lunes, 12 de diciembre de 2016

Obituario

Julia Elena Fortún, una mujer para recordar

Un homenaje a la memoria de la destacada gestora cultural recientemente fallecida.



Beatriz Rossells

En la noche del 5 de diciembre murió Julia Elena Fortún (Sucre, 1926). En estos tiempos en que un tema de discusión permanente es la reivindicación de la mujer, he aquí una que sentó precedentes en su vida privada y pública, entre las décadas de 1950 a 1990, fundamentalmente en el campo de la cultura.
Pocos la recuerdan hoy, pues en este país es frecuente el olvido de las personalidades que construyen, más aun si esta obra atañe a la identidad espiritual de nuestro pueblo.
Formada inicialmente en la enseñanza de la música, tomó más tarde cursos de antropología, historia primitiva, etnomúsica, folklore y otras especialidades tanto en Bolivia como en otros países, formación que la habilitó plenamente para realizar investigaciones sobre diversas temáticas, de las cuales resultaron algunos libros clásicos como La Navidad en Bolivia (1956) y La danza de los diablos (1961). Su última investigación que no pudo terminar debido a un accidente vascular, era fundamental para nuestros días: Reeducación alimentaria contra la malnutrición en Bolivia.
Pero Julia Elena Fortún no fue solo una destacada investigadora. Desde sus primeros años tuvo el ansia de crear, innovar y transformar; así, se hizo cargo del Departamento de Folklore del Ministerio de Educación (1954) espacio desde el cual inició una serie interminable de actividades, ampliándolo primero a Departamento de Arqueología, Etnografía y Folklore en 1956 y luego a Dirección Nacional de Antropología en 1962. Fue incansable en la organización de exposiciones de trajes típicos, cursos de temporada de cultura boliviana, exposiciones-venta de arte popular, entre otras iniciativas.
Fue una gestora cultural nata en lo creativo e institucional. Consideraba que en lugar de fomentar actividades efímeras era imprescindible alentar actividades planificadas para formar personal especializado. Así, inició el Museo Nacional de Arte Popular (hoy Museo Nacional de Etnografía y Folklore) en 1962, el Mercado Artesanal de San Francisco, el Instituto Nacional de Estudios Lingüísticos de Idiomas Nativos (1964), la Escuela Nacional de Folklore, el Ballet Folklórico Nacional, el Taller de Teatro, el Teatro Colectivo, y otros.
Desde la posición oficial que ocupaba y el conocimiento especializado que adquirió en estos campos, participó en múltiples reuniones internacionales en el período de gestación de las normativas internacionales de protección del patrimonio cultural de la humanidad, tema que ahora es moneda corriente para los ciudadanos.
Su máxima aspiración en torno al desarrollo cultural en el país se cumplió al crear el Instituto Boliviano de Cultura (1975) con las respectivas políticas culturales. La institución aglutinaba a todas las disciplinas artísticas y museos en torno a cinco institutos especializados. Fue una época de oro, breve, de carencias económicas y falta de atención oficial (funcionaba no en un palacio sino en la parte posterior de un restaurante chino) y su vida fue cortada por el golpe de 1980.
El célebre director del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Gunnar Mendoza acuñó el término “héroe cultural” para las personalidades bolivianas que crean obras trascendentales; él mismo lo fue con la organización de ese repositorio. Hoy, a la distancia, sin retaceos ni mezquindades, podemos reconocer en Julia Elena Fortún como ese tipo de personalidad que hace tanta falta en este país: una creadora de instituciones que fomentan la cultura.
Su nombre y sus actividades están ligados a otro período de oro, olvidado, pues pensamos que solo lo que ocurre en el presente es importante y que lo acabamos de inventar; mas no así lo pasado. Me refiero al grupo de intelectuales que colaboró en la excelente revista Khana: los Mesa Gisbert, Carlos Ponce Sanginés, Augusto Céspedes, Yolanda Bedregal, Raúl Botelho Gozálvez  y muchos más. Entre ellos, estas mujeres sobresalieron pese a que recién en 1952 tuvieron derecho a votar.

Que la memoria de Julia Elena Fortún sea guardada en las instituciones culturales que tanto deben a los antecesores que dieron buena parte de su vida a la formación de lo que hoy existe. Ojalá que los actuales funcionarios de la administración cultural del Estado, especialmente del Museo Nacional de Etnografía y Folklore sepan que fue una mujer la que dio vida a esa institución, pues en el acto de homenaje organizado en su honor, brillaron por su ausencia.

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