Manauh, poemario póstumo
de Adhemar
Uyuni
El próximo miércoles 17 se presentará en La Paz un libro del poeta orureño, en el marco de una serie de actividades culturales organizadas en homenaje al aniversario cívico de Oruro. Presentamos la introducción del poemario del destacado vate tempranamente desaparecido.
Edwin
Guzmán Ortiz
El
libro de poemas Manauh, de Adhemar
Uyuni Aguirre (1954-1998), es una botella lanzada al mar del tiempo con un
mensaje esencial. Erguida, bogando por aguas reposadas y virtuales
inclemencias, se fue abriendo paso hasta llegar a la luz de la publicación.
El
poemario fue, inicialmente, una copia mecanografiada obsequiada hace varios
años por su autor al amigo guitarrista Antonio Barrientos, al calor de una de
aquellas veladas nocturnas en que ambos improvisaban unos blues andinos, donde
Adhemar, a contrapunto y armónica en mano, elongaba las notas cual un Sonny Boy
Williamson redivivo.
El libro de poemas, hoy recuperado, de inicio acusa
una doble interrogante: el año de su escritura y el título. La copia no
consigna una data precisa y por tanto se trataría de una obra intemporal dentro
la ardua temporalidad del poeta.
Sus otros poemarios publicados: La sombra y el espejo, Del fuego blanco, Nocturno del jardín, fueron editados en un solo año, 1997, cuando Adhemar ya había retornado
de España, después de haber realizado estudios superiores de sociología en la
Universidad Complutense de Madrid, además de emprender otras actividades profesionales, durante casi
dos décadas.
Por su parte, el título Manauh, carece de un significado preciso. Entonces, cabe
preguntarnos ¿qué quiso significar el poeta con este apelativo? ¿Acaso se trata
de una palabra nueva, capaz de albergar un sentido solo compresible por su
autor? O quizá ¿ésta pretenda aludir a
ese trasfondo innombrable que subyace en toda poesía? No lo sabemos, pero en
todo caso la in/certidumbre abre un generoso horizonte conjetural, al modo de
un enigma poético.
La poesía de Manauh
se adscribe en parte al orbe creativo concebido en los tres poemarios del
autor. Estos fueron producto de una
elaboración lenta y sostenida, durante aquellos años que fluctuaba entre
Cochabamba y Madrid, en medio de viajes reiterados por Europa, el Mediterráneo
y África.
En ellos, incide en la
autoexploración a través de un recorrido por los meandros del ser, las faenas
del espejo, paseo abismalmente lúcido de una sensibilidad que apuesta su
palabra para recuperar lo imperceptible de un mundo esencial. Y algo más,
palabra que se adentra en esa otredad civilizatoria y simbólica desplegada ante
los ojos de quien está ávido por inteligir los sutiles mecanismos de su
complejidad cultural.
Dueño de mayor hermetismo,
en Manauh, el poeta ronda la ciudad del silencio, con el tiempo a
cuestas y la soledad como marca existencial. De ahí es que se caracterice por
una interlocución densa y titubeante en la que el destinatario termina siendo
el propio poeta. Poesía que además revela y concibe el cuerpo amado, bajo la luz
tímida del deseo.
Bajo una atmósfera surreal
se recrean paisajes interiores, un traspatio atiborrado de claroscuros
caravaggianos donde se trazan las coordenadas de un tiempo que ilumina al ser
que osa mirarse adentro. Abstraídos los dioses, la historia, todo intento de
salvación y utopía, el poeta camina entre catedrales heladas revelando las
fallas de un mundo inhóspito, de un mundo que subyace a la costra diurna de la
existencia.
Como el lente poderoso que
acerca cada vez más el cuerpo y, allende la piel, termina revelando la trama sutil de su corpus
vibratorio, Adhemar Uyuni acerca el poderoso lente de la poesía para desnudar
las gesticulaciones y ademanes de su spleen poético, desde un espíritu
que transita bajo la luz de un tiempo ajado y perimetral.
Un poemario de inminencias,
de intensa autoindagación, una obra que bajo un espíritu romántico revela el
tránsito de quien rota la mirada incisiva ante el resplandor de las propias
lunas recónditas, de quien se mueve tras un yo parpadeante y difuso.
