sábado, 11 de junio de 2016

Borges

Borges y Bolivia, un libro y un poeta perdido

El próximo martes se cumplen 30 años de la muerte de quien para muchos… ¡muchos!, es el mayor escritor en lengua hispana del siglo XX. Decidimos entonces, con el perdón del caso, reciclar esta nota publicada hace cinco años y que por diversas situaciones, tuvo una llegada limitada en el país, aunque luego apareció en un diario argentino.




Martín Zelaya Sánchez

Una noche de jueves, tras largas horas hablando de libros y música junto a una botella de Fernet que se resistía a ceder, mi buen amigo, el poeta tarijeño Marco Montellano, me sorprendió: “¿Sabías que el poeta favorito de Borges era un boliviano?”.
Y me habló entonces de Ramiro Tamayo, “que nada tiene que ver con Franz Tamayo, y que casi nadie conoce, pues ni siquiera aparece en los libros de historia de la literatura”.
Pasaron muchos meses, entre vueltas y olvidos, hasta que terminé por fin de decidirme a rastrear la ligazón -escasa, modesta, pero ligazón al fin- de Jorge Luis Borges con Bolivia.
Dijo el autor de Los conjurados, pocos meses antes de su muerte, el 14 de junio de 1986, a un entrevistador boliviano: “Quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre Borges -le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona-. Lo había escrito Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí. Mi memoria asocia Bolivia con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo”.
¿Cuál Tamayo?, habrá que preguntarse. ¿Tal vez, por el contexto, esta vez sí Franz? ¿O Marcial?, ¿O su hermano menor, Ramiro, un comunicador, cineasta e intelectual que creció y vivió gran parte de su vida en Buenos Aires, y que escribió el poema que tanto fascinó a Borges?
En 2007 el poeta y crítico Juan Carlos Ramiro Quiroga posteó en su blog el artículo “Borges a calzón quitado”, en el que Albino Gómez cuenta de la relación del mayor escritor argentino de la historia con los Tamayo. Nadie le dio entonces mucha bolilla a ese texto.
Cuenta Gómez: “Ramiro comenzó a destacarse por una tan excelente producción poética que motivó un breve prólogo de Borges a lo que constituyó su primer libro de poemas, donde el escritor se refería a sí mismo como un “poeta crepuscular” -a pesar de que todavía no tenía 50 años- llamando a Ramiro un “poeta del alba”.
Más adelante, Gómez cuenta que Tamayo era tan perfeccionista que retiró y devolvió el libro varias veces de la imprenta y al final nunca salió a la venta. Y comenta: “con sus 18 años, Ramiro Tamayo era para su gusto (de Borges) el mejor poeta de nuestra lengua. Y con esa memoria prodigiosa que siempre lo caracterizó, a pesar de los más de 20 años transcurridos, recordó y recitó uno de los poemas de Ramiro que decía...”. (Ver nota de apoyo).

Dudas
Pero ¿cómo es posible, entonces, que pocos hayan oído hablar de los Tamayo y, sobre todo, que nadie o casi nadie en el país se haya preocupado de un poeta que deslumbró ni más ni menos que al mismísimo Borges?
“Ten cuidado con que sea un poema apócrifo”, me advirtió Luis “Cachín” Antezana, autor del libro Álgebra y fuego: lecturas de Borges. Considerado como uno de los máximos eruditos borgeanos en el país, tras leer el texto de Gómez, Antezana se limitó a comentar:
“No hay mucho que decir al respecto: los Tamayo fueron amigos de Borges, efectivamente. Biográfica y bibliográficamente se sabe que el único libro dedicado a su obra que Borges leyó fue el primero: el que escribieron Adolfo Ruiz Díaz y Marcial Tamayo (Borges. Enigma y clave). Está inclinado a discernir las fuentes clásicas (grecolatinas) en Borges; pero, en el camino, tiene un excelente análisis del cuento La muerte y la brújula”.
Similares dudas tiene Rodolfo Ortiz, director de la revista La Mariposa Mundial: “que yo sepa Borges elogió no sin cierta dosis de ironía el poema Peregrina paloma imaginaria, de Ricardo Jaimes Freyre”.
“Del tal Ramiro Tamayo -comenta- nada encontré en mi gaveta y tengo serias dudas del texto que me mandaste no vaya a ser un apócrifo más sobre el maestro”.
Qué mejor entonces que recurrir a la fuente primaria. “Deseo que quede bien en claro que el poema recitado por Borges pertenecía a Ramiro Tamayo y estaba dedicado a una bella muchacha que cursaba la carrera de abogacía, y fue publicado en la revista de poesía Latitud 34”, sostiene Gómez, escritor y diplomático argentino, amigo de Marcial y Ramiro, y que tuvo la gentileza de contestar un cuestionario, luego de que la magia de Google permitiera ubicarlo. Hasta aquí lo de los Tamayo.

