De cómo bailar un bolero de a tres
La reedición de la novela Llévatela, amigo, por el bien de los tres rescata del olvido una obra de culto firmada de Osvaldo Baigorria. Publicado en 1989, el libro desanda la deriva de una pareja abierta en los años 80.
Nicolás G. Recoaro
Llévatela, amigo, por el bien de los tres es la primera novela del periodista
y escritor argentino Osvaldo Baigorria. Este libro de culto y casi inhallable
desde su publicación en 1989, narra las correrías eróticas y andanzas afectivas
de una pareja que comulga abiertamente con las pulsiones libertarias y el amor
libre de los años 60 y 70.
Luego de una
deriva de más de una década por buena parte de la geografía americana, de
Buenos Aires hasta Canadá, pasando por Oaxaca, California y aun más allá, Lila
y Eduardo regresan a Argentina en los años en que se encendía la tibia llama de
la primavera democrática, después del terror de la dictadura. En pleno pináculo
del under gaucho. Con el boliche El
Parakultural, la revista Cerdos &
Peces y los conciertos de Sumo elevados como una santísima trinidad maldita.
Ahora
reeditada por la porteña Caja Negra Editora, Llévatela… permite desandar el itinerario deseante de una pareja
abierta de aquellos años. Un experimento conyugal que de convencional tiene muy
poco, y que crece fascinado, no sin dificultades, por las mitologías de la
contracultura (beatniks, psicodelia, rock and roll y el fogoso Henry Miller),
la liberación del deseo y el combate contra la familia monogámica. Una novela
erótica, casi “espermática”. Con momentos libertinos, aun divertidos, pero también
melancólicos como el bolero de Manzanero que le presta su título.
En diálogo
con LetraSiete, luego de un frugal almuerzo en un viejo caserón de Barracas, en
el sur último de Buenos Aires, Baigorria cuenta que Llévatela… es una novela que “se sumerge en
todos los juegos combinatorios de la multiplicidad sexual de los años 70 y su
pasaje a los años duros y cínicos de la década del 80. Es una historia de amor
que anticipa varios temas que aparecen en mis siguientes libros: la sexualidad,
la identidad y el nomadismo”.
Luego de
esta novela publicada originalmente por el Grupo Editor Latinoamericano en los
últimos días del alfonsinismo, vendrían el ensayo En
pampa y la vía (1998), la novela Correrías de un infiel (2005), su correspondencia con el
poeta y escritor Néstor Perlongher Un
barroco de trinchera (2006), la antología libertaria El amor libre. Eros y anarquía (2006), la inclasificable
transbiografía Sobre Sánchez (2012) y
su antología periodística Cerdos &
Porteños (2014).
- ¿Cómo recordás la cocina de la escritura
de Llévatela…?
- Fue
tipeada en una máquina Olivetti portátil en un ardiente monoambiente de la
calle Cachimayo, a media cuadra de avenida Rivadavia, en el verano de 1988.
Eran tiempos sin aire acondicionado, sin televisión, sin internet ni otra
pantalla móvil o fija para anclar la mirada.
Fue escrita
de un tirón, casi sin corrección. Luego releí lo que había
escrito y taché y tiré muchas páginas, más del doble de lo que quedó al final.
Creo que la novela ganó por sustracción.
- En la posdata rememorás la
curiosa presentación que tuvo el libro.
- Presenté a la novela en la discoteca Nave
Jungla, de Sergio Aisenstein. Mi memoria
imprecisa me dice que fue algo muy loco para ese momento. Sabuki, un actor under de esos años, leyó unos fragmentos
del libro, mientras unas chicas los actuaban. Proyecté unas diapositivas con
imágenes de una expareja mía atada con sogas y otras diapos de animales. Sergio
ponía la música, gritaba desde su cabina de DJ y todos terminamos bailando
después de la presentación, en medio de los números que habitualmente
presentaba la disco, con sus enanos haciendo striptease y sus performers con
serpientes o escupiendo fuego por la boca.
Fue un gesto olvidado, creo que en parte por
la marginalidad misma del autor. A veces pienso que soy como una especie de
infiltrado al que se lo descubre enseguida, una persona que está siempre al
margen, alejado del centro y que nunca hace los movimientos correctos. En el
momento de hacer una intervención -publico el libro, lo llevo, lo leo en
público- siempre me siento como una especie de extranjero. Presenté el libro y
de inmediato me fui a vivir a Europa. No me quedé a hacer prensa, a difundirlo,
como si hubiera decidido seguir en esa línea marginal.
- ¿Hay
elección en eso?
- Ahí me preguntaría mejor si hay destino. Es
cierto que siento una fuerte inclinación a moverme por el afuera, por lo no
céntrico, lo excéntrico. Una fascinación o una atracción. Pero no es algo que
piense racionalmente. Por ahí si lo pienso un poco, me agarra una especie de
remordimiento: “yo debería estar haciendo otras cosas, estar careteando y
tratando a otra gente”, pero al fin y al cabo, la veta excéntrica es
incorregible, me termina ganando, y eso pasa, creo, porque ante todo me divierte
la experiencia del afuera.
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