Entre la Ciudad de los Anillos y Samaipata
Paura Rodríguez Leytón
Allí todos los verdes son posibles, como el que de tan
tupido parece negro, o el que de tan profundo se convierte en morado y luego se
torna naranja o deriva en rojo. Esta gran maraña de verdes y todas sus
texturas, envuelve el Fuerte de Samaipata.
Allí, justo frente a la gran piedra, ese enorme cuerpo
monolítico que reposa silencioso como un manso animal dormido y que en términos
arqueológicos es considerado el mayor petroglifo del mundo, los poetas que
participaron en el I Encuentro de Poesía en la Ciudad de los Anillos, leyeron
sus versos. En la mayoría de los casos, sus voces se confundieron con el viento
y así nació un mágico diálogo.
En realidad este diálogo comenzó el 27 de mayo, en Santa
Cruz de la Sierra, la ciudad de los anillos, cuando se inició el encuentro que
reunió a 30 poetas que durante cinco jornadas compartieron su producción
literaria y entablaron lazos de amistad. Esta actividad fue una de las más
importantes de la XV Feria Internacional del Libro de Santa Cruz.
La presencia de los invitados internacionales: Roberto
Reséndiz Carmona de México, Carlos Aldazábal de Argentina, René Figueroa de El
Salvador, Camila Charry de Colombia y
Lucas Viriato de Brasil dio al evento una mirada amplia y la posibilidad de
comprender lo que actualmente se escribe en Latinoamérica.
Entre los invitados de países vecinos la figura estelar fue
Ernesto Cardenal, que inauguró el encuentro el miércoles 28, con una lectura
que duró casi una hora. Antes de leer cada poema, dio alguna referencia al
público de distintos episodios de su vida; así Cardenal mencionó su tiempo en
un monasterio trapense, su vida política en Nicaragua y sus impresiones del
archipiélago de Solentiname. Su lectura transcurrió frente a un público
numeroso que asistió a verlo y luego de escucharlo en silencio, aplaudió
largamente para despedirlo.
Quienes asistieron a escuchar las cuatro noches de lecturas
y presentaciones de libros de poesía, también pudieron apreciar una amplia
variedad de voces y generaciones de poetas bolivianos, desde los nacidos en los
años 40, como Aníbal Crespo y Matilde Casazola, hasta los más jóvenes como
Pablo Carbone, Pamela Romano y Claudia Vaca, nacidos en los 80.
En cada velada, hubo poetas que además de leer sus versos
los cantaron, como el argentino Carlos Aldazábal. La acogida del público
demostró que la poesía tiene un espacio importante, puesto que además de
asistir a las lecturas, compró poemarios en los stands de las editoriales que
publican el género.
En los espacios informales de diálogo, como las sobremesas y
el paseo a La Rinconada -donde los poetas mostraron al niño que son-, flotaron
las conversaciones y reflexiones sobre la importancia de acercar la poesía a la
gente.
Para Roberto Reséndiz, creador de un encuentro poético en
México, la única forma de mejorar la calidad de vida de las personas es
mediante la educación y la cultura y una de las formas de sensibilizar al ser
humano es acercándolo a la poesía.
Pero la poesía no sólo nos acerca entre nosotros, sino que
también nos liga con la naturaleza, con la historia, con nuestro pasado, con
nosotros mismos y con las cosas que no tienen explicación, como la presencia de
esa enorme roca que descansa en Samaipata y que recibió atentamente cada uno de
los versos que los poetas le ofrendaron, el día de la clausura del encuentro,
el sábado 31, cuando todos viajaron hasta esa zona del valle cruceño para
despedir el encuentro.
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Por los pasillos de la Feria del Libro
Martín Zelaya Sánchez
El surazo volvió a jugarle una mala pasada a la Feria
Internacional del Libro de Santa Cruz pero, como en otros años, ello no impidió
el éxito de la fiesta de los libros, aunque en este caso, quizás es más
apropiado hablar de la fiesta de los escritores, y de la poesía.
Luego de unos primeros días gélidos -según varios
testimonios, también los más modestos en afluencia de gente, ventas y
actividades culturales- lo fuerte de la XV versión del evento empezó a notarse
a partir de la segunda semana.
Si de libros se trata, hay un buen manojo que merecen
destacarse, pero antes hay que advertir que editores, libreros, autores y,
sobre todo, lectores coincidieron -comentando por los pasillos de la feria- en
que, como pocas veces antes las casas editoras nacionales no se esforzaron por
preparar ofertas y lanzamientos atractivos, y las librerías que importan libros
tampoco estuvieron a la altura, a pesar de que la Ley del Libro aprobada el año
pasado permite un interesante descuento arancelario
Dicho esto, hay que mencionar a 15 libros “imprescindibles” para
cualquier visitante de la feria con unos pesos encima y un variado gusto de
lecturas: Cartas para entender la
historia de Bolivia, de Mariano Baptista Gumucio; Los faroleros, de Wolfango Montes; La composición de la sal, de Magela Baudoin; Bolivia, de Homero Carvalho; Domingos
por la tarde, selección de cuentos de fútbol boliviano, de Ricardo Bajo; El espíritu de la palabra, de Gigia
Talarico, e Iris y Desapariciones, de Edmundo Paz Soldán.
Los otros ocho son las reediciones y antologías de la
colección Biblioteca Plurinacional presentada por el Ministerio de Culturas
(ver la nota de LetraSiete del pasado jueves 22 de mayo: http://letrasietebolivia.blogspot.com/2014/05/nota-de-apertura_22.html)
Pero como quedó ya dicho, lo fuerte, lo resaltable de la
feria fue la parte humana: la nutrida y militante participación de escritores y
académicos: no sólo para lecturas, presentaciones o conversatorios, sino para
hacer fuerza, apoyar a la causa asistiendo casi cada día, paseando por salas,
pasillos, comprando libros, conversando con la gente…
Otro punto alto es la organización: logística impecable,
buen trato a los invitados (más de una docena de poetas de diferentes regiones
de Bolivia y una media docena del exterior, entre otros), y una nutrida agenda
de actividades para niños y adultos.
Por los pasillos de la feria, además de reconocerse en
diferentes aspectos la buena gestión de la Cámara Departamental del Libro, se
destacó ante todo la labor incansable de Sara Mansilla, su vicepresidenta, gestora
cultural, amante de los libros y autora de la exitosa saga infantil Benjamín, que a la fecha presume de la
impresionante cifra de 40.000 ejemplares vendidos.
Con alta y bajas, avances y pendientes, ni el frío, la
humedad o la lluvia impidieron, a fin de cuentas, que la fiesta literaria
culmine con éxito, el pasado domingo, con la presencia ni más ni menos, que de
Edmundo Paz Soldán, el escritor boliviano más reconocido en el mundo, que
también se dio el gusto de caminar por los pasillos de la feria.
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