliografía de investigación reciente.
Hurtado estudia al movimiento katarista (que incluye al indianismo) para tratar de explicar cómo empezó a “recuperar y reelaborar el conocimiento histórico del pasado indio”.  Dos son sus intereses fundamentales:

a)      La lucha anticolonial de los campesinos indios del país en la que uno de los aspectos centrales era una nueva lectura histórica. Más allá de la recuperación simbólica de las figuras de Tupaj Katari y Bartolina  Sisa, el aspecto central de la problemática que se identifica es la continuidad de la situación colonial: una  minoría social  oprime a una sociedad mayoritaria “originariamente libre  y autónoma”.
El 15 de noviembre de 1972  los comunarios de la localidad de Ayo Ayo de  la provincia Aroma del departamento de  La Paz,  lugar de nacimiento de Julián  Apaza (Tupaj Katari), en ocasión de recordar el descuartizamiento del líder aymara, simbolizaron la “recuperación” de su pensamiento con la inauguración de un  monumento. El acto fue tan importante que circuló una invitación religiosa (Albó, 1985a: 125-126).

b)      La utilización de la forma del “sindicato campesino” como herramienta ocasional de lucha. Aunque esta forma pertenece al Estado del 52, y fue parte de su dominación estatal, los indianistas y los kataristas tuvieron la habilidad de extender su influencia y difundir sus ideas a través del “sindicato comunal” o el “sindicato aymara”, que  era entonces la organización local más expandida, como un espacio de “unidad en la diversidad”.


(…) El gran acierto de la obra de Hurtado radica en colocar al movimiento social  anticolonial katarista en el escenario académico, intelectual y político nacional e internacional. En su Introducción nos advierte que no es una obra objetiva y neutra, “sino la de un militante político para quien el movimiento campesino era su frente de trabajo cotidiano” (p. 40 en esta edición).

En términos metodológicos, el libro es muy interesante para su época y hasta pionero en  la elaboración de minibiografías de líderes aymaras como Jenaro Flores Santos, Raymundo Tambo, Fidel Huanca Guarachi y otros. Además, la utilización de un lenguaje sencillo y sin apoyos en una jerga  académica facilita la comunicación de su historia y del análisis del movimiento katarista (…). 

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