domingo, 21 de febrero de 2016

Libros

Descubren y publican 56
novelas bolivianas del siglo XIX

La mayoría prácticamente desconocidas, no solo para el lector común, sino incluso para especialistas, podrán leerse por primera vez en décadas. Juan Pablo Soto culmina una larga y esforzada labor de años de indagación en el ABNB y otros repositorios.



Martín Zelaya Sánchez

En agosto de 2014, durante su ponencia en una de las mesas de la Feria Internacional del Libro de La Paz, el filólogo cruceño Juan Pablo Soto leyó lo siguiente: “hablar del siglo XIX parece tan distante y lleno de oscuridades (…). Y es que la historia literaria (y la crítica aún menos), muy poco se ha detenido a dar luz y nombre a lo que contiene este siglo, y pareciera que se camina a tientas. La crítica literaria, en el país, no ha ido de la mano de la historia literaria”.
Si de lo que se trata es de reseñar, a vuelo de pájaro, algunos hitos de la historiografía de la literatura boliviana, no se puede obviar a una figura clave como Gunnar Mendoza, el descubridor del Diario del Tambor Vargas e Historia de la Villa Imperial de Potosí, de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, dos de los libros capitales de Bolivia; y para ir un poco más atrás, surgen nombres como Gabriel René Moreno y Augusto Guzmán, reconocidos bibliólogos y bibliófilos que estudiaron la producción de nuestros autores.
Décadas, y en algunos casos más de medio siglo después de las indagaciones de las personalidades citadas, de la mano de Soto surge un valioso material: la publicación de 56 novelas bolivianas del siglo XIX; muchas de ellas precariamente editadas en periódicos y por entregas; muchas poco difundidas y olvidadas; otras superficialmente anotadas por estudiosos; y no pocas, ignoradas y desconocidas por casi dos siglos.
El joven filólogo cruceño es autor de Ficcionalización de Bolivia. La novela / leyenda del siglo diez i nueve (1847 – 1896), un monumental trabajo en dos tomos y casi 2.500 páginas con 56 novelas de autores bolivianos, o residentes en Bolivia publicadas, como señala el título, en la segunda mitad del siglo antepasado.
“El trabajo está dividido en dos tomos debido a la cantidad de hojas y no por una cuestión temática o académica. El primero abre con un estudio introductorio y posteriormente van las 56 novelas en orden cronológico de aparición”, comenta el investigador que en casi 10 años de trabajo solitario, contó con la ayuda del escritor e historiador chuquisaqueño Máximo Pacheco.

“Mi interés es que todos lleguen a conocer estas obras y cada quien haga su propia valoración de lo que era la novela del siglo XIX en Bolivia”, agrega Soto. Y fue por eso precisamente que decidió transcribir los originales -él mismo, obra por obra, página por página- manteniendo la ortografía y sintaxis de la época, eso sí, con anotaciones explicativas al pie de página (más de 1.600 en total).

- ¿Cómo nace tu interés por investigar acerca de la novela, la ficción boliviana en el siglo XIX?
- Si vamos al origen mismo, ocurrió en 2002 cuando era estudiante del último curso de secundaria. Llegó a mis manos el libro La provincia Caballero, en el que encontré una fotografía antigua de Manuel María Caballero Rojas, cuyo nombre lleva la provincia donde nací. Debajo de esta imagen decía: “…autor de varios ensayos y de La isla, primera novela nacional”.
Me llamó la atención y quise saber más, pero lo dejé hasta entrar a la carrera de filología hispánica en la que empecé a indagar sobre Caballero y me percaté de que casi no había material disponible, hasta que descubrí el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), de Sucre”.
El resto, es historia, literalmente hablando. Juan Pablo quedó fascinado por el mayor repositorio nacional –precisamente aquel que rediseñó y consolidó Mendoza, y que como una de sus grandes colecciones conserva parte de la biblioteca de Moreno- y luego de agotar material sobre Manuel María Caballero, siguió pista tras pista, autor tras autor, hasta que decidió instalarse en la Capital y, de paso, ingresar a la carrera de historia. Fue precisamente del abundante e invaluable material del ABNB de donde salieron más del 80 % de las novelas reunidas por Soto; el resto de la Casa de Moneda de Potosí, y de las bibliotecas Costa de Latorre y Central de la UMSA de La Paz, entre otras.

“El gen de la investigación sobre la novela boliviana decimonónica -continúa- lo encuentro en este proceso. Los manuales de literatura dicen casi lo mismo, repitiéndose uno tras otro, y yo sabía que había mucho más de lo que mencionaban. Aparte de eso, ni siquiera podía tener acceso a las pocas novelas enumeradas”.
Una somera revisión nos muestra que, en efecto, Augusto Guzmán en su Panorama de la novela en Bolivia, cita a una veintena de obras del siglo XIX (menos de la mitad de las 56 identificadas por Soto), de autores como Vicente Ballivián, Bartolomé Mitre, Sebastián Dalence, Manuel María Caballero, Félix Reyes Ortiz, Santiago Vaca Guzmán, etc.
Mientras tanto, Fernando Díez de Medina, en su Literatura boliviana, se limita a un rápido esbozo temático y contextual de la literatura del siglo XIX, en un capítulo que titula “Románticos” y en el que toca temas como “beligerancia política de nuestros escritores”, “la escuela romántica, sus valores y defectos”, y se detiene apenas en autores como Bustamante, Mujía, Reyes Ortiz, Vaca Guzmán, Villamil de Rada y Terrazas.
Algo más exhaustivo es Adolfo Cáceres Romero quien en el tercer tomo de Nueva historia de la literatura boliviana, además de hacer una introducción a las letras republicanas, y detenerse en los “teóricos del romanticismo”, dedica dos extensos capítulos a la poesía y a la narrativa romántica, enfatizando, en esta última parte, en la vida y obra de 14 autores.


