sábado, 18 de julio de 2015

La palabra teleférica

Corazón de dragón

Un comentario de la reciente producción documental del cineasta ítalo-boliviano Paolo Agazzi.

 
Una escena del filme Corazón de dragón. (Foto: Gustavo Soto)
Juan Pablo Piñeiro

El pasado 7 de julio se realizó en la Cinemateca Boliviana la premier de Corazón de dragón, el primer documental del reconocido director Paolo Agazzi.
Cuando terminó la película la mayoría de los asistentes se quedaron literalmente mudos y salieron de la sala en silencio, algunos porque se quedaron pensativos y otros porque se dejaron sobrepasar por la emoción y las lágrimas.
Y no es de extrañarse porque este documental tiene la virtud de interpelar profundamente al espectador ya que devela, sin recurrir en ningún momento al patetismo o la morbosidad, la situación de los niños que sufren de cáncer en el país. Obviamente este es un tema muy difícil de abordar y es este hecho el que hace de Corazón de dragón una gran apuesta ética y estética. 
La cinta narra la historia de diferentes niños del país como la de sus respectivas familias. El personaje principal es Sebastián, un niño que sufre de una extraña enfermedad: tiene un tumor en el corazón. Un tumor que le agranda el corazón.
Quizás por eso Sebastián es una persona luchadora y solidaria, que a través de sus habilidades para el origami, logra animar y dar fuerza a sus compañeros de sufrimiento. El origami se convierte entonces en una especie de faro en medio de la oscuridad y por lo mismo en el documental se transforma en el elemento estructurador de todas las historias.
De Paolo Agazzi aprendí muchas cosas y siempre le agradeceré la oportunidad que me dio, cuando yo era muy joven, de ingresar al mundo de la creación cinematográfica. En muchas conversaciones que tuvimos sobre el cine y sobre la crítica de cine, Paolo siempre resaltó que la manera ideal de abordar una obra de arte, especialmente cinematográfica, es analizando la ética y la estética de la misma. Lo fundamental, para él, es que ambas dimensiones de análisis se deben complementar y no pueden desligarse. En mi humilde experiencia creo que tiene toda la razón.
Bajo esta premisa creo que las dimensiones ética y estética de Corazón de dragón se complementan y están muy bien logradas. El elemento integrador de estas dimensiones es el origami.
En el nivel estético del documental el origami se convierte en el elemento estructurador de la historia porque permite transitar entre las diferentes experiencias de los niños retratados en la cinta. Además, el origami permite que el documental se nutra de técnicas distintas como la animación, lo cual es significativo porque en medio de la sordidez y las dificultades de las historias de vida, el origami representa aquello que los niños nunca pierden ante la enfermedad, la ilusión de jugar, de soñar y de ser felices.
En general el punto de vista se centra en las historias de vida de las familias antes de llegar al hospital, por lo mismo a los niños los vemos muy poco en su tránsito por el oncológico. El uso de la animación es muy importante porque permite al espectador la posibilidad de participar de la imaginación de los niños, en medio de la tragedia que representa enfermarse de cáncer, especialmente en nuestro país.
Otro de los logros importantes de Corazón de dragón, en el nivel, estético es la música. La composición de la misma estuvo dirigida con gran acierto por Alejandro Rivas, quién recibió la colaboración de varios músicos reconocidos del país como Vero Pérez, Vadik Barrón y Alfonseka entre otros.
Sin embargo, el mayor logro estético desde mi punto de vista está en la fotografía, la cual pertenece a Gustavo Soto. La cámara respeta en todo momento lo que podríamos denominar como “la intimidad del dolor”. Cuando la cámara ingresa al oncológico y muestra a los protagonistas, siempre lo hace a través de las ventanas de las habitaciones, desde afuera de las habitaciones, como un testigo silencioso que quiere mostrarlo todo sin caer en la morbosidad o el patetismo.
Este último detalle nos puede ayudar a entender mejor la dimensión ética de la obra pues el tema es muy difícil de retratar. ¿Cómo mostrar a estos niños sin caer en la tentación de la morbosidad? ¿Cómo lograr acercarse a ellos y a sus familias en momentos tan difíciles? ¿Cómo retratarlos en el sufrimiento y en la enfermedad?, y sobre todo, ¿cómo lograr construir un mensaje fuerte que permita repercutir en la sociedad para incentivar la solidaridad tanto de personas como de instituciones en favor de este sector tan desprotegido y abandonado?
Hace poco me contaron que muchas de las campañas que se realizan para ayudar a los niños con cáncer del país nunca llegan a sus beneficiarios. Esta clase de personas hacen que hasta los ladrones de bancos parezcan modelos éticos a seguir. ¿Con qué escrúpulos se pueden apropiar de fondos destinados a los que más sufren? ¿Será que entienden el daño que hacen? ¿Será que conocen la historia de vida y la lucha de estas familias por salir adelante?
Ante estas macabras preguntas uno valora aún más el trabajo de Agazzi y de su equipo. Creo que la única manera de retratar un tema tan fuerte es involucrarse plenamente en la vida de los personajes. Es decir construir una relación honesta y verdadera donde el realizador involucre también sus sentimientos.
Todos los miembros del equipo con los que pude conversar, como Sergio Medina o Jesús Rojas, se sintieron profundamente tocados por la relación con estos niños. Este es el valor ético de esta cinta: el punto de vista de sus realizadores. Y ese enfoque es el que permite que el documental en lugar de usar a sus protagonistas, genere un verdadero llamado de atención a nuestra sociedad en su conjunto.
Lo más lindo del documental es descubrir la valentía de estos niños. Es entender que ante los problemas verdaderamente graves, el ser humano apela a las fuerzas más puras que guarda en su interior, quizás sin saberlo.
Lo más fuerte del documental es saber que en muchas ocasiones estos niños son abandonados por sus propios padres y que en su lugar siempre hay una abuela, o una tía o una hermana que asume sin miedo el compromiso del amor.
Lo más duro del documental es entender que aunque hemos avanzado mucho como país, aún tenemos una deuda muy grande con los sectores más precarios y desprotegidos de la sociedad, y que en esto debemos trabajar todos juntos.
Corazón de dragón tendrá algunas funciones de beneficencia este mes en el eje troncal. El 30 de julio entrará en cartelera. Sinceramente les recomiendo no dejar de ir.


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