lunes, 15 de febrero de 2016

Artículo

Manauh, poemario póstumo
de Adhemar Uyuni


El próximo miércoles 17 se presentará en La Paz un libro del poeta orureño, en el marco de una serie de actividades culturales organizadas en homenaje al aniversario cívico de Oruro. Presentamos la introducción del poemario del destacado vate tempranamente desaparecido.

 
Adhemar Uyuni, René Antezana, Edwin Guzmán y Jorge Zabala.
Edwin Guzmán Ortiz 

El libro de poemas Manauh, de Adhemar Uyuni Aguirre (1954-1998), es una botella lanzada al mar del tiempo con un mensaje esencial. Erguida, bogando por aguas reposadas y virtuales inclemencias, se fue abriendo paso hasta llegar a la luz de la publicación.
El poemario fue, inicialmente, una copia mecanografiada obsequiada hace varios años por su autor al amigo guitarrista Antonio Barrientos, al calor de una de aquellas veladas nocturnas en que ambos improvisaban unos blues andinos, donde Adhemar, a contrapunto y armónica en mano, elongaba las notas cual un Sonny Boy Williamson redivivo.
El libro de poemas, hoy recuperado, de inicio acusa una doble interrogante: el año de su escritura y el título. La copia no consigna una data precisa y por tanto se trataría de una obra intemporal dentro la ardua temporalidad del poeta.
Sus otros poemarios publicados: La sombra y el espejo, Del fuego blanco, Nocturno del jardín, fueron editados en un solo año, 1997, cuando Adhemar ya había retornado de España, después de haber realizado estudios superiores de sociología en la Universidad Complutense de Madrid, además de emprender  otras actividades profesionales, durante casi dos décadas.
Por su parte, el título Manauh, carece de un significado preciso. Entonces, cabe preguntarnos ¿qué quiso significar el poeta con este apelativo? ¿Acaso se trata de una palabra nueva, capaz de albergar un sentido solo compresible por su autor?  O quizá ¿ésta pretenda aludir a ese trasfondo innombrable que subyace en toda poesía? No lo sabemos, pero en todo caso la in/certidumbre abre un generoso horizonte conjetural, al modo de un enigma poético.
La poesía de Manauh se adscribe en parte al orbe creativo concebido en los tres poemarios del autor. Estos fueron producto de una elaboración lenta y sostenida, durante aquellos años que fluctuaba entre Cochabamba y Madrid, en medio de viajes reiterados por Europa, el Mediterráneo y África.
En ellos, incide en la autoexploración a través de un recorrido por los meandros del ser, las faenas del espejo, paseo abismalmente lúcido de una sensibilidad que apuesta su palabra para recuperar lo imperceptible de un mundo esencial. Y algo más, palabra que se adentra en esa otredad civilizatoria y simbólica desplegada ante los ojos de quien está ávido por inteligir los sutiles mecanismos de su complejidad cultural. 
Dueño de mayor hermetismo, en Manauh, el poeta ronda la ciudad del silencio, con el tiempo a cuestas y la soledad como marca existencial. De ahí es que se caracterice por una interlocución densa y titubeante en la que el destinatario termina siendo el propio poeta. Poesía que además revela y concibe el cuerpo amado, bajo la luz tímida del deseo.
Bajo una atmósfera surreal se recrean paisajes interiores, un traspatio atiborrado de claroscuros caravaggianos donde se trazan las coordenadas de un tiempo que ilumina al ser que osa mirarse adentro. Abstraídos los dioses, la historia, todo intento de salvación y utopía, el poeta camina entre catedrales heladas revelando las fallas de un mundo inhóspito, de un mundo que subyace a la costra diurna de la existencia.
Como el lente poderoso que acerca cada vez más el cuerpo y, allende la piel, termina  revelando la trama sutil de su corpus vibratorio, Adhemar Uyuni acerca el poderoso lente de la poesía para desnudar las gesticulaciones y ademanes de su spleen poético, desde un espíritu que transita bajo la luz de un tiempo ajado y perimetral.
Un poemario de inminencias, de intensa autoindagación, una obra que bajo un espíritu romántico revela el tránsito de quien rota la mirada incisiva ante el resplandor de las propias lunas recónditas, de quien se mueve tras un yo parpadeante y difuso.
Abdicar la elusión. Darle al silencio la prerrogativa de hablar más allá de los signos. Pastar el tedio entre las fauces de la muerte. Socavar el arcano de los sueños. Tocar el límite en que la soledad se siente más sola. Abrir los ojos de los ojos para palpar a la procesión de los cuerpos del cuerpo,  nombrar lo insólito, faenas que despliega el poeta y que destila Manauh en su proceloso discurso.
A diferencia de los otros poemarios, Manauh inaugura otro habitáculo hecho de puertas para salir hacia adentro, de cristales que reflejan el discurrir de una mirada melancólica, de paredes atravesadas por cuerpos que entran y salen porque no. Escribe el poeta: “Palabras y lenguaje / números y enigma / mi pensamiento cae con vosotros”.
En realidad, Manauh, a pesar de sus 24 poemas constituye un solo poema. En él Adhemar Uyuni Aguirre, rediseña el peso y alcance de su propia escritura. Se trata de un poemario pleno de imágenes revelatorias, de un lenguaje sembrado de alegorías y dotado de gran capacidad autoinquisitiva. Un poemario en el que paso a paso se va revelando el camino de retorno a un centro que se abre al excentramiento, es decir, a ese otro centro que también inexplicablemente nos habita.
Dueño de una lucidez infrecuente, explora esa morada de los grandes: la soledad, sus estribaciones, su fábrica de paradojas como otra forma de gestar la verdad. Nos habla de su doble, el silencio. Nos muestra lo que es capaz de comunicar la incomunicación, lo que es capaz de engendrar la soledad. En suma, una poemario de contornos sapienciales.  
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XXIII