- Pero ¿por qué no se difundieron, estudiaron y asumieron al menos parte de las novelas halladas por Soto, en círculos académicos?
- Si bien Augusto Guzmán ya nos habla de una veintena de obras de este periodo, su estudio se queda corto ante una exhaustiva revisión hemerográfica del siglo XIX que hemos realizado.
Comprobamos que hubo más novelas que circularon en periódicos, revistas, manuscritos, ya sea a manera de folletín, o simplemente en un solo ejemplar a modo de folleto. Muchas quedaron en el olvido porque salían en publicaciones de muy poca circulación que no llegaban todo el país, o ni siquiera a todo un departamento; otras, proyectadas en entregas, no terminaron de publicarse porque los cuartelazos cerraban imprentas… y un último factor es que sencillamente no hubo una revisión exhaustiva de la novelística boliviana.

La aguda crítica a la crítica de Soto ya fue detallada en la referida ponencia de 2014: “pareciera que la crítica no leyó y no lee aún la historia literaria, o lo que en ese siglo se estaba escribiendo-publicando; inclusive se puede llegar a pensar que hay una intencionalidad por dejar de lado a algunas novelas y tomar otras, o simplemente no hay un conocimiento profundo de la literatura decimonónica”.
“Por esto no es nada raro que los críticos hayan ayudado a solidificar la novela Memorias del último soldado de la Independencia (Juan de la Rosa) en desmedro del resto de los autores de la época. ¿Una sola obra para un largo siglo…?”.
Entre los 56 textos recopilados y estudiados, Soto destaca por supuesto a la obra canónica de Nataniel Aguirre, pero además las menos conocidas Los condenados al ostracismo, de Gelafio González; y Sin esperanza, de Santiago Vaca Guzmán, “sobre todo porque demuestran un adecuado manejo del lenguaje y de la ficción a partir de acontecimientos cotidianos como el amor, la división de clases sociales, la política y el descubrimiento de territorios bolivianos que antes se ignoraban”.
No deja de hacer notar el cruceño que no es Juan de la Rosa, como se considera popularmente, ni siquiera Claudina (1855) de José S. de Oteiza, como se informó hace algunos años tras el hallazgo de un ejemplar en el Banco Central de Bolivia, la primera “novela boliviana”, sino Soledad (1845), de Bartolomé Mitre, prócer argentino que vivió un tiempo en La Paz y escribió y ambientó esa obra en Bolivia. “Sé que algunos historiadores y literatos estarán en desacuerdo, pero creo que es así”, comenta.
Un último apunte que Juan Pablo no quiso dejar de lado. “Esta publicación se realiza de manera independiente porque por más de tres años he buscado en vano financiamiento”, comenta.
Y es que las editoriales no se interesan por la gran cantidad de páginas, y las seguramente escasas expectativas de venta, y las entidades culturales -estatales y privadas- tampoco se animan a apostar por un proyecto de gran valía, sí, pero seguramente de escaso poder de atracción fuera de un público especializado.
“De esa manera -añade Soto- lo hago personalmente, si bien en un tiraje muy reducido (50 ejemplares), lo importantes es que llegue a las personas que realmente les interesa, y no se queden empolvados en una vitrina”.
Los interesados en Ficcionalización de Bolivia. La novela / leyenda del siglo diez i nueve (1847 – 1896), pueden contactar a Juan Pablo Soto al email sotojpablo@hotmail.com o al teléfono 70075258  y reservar su volumen doble en un sistema de preventa que regirá hasta marzo. La inversión vale la pena, por supuesto.
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Las 56 novelas


Soledad
Claudio y Elena
Los misterios de Sucre
El templo y la zafra
La mano de Dios
La isla
Crimen i espiacion
Ayes del corazón
Misterios del corazón
El mulato Plácido
Dos noches de tempestad
Memorias del último soldado…
Días amargos
Recuerdo de una prisión
Su excelencia y su ilustrísima
Los caballeros de la noche
Corazón enfermo
Sin esperanza
La madre
Una mujer nerviosa
Como se vive en mi pueblo
Luis
Cuidado con los celos
Huallparrimachi
En el año de 1815
Manuel Ascencio Padilla
Un doble deber
Leyenda del siglo
Novela histórica
Calisto Guarani
Claudina
Bujalance
Alcides i Góngora
La venganza de la mano izquierda
La calle de las mantas
Amrrá i Espól
El primer amor
María
La hija del ahorcado
La hija del traidor
Suspiros y lágrimas
Fuego entre cenizas
Arturo el pirata
Crimen célebre
Historia de cada día
Historia de una flor
Guanaiquile
Clara
Luz
Un amante desgraciado
Leyenda judicial
Patria, libertad, amor
Venganza
Almas negras
El castillo misterioso

La señora del pelícano

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