Libreta de apuntes
Una nostálgica y romántica reivindicación de la vieja herramienta de periodistas y escritores que cada vez está en mayor peligro de extinción.
Carlos
Decker-Molina
Como
periodista de toda la vida tengo, sino guardadas, olvidadas varias libretas de
apuntes. Algunas veces esa “libreta” era un papel que sacaba, con un poco de
fuerza, de la máquina de escribir de mi colega Silvia Troyano justo cuando ella
iba a iniciar la frase más importante de su crónica.
Silvia,
como buena argentina, mentaba a mi madre, a la suya y a la de todos los colegas
presentes y ausentes, mientras yo doblaba la hoja de papel en cuatro y hasta
ocho veces y la hoja se convertía en una libreta de apuntes y dejaba la
redacción camino a la calle donde se “cuecen las habas”.
En
la radio se usa, pero, menos que en un diario. Sin embargo, mi pasión por las
libretas de apuntes se reflejaba en la compra de una nueva, cada vez que se me
encargaba una misión dentro o fuera de Suecia. Muchas de esas libretas están
recicladas, pero algunas me quedan. En una de ellas hay un apunte que dice:
“Buscar a Calígula”.
En
los años 80 se comentaba en los círculos latinoamericanos que un eximió
torturador de alguna policía secreta latinoamericana había logrado obtener
refugio político en Suecia, y se decía que “vive en un barrio de turcos”, no “es un barrio de
asirios”. Me había propuesto entrevistarlo y la verdad que logré el objetivo,
pero esa es otra historia.
Esta
nota es sobre las libretas de apuntes y hay una o varias que me fascinan.
Durante el renacimiento apareció un nuevo sistema de escritura que queda
concretado cuándo Hamlet dice: “Yo soy el espíritu de mi padre. Condenado a una
noche eterna …”. En una investigación sobre Hamlet que publicó el 2004 Shakespeare Quarterly, se concluye que Shakespeare
fabricó su propia libreta de apuntes, cuyas hojas eran pergaminos cortados en
dimensiones iguales a las del bolsillo, por eso tal vez el primer nombre de la
libreta de apuntes fue libreta de bolsillo de donde se origina la palabra sueca
plånbok que quiere decir billetera,
pero esa es, también, otra historia.
Sigmund
Freud, comparó la mente humana con el “wunderblock”. La mente es como una
libreta de apuntes, parecida a la de Shakespeare que tenía hojas impregnadas de
cera lo que permitía borrar y usar la hoja de nuevo, pero, al mismo tiempo se
conservaba la vieja referencia. Freud decía que las sensaciones son recibidas
por el consciente que luego las olvida, pero una sombra de esas sensaciones
queda grabada en el subconsciente. Lo que queda escrito en una libreta de
apuntes es la sombra del diálogo, es la palabra clave en la que se inicia el
recuerdo.
Un
“diario” escrito por un adolescente es una libreta de apuntes, en algunos
casos, se convierte en “ayuda memoria” de donde nacen historias posibles de
contar solo como literatura o poesía.
Pienso
que el Nobel de Literatura, Patrik Modiano es uno de los más hábiles escritores
en usar esos retazos escritos en alguna libreta vieja o abandonada. De hecho, en
su última novela El horizonte, según
sus editores, el personaje principal es una libreta de direcciones encontrada
por casualidad.
En
Suecia hay un dramaturgo, confieso que es mi preferido, Lars Noren que ha
publicado dos volúmenes de más 1.700 páginas con apuntes sobre almuerzos de
trabajo, reuniones de planificación teatral, chismes, enfermedades, recuerdos
de noches apasionadas, divorcios, hijas y enamoramientos, pero también,
criterios y análisis de la obra de sus colegas y de las suyas o de las
actuaciones de sus artistas y de algunas “divas”. Cuando se publicaron sus
apuntes diarios, que van desde el año 2000 al 2005 (el primer volumen y el de
mayor éxito) dijo: “Y … ¿esto voy a publicar? ¿Cuántos amigos me quedarán?”.
Mis
colegas de hoy no usan más las libretas de apuntes. Tienen el pad, las tabletas
con libretas de apuntes cibernéticas, los teléfonos inteligentes, el Twitter
que es como aquella nota que encontré casualmente: “Buscar a Calígula”.
Lo
que me apena es que puede que la sombra de la que habla Freud desaparezca. Y
esto se grafica muy bien en la última novela de Modiano cuando aparece una cita
de las memorias de Stendhal, “La vida de Henri Brulard: no puedo devolver la
realidad, lo que les ofrezco es solo una sombra”.
Esas
sombras están en mis libretas de apuntes, por eso, me resisto a tirarlas.
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