El libro de Dante
Terminé de decidirme a escribir esta nota, decía antes respecto al “caso Tamayo”, pero en realidad una idea primigenia había surgido mucho antes, a fines de los 90, cuando hallé, en un cajón de ofertas de una librería de Sopocachi, un libro en el que Dante Escóbar cuenta cómo Borges le mostró, una tarde de 1985 en su casa de la calle Maipú, un ejemplar de Índice de la poesía boliviana contemporánea, de Juan Quirós.
“Hábil, conociendo todos los obstáculos de la casa, se dirige a una sección de la biblioteca y trae consigo un volumen azul”. “Vea este libro -le dice el escritor a Escóbar sí, al mismo Dante Escóbar que años después fue juzgado y condenado por un millonario fraude-: me llegó en los últimos meses. Me lo han recomendado y tengo deseos de conocer lo que se ha escrito en Bolivia en los últimos diez años”.
En otro momento de la extensa entrevista -publicada en un extraño libro llamado Las obsesiones de Borges (Distal, 1989)- el autor de El hacedor comenta: “Qué bueno que ustedes los bolivianos se acuerden aún de Ricardo Jaimes Freyre, sus leyes sobre la versificación son una obra maestra”.
Cuando, tras hablar de autores, libros, estilos, mitología, religión, ontología, la charla gira en torno al periodismo y las entrevistas, Borges, franco, admite que “son reprochables” porque el periodista generalmente “asume el predestinado papel de interrogador fiscal”.
No obstante lo arregla pronto y dice: “Pero si me piden un reportaje para un diario del interior o, en su caso, de Bolivia, pienso que puedo ayudarlos y lo hago contento. No sé, me llama la atención su país, donde hay gente que se interesa por lo mío”.

Lo de menos y lo demás

Menciona Ortiz a Jaimes Freyre, que, sin lugar a dudas, es la máxima referencia que Borges tenía sobre Bolivia, pues incluso lo mencionaba como ejemplo y recitaba sus versos en varias conferencias de su vejez.
Además de Jaimes Freyre (ver nota de apoyo), los Tamayo y Dante Escóbar, algunas breves “relaciones” del autor de El Aleph con nuestro país se hallan en el diario de Adolfo Bioy Casares:
Un comentario desfavorable de Borges sobre una conversación que tuvo en 1968 con la esposa del embajador boliviano en Argentina y un proyecto de luna de miel en Bolivia, cuando Borges quiso casarse con María Esther Vásquez.
Por lo demás, en el prólogo a Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux, traducido por él mismo, Borges escribe: “Hacia 1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux (…). Solía asombrarnos con noticias tristísimas de Bolivia, donde había residido un tiempo”.
La última, que solo hay que tomar como rumor, pues no hay fuentes ni rastros. En plena Guerra de las Malvinas, Borges habría declarado que “Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine” y que “las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar”. No consta a nadie, pero quién sabe.
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Ramiro Tamayo el “gran poeta” sin libro

