Gustavo Lara: en memoria del maestro
Cuatro evocaciones, semblanzas, facetas y tributos al
destacado artista plástico recientemente fallecido.
De Miss Carangas y el fútbol boliviano
Martín Zelaya Sánchez
I
A fines de 2006, con aún muy escaso bagaje en el
periodismo cultural, conseguí una entrevista exclusiva con don Gustavo Lara
quien me invitó a un café en su departamento donde, entre sus lienzos, paletas
y decenas de bocetos a lápiz desperdigados por doquier, me obsequió una extensa
y amena conversación.
Al salir -no recuerdo ya el motivo de la cita- me
presentó a su hijo Fabricio, talentoso artista también, y me sorprendió
obsequiándome la fotografía de un trabajo suyo, uno de los más bellos: Miss Carangas, un óleo sobre tela, según
se lee de su puño y letra en la cartulina.
II
Desde entonces, el maestro nunca me retaceó algunos
minutos para consultas, breves entrevistas o hasta consejos sobre arte, siempre
desde su acogedora buhardilla en Sopocachi, y a veces incluso por teléfono.
No olvidaré nunca un día en el que me sorprendió con
un increíble motivo: había escrito un texto en defensa del derecho de los
bolivianos a jugar fútbol en la altura, e incluso había alterado uno de sus
propios cuadros para parodiar a la FIFA, poniendo a grotescos cuerpos, los rostros
de los mandamases del balompié mundial (ver nota adjunta).
III
A mediados del año pasado, un proyecto de corte
literario nos llevó a tocar las puertas de la Fundación Cultural del Banco
Central de Bolivia. Mientras exponíamos nuestro caso ante los consejeros, don
Gustavo, uno de los más experimentados y respetados de la mesa, no perdió el
tiempo y trazó, no pudo ser en más de 10 minutos, un retrato de los
solicitantes: de izquierda a derecha, Martín Zelaya, Alfonso Hinojosa y Marco
Montellano.
“¿Qué tal… verdad que se parecen?”, nos dijo al
despedirnos, mientras me entregaba la hoja, sonreía y festejaba su ocurrencia
con sus compañeros… cual niño que acaba de cometer una travesura.
A tiempo de atesorar aquel inesperado obsequio, ese
día entendí qué era eso tan especial e indescifrable que caracteriza el arte de
Lara: la alegría, el compromiso y la ternura a toda prueba.
Transcribo, entonces, aquel alegato de don Gustavo,
por la libertad.
Fútbol, arte y cultura
Señores:
Joseph Blatter y Julio Grondona
Presidente y vicepresidente de la FIFA
Zúrich
Distinguidos señores
Una visión amplia que considere al fútbol como parte
gravitante en el desarrollo físico, moral y espiritual necesariamente debe
tomar en cuenta la participación de los pueblos, en su conjunto, de los cinco
continentes del planeta. Debe entenderlo como gestor gravitante para armonizar
el entendimiento de millones de seres humanos que asisten a los campos
deportivos, que escuchan radio y que ven televisión, que no son entes inermes y
pasivos, que son actores fundamentales en la vida de todos los pueblos.
Una noche de 1991, a 3.706 msnm, jugaron el local,
subcampeón de Bolivia, San José, y el campeón de Brasil, Sao Paulo, en el
estadio Jesús Bermúdez de Oruro, que rebalsaba de hinchada. Pese al clima seco,
ligeramente frío, fue toda una fiesta, ¿el resultado? San José 0 - Sao Paulo 3.
El encuentro de retorno, semanas después, acabó 1 a 1, un meritorio empate en
un clima tórrido y sofocante para los andinos.
Señores Blatter y Grondona, el fútbol no sólo es un
juego de 11 contra 11, también juegan millones desde las tribunas con el
sentimiento más profundo. Se emocionan, vibran, viven con cada jugada o gambeta
del equipo favorito, goool es un grito a veces alarido, a veces llanto, expresión
espontánea, derecho humano que no se puede castrar en los Andes, valles o
trópicos.
El estremecimiento colectivo que provoca el fútbol, en
su propia y tan singular dimensión, provoca emociones tan fuertes y valederas
como la música, el cine, el teatro, las artes plásticas y todas las
manifestaciones creativas del ser humano, que no son cuantificables porque son
demostraciones inconmensurables del alma.
Señor Blatter, señor Grondona, no apaguen el sueño y
la ilusión de millones. No se carguen una mancha oscura sobre los hombros. Por
el contrario, les invito a evitar una injusticia e irse dignamente, con el
canto de Pavarotti, a una visita a los museos de arte en Europa, o a conocer
los hermosos Tiwanaku y Machu Picchu por estos lados.
Gustavo Lara
Artista plástico
Hincha de San José
PD. La FIFA lanzó al vacó una bola de nieve que puede
convertirse en una inmensa montaña tan alta como el Sajama, el Aconcagua o el
Illimani. Como artista me he sentido tentado de expresarme con el lenguaje que
manejo e incorporar una imagen para ilustrar esta breve carta.
