Francisco Choquehuanca
Extracto del capítulo “Un final inesperado pero previsible” que aparece en la recién publicada tercera edición del libro Yo fui el orgullo (Plural).
Mariano Baptista Gumucio
(N. de E.) En 1979,
Mariano Baptista Gumucio publicó en el diario Última Hora una entrevista que
causó mucha polémica, y que no volvió a salir a la luz sino hasta ahora, en la
reedición de “Yo fui el orgullo”, un libro ya clásico sobre la vida y
pensamiento de Franz Tamayo. Max Escobari, hijo del mejor amigo y confidente de
Isaac Tamayo (padre de Franz), hace una controversial revelación.
- Don Max, ¿de qué
manera llegó usted a interesarse en el tema de Tamayo? ¿Cuál es su vinculación
con Tamayo?
- Bueno el deseo de buscarlo a usted era felicitarlo por la
obra que ha escrito sobre Tamayo, levantando hacia la inmortalidad a este
hombre que bien merece toda consideración. Mi admiración por Tamayo proviene de
mi padre, que era muy amigo, compañero de trabajo también, de don Isaac Tamayo.
- ¿A qué atribuye
usted este apego tan grande de don Isaac a Franz?
- Don Isaac era un indianista, al igual que mi padre, que
admiraba y tenía mucha esperanza en la superación del indígena. En cambio, los
hombres de la época, y de su partido, del partido de don Isaac, eran anti
indígenas. Ellos decían que el indio era la causa del retraso de Bolivia, y que
había que exterminarlo. Esto nunca le gustó a don Isaac Tamayo. Hubo polémicas.
Entonces posiblemente don Isaac Tamayo quería comprobar esto que si el indio no
rendía era por la falta de educación, de higiene, la mala vivienda, etc. Pero
un indio bien educado en fin, alimentado, con cultura, con ilustración, con
buenos profesores, viajes, etc., podría dar grandes resultados. Como que en
este momento yo creo, está fomentándose el bachillerato en las provincias con
los indígenas. Yo creo que esto es lo justo. Una buena escuela para los
indígenas, antes de pasar a la universidad. Eso sería lo ideal (…).
- Volviendo a la vida
familiar de don Isaac, él se casó con una dama limeña
- Don Isaac Tamayo era casado con una señora limeña de la aristocracia
de allá, gente bien, como que don Isaac también pertenecía a esa casta, gente
rica.
(…) Y luego tuvo la desgracia, don Isaac Tamayo, de darse
cuenta, o mejor dicho, que su primer descendiente fuera mujer, raquítica,
enfermiza que a los 2 o 3 meses murió. La segunda hija igualmente, raquítica,
enfermiza, murió también al poco tiempo.
Pensó, don Isaac Tamayo, que la culpa era de él, al haberse
casado con una señora de la misma raza, de las mismas costumbres y afines en
todo, para tener esa descendencia, que no respondía a sus expectativas.
Entonces dijo: “Yo cometí un error, siendo un polo positivo, haberme casado con
otro polo positivo, y el resultado fue éste, que no daba chispas”.
El entonces propuso a la señora la separación manifestándole
esta impresión de haberse equivocado y no haber coincidido en el matrimonio,
por la descendencia. Entonces este hombre, que era indigenista, pensaba que la
raza aymara al despertarse con la cultura, con la civilización daría muy buenos
resultados y puso en práctica el plan que ya tenía meditado. Resolvió arreglar
con la señora, llevarla a Lima, darle comodidad, toda posibilidad de vida y volver
aquí, ya con una intención para probar a sus amigos de la Sociedad Geográfica y
también a sus enemigos, que eran anti indígenas.
El eligió. Dijo: “Yo debo unirme con una mujer de raza pura,
joven, para tener hijos robustos, pero sin complejos de inferioridad de ninguna
clase”. Entonces vio a una muchacha de unos 17, o 18 años, allá en una de sus
fincas, una garrida muchacha aymara, de amplias caderas, opulentas mamas, de
origen muy bueno, descendiente de hilacatas, y dijo “esta será la madre de mis
hijos” y con esa intención la hizo llevar a la casa de hacienda. Debió demorar
unos meses para la separación de su esposa. Le dijeron entonces que la muchacha
antes de ser llevada a la casa de hacienda estaba en matrimonio de prueba, de
novia, pero conviviendo con un joven colono, como hacen los indios aymaras, que
viven un año y después se casan, con un muchacho casi de su edad, de los que
venían a la ciudad como pongos a la casa de los patrones.
- ¿Los jóvenes
estaban viviendo juntos?
- Sí, pero fueron obligados a separarse. Al poco tiempo
advirtió don Isaac que la muchacha había llegado encinta a la casa de hacienda.
- Vayamos con orden
don Max. ¿Qué pasó con el joven colono? ¿Qué se llamaba?
- Apellidaba Choquehuanca. El nombre no lo recuerdo, aunque
mi padre lo sabía y me lo dijo. Fue enviado a Yungas, a otra propiedad de don
Isaac (…).
- ¿Esto sería más o
menos, en 1879, 1880…?
- Sí, cuando nació Franz. La muchacha se quedó entonces en
la casa de hacienda con él, y don Isaac no ocultó a nadie su unión con ella. (…)
Al darse cuenta que la muchacha ya había sido embarazada por
Choquehuanca, don Isaac, al principio se disgustó. Pero era una situación que
él mismo había creado, al romper el matrimonio de prueba. Después no solo
aceptó la situación, sino que se alegró mucho, como le relató a mi padre.
Pensó: “Esta es la ocasión única que puedo poner a prueba mis ideas, criar un
niño que sea 100% indio, con sangre de los constructores de Tiwanaku, pero con
las mejores condiciones de educación, higiene, salud, libre de todo complejo.
Así probaré a quienes desesperan de la sangre indígena, a qué alturas puede
llegar un hijo de esta raza si se le da la oportunidad”.
Don Isaac peleó por la muchacha y la tomó como a su esposa,
con todas las consideraciones. Para el nacimiento del chico le llevó médico,
matronas, una sirvienta para que la ayudara con los baños. Y desde el
nacimiento, llamó a la criatura como hijo suyo, le dio su apellido y el nombre
de Francisco…
- Que en realidad
sería Francisco Choquehuanca…
- Efectivamente, cosa que nunca se supo…
- ¿Y usted cree don
Max, que don Franz tuvo conciencia de esta situación?
- Yo creo que sí, por lo que me contaba uno de los amigos
más íntimos que tuvo, y que todavía vive en esta ciudad, don Claudio Zuazo,
joven radical como yo, en nuestros tiempos.
En cierta oportunidad estaba Tamayo con (Daniel) Salamanca y
Zuazo, y Tamayo, frente a un espejo dijo a Salamanca: “observe usted bien, yo
soy un indio aymara puro, como usted es un indio quechua. Mire mis pómulos, mi
tamaño, mi conformación. Usted es un quechua civilizado y educado, como yo”.
- Y esta revelación, ¿de
dónde la obtuvo, don Max?
- De mi padre. Había una gran amistad íntima entre ellos,
aunque mi padre era menor que don Isaac.
No hay comentarios:
Publicar un comentario