La centenaria guerra del amor
Cuando el dilema del machismo y el feminismo se traslada a la intelectualidad y los libros.
Carlos Decker-Molina
Acabo de leer un libro de 182 páginas que tiene varios
aspectos a desarrollar si mi texto fuese escrito en sueco.
El libro es un “ajuste de cuentas”, divorcio a
posteriori, de la mujer intelectual casada con otro intelectual, ambos muy
conocidos en el ámbito cultural y literario de Suecia.
Él, también ha escrito un libro, donde hay referencias,
picantes, escritas con la maestría del exsecretario permanente de la Academia
de Letras de Suecia, que daba conocer el nombre del Nobel cada segundo jueves
de octubre.
Para el público lector de este suplemento es poco o
nada atractivo enterarse de los entretelones de una relación que, guardando las
distancias políticas, se parece a la que tuvieron en su tiempo Jean Paul Sartre
y Simone de Beauvoir.
La pareja sueca es liberal sobre todo él, ella con el
matiz o la marca profunda del feminismo. Sus nombres: Él, Horace Engdahl y ella,
Ebba Witt-Brattström. ¿Por qué mi interés en escribir sobre este libro para un
público boliviano? Porque tiene, para este caso específico, dos puntas que
desarrollar, la forma y un feminismo excelso.
Ebba escribe una prosa poética de principio a fin. Y,
le da a toda la obra el carácter no de diálogo sino de monólogos yuxtapuesto.
Una traducción mía, muy libre:
“Él dijo: Si me dejas / te espera una larga vida / de
odio”.
“Ella dijo: Alguno / de los dos / va a morir primero”.
Toda la estructura es semejante al drama teatral, pero
sin referencias a tiempo ni espacio y mucho menos a detalles de vestimenta,
rostros ni edad. Sin embargo, se lee no solo con entusiasmo y pasión sino con
interés. Se trata de la guerra del amor, como el título sugiere: Centenaria guerra de amor.
El libro es difícil de catalogar: ¿Novela?
¿Testimonio? ¿Ensayo? ¿Ficción? ¿Realidad? Tal vez no hace falta etiquetar. Es
un libro que cuenta el infierno de un matrimonio de dos intelectuales.
Ella, la autora, profesora de género de varias
universidades europeas entre ellas la Humboldt de Alemania, le echa en cara a
él, su machismo intelectual “más peligroso” que el del macho del vulgo.
Él, es el típico intelectual que tiene respuesta
filosófica, política, sociológica, literaria, poética, moral sobre todo y
todos. Es un ser incapaz de decir: No sé.
A lo largo de las casi 200 páginas la autora intenta una
igualdad intelectual sin dominancia. Es el feminismo excelso, es decir, si en
Bolivia se lucha contra el patriarcalismo en Suecia, uno de los países más
feministas del orbe, la lucha es en “lo intelectual”, según Ebba: “Una es la
visión masculina de la cultura y de la historia y otra la femenina”.
Para la autora, el intelectual que incluso se autoproclama
feminista, a la hora de conocimiento es un macho como cualquiera, que refriega
la cara femenina no con el trapo de cocina sino con Aristóteles, Kierkegaard o
Pascal. Sin escuchar a Fourier, Simone de Beauvoir o Hannah Arendt.
“Ella dijo: Los nazis te habrían amado. / Con gran
autoridad intelectual habrías / sostenido que los judíos fueron cómplices. / Quizá
culpables / de la guerra contra ellos. / El hombre superior / necesita del
hombre inferior / Tú y los tuyos no reconocen la culpa / Y no asumen la más
mínima responsabilidad”.
El libro tiene otra característica interesante y es la
ausencia de capítulos. La prosa versificada, está separada por títulos que hacen
referencia a otras obras, citas, versos y hasta canciones populares. Figuran la
Danza de la muerte de August
Strindberg, una cita de Heinrich von Kleist que en Penthesilea (1808) dice: “Besar, morder, es lo mismo. Quienes aman
de verdad, confunden con facilidad los besos con los mordiscos”, figura Shakespeare
y su inmortal Romeo y Julieta y una
ópera de Verdi titulada Don Carlos.
Muchas de las obras citadas en la prosa versificada,
han sido traducidas por Ebba y Horace cuando eran una pareja feliz. Jóvenes y
enamorados que, para citar a Pascal, habían caído en la trampa de la razón de
la sinrazón.
Hoy, maduros y divorciados, en lugar de visitar a
Sigmund Freud, han escrito cada uno su libro.
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