sábado, 4 de julio de 2015

Lector al sol

Para comerte mejor

El autor consagra a la nueva publicación de Giovanna Rivero, como uno de los mejores libros de cuentos escritos en el país en muchos años.



Sebastián Antezana 

Una buena noticia: Giovanna Rivero acaba de publicar con la editorial Sudaquia, de Estados Unidos, Para comerte mejor, un nuevo libro de cuentos que posiblemente sea su mejor incursión en el género hasta el momento.
¿Una noticia aún mejor? Si las cosas salen bien, este nuevo libro de Rivero podría ver la luz en nuestro país en algún momento próximo, lo que sería definitivamente bueno porque Para comerte mejor, más allá de su desempeño en el extranjero, merece tener un buen número de lectores bolivianos.
Como mucho de la obra de Rivero, la mayoría de los doce cuentos de este nuevo libro se dedican a trabajar desde distintos ángulos -acercamientos a la ciencia ficción, al realismo intimista, al impulso autobiográfico, a lo fantástico, a la historia y a la especulación- la figura de la familia, los vínculos sanguíneos, sociales y políticos que se cuecen en ese núcleo que es tanto un refugio, una guarida para el Yo frente a las corrientes inestables del mundo, como un terreno atravesado por la interacción de ese Yo con los Otros, al mismo tiempo siempre cercanos y extraños.

(Uno de los mayores méritos de la escritura de Rivero, en éste y otros libros, es la palpable permeabilización que consigue de las fronteras de lo individual y lo social, la constante deconstrucción que lleva a cabo de la esfera de lo privado y la de lo público, a nivel de voz narrativa, y su reformulación mediante un impulso capaz de sugerir un nuevo término: una especie de Yo compartido o común, una voz que es muchas a la vez y que encuentra en la sistemática partición de su individualidad algo parecido a una esencia o un destello. Así, no hay en estos cuentos una sola voz narrativa reconocible -aunque sí un estilo- sino una constelación que colabora a construir una especie de collage que en ocasiones termina siendo deslumbrante.)

Pleno de giros poéticos, cuidadas metáforas de largo alcance y referencias científicas, el lenguaje de estos cuentos, cuya elaborada construcción es uno de los grandes logros de Para comerte mejor, funciona como un mecanismo de referencialidad constante, un sistema de crisis y aperturas, un tejido que propone complejas vinculaciones con discursos literarios y extra literarios, enriqueciendo y complejizando así la tarea del lector, quien se ve sumergido en un terreno de múltiples capas, una zona meticulosamente estratificada que es también un espacio de cuestionamiento a buena parte de la narrativa boliviana contemporánea que, a nivel de construcción técnica de lenguaje, palidece frente a este libro. 
Así trabajados, son de los más destacados del conjunto cuentos como Humo (la entrañable historia de dos niños que juegan/laboran en la fábrica de chorizos de su familia hasta que uno de ellos desaparece); Yucu (un relato sobre un vampiro homicida situado en medio de la exuberancia de la selva beniana, que al equiparar “la ética salvaje” del paisaje con la del personaje central es admirablemente resuelto); El hombre de la pierna (narración que se concentra en una pareja latina imposibilitada de tener hijos, que viviendo en el Bronx conoce a un mendigo músico y con la pierna necrosada, al que ayuda y quien los ayuda en un gesto de mutuo desprendimiento); En el bosque (la historia de una madre y una hija que se esconden en un bosque, en mitad de una carretera, de un grupo de hombres al que temen, pero sobre todo un retrato doloroso y muy bien escrito sobre la responsabilidad -el miedo- y los alcances de la maternidad -el compromiso literario como el compromiso genético-).
Por otra parte, otros dos cuentos merecen una mención especial, pues son el punto más alto del libro. Pasó como un espíritu es un experimento arriesgado y hermoso de literatura política, una ensoñación postapocalíptica en la que Bolivia ha mutado en una especie de protectorado en el que la ritualidad andina -vuelta carta de Estado y religión- se ha exasperado y en el que el Gobierno se concentra en una sola autoridad, un personaje elevado al rango de dios-hecho-hombre al que se le ofrecen constantes sacrificios sexuales, a nombre de “la clamorosa continuidad del imperio”, y que lleva por nombre, sin ambages, Evo.
De la misma forma, Regreso, una especie de continuación del cuento anterior, mantiene la misma línea entre futurista y distópica al retratar a esa Bolivia especulada. En Regreso, figuras como la del mar recuperado, un gran imperio andino que se expande por el continente, un sometimiento que duró 500 años y otras, son todas evocaciones claras a la situación política nacional actual, aunque son aquí desplazadas y tratadas de forma solvente como elementos coherentes de este pequeño e intrigante universo que Rivero empieza a construir con este dúo de relatos.
La pequeña historia que se narra en Regreso -fácilmente emparentable con, por ejemplo, el universo planteado por Alison Spedding en De cuando en cuando Saturnina-, el ritmo que tiene y, sobre todo, lo que se despierta en la lectura mediante estas referencias a elementos tan tradicionalmente bolivianos, aquí desplazados a un futuro exasperado, consiguen una atmósfera de profunda innovación, un desafío tanto literario como político para el lector que, con seguridad, no quedará inmune. Porque el proyecto que aquí, sucintamente, se propone, estos dos cuentos, es de naturaleza profundamente alegórica y funciona como una máquina constante de denotaciones –detonaciones- y connotaciones, un sistema de referentes sobrecargados y capaces de cuestionar profundamente, e incluso empezar a replantear, desde la literatura, el complejo presente nacional.
Inevitablemente, como todo conjunto de cuentos, Para comerte mejor resulta a momentos desigual y es claro que hay en él historias buenas y menos buenas, pero en conjunto resulta uno de los libros de cuentos más solventes, arriesgados y notables de los últimos años -quizás, incluso, el libro se concrete como el punto más alto que Rivero ha conseguido hasta el momento en su carrera de cuentista.

En un momento en que en el país tenemos un importante número de autores de cierto renombre practicando el género con acierto -Aldo Medinaceli, Rodrigo Hasbún, Magela Baudoin, Fabiola Morales, Maximiliano Barrientos, Liliana Colanzi, Saúl Montaño, etc.-, este no es un logro menor sino una muy buena noticia. Para comerte mejor es un libro que merece ser leído, difundido y comentado por todos a quienes interese la literatura.

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