Debido a que no pocas veces se atribuyeron al maestro textos y poemas apócrifos, y ante las pocas referencias de Ramiro Tamayo, en Bolivia hay quienes sospechan que quizás el referido poema sea también un apócrifo. ¿Cómo puede Gómez ayudarnos a disipar esta duda? Resumimos, a continuación, la extensa respuesta que n os envió por correo electrónico.
“Ramiro fue un gran poeta y es verdad que su perfeccionismo le impidió editar ese libro (en el que iba a estar el poema que solo la memoria de Borges mantuvo vivo). Yo lo conocí en quinto año del Colegio Nacional, cuando él llegó con su padre, don José Tamayo, su madre, su hermano Marcial, que ya tenía 28 años, y Celicetta, su hermana de 20 años”.
“Fuimos muy amigos durante años. Ingresamos juntos a la Facultad de Derecho que pronto él abandonó porque no le interesaba. Lo malo es que también dejó la poesía y eso fue una gran pérdida. Se dedicó al cine primero y con el entonces periodista e incipiente escritor Tomás Eloy Martínez, luego famoso, hicieron un filme sobre una leyenda norteña que tuvo muchos premios y creo que figura en las buenas enciclopedias del cine”. (…)
“Quien tuvo más continuada relación con Borges fue su hermano Marcial. Porque los Tamayo, a pesar de que al caer Villarroel don José dejó de ser embajador, siguieron viviendo en Buenos Aires”.
“Y don José, ya viudo, llegó o pasó los 90 años y recibió siempre la generosa ayuda de Marcial, que desarrolló una gran carrera y publicó un extraordinario libro dedicado a su padre. El título es Demasiada luz, y lo publicó la editorial Proa, con ilustraciones de la hermana de Borges, Norah”.
“Yo seguí tratando más a Marcial que a Ramiro porque coincidimos en Nueva York y en Washington, donde Marcial estuvo unos diez años como representante del Secretario General de ONU ante la Casa Blanca”.
“Así fue como en 1967 y 68 recibí a Borges en dos oportunidades. En la segunda, cuando se quedó tres días, me dijo que la única persona con la que le interesaba conversar en Washington era con Marcial. Cenaron en mi casa y charlaron hasta casi las tres de la mañana. Borges estaba acompañado por su primera y reciente mujer, de la cual se separó rápidamente”.
“En fin, no quiero tomarle más tiempo, pero puede usted afirmar con total seguridad que el poema recitado por Jorge Luis Borges pertenecía a Ramiro Tamayo. La muchacha a quien fue dedicado, lo merecía”.
Va, entonces (en cuadro adjunto), el poema que Borges le recitó a Gómez en una entrevista citada en el artículo “Borges a calzón quitado”, que se puede hallar velozmente googleando.
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El poema de Ramiro Tamayo

Tú que tienes los ojos como caminos de Dios.
Que los tienes como atardeceres en los ventanales
de mi casa
(ahí, frente a los árboles
que reciben el viento que llega desde el campo).
Tú que tienes los ojos como un Domingo
como uno de esos días esperados desde la infancia.
Que los tienes poblados de sueños
y de cuentos deslumbrantes.
Tú que miras con esa lejanía
con que se miran las cosas supremas.
Tú que tienes esos ojos
dime:
Qué es eso algo triste
que está andando por las calles?
Lo que nos despierta –a veces en
medio del sueño
con grandes lágrimas.
Aquella pesada hoja que cae
y se demora en la frente.
Dime despacio
el nombre del niño de los pómulos violetas
que afronta una mudez aciaga.
Tú que tienes los ojos poblados de cielos
que los tienes repletos de ansiedad.
Repite esas palabras tenaces
-y tan débilesque
llenan las horas sin horas.
Muchacha, repítelas.
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Ricardo Jaimes Freyre según Borges

“En el caso especial de Jaimes Freyre -pregunta Dante Escóbar ya avanzada la entrevista, en su libro Las obsesiones de Borges- ¿sentía usted alguna influencia de su poesía?”.
“Quizás -responde el maestro- muchas de mis primeras experiencias poéticas tienen influencia de Jaimes Freyre; era un preciosista. En su poesía, -y no lo digo porque usted sea boliviano-, la página es parte del lenguaje en la comunicación íntima poeta-lector. En Darío también hay una comunicación íntima, como lo hay en otro gran poeta como lo es Verlaine”.
“No me cabe duda de que en mi libro Fervor de Buenos Aires hay versos con notable influencia de Jaimes Freyre y Lugones”.
“Es realmente curioso, ¿no?, que Jaimes Freyre haya sido más honrado, homenajeado aquí, en Argentina, y no en su propio país, con lo que se confirma que el oficio de escritor es extraño: unos reciben muchos elogios y premios, y otros son desestimados o rechazados por cuestiones extraliterarias”.
“… Recuerdo sus famosos versos -dice mucho después, casi al final de la larga charla lograda en cuatro tardes consecutivas- ‘Peregrina paloma imaginaria, que enardece los últimos amores; alma de luz, de música y de flores, peregrina paloma legionaria’”.
Cómo no hallar metáfora en estos versos, y no importa el sentido intelectual de los versos; lo que importa es que nos llegan… son versos preciosos”.


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