Descubren y publican 56
novelas bolivianas del siglo XIX
La mayoría prácticamente desconocidas, no solo para el lector común, sino incluso para especialistas, podrán leerse por primera vez en décadas. Juan Pablo Soto culmina una larga y esforzada labor de años de indagación en el ABNB y otros repositorios.
Martín Zelaya Sánchez
En agosto de 2014, durante su ponencia en una de las mesas
de la Feria Internacional del Libro de La Paz, el filólogo cruceño Juan Pablo
Soto leyó lo siguiente: “hablar del siglo XIX parece tan distante y lleno de
oscuridades (…). Y es que la historia literaria (y la crítica aún menos), muy
poco se ha detenido a dar luz y nombre a lo que contiene este siglo, y pareciera
que se camina a tientas. La crítica
literaria, en el país, no ha ido de la mano de la historia literaria”.
Si de lo que se trata es de reseñar, a vuelo de pájaro,
algunos hitos de la historiografía de la literatura boliviana, no se puede
obviar a una figura clave como Gunnar Mendoza, el descubridor del Diario del Tambor Vargas e Historia de la Villa Imperial de Potosí,
de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, dos de los libros capitales de Bolivia; y
para ir un poco más atrás, surgen nombres como Gabriel René Moreno y Augusto
Guzmán, reconocidos bibliólogos y bibliófilos que estudiaron la producción de
nuestros autores.
Décadas, y en algunos casos más de medio siglo después de
las indagaciones de las personalidades citadas, de la mano de Soto surge un
valioso material: la publicación de 56 novelas bolivianas del siglo XIX; muchas
de ellas precariamente editadas en periódicos y por entregas; muchas poco
difundidas y olvidadas; otras superficialmente anotadas por estudiosos; y no
pocas, ignoradas y desconocidas por casi dos siglos.
El joven filólogo cruceño es autor de Ficcionalización de Bolivia. La novela / leyenda del siglo diez i nueve
(1847 – 1896), un monumental trabajo en dos tomos y casi 2.500 páginas con
56 novelas de autores bolivianos, o residentes en Bolivia publicadas, como
señala el título, en la segunda mitad del siglo antepasado.
“El trabajo está dividido en dos tomos debido a la cantidad
de hojas y no por una cuestión temática o académica. El primero abre con un
estudio introductorio y posteriormente van las 56 novelas en orden cronológico
de aparición”, comenta el investigador que en casi 10 años de trabajo solitario,
contó con la ayuda del escritor e historiador chuquisaqueño Máximo Pacheco.
“Mi interés es que todos lleguen a conocer estas obras y
cada quien haga su propia valoración de lo que era la novela del siglo XIX en
Bolivia”, agrega Soto. Y fue por eso precisamente que decidió transcribir los
originales -él mismo, obra por obra, página por página- manteniendo la
ortografía y sintaxis de la época, eso sí, con anotaciones explicativas al pie
de página (más de 1.600 en total).
- ¿Cómo nace tu
interés por investigar acerca de la novela, la ficción boliviana en el siglo
XIX?
- Si vamos al origen mismo, ocurrió en 2002 cuando era
estudiante del último curso de secundaria. Llegó a mis manos el libro La provincia Caballero, en el que
encontré una fotografía antigua de Manuel María Caballero Rojas, cuyo nombre
lleva la provincia donde nací. Debajo de esta imagen decía: “…autor de varios
ensayos y de La isla, primera novela
nacional”.
Me llamó la atención y quise saber más, pero lo dejé hasta
entrar a la carrera de filología hispánica en la que empecé a indagar sobre
Caballero y me percaté de que casi no había material disponible, hasta que descubrí
el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), de Sucre”.
El resto, es historia, literalmente hablando. Juan Pablo
quedó fascinado por el mayor repositorio nacional –precisamente aquel que
rediseñó y consolidó Mendoza, y que como una de sus grandes colecciones
conserva parte de la biblioteca de Moreno- y luego de agotar material sobre
Manuel María Caballero, siguió pista tras pista, autor tras autor, hasta que
decidió instalarse en la Capital y, de paso, ingresar a la carrera de historia.
Fue precisamente del abundante e invaluable material del ABNB de donde salieron
más del 80 % de las novelas reunidas por Soto; el resto de la Casa de Moneda de
Potosí, y de las bibliotecas Costa de Latorre y Central de la UMSA de La Paz,
entre otras.
“El gen de la investigación sobre la novela boliviana
decimonónica -continúa- lo encuentro en este proceso. Los manuales de
literatura dicen casi lo mismo, repitiéndose uno tras otro, y yo sabía que
había mucho más de lo que mencionaban. Aparte de eso, ni siquiera podía tener
acceso a las pocas novelas enumeradas”.
Una somera revisión nos muestra que, en efecto, Augusto
Guzmán en su Panorama de la novela en
Bolivia, cita a una veintena de obras del siglo XIX (menos de la mitad de
las 56 identificadas por Soto), de autores como Vicente Ballivián, Bartolomé
Mitre, Sebastián Dalence, Manuel María Caballero, Félix Reyes Ortiz, Santiago
Vaca Guzmán, etc.
Mientras tanto, Fernando Díez de Medina, en su Literatura boliviana, se limita a un
rápido esbozo temático y contextual de la literatura del siglo XIX, en un
capítulo que titula “Románticos” y en el que toca temas como “beligerancia
política de nuestros escritores”, “la escuela romántica, sus valores y
defectos”, y se detiene apenas en autores como Bustamante, Mujía, Reyes Ortiz,
Vaca Guzmán, Villamil de Rada y Terrazas.