Por qué a medianoche el traqueteo de los trenes
que en la plaza se embarrancan
suena al oído taciturno como la soledad
el eco que no pregunta ni responde
soy yo el que hunde los dedos en el espejo
óyeme girar alrededor de mis palabras inconclusas
qué sucede cuando quiero asir mi sombra y no hay
la ciudad deambula estremecida como una mujer desnuda
un grito sórdido desatado lleva dentro el pecho
el cielo oscuro desdibuja las formas de mi cara
despertar mañana para dirigirse hacia dónde
a que techos esperanzados que esperan nevados
a qué tibieza cálida de brazos que puedan cobijarnos
tengo sed
mis manos levantan agua del rio
el rio no existe
abro la boca y voy a beber
el sueño humilde humildemente me abandona
¿Por qué esperar? ¿A quién esperar? 
La ciudad es un bosque de árboles desconocidos
una luz borrosa
        calles incandescentes que al primer paso arden
mi cuerpo esperando a mi cuerpo
un canto triste para rejuvenecer hacia la aurora
una lágrima derramada en la alegría de cualquier rostro
acaso este caminar no es un dormir para siempre?
Quién habla de muerte si no es así: fui quien soy
mutismo
proseguir entre soles rojos sangrados
uno frente al otro caminar
proseguir en silencio silenciosamente
habitar la última morada donde poder abandonar nuestra imagen

cada vez que vuelvo los ojos hacia ti
una lluvia de pétalos cae sobre la arena del sol desierto.
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Perfil del poeta

Adhemar Uyuni Aguirre (Oruro, 1954-Cochabamba, 1998). Poeta, escritor. Luego de recibirse en sociología por la Universidad Mayor de San Simón efectuó estudios de posgrado en la Universidad Complutense de Madrid (España) y ejerció por varios años la docencia hasta llegar a la dirección de su Alma Mater en Cochabamba.
De alta vocación poética y crítica, durante su estadía en España colaboró frecuentemente con revistas literarias de ese país y de Bolivia, como Hipótesis. Fue un reconocido melómano y amante de la buena charla y la tertulia. Recuerda su amigo Claudio Ferrufino-Coqueugniot: “No lo vi, pero lo vieron, en aquel bar de Madrid, regularmente, conversando con Juan Carlos Onetti; y me gusta imaginarlo, porque Adhemar Uyuni amaba la charla, el vino y la cerveza…”.
Sobre su obra, escribe Alberto Guerra: “La poesía de Adhemar explora los meandros del ser. No le preocupa la historia, ni testimoniar los avatares de un mundo uniformemente redondo, sino las faenas del espejo: la búsqueda intensa de la propia identidad, y tal vez algo más que eso, el paseo abismalmente lúcido de una sensibilidad que apuesta su palabra para recuperar lo invisible de los castillos autárquicos del asombro”.
Y acota Edwin Guzmán: “Sus tres poemarios son producto de una elaboración tan lenta como intensa de su vivencia entre Cochabamba y Madrid y de viajes por diferentes países europeos y africanos; en ellos se refleja su permanente trance de búsqueda, preocupado por el juego de apariencias y las visiones caleidoscópicas que recupera de un mundo esencial”.
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El Centro Artístico y Cultural Chusekeri y su homenaje a Oruro

