Agüita
Ni el Chicuelo, ni la Ovejita Literaria, ni la Florecita Rockera se quedan impávidos ante la crisis del agua.
Wilmer Urrelo
“Sale de mí una agüita amarilla cálida y tibia”.
Mi agüita amarilla, Toreros muertos y Molotov [también].
Agüita. Agüita de colores. Agüita de limón. Agüita de
mar. O agüita amarilla, cálida y tibia, como pasó en la Guerra del Chaco. Agüita
transparente y llena de bacterias. O bien agüita bendita, de la que hay en las
iglesias y que deberían prohibir porque estamos en una emergencia y toda agüita
nos sirve ahora, incluso esa.
También está (o estaba) esa agüita que hace que el Chicuelo
despierte por las mañana, esa agüita que caía de una ducha Lorenzetti y que lo
reconciliaba con la vida y con todos sus rencores (que son muchos). O qué tal esa
agüita que inunda las casas y que se lleva consigo la niñez. No importa: esa
agüita del diluvio universal es la que todo el mundo quiere ahora. Comenzando
por un blanquiñoso y terminando con el Brayan, habitante este último de una
Villa y que tiene pinta de pandillero. Es esa agüita jodidamente
democratizante.
-Y mirá que yo quería el fin del mundo, pero no así -se
rasca la cabeza el pequeño blasfemo.
-¿No sería mejor una bomba atómica? -dice la Ovejita
Literaria-. Y ¡zas!, se acabó el tema de la agüita.
Y con eso también se terminarían las bacterias y mi ducha
inexistente, porque sépanlo que sin ducha yo soy como un millonario sin plata, como
un cura sin un niño a quien darle todo su amor: o sea, mi agüita lo es todo, es
lo único que vale la pena en este mundo. (Luego de vos, Florecita Rockera, por
supuesto).
Después de ella y mi agüita vienen los libros. Pero
volvamos: agüita que cae del cielo, agüita de la cisterna, agüita de amor,
agüita caminando de puntitas por tu desnudez, Florecita Rockera, o agüita
quitando tu sed, y el pequeño niño blasfemo diciendo:
-Será la agüita que le invitaste una vez, ¿te acuerdas?
No… digo sí, esa agüita que bajó por su garganta, agüita mineral
sin gas, agüita maternal, agüita infernal, agüita que reproduce el amor, o
agüita de charco donde uno ve su cara y dice ese de ahí soy yo. También podemos
hablar de la agüita de la memoria, la que hace que recordemos a los que ya no están
acá. O agüita del carnaval, la que iba dentro de un globo e hizo que alguien se
conociera con otro y que acabaran haciendo agüitas íntimas y que después daría
como fruto a uno más que (ahora mismo) está puteando porque en su casa no hay
agüita.
-Me refiero al agüita matutina que cubre su cuerpo -suspira
el Chicuelo-, esa agüita que tomaría sin necesidad de que no haya agüita en los
grifos paceños.
O qué me dicen de esa agüita con la que se hacen los
helados (ese que la Florecita Rockera se come mientras sonríe en una foto), o
el agüita para congelarla y hacer, luego, un raspadillo. También podemos hablar
de la agüita que nos tomamos en los refrescos, en las cervezas, e incluso la
agüita de los floreros de los cementerios.
-¿Dónde venderán agüita para olvidarla? -dice el Chicuelo.
-Esas son pastillas -responde la Ovejita Literaria-, y
para eso también necesitas agüita.
Ah, agüita de mi corazón, agüita aromática, la que está
en los perfumes. Y no te olvides de agüita para los perros. O agüita para que
ella se lave el cabello. O agüita que está en el cielo y que se niega a caer en
grandes proporciones porque los paceños somos un desastre, y al fin el universo
se toma una cruel venganza. O la agüita del Illimani cuando se derrite. Por
supuesto hablo también de la agüita que no deja de caer en Seven, ¿te acuerdas de la película de David Fincher, Ovejita
Literaria? O la agüita de las piscinas. No solo los culitos blancos tienen
piscinas, ¿qué me dicen de las piscinas inflables donde las wawitas se
divierten de lo lindo? Ah, los de La Mala Palabra, siempre escribiendo con las
patas. Sin embargo, ese no es el tema. ¿Dónde está mi agüita? Ayer nomás la
dejé acá y ahora no está. O la agüita en forma de nieve, de invierno durísimo
que salvó a la humanidad en el cerco a Stalingrado. Agüita que sale de los ojos
cuando pienso en vos y en tu silencio. Agüita que pasa por el río. Cierto,
agüita para no sufrir. Agüita para olvidar el amor sincero, o quizá inventar agüita
para atraer el amor no correspondido. Por supuesto que está mi agüita con
saborizante. Y esa agüita que desaparece de un día para el otro. Agüita mágica.
O mi agüita convertida en tu abrazo.
Dicen que tendremos mar, pero ahora el hipotético mar no
tiene lo más importante: tus ojos y un montón de agüita cayendo (infalible) desde
mi ducha Lorenzetti.
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