La aventura de vivir
Una lectura de Los afectos, la nueva novela de Rodrigo Hasbún recién editada en España y que tendrá una edición boliviana -El Cuervo- en las siguientes semanas.
Martín Zelaya Sánchez
Lo que a todas luces puede parecer una novela de aventuras o
al menos de predominio argumental, no lo es. Hans Ertl y su familia -su mujer
Aurelia y sus tres hijas Monika, Heidi y Trixi- llegan a Bolivia “expulsados”
por la decadente Alemania post Segunda Guerra Mundial. Es, entonces, una novela
de personajes.
“El futuro sucederá aquí, lo había escuchado decir varias
veces en los últimos días, Europa ha perdido la oportunidad, es el turno de
países como este”. (19)
El fotógrafo y cineasta -soñador, tozudo, egocéntrico-
mantiene a su familia a expensas de su utopía de turno, en este caso, hallar el
gran Paitití, y poco a poco mientras envejece, se conforma con una vida mundana
campestre, alejado de sus descendientes que enfrentan sus propias rutas, a cual
más distante.
El pretexto que Hasbún agarra para contar esta historia -esta
serie de historias, fuertemente ancladas en la intimidad mental y sentimental
de sus personajes, como acostumbra-: el destino “boliviano” de un camarógrafo
ligado al nazismo y de su hija que murió tras participar en las rebeliones post
Che Guevara, cumple uno de los preceptos más atractivos para el mercado
narrativo actual: novelar hechos reales de gente famosa o con vivencias
controversiales, llamativas, vendedoras.
Ojo, esto no quiere decir, bajo ningún punto de vista, que
el autor haya buscado un filón de oro para explotarlo en busca de réditos
fáciles. Simplemente hay que apuntarlo, y remarcar de inmediato que si Los afectos tuvo tanto éxito apenas vio
la luz -se editó en mayo en Random House, una de las más grandes editoriales
del mundo y ya se traduce a nueve idiomas- es por la ductilidad del estilo, el
asombroso poder de síntesis y el matiz tan apasionante y a la vez convincente con
que Hasbún reviste a sus personajes.
“¿No sentir nada es sentir algo? Llevas años preguntándotelo
y ahora, mientras entregas tus documentos, vuelve a suceder. Ninguna emoción,
ningún recuerdo: es la consigna ante cualquier instancia de control. Aferrarte
a una sola idea, a unas cuantas palabras, a esa pregunta que ha vuelto a
asomar…”. (116)
La narración se inicia en primera persona, en la voz de
Heidi quien a modo de introducir la trama, -pretexto, cuando lo que en realidad
importa son los diálogos y, más aún los pensamientos, deseos, intenciones de
cada personaje- describe a la vez a una Bolivia provinciana y folklórica.
“Me costaba entenderlo porque tenía un bollo de coca en la
boca, costumbre que compartía con sus compañeros. Chupaban las hojitas
durante horas, su jugo les daba
fortaleza”. (22)
Luego los planos narrativos, así como las tramas y
subtramas, se van intercalando. Trixi, la hermana menor y la que predomina como
voz motora; un narrador omnisciente e incluso Reinhard, amante de Monika, quien
interviene incidentalmente con una especie de recapitulación desde un futuro
mediato.
No es una novela de aventuras, dicho está, ni una reversión de la Guerrilla
del Che, ni mucho menos un relato que busque mostrar los avatares sociales y
políticos de la Bolivia de los años 50, 60 y 70; es ante todo el retrato de una
familia, como tal, y de cada uno de sus integrantes: Hans que mal maneja una
carrera prometedora y acaba como un viejo ermitaño; Monika la rebelde y audaz
con destino fatal; Heidi, la convencional madre y ama de casa y Trixi, la
solitaria inconforme.
“Me dije que era natural dejar de amar. Me dije que en
realidad lo que era poco natural era seguir amando”. (37)
En medio de este esquema hábilmente diseñado y resuelto con
picos muy altos (es admirable lo mucho que cuenta, lo bien que cuenta Hasbún en
tan pocas páginas) llama la atención el capítulo en el que se relata las
últimas horas de Inti Peredo y de un grupo de guerrilleros; si bien no
desentona del todo, ¿cuán necesario era para el libro?
Los afectos es una
novela de memoria e historia, de mentalidades y sentimientos, de personalidades
y relacionamientos humanos; de afectos propios y filiales, de afectos de pareja
y a la causa… a los ideales y al país.
“No es cierto que la memoria sea un lugar seguro. Ahí
también las cosas se desfiguran y se pierden. Ahí también terminamos
alejándonos de la gente que más amamos”. (134)
Una novela muy bien concebida, redactada y plasmada… sin
embargo, queda la sensación -por sus libros de cuentos y su estupenda El lugar del cuerpo- que Rodrigo Hasbún
puede -y dará- aún mucho más
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