El Centro Artístico y Cultural Chusekeri, al recordarse este 10 de febrero de 2016 el 235 grito libertario de 1781 del departamento de Oruro, ha organizado un evento cultural en homenaje a esta fecha histórica, a través de un colectivo de artistas orureños procedentes de diferentes lugares del país y el extranjero. Las actividades multiculturales se efectuarán del 17 al 29 de febrero en la Casa de la Cultura Franz Tamayo.
Los recitales de música, lecturas de poesía, presentación de libros y CD inéditos, así como la inauguración de una muestra de pintura y fotografía, se realizarán el miércoles 17 a partir de las 19.30. Sus principales protagonistas son creadores con una importante trayectoria en la vida cultural del país. A través de la diversidad de manifestaciones artísticas, se expresan diferentes cosmovisiones creativas dentro de un marco intergeneracional. Además de su procedencia, los une una antigua amistad  y una vocación sincera por hacer del arte un medio de expresión que refleje los valores de nuestra cultura y la vida de la gente en su condición más diversa.
No pocos de los artistas participantes han radicado durante varios años en el extranjero, por tanto su obra no es ajena a una visión universal del arte, sin embargo el material fundamental de su trabajo se halla inspirado en ese vasto paisaje humano y físico que hace al país, sobre todo en su región altiplánica.
Oruro no es un eco, es una realidad hecha palabra, música e imagen, es un fluido que -a la manera de una ventisca germinal- corre por de la piel de las obras y las torna genuinas. De la fijeza profunda del altiplano y sus montañas a la explosión multicolor del carnaval hay más de un alma de distancia. De la contemplación hierática a la tensión límite de la fiesta discurre el ajayu de quienes han nacido y crean desde esa “alta tierra de Oruro”. 
Chusekeri es un montículo en las faldas del Cerro Chullpa Vinto, perteneciente al cantón Challacollo del departamento de Oruro. Poblado de antiguos chullpares, es un lugar sagrado y cuyo nombre, de origen aymara, alude al “lugar de las lechuzas”.
Su altura permite una mirada generosa sobre un altiplano forjado de horizonte, celajes, una luz indómita y lagunas eventuales. El vientre inmemorial de los chullpares, el ojo de las lechuzas, el siseo del viento y las maravillas de lontananza acaso sean símbolos privilegiados que permitan representar la obra de los artistas congregados, y den nombre al centro.
Además, espacio de reencuentro con los poetas hermanos, Adhemar y Álvaro, y nuestro querido Lucho que, habiendo partido antes, continúan presentes en nuestra memoria, y cual almas tutelares junto al silencio luminoso de Chusekeri.
De esta manera, el arte se hermana con la memoria del grito libertario del 10 de febrero de 1781, en la voluntad de hacer de la libertad el principio indeclinable de una vida plena, de una conciencia plena, de una historia plena. (E.G.O.)
                                                                                 
Programa cultural

Música
•          Antonio Barrientos Sanz
•          Lourdes Selaya
•          Edgar Rodo Ocampo.   

Poesía
•          Sergio Gareca Rodríguez
•          Benjamín Chávez
•          René Antezana Juárez
•          Edwin Guzmán Ortiz

Pintura
•          Ricardo Romero Flores
•          René Antezana Juárez

Fotografía
•          Javier Rodríguez Rodríguez
•          Fernando Revollo Cervantes
•          Álvaro Antonio Gonzales-Aramayo



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