domingo, 26 de julio de 2015

Etc.

Libreta de apuntes


Una nostálgica y romántica reivindicación de la vieja herramienta de periodistas y escritores que cada vez está en mayor peligro de extinción.



Carlos Decker-Molina

Como periodista de toda la vida tengo, sino guardadas, olvidadas varias libretas de apuntes. Algunas veces esa “libreta” era un papel que sacaba, con un poco de fuerza, de la máquina de escribir de mi colega Silvia Troyano justo cuando ella iba a iniciar la frase más importante de su crónica.
Silvia, como buena argentina, mentaba a mi madre, a la suya y a la de todos los colegas presentes y ausentes, mientras yo doblaba la hoja de papel en cuatro y hasta ocho veces y la hoja se convertía en una libreta de apuntes y dejaba la redacción camino a la calle donde se “cuecen las habas”.
En la radio se usa, pero, menos que en un diario. Sin embargo, mi pasión por las libretas de apuntes se reflejaba en la compra de una nueva, cada vez que se me encargaba una misión dentro o fuera de Suecia. Muchas de esas libretas están recicladas, pero algunas me quedan. En una de ellas hay un apunte que dice: “Buscar a Calígula”.
En los años 80 se comentaba en los círculos latinoamericanos que un eximió torturador de alguna policía secreta latinoamericana había logrado obtener refugio político en Suecia, y se decía que “vive en un  barrio de turcos”, no “es un barrio de asirios”. Me había propuesto entrevistarlo y la verdad que logré el objetivo, pero esa es otra historia.
Esta nota es sobre las libretas de apuntes y hay una o varias que me fascinan. Durante el renacimiento apareció un nuevo sistema de escritura que queda concretado cuándo Hamlet dice: “Yo soy el espíritu de mi padre. Condenado a una noche eterna …”. En una investigación sobre Hamlet que publicó el 2004  Shakespeare Quarterly, se concluye que Shakespeare fabricó su propia libreta de apuntes, cuyas hojas eran pergaminos cortados en dimensiones iguales a las del bolsillo, por eso tal vez el primer nombre de la libreta de apuntes fue libreta de bolsillo de donde se origina la palabra sueca plånbok que quiere decir billetera, pero esa es, también, otra historia.
Sigmund Freud, comparó la mente humana con el “wunderblock”. La mente es como una libreta de apuntes, parecida a la de Shakespeare que tenía hojas impregnadas de cera lo que permitía borrar y usar la hoja de nuevo, pero, al mismo tiempo se conservaba la vieja referencia. Freud decía que las sensaciones son recibidas por el consciente que luego las olvida, pero una sombra de esas sensaciones queda grabada en el subconsciente. Lo que queda escrito en una libreta de apuntes es la sombra del diálogo, es la palabra clave en la que se inicia el recuerdo.
Un “diario” escrito por un adolescente es una libreta de apuntes, en algunos casos, se convierte en “ayuda memoria” de donde nacen historias posibles de contar solo como literatura o poesía.
Pienso que el Nobel de Literatura, Patrik Modiano es uno de los más hábiles escritores en usar esos retazos escritos en alguna libreta vieja o abandonada. De hecho, en su última novela El horizonte, según sus editores, el personaje principal es una libreta de direcciones encontrada por casualidad.
En Suecia hay un dramaturgo, confieso que es mi preferido, Lars Noren que ha publicado dos volúmenes de más 1.700 páginas con apuntes sobre almuerzos de trabajo, reuniones de planificación teatral, chismes, enfermedades, recuerdos de noches apasionadas, divorcios, hijas y enamoramientos, pero también, criterios y análisis de la obra de sus colegas y de las suyas o de las actuaciones de sus artistas y de algunas “divas”. Cuando se publicaron sus apuntes diarios, que van desde el año 2000 al 2005 (el primer volumen y el de mayor éxito) dijo: “Y … ¿esto voy a publicar? ¿Cuántos amigos me quedarán?”.
Mis colegas de hoy no usan más las libretas de apuntes. Tienen el pad, las tabletas con libretas de apuntes cibernéticas, los teléfonos inteligentes, el Twitter que es como aquella nota que encontré casualmente: “Buscar a Calígula”.
Lo que me apena es que puede que la sombra de la que habla Freud desaparezca. Y esto se grafica muy bien en la última novela de Modiano cuando aparece una cita de las memorias de Stendhal, “La vida de Henri Brulard: no puedo devolver la realidad, lo que les ofrezco es solo una sombra”.
Esas sombras están en mis libretas de apuntes, por eso, me resisto a tirarlas.


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