Abdicar la elusión. Darle
al silencio la prerrogativa de hablar más allá de los signos. Pastar el tedio
entre las fauces de la muerte. Socavar el arcano de los sueños. Tocar el límite
en que la soledad se siente más sola. Abrir los ojos de los ojos para palpar a
la procesión de los cuerpos del cuerpo,
nombrar lo insólito, faenas que despliega el poeta y que destila Manauh en su proceloso discurso.
A diferencia de los otros
poemarios, Manauh inaugura otro habitáculo hecho de puertas para salir
hacia adentro, de cristales que reflejan el discurrir de una mirada
melancólica, de paredes atravesadas por cuerpos que entran y salen porque no.
Escribe el poeta: “Palabras y lenguaje / números y enigma / mi pensamiento cae
con vosotros”.
En realidad, Manauh,
a pesar de sus 24 poemas constituye un solo poema. En él Adhemar Uyuni Aguirre,
rediseña el peso y alcance de su propia escritura. Se trata de un poemario
pleno de imágenes revelatorias, de un lenguaje sembrado de alegorías y dotado
de gran capacidad autoinquisitiva. Un poemario en el que paso a paso se va
revelando el camino de retorno a un centro que se abre al excentramiento, es
decir, a ese otro centro que también inexplicablemente nos habita.
Dueño de una lucidez
infrecuente, explora esa morada de los grandes: la soledad, sus estribaciones,
su fábrica de paradojas como otra forma de gestar la verdad. Nos habla de su
doble, el silencio. Nos muestra lo que es capaz de comunicar la incomunicación,
lo que es capaz de engendrar la soledad. En suma, una poemario de contornos
sapienciales.
--
XXIII
Por
qué a medianoche el traqueteo de los trenes
que
en la plaza se embarrancan
suena
al oído taciturno como la soledad
el
eco que no pregunta ni responde
soy
yo el que hunde los dedos en el espejo
óyeme
girar alrededor de mis palabras inconclusas
qué
sucede cuando quiero asir mi sombra y no hay
la
ciudad deambula estremecida como una mujer desnuda
un
grito sórdido desatado lleva dentro el pecho
el
cielo oscuro desdibuja las formas de mi cara
despertar
mañana para dirigirse hacia dónde
a
que techos esperanzados que esperan nevados
a
qué tibieza cálida de brazos que puedan cobijarnos
tengo
sed
mis
manos levantan agua del rio
el
rio no existe
abro
la boca y voy a beber
el
sueño humilde humildemente me abandona
¿Por
qué esperar? ¿A quién esperar?
La
ciudad es un bosque de árboles desconocidos
una
luz borrosa
calles incandescentes que al primer
paso arden
mi
cuerpo esperando a mi cuerpo
un
canto triste para rejuvenecer hacia la aurora
una
lágrima derramada en la alegría de cualquier rostro
acaso
este caminar no es un dormir para siempre?
Quién
habla de muerte si no es así: fui quien soy
mutismo
proseguir
entre soles rojos sangrados
uno
frente al otro caminar
proseguir
en silencio silenciosamente
habitar
la última morada donde poder abandonar nuestra imagen
cada
vez que vuelvo los ojos hacia ti
una
lluvia de pétalos cae sobre la arena del sol desierto.
--
Perfil
del poeta
Adhemar
Uyuni Aguirre (Oruro, 1954-Cochabamba, 1998). Poeta, escritor. Luego de
recibirse en sociología por la Universidad Mayor de San Simón efectuó estudios
de posgrado en la Universidad Complutense de Madrid (España) y ejerció por
varios años la docencia hasta llegar a la dirección de su Alma Mater en
Cochabamba.
De
alta vocación poética y crítica, durante su estadía en España colaboró
frecuentemente con revistas literarias de ese país y de Bolivia, como Hipótesis. Fue un reconocido melómano y
amante de la buena charla y la tertulia. Recuerda su amigo Claudio
Ferrufino-Coqueugniot: “No lo vi, pero lo vieron, en aquel bar de Madrid,
regularmente, conversando con Juan Carlos Onetti; y me gusta imaginarlo, porque
Adhemar Uyuni amaba la charla, el vino y la cerveza…”.
