miércoles, 10 de febrero de 2016

Entrevista

Jessica Sequeira, enamorada
de la poesía boliviana


Considerada como una de las mejores traductoras jóvenes de EEUU, Sequeira cuenta cómo se le ocurrió armar un dossier con 12 poetas nacionales. Ofrecemos, además, uno de los textos críticos que acompañan su trabajo.



María José Ferrel

La estadounidense Jessica Sequeira elaboró un dossier de poesía boliviana denominado “Lo absurdo del cosmos: 12 poetas bolivianos en traducción” para la revista de literatura The Missing Slate.
Considerada una de las mejores traductoras de poesía de su generación, Sequeira se interesó en 12 poetas: Oscar Cerruto, Hilda Mundy, Emma Villazón, Julio Barriga, Humberto Quino, Eduardo Mitre, Blanca Wiethüchter, Jaime Saenz, Raúl Otero Reiche, Edmundo Camargo, Pedro Shimose y Juan Cristóbal MacLean.
El dossier, disponible en http://themissingslate.com/2016/01/27/the-absurdity-of-the-cosmos-12-bolivian-poets-in-translation/ incluye además ensayos de escritores nacionales como Liliana Colanzi, Sebastián Antezana, Emma Villazón, Edmundo Paz Soldán y Marcelo Villena, acerca de la poética de los antologados.
Sequeira quien vive en la actualidad en Argentina y realizó estudios en literatura e historia en Estados Unidos e Inglaterra, también está traduciendo al inglés un libro de cuentos de Liliana Colanzi para la editorial Dalkey Archive Press.
La traductora de 25 años se encuentra, además, empezando un proyecto editorial llamado “Immigrant Press”, desde el que busca publicar títulos, traducciones y escritura contemporánea que logren acercarse a autores y literaturas menos conocidas. “Me interesan particularmente poesía, cuentos, historia y textos teóricos de esta parte de Sudamérica”, indicó en una breve entrevista.

- ¿Cómo y porque te acercaste al estudio de lo boliviano dentro de la literatura?
- Un poco por casualidad, un poco porque su escritura me pareció rara y distinta. En realidad mi primer amor fue la literatura argentina, de ahí seguí leyendo un poco de todo. Hay un poco de misterio en la manera en que los libros y las personas se conocen.

- ¿Cuándo y cómo iniciaste el proceso de traducción de los poemas para este dossier? ¿Cuál fue el criterio de selección?
- Los editores de The Missing Slate me invitaron a armar un dossier de poesía después de leer mis traducciones de los poemas del argentino Francisco Bitar en la revista Modern Poetry in Translation. Pensé en armar algo sobre poetas contemporáneos bolivianos y comencé a leerlos, pero pronto esas lecturas me llevaron a los autores más clásicos. Lo de antes y lo de ahora coexisten siempre. El criterio de selección fue mi propio gusto, arbitrario y caprichoso.

- ¿Cómo elegiste los textos que acompañan la publicación y si puedes explicarme un poco de manera resumida sobre lo que tratan?
- No hay tanta crítica no académica de poesía boliviana -en algún ensayo, la poeta Emma Villazón también dice eso. Incluí unos textos, no sé si hay que llamarlos ensayos, que me parecieron divertidos, personales e informativos a la vez, vinculados más o menos íntimamente con la poesía boliviana.

- Trabajas en la traducción de Liliana Colanzi. ¿Cómo nació tu interés por su trabajo? ¿Qué sobre su literatura?
- Conocí a Liliana un poco por casualidad en el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires, en 2014. Leí su libro de cuentos La ola y me impresionó, tiene algo inquietante, melancólico, feroz e imaginativo a la vez. Una manera de transformar la experiencia personal en literatura.
Traduje un cuento de ella en la revista londinense Ventana Latina y seguimos hablando. Me interesa cómo escribe, tiene un estilo que constantemente se va desarrollando y experimentando con nuevas técnicas e ideas. Si todo anda bien, mi traducción de sus cuentos para Dalkey Archive Press va a salir este año. (ANF)
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Julio Barriga: arder con elegancia

Liliana Colanzi

Cuaderno de sombra (2008) fue el título con el que partió la editorial El Cuervo, hoy en día una de las independientes más interesantes de Latinoamérica. Ese nacimiento no pudo ser más certero ni más auspicioso: Fernando Barrientos lee el poemario de Julio Barriga y se deslumbra de tal forma que siente la urgencia de crear una editorial para ver publicados esos versos. No piensa en cómo va a financiar el libro ni en su distribución ni en las ganancias -en Bolivia el oficio del editor tiene algo de suicida y de romántico- sino en la necesidad de compartir las palabras de este “llockalla prematuramente envejecido en la desilusión y la disolución”.
Leer a Julio Barriga es sobrecogedor. Estamos ante alguien que, como Rimbaud, hace su poética desde el desorden absoluto de todos los sentidos, desde la abyección y la locura y la cercanía con la muerte. Alguien que usa su cuerpo como lugar de experimentación “por medio de sustancias que inducen/ estados de terror o júbilo lindantes con la muerte” (“Nos hemos limpiado el culo/ con nuestro cerebro”).
Un poetalbañil que se reserva sus revelaciones “para escribir un poema infinito/ sobre la maldad de la belleza” y que se enfrenta a diario con “formas y terrores/ extendiendo sus garras”, un punk de “sin cuenta años dedicados a perfeccionar/ una niñez inmadura”.
Barriga escribe desde la monstruosidad mientras juega a las cartas con sus demonios. ¿De dónde proviene tanta devastación?, una se pregunta, como si existiera una respuesta. ¿Por qué alguien termina con la vista fija en el abismo? Y sobre todo, ¿cómo se sobrevive a la mirada de ese Ojo destructor con la lucidez de Barriga?
Hay un estoicismo hermoso en el poeta, una declaración de principios en los versos “Que no haya más que vuelo en la caída/ aprenderse la música del viento”. Barriga nos recuerda que la poesía es peligrosa y que hay que vivir con valor. Que estamos irremediablemente solos y perdidos y que la única respuesta posible es cultivar la ética de la soledad, aprender a arder con elegancia: “Leyendo a tientas, como un ciego/ un cuadro exactamente parecido/ a aquello que querías expresar:/ como siempre mi hogar ha sido la desolación./ Somos gente tan extraña/ roídos por el recuerdo de la belleza”.


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