Abandonando el barco
Reseña del más reciente cómic de Álvaro Ruilova, presentado hace pocos días en La Paz.
Mariana
Ruiz
Un
puñetazo en el estómago. Un jab a la mandíbula. Un knock-out en menos de 20 páginas. Eso es la última obra de cómic de
Álvaro Ruilova.
Mientras
los demás boxeadores del cómic nacional luchan por sacar obras largas o
finalizar historietas con un toque personal, Ruilova entra plenamente a una
categoría única. Con textos e imágenes propias y un argumento simple pero
efectivo, esta joyita arranca con el tema de los zombis y le da la vuelta, con
un twist elegante que deja al lector tirado sobre la lona, tratando de hacer replay mental y entender qué parte de la
historia es la que realmente le deja temblando.
Desde
The Walking Dead, (primero cómic y
luego adaptado a viral serie televisiva), estamos hasta la ceja de los no-vivientes.
Básicamente, el argumento central es la supervivencia: matar, huir, ser testigo
del horror, volver a matar, volver a huir.
Es
un argumento cíclico, de ratón atrapado en su laberinto. El ratón estará
desesperado, pero los creadores y consumidores de este género oscilamos entre
el interés y la apatía. En tema de zombis ya se ha visto todo: desde el milagro
genético que es Mila Jovovich en Resident
Evil, hasta las adaptaciones cómicas como Shaun of the Dead y Zombieland.
Hay
manuales de supervivencia y relatos de post-guerra. (Siendo el mejor el libro Zombie War de Max Brooks y la peor
película la adaptación que financió Brad Pitt). Hay sets de decoración,
desfiles en Halloween y despensas temáticas. Lo que no hay y Álvaro plantea es
una pregunta fundamental: ¿Qué pasa si la
idea es no sobrevivir? ¿Podríamos entregarnos? ¿Abandonar el barco sin pelear,
sin discutir?
Una
idea mística que va en contra del instinto, no solo de sobrevivir sino también
de proteger. Y que en imágenes resulta peor como planteamiento: una niña muere
de un balazo en la cabeza, a manos de un encapuchado, en la sexta página. (No
en vano el cómic sale recomendado para mayores de 15 años). Cuando el padre
desea tomar venganza, el encapuchado explica sus razones: los muertos están
dejando un mensaje que se puede captar en ondas de radio y mediante grabadoras.
Su hija le está agradecida, ya está con su mami, ya dejó este mundo.
Los
muertos vivientes obedecen a un mandato supremo, quieren llevarse a todos con
ellos, ayudarlos a morir. ¿Qué da más terror? ¿Sobrevivir a cualquier precio,
amputarse miembros del cuerpo si lo que te atenaza es una enfermedad, vivir
enchufado a una máquina con el cerebro muerto, o dejarse morir? ¿Pelear por mal
vivir, aferrarse a lo conocido? El no-morir como una máxima que no sabemos si
se sostiene sola, al menos en estas apocalípticas circunstancias.
¿Y
qué queda? ¿Honrar la muerte como una transición, nada más? ¿Aceptarla? El
protagonista escucha, y toma una decisión. Una decisión en contra del instinto,
con una escena final contundente y efectiva: no solo se trata de ir en contra
del deseo de sobrevivir, sino del proteger. Se cierra el telón, señoras y
señores. Se acaba la película. Y el planteamiento se queda dando vueltas,
acechando en la oscuridad, a la manera de los clásicos cuentistas del suspense,
como O. Henry, como Stephen King.
TuKiosko
Editorial se lanzó al mercado boliviano en 2013 con cómics de Walking Dead y
posteriormente de Marvel. No les ha ido mal, y ahora se animan, junto a Punto
Réflex, a lanzar un cómic nacional.
Álvaro
Ruilova publica poco y bien. Comenzó en 2001 con Cuentos de Cuculis, de Pesudo Gente Editores, una recuperación de
leyendas nacionales que, desde el terror, recreaba con gran talento narrativo
partidos en los que se juega el alma y monstruos que acechan en los tambos y
mercados. Ambas están presentes en España, gracias a la editorial Glénat.
Le
siguieron Primaria furiosa, con
Pseudo Gente editores; la colaboración para [•REC]
historias inéditas, editada en España; Los
cinco músicos, una colaboración en la revista Escape de La Razón, (que
todavía no sale compilada), y, finalmente, Periférica
Blvd., de editorial 3600, en colaboración con Susana Villegas y Óscar Zalles.
Ante
quienes critican que Abandonando el barco
es muy corta, no hay nada que decir. Álvaro es un narrador consumado que puede
resumir un argumento escalofriante en pocas pero efectivas viñetas. Si no me
creen, adelante: pasen al ring, lean la historieta, enfréntense al dilema… quédense
temblando.
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