--
Memoria mínima
Benjamín Chávez
A tan pocos días del fallecimiento de Gustavo Lara y a
tres años del de Raúl, su hermano menor, quiero, a modo de mínima memoria,
compartir un breve recuerdo, uno solo, de entre tantos otros, que los implica
entrañables.
En algún momento de la segunda mitad de la década de
1990, escribí este poema:
Flash
Hay una pared en lo profundo
donde la luz se despedaza.
Digno fondo para retratos metálicos
que beberán en silencio
del bebedero astral
de gardenias enfiladas al abismo.
En otro tiempo
la pared en lo profundo
habría servido para deslumbrar.
Ahora
soporta, creo
el desgarro
la impiedad
el peso insospechado
de toda la desmesura de la noche.
El vertiginoso paso de los días
la derrumba lentamente
escrupulosamente.
En otro tiempo
este poema
habría podido llamarse
relámpago de magnesio.
El poema fue escrito en Oruro a altas horas de una
noche otoñal, como consecuencia directa de una conversación con Gustavo y Raúl
Lara. Hasta hacía poco, aproximadamente la una de la mañana, habíamos estado
con varios amigos en una divertida reunión en casa del poeta y pintor René
Antezana, en las cercanías del cerro Luricancho.
Al final de la reunión, los tres nos fuimos caminando
por la calle Murguía en dirección al este. Llegamos al colegio Bolívar y desde
allí divisamos la pared de piedra ocre de la estación del ferrocarril que
interrumpe la mencionada calle unas cinco cuadras más abajo (de allí eso de Hay
una pared en lo profundo que abre el poema).
Caminamos lentamente hacia ella y hablamos de su color
(de día y de noche), de las doradas épocas del ferrocarril, de la nostalgia por
ciertos personajes del pasado, de la piedra, de la ciudad de Oruro en la época
de la niñez de los hermanos Lara, de la posibilidad de pintar esa pared en
algún cuadro o nombrarla en algún poema…
Hablamos también del olvido y de la muerte (las
gardenias enfiladas al abismo). Pero todo lo hacíamos desde la alegría, y el
tono de las fases traía contagiado un cierto aire filosóficamente optimista.
El poema resultó francamente melancólico y se publicó
en mi poemario Santo sin devoción en
el año 2000, pero quizás en aquella noche, como en todos los otros días,
Gustavo, Raúl y yo, fuimos amigos porque, a pesar de todo, siempre nos unió una
profunda e irrenunciable alegría de vivir.
--
Gustavo retornó a Oruro
Alfredo La Placa
GUSTAVO LARA munido de silencio retornó a ORURO
entraña de su ser, forjado como un fulgurante cristal de múltiples
aristas. Perfiles que él perpetuó en
greda, metal, pigmentos.
Ojos habituados a escudriñar y plasmar en vigorosas
síntesis paisajes y personajes de su prolífica obra.
Maestro de sus hermanos, caudal inagotable de re-cursos
y secretos del oficio, generoso e ilimitado.
Son otros los espacios que el MAESTRO LARA, ahora en
el último tránsito, escudriñará con la misma acuciosidad que en vida.
--
Mermeladas caseras, colores, mezclas y texturas
Homero Carvalho Oliva
Conocí a Gustavo Lara en el año 1994, estaba junto a
su hermano Raúl y pese a que Gustavo era mayor parecían mellizos. Me impresionó
el cariño que le profesaba a Raúl y a todos sus hermanos, en especial a uno que
había desaparecido en la dictadura militar de la Argentina, también pintor. Los
Lara son una dinastía de artistas plásticos.
Lo volví a encontrar en la Fundación Cultural del
Banco Central de Bolivia en septiembre de 2012. Me designaron consejero de esta
institución y Gustavo ya lo era; nuevamente pude disfrutar de su humor, de su
sabiduría que compartía con todos y de su caballerosidad.
Gustavo era un gentleman
de esos que ya no existen. Era un hombre que había emigrado del campo a la
ciudad de Oruro, de allí a la Argentina y sin embargo nunca perdió sus raíces,
tanto que cuando se presentaba la oportunidad hablaba en quechua.
En calidad de consejero de la FC-BCB viajo a La Paz
todas las semanas y como llegaba temprano, a las 7:30 de la mañana, me bajaba a
desayunar al departamento de Gustavo.
Allí, en el quinto piso del edificio Santa Isabel me
esperaba con una taza de té caliente, marraquetas crocantes, queso collana
fresco y mermeladas caseras. Antes de irnos a la reunión ordinaria conversábamos
de literatura y arte… para mí era un placer escucharlo hablar de colores, de
formas, de mezclas, de luces y sombras, de texturas…Gustavo era un sabio y ya
lo extraño.
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