Sobre
su obra, escribe Alberto Guerra: “La poesía de Adhemar explora los meandros del
ser. No le preocupa la historia, ni testimoniar los avatares de un mundo
uniformemente redondo, sino las faenas del espejo: la búsqueda intensa de la
propia identidad, y tal vez algo más que eso, el paseo abismalmente lúcido de
una sensibilidad que apuesta su palabra para recuperar lo invisible de los
castillos autárquicos del asombro”.
Y
acota Edwin Guzmán: “Sus tres poemarios son producto de una elaboración tan
lenta como intensa de su vivencia entre Cochabamba y Madrid y de viajes por
diferentes países europeos y africanos; en ellos se refleja su permanente
trance de búsqueda, preocupado por el juego de apariencias y las visiones caleidoscópicas
que recupera de un mundo esencial”.
--
El Centro
Artístico y Cultural Chusekeri y su homenaje a Oruro
El
Centro Artístico y Cultural Chusekeri, al recordarse este 10 de febrero de 2016
el 235 grito libertario de 1781 del departamento de Oruro, ha organizado un
evento cultural en homenaje a esta fecha histórica, a través de un colectivo de
artistas orureños procedentes de diferentes lugares del país y el extranjero.
Las actividades multiculturales se efectuarán del 17 al 29 de febrero en la
Casa de la Cultura Franz Tamayo.
Los
recitales de música, lecturas de poesía, presentación de libros y CD inéditos,
así como la inauguración de una muestra de pintura y fotografía, se realizarán
el miércoles 17 a partir de las 19.30. Sus principales protagonistas son
creadores con una importante trayectoria en la vida cultural del país. A través
de la diversidad de manifestaciones artísticas, se expresan diferentes
cosmovisiones creativas dentro de un marco intergeneracional. Además de su
procedencia, los une una antigua amistad
y una vocación sincera por hacer del arte un medio de expresión que
refleje los valores de nuestra cultura y la vida de la gente en su condición
más diversa.
No
pocos de los artistas participantes han radicado durante varios años en el
extranjero, por tanto su obra no es ajena a una visión universal del arte, sin
embargo el material fundamental de su trabajo se halla inspirado en ese vasto
paisaje humano y físico que hace al país, sobre todo en su región altiplánica.
Oruro
no es un eco, es una realidad hecha palabra, música e imagen, es un fluido que
-a la manera de una ventisca germinal- corre por de la piel de las obras y las
torna genuinas. De la fijeza profunda del altiplano y sus montañas a la
explosión multicolor del carnaval hay más de un alma de distancia. De la
contemplación hierática a la tensión límite de la fiesta discurre el ajayu de
quienes han nacido y crean desde esa “alta tierra de Oruro”.
Chusekeri
es un montículo en las faldas del Cerro Chullpa Vinto, perteneciente al cantón
Challacollo del departamento de Oruro. Poblado de antiguos chullpares, es un
lugar sagrado y cuyo nombre, de origen aymara, alude al “lugar de las
lechuzas”.
Su
altura permite una mirada generosa sobre un altiplano forjado de horizonte,
celajes, una luz indómita y lagunas eventuales. El vientre inmemorial de los
chullpares, el ojo de las lechuzas, el siseo del viento y las maravillas de
lontananza acaso sean símbolos privilegiados que permitan representar la obra
de los artistas congregados, y den nombre al centro.
Además,
espacio de reencuentro con los poetas hermanos, Adhemar y Álvaro, y nuestro
querido Lucho que, habiendo partido antes, continúan presentes en nuestra
memoria, y cual almas tutelares junto al silencio luminoso de Chusekeri.
De
esta manera, el arte se hermana con la memoria del grito libertario del 10 de
febrero de 1781, en la voluntad de hacer de la libertad el principio
indeclinable de una vida plena, de una conciencia plena, de una historia plena.
(E.G.O.)
Programa
cultural
Música
• Antonio Barrientos Sanz
• Lourdes Selaya
• Edgar Rodo Ocampo.
Poesía
• Sergio Gareca Rodríguez
• Benjamín Chávez
• René Antezana Juárez
• Edwin Guzmán Ortiz
Pintura
• Ricardo Romero Flores
• René Antezana Juárez
Fotografía
• Javier Rodríguez Rodríguez
• Fernando Revollo Cervantes
• Álvaro Antonio Gonzales-Aramayo
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