Algo más exhaustivo es Adolfo Cáceres Romero quien en el
tercer tomo de Nueva historia de la
literatura boliviana, además de hacer una introducción a las letras
republicanas, y detenerse en los “teóricos del romanticismo”, dedica dos
extensos capítulos a la poesía y a la narrativa romántica, enfatizando, en esta
última parte, en la vida y obra de 14 autores.
- Pero ¿por qué no se
difundieron, estudiaron y asumieron al menos parte de las novelas halladas por
Soto, en círculos académicos?
- Si bien Augusto Guzmán ya nos habla de una veintena de
obras de este periodo, su estudio se queda corto ante una exhaustiva revisión
hemerográfica del siglo XIX que hemos realizado.
Comprobamos que hubo más novelas que circularon en
periódicos, revistas, manuscritos, ya sea a manera de folletín, o simplemente
en un solo ejemplar a modo de folleto. Muchas quedaron en el olvido porque salían
en publicaciones de muy poca circulación que no llegaban todo el país, o ni
siquiera a todo un departamento; otras, proyectadas en entregas, no terminaron
de publicarse porque los cuartelazos cerraban imprentas… y un último factor es
que sencillamente no hubo una revisión exhaustiva de la novelística boliviana.
La aguda crítica a la crítica de Soto ya fue detallada en la
referida ponencia de 2014: “pareciera que la crítica no leyó y no lee aún la
historia literaria, o lo que en ese siglo se estaba escribiendo-publicando;
inclusive se puede llegar a pensar que hay una intencionalidad por dejar de
lado a algunas novelas y tomar otras, o simplemente no hay un conocimiento
profundo de la literatura decimonónica”.
“Por esto no es nada raro que los críticos hayan ayudado a
solidificar la novela Memorias del último
soldado de la Independencia (Juan de
la Rosa) en desmedro del resto de los autores de la época. ¿Una sola obra
para un largo siglo…?”.
Entre los 56 textos recopilados y estudiados, Soto destaca
por supuesto a la obra canónica de Nataniel Aguirre, pero además las menos conocidas Los condenados al ostracismo, de Gelafio
González; y Sin esperanza, de Santiago Vaca Guzmán, “sobre todo
porque demuestran un adecuado manejo del lenguaje y de la ficción a partir de
acontecimientos cotidianos como el amor, la división de clases sociales, la
política y el descubrimiento de territorios bolivianos que antes se ignoraban”.
No deja de hacer notar el cruceño que no es Juan de la Rosa, como se considera
popularmente, ni siquiera Claudina
(1855) de José S. de Oteiza, como se informó hace algunos años tras el hallazgo
de un ejemplar en el Banco Central de Bolivia, la primera “novela boliviana”,
sino Soledad (1845), de Bartolomé
Mitre, prócer argentino que vivió un tiempo en La Paz y escribió y ambientó esa
obra en Bolivia. “Sé que algunos historiadores y literatos estarán en
desacuerdo, pero creo que es así”, comenta.
Un último apunte que Juan Pablo no quiso dejar de lado.
“Esta publicación se realiza de manera independiente porque por más de tres
años he buscado en vano financiamiento”, comenta.
Y es que las editoriales no se interesan por la gran
cantidad de páginas, y las seguramente escasas expectativas de venta, y las entidades
culturales -estatales y privadas- tampoco se animan a apostar por un proyecto
de gran valía, sí, pero seguramente de escaso poder de atracción fuera de un público
especializado.
“De esa manera -añade Soto- lo hago personalmente, si bien en
un tiraje muy reducido (50 ejemplares), lo importantes es que llegue a las
personas que realmente les interesa, y no se queden empolvados en una vitrina”.
Los interesados en Ficcionalización
de Bolivia. La novela / leyenda del siglo diez i nueve (1847 – 1896),
pueden contactar a Juan Pablo Soto al email
sotojpablo@hotmail.com o al teléfono 70075258 y reservar su volumen doble en un sistema de
preventa que regirá hasta marzo. La inversión vale la pena, por supuesto.
--
Las 56 novelas
Soledad
Claudio y Elena
Los misterios de Sucre
El templo y la zafra
La mano de Dios
La isla
Crimen i espiacion
Ayes del corazón
Misterios del corazón
El mulato Plácido
Dos noches de tempestad
Memorias del último soldado…
Días amargos
Recuerdo de una prisión
Su excelencia y su ilustrísima
Los caballeros de la noche
Corazón enfermo
Sin esperanza
La madre
Una mujer nerviosa
Como se vive en mi pueblo
Luis
Cuidado con los celos
Huallparrimachi
En el año de 1815
Manuel Ascencio Padilla
Un doble deber
Leyenda del siglo
Novela histórica
Calisto Guarani
Claudina
Bujalance
Alcides i Góngora
La venganza de la mano izquierda
La calle de las mantas
Amrrá i Espól
El primer amor
María
La hija del ahorcado
La hija del traidor
Suspiros y lágrimas
Fuego entre cenizas
Arturo el pirata
Crimen célebre
Historia de cada día
Historia de una flor
Guanaiquile
Clara
Luz
Un amante desgraciado
Leyenda judicial
Patria, libertad, amor
Venganza
Almas negras
El castillo misterioso
La señora del pelícano
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