lunes, 12 de diciembre de 2016

El chicuelo dice

Agüita

Ni el Chicuelo, ni la Ovejita Literaria, ni la Florecita Rockera se quedan impávidos ante la crisis del agua.




Wilmer Urrelo 


“Sale de mí una agüita amarilla cálida y tibia”.
Mi agüita amarilla, Toreros muertos y Molotov [también].


Agüita. Agüita de colores. Agüita de limón. Agüita de mar. O agüita amarilla, cálida y tibia, como pasó en la Guerra del Chaco. Agüita transparente y llena de bacterias. O bien agüita bendita, de la que hay en las iglesias y que deberían prohibir porque estamos en una emergencia y toda agüita nos sirve ahora, incluso esa.
También está (o estaba) esa agüita que hace que el Chicuelo despierte por las mañana, esa agüita que caía de una ducha Lorenzetti y que lo reconciliaba con la vida y con todos sus rencores (que son muchos). O qué tal esa agüita que inunda las casas y que se lleva consigo la niñez. No importa: esa agüita del diluvio universal es la que todo el mundo quiere ahora. Comenzando por un blanquiñoso y terminando con el Brayan, habitante este último de una Villa y que tiene pinta de pandillero. Es esa agüita jodidamente democratizante.
-Y mirá que yo quería el fin del mundo, pero no así -se rasca la cabeza el pequeño blasfemo.  
-¿No sería mejor una bomba atómica? -dice la Ovejita Literaria-. Y ¡zas!, se acabó el tema de la agüita.
Y con eso también se terminarían las bacterias y mi ducha inexistente, porque sépanlo que sin ducha yo soy como un millonario sin plata, como un cura sin un niño a quien darle todo su amor: o sea, mi agüita lo es todo, es lo único que vale la pena en este mundo. (Luego de vos, Florecita Rockera, por supuesto).
Después de ella y mi agüita vienen los libros. Pero volvamos: agüita que cae del cielo, agüita de la cisterna, agüita de amor, agüita caminando de puntitas por tu desnudez, Florecita Rockera, o agüita quitando tu sed, y el pequeño niño blasfemo diciendo:
-Será la agüita que le invitaste una vez, ¿te acuerdas?
No… digo sí, esa agüita que bajó por su garganta, agüita mineral sin gas, agüita maternal, agüita infernal, agüita que reproduce el amor, o agüita de charco donde uno ve su cara y dice ese de ahí soy yo. También podemos hablar de la agüita de la memoria, la que hace que recordemos a los que ya no están acá. O agüita del carnaval, la que iba dentro de un globo e hizo que alguien se conociera con otro y que acabaran haciendo agüitas íntimas y que después daría como fruto a uno más que (ahora mismo) está puteando porque en su casa no hay agüita.
-Me refiero al agüita matutina que cubre su cuerpo -suspira el Chicuelo-, esa agüita que tomaría sin necesidad de que no haya agüita en los grifos paceños.
O qué me dicen de esa agüita con la que se hacen los helados (ese que la Florecita Rockera se come mientras sonríe en una foto), o el agüita para congelarla y hacer, luego, un raspadillo. También podemos hablar de la agüita que nos tomamos en los refrescos, en las cervezas, e incluso la agüita de los floreros de los cementerios.
-¿Dónde venderán agüita para olvidarla? -dice el Chicuelo.
-Esas son pastillas -responde la Ovejita Literaria-, y para eso también necesitas agüita.
Ah, agüita de mi corazón, agüita aromática, la que está en los perfumes. Y no te olvides de agüita para los perros. O agüita para que ella se lave el cabello. O agüita que está en el cielo y que se niega a caer en grandes proporciones porque los paceños somos un desastre, y al fin el universo se toma una cruel venganza. O la agüita del Illimani cuando se derrite. Por supuesto hablo también de la agüita que no deja de caer en Seven, ¿te acuerdas de la película de David Fincher, Ovejita Literaria? O la agüita de las piscinas. No solo los culitos blancos tienen piscinas, ¿qué me dicen de las piscinas inflables donde las wawitas se divierten de lo lindo? Ah, los de La Mala Palabra, siempre escribiendo con las patas. Sin embargo, ese no es el tema. ¿Dónde está mi agüita? Ayer nomás la dejé acá y ahora no está. O la agüita en forma de nieve, de invierno durísimo que salvó a la humanidad en el cerco a Stalingrado. Agüita que sale de los ojos cuando pienso en vos y en tu silencio. Agüita que pasa por el río. Cierto, agüita para no sufrir. Agüita para olvidar el amor sincero, o quizá inventar agüita para atraer el amor no correspondido. Por supuesto que está mi agüita con saborizante. Y esa agüita que desaparece de un día para el otro. Agüita mágica. O mi agüita convertida en tu abrazo.
Dicen que tendremos mar, pero ahora el hipotético mar no tiene lo más importante: tus ojos y un montón de agüita cayendo (infalible) desde mi ducha Lorenzetti.


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