jueves, 5 de junio de 2014

El último mestizo

A partir de los colores de un pájaro


Un capítulo más de la bitácora diaria del autor, que esta vez se la pasa entre la contemplación de dos alkamaris y las tribulaciones del padrón  biométrico.



Manuel Vargas

1. Este es el bello título de un ensayo antropológico de Verónica Cereceda, chilena si no me equivoco. El pájaro es el alkamari, que habita en el altiplano boliviano; sus colores no vienen de la selva, sino quién sabe, de las blancas nieves de la cordillera real y de sus cuevas. Entre blanco, negro y gris. ¿Por qué me presté este título para mi artículo? Porque me gusta.

2. Hace frío en La Paz. Ya han pasado las lluvias y es difícil encontrar una nube en este cielo tan azul, orgullo de los paceños. Sin embargo, por la mañana, si me voy a mirar desde la ventana de mi cocina, puedo adivinar el centro de la ciudad por una nube amarilla de smog que va asomando de derecha a izquierda. Nube que todos quienes habitan en el centro no pueden ver, pues viven dentro de ella. Le conté de mi visión a una amiga que vive por Sopocachi y casi no lo quería creer, y ya no se sintió tan contenta de habitar este bello mundo. Cosas que ocurren en todas las ciudades, de medianas a grandes.
Si me voy a mirar, en cambio, por la ventana de mi biblioteca, puedo observar, cada mañana sin falta, un par de alkamaris de cierta edad, esperando los primeros rayos del sol invernal, posados en el techo de la casa vecina. Nunca en el techo de mi casa porque yo la habito y les molesto. Se posan en el techo de la otra, porque casi nunca está habitada. Inclusive, ya entrada la mañana, se ponen a pelear con sus figuras en el espejo de una de las ventanas.
Hace un año no hacían eso, ni siquiera paraban en el susodicho techo, sino que cruzaban de aquí para allá, incluso los vi en el vivo suelo junto a una ovejitas. Seguro que no les mezquinaban el pasto, sino que buscaban en el suelo algunos bichitos para alimentarse. Me acerqué esa vez para tomarles una foto, pero escaparon y sólo quedaron las ovejas.
En cambio ahora, en el techo, están a pocos metros de mí (salgo incluso al patio y no se dan por aludidos) y ya no he pensado en tomarles fotos. ¿Para qué si los tengo siempre firmes a mi lado?
A veces veo un alkamari más, de plumas relucientes y más definidas en su blanco-negro-blanco-negro, pero nunca los he visto juntos a los tres. ¿O es que uno de los dos se vuelve en ciertas horas más joven? Porque, realmente, los dos que veo siempre ya están viejitos, quién sabe cuándo se morirán y ya no podré verlos más que en mis sueños.
No describiré cultural ni anatómicamente a estos pájaros. Me basta con decirles que Verónica Cereceda hace un bello estudio relacionado con los mitos andinos, y por lo tanto, estos mis bellos y tranquilos vecinos no son agua de borraja. 

3. A propósito de ovejas, mi vecina del otro lado de mi casa es su dueña. Yo le pedí que me vendiera unas dos bolsas de abono de oveja para alimentar a mis plantas. Lo hizo, el invierno pasado. Mezclé dicho abono en dos de mis macetas, y de pronto, comenzaron a aparecer mosquitos y más mosquitos de la tierra preparada.
No había duda, el abono de oveja estaba lleno de unos gusanitos que se volvían moscos. Eché la tierra al jardín, la revisé bien y volví a ponerla a mis macetas. Seguían los gusanos reproduciéndose. Decidí entonces sacarlas por un tiempo al aire libre, es decir, fuera de las habitaciones.
El asunto quedó solucionado: durante más de una semana, los pájaros (¡no los alkamaris, que están para menesteres más importantes!) se ocuparon de la limpieza que yo no pude realizar. Escarbaron y escarbaros la tierra de mis macetas hasta no dejar un solo gusano. Lo he comprobado, ahora están en mi sala y han desaparecido los indeseables y nada limpios bichitos blancos. Estimados seres humanos, aprendan de este ejemplo del equilibrio de la naturaleza.

4. El otro día fui a reinscribirme en el biométrico. Ya habrán notado, me cambié de domicilio. Fue al inicio de las colas, ¡de las  que me salvé! Las máquinas estaban ya viejas y hacían tardar bastante, quién sabe no tanto como ahora. Me preguntaron si mi casa estaba cerca de un río. Me pareció interesante la pregunta, con mi respuesta no creo que alguien saque un rédito político. Les dije que sí, que mi casa estaba cerca de un río seco.
También me hicieron otra pregunta. Si me identificaba con algún pueblo indígena. ¿Me estaban censando truchamente o qué? Me pareció fuera de foco esa pregunta. No sé si a estas alturas del biométrico siguen haciéndola en el resto del país, habida cuenta de que las colas ya están de buen tamaño.
Lo del río me parece simpático. ¿Pero qué quieren saber, quiénes quieren saber si me gustan los aymaras o los weehnayek? Porque ahora nada es inocente, yo ya estoy bastante mayorcito para caer en nuevas estrategias envolventes. Les iba a decir que todos me gustaban, que me identificaba con los negros y los blancos, con los oscuros y los pálidos y los cobrizos… He aquí, señores, por qué las colas en el biométrico son interminables.

5. Ayer recibí un mensaje equivocado por el MSM (¿o es SMS?) de mi celular. Ese mensaje lo dice todo. Es una joya literaria y (así como ocurre a partir de los colores de un pájaro) de su análisis se puede colegir la realidad del mundo presente y futuro. Lo transcribo a continuación:
“Mari t cuento q el luis sea alsado una bolsa se chamarras para chicas y chicos”.
No pone el nombre del emisor. Se supone que es una mujer (cáiganme todas las críticas y burlas de los/las luchadores/as contra el sexismo).
¿Va mi anónima mensajera con el chisme a la Mary? ¿Quién es el Luis? ¿Un empleaducho o el enamorado de alguna de ellas? ¿Un ratero o un chistoso? ¿Trabajan todos los involucrados en una tienda o en una fábrica de chamarras? ¿O son chamarras de segunda mano, pero americanas? ¿O truchas, como todo en nuestro Estado Plurinacional?
¿Por qué esa especificación “para chicas y chicos”? ¿Influencia del lenguaje usado en la propaganda televisiva y radial? ¿Se impondrá este lenguaje directo y descuidado en nuestro idioma tan brillante y esplendoroso? ¿Ya se ha impuesto? ¿Refleja el nivel cultural de nuestras nuevas generaciones de ciudadanos/as? ¿Y sus oficios y sus preocupaciones y su nivel moral e intelectual?
Este mensaje destinado al abismo negro del vacío del universo, ha llegado a mi celular y me ha complicado la vida. A partir de esta revelación, no me queda más que repetir, con el romántico poeta de las rimas y leyendas: Hoy creo en Dios. 

Y ya, no me vuelvan a preguntar por favor, con qué pueblo indígena me identifico. 

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