jueves, 23 de junio de 2016

ALTIplaneando

Letras orureñas


En esta primera de dos entregas, el autor reflexiona sobre el universo literario orureña -y, de paso, nacional-, a propósito del libro Letras orureñas. Autores y antología.



Edwin Guzmán Ortiz

Toda iniciativa ordenadora y sistematizadora de la literatura boliviana es bienvenida. Trátese de estudios, compilaciones, antologías y publicaciones. O, en sus versiones orales, seminarios, mesas redondas, en fin.
El mentado ordenamiento permite aglutinar la producción literaria en base a criterios más o menos convencionales. De este modo, la dispersión y la producción aleatoria se rearticula en un espacio que nos permite distinguir autores, periodos y obras, con frecuencia borroneados por el tiempo, atravesados por las tradiciones, estilos, y esa vocación centrífuga que tiene la literatura. 
Letras orureñas, autores y antología (Zofro-Plural, 2016), es una obra compilada por Carlos Condarco, Benjamín Chávez y Martín Zelaya. Aborda principalmente los géneros de la narrativa, dramaturgia, ensayo y poesía. En sus 400 páginas hace un inventario detallado de creadores nacidos en Oruro o estrechamente vinculados a este espacio geográfico, donde además de una presentación indicial de 124 autores, realiza una selección paradigmática de 67 de ellos con muestras representativas, en prosa y verso, bajo la forma de una antología.
El esqueleto textual de la obra emerge principalmente de la sección Letras orureñas del suplemento cultural El Duende, publicado por el diario La Patria de Oruro, durante más de ocho años, bajo el auspicio de la Fundación ZOFRO. Ahí, periódicamente, se fue recuperando poetas, narradores y ensayistas tanto en sus datos personales, logros, su obra, más una breve muestra de textos. Sobre esa base, más la consulta de obras antecedentes y archivos inherentes, se cristalizó esta compilación que probablemente sea la más completa hasta ahora, respecto a la producción literaria de la tierra de los Urus.
A continuación algunos apuntes preliminares de una primera lectura que, por supuesto, provoca un cúmulo de inquietudes que van desde un estudio más detenido de autores y obras, hasta la consideración de temas transversales vinculados al estilo, corrientes estéticas, tradiciones, rupturas y otros en el marco de la producción literaria boliviana.
El apelativo “Letras orureñas”, de inicio nos convoca a realizar una consideración puntual de su identidad y alcance. Acaso,  preguntarnos si se trata de una literatura forjada por orureños o una literatura de temática orureña. 
En el primer caso, lo orureño implica una complejidad identitaria que proyecta no pocas ambigüedades, no se trata de una esencia arquetípica, cuando más de algunos rasgos distintivos como la pertenencia a un espacio geográfico, las culturas que lo componen, una historia plural, ciertas tradiciones, un ethos que asume un carácter diferencial en el tiempo.
En consecuencia hablar -strictu sensu- de letras orureñas nos remite al referente regional de una literatura expresada en lengua castellana, tributaria de la literatura boliviana y a su vez de una literatura hispanoamericana, donde la lengua constituye la matriz central de pertenencia. En cuanto a la temática, hay escritores orureños que abordan temas regionales y muchos otros que abordan temas bolivianos o francamente universales.   Por tanto, letras orureñas más que un dispositivo escritural identitario, constituye un ordenador válido que permite desde la adscripción regional, abrirse a la sistematización y organización de una población de discurso, vinculado a un segmento dinámico de la literatura boliviana.
A partir de la referencia de autores y de la antología -actualizadas y pertinentes- se perciben generaciones de escritores, periodos que traducen momentos históricos cuya incidencia es innegable en la historia literaria del país. Dentro de ellas, grupos y movimientos que han formado parte de la dinámica cultural de Oruro y el país. Pienso por ejemplo, en la segunda generación de Gesta Bárbara, la década del 60, o  contemporáneamente el Movimiento Encuentro 15 Poetas de Bolivia que ha transitado en la interfaz del siglo precedente y el actual. Colectivos que han mantenido puentes de pasaje y actividades comunes. En ellos, es posible reconocer rasgos del romanticismo, modernismo, de la poesía social y por supuesto escrituras de vanguardia que reflejan a su modo el pulso de la dinámica literaria que se mueve aquende y allende nuestras fronteras. 
Hechos que han generado una comunicación intergeneracional fructífera en el caso de la poesía; a su vez, un contacto permanente con poetas de otros departamentos. Oruro es un escenario -textual e institucional- abierto a la comunicación literaria y la promoción de las letras, incluso recientemente a través de la iniciativa de acoger a poetas de reconocido prestigio internacional, a través del Festival Internacional de Poesía en Bolivia, en sus diferentes versiones, bajo iniciativa del poeta Benjamín Chávez.
No es el caso de los narradores orureños, que han mantenido mayor independencia y cuya obra se ha forjado de manera más personal. En ellos no se encuentra agrupaciones o incluso nexos aglutinantes manifiestos con otros narradores nacionales. Lo que no obsta reconocer la calidad de muchos de ellos como es el caso de Josermo Murillo Vacareza que con Aguafuertes del altiplano (1946), publicado en el periodo posterior a la Guerra del Chaco, irrumpiendo con una narrativa sólida, un lenguaje maduro y la capacidad sutil de adentrase al complejo universo de la vida rural.
Destacan posteriormente entre otros, el sacerdote dominico Oscar Uzín Fernández (El Ocaso de Orión, Premio Nacional de Novela, Eric Guttentag, 1972) y Adolfo Cáceres Romero con numerosos premios nacionales en cuento y novela; actualmente, Cé Mendizábal, con dos premios nacionales de novela (Alguien más a cargo, 2000, y Pasado por sal, 2014), novelistas que resaltan en el panorama narrativo nacional. 
La contribución de los orureños al ensayo no ha sido menor, destacándose los estudios sobre literatura boliviana de Adolfo Cáceres Romero (Nueva historia de la literatura boliviana, Diccionario de la literatura boliviana). Los ensayos y la crítica literaria de las letras bolivianas que hace Luis Antezana Juárez (Ensayos y lecturas, 1991; Ensayos escogidos, 2011) constituyen un hito en el país, siendo su aporte  renovador en la lectura y análisis de obras literarias bolivianas.
En el género de la poesía, las lecturas e interpretaciones de Eduardo Mitre no son menos importantes (El árbol y la piedra,1981; De cuatro constelaciones,1994; El aliento y las hojas,1998; Pasos y voces, 2010). La obra ensayística de estos dos últimos autores se halla dentro lo más relevante de la crítica literaria y el ensayo boliviano contemporáneo, habiendo generado un giro significativo en la manera de entender e interpretar la textura verbal, dicciones y universos que se manifiestan en poemas y novelas del país.

En Letras orureñas. Autores y antología, se percibe que de Mariano Ramallo a Sergio Gareca en poesía, y de José María Dalence a Daniel Averanga en prosa, se registra un recorrido atento y exhaustivo, hecho de discursos y obras que a la manera de fotogramas van generando formas que se hacen, se deshacen, que se funden, reflejando dicciones, representando imaginarios, atravesando escrituras y configurando un mapa dinámico, en el que es posible reconocer metonímicamente también, el universo complejo y plural de la literatura boliviana. 

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