Apuntes para una biografía de Jennifer Salinas
El Ojo de Vidrio cuenta el primer acercamiento a la campeona boliviana de boxeo, en miras a una biografía, y el sueño de que Angelina Jolie la interprete en el cine.
Ramón Rocha Monroy
Un acontecimiento sin parangón en la historia de las mujeres
bolivianas fue el campeonato mundial de box que ganó la cruceña Jennifer Salinas
en noviembre de 2013. El pasado sábado le hice una entrevista larga en video
para alistar su biografía, pues hay un productor de Hollywood interesado en
filmar su vida.
Una imagen se me sobrepuso desde hace varios meses a la de
Jennifer Salinas: otra mujer bella que hace papeles de peleadora y es Angeline
Jolie. Se lo dije a Jennifer y me confirmó que su productor tratará de
interesar a la bella Angeline para que protagonice el filme.
La encontré este sábado en su gimnasio ubicado en la Avenida
Alemana y Totaí, en Santa Cruz. Una docena de bellas mujeres cumplían su rutina
junto a un ring donde Jennifer entrena box. La idea fue una excelente inversión
porque las cruceñas cuidan su figura y hay dos actividades que están de moda:
el fitness y el catering para adelgazar.
Me alojé en la Casa de Huéspedes Los Aventureros, de mi buen
amigo Hans, que vivía al lado de La Casona de la Pascualita, donde Jennifer
comparte una cabaña preciosa y barata con sus tres hermosas hijas, una
adolescente y dos pequeñas, porque el varoncito se quedó en Virginia, con su
papá, que se llama Ernesto Guevara.
Conversamos mucho y largo, como tres horas ininterrumpidas,
y me confió las peripecias amargas de su vida y su fe inquebrantable en el
destino, que al final la coronó campeona mundial de box.
La pregunta más obvia es por qué una mujer tan bella se
dedicó al boxeo, cuando es por todas partes una modelo. Dice que tiene el
tabique nasal un tanto desviado debido a un golpe en el ring, y varios rasguños
y pequeñas cicatrices en el rostro, que no se le notan. En cambio, sorprende el
tamaño de sus pequeñas manos que, sin embargo, están llenas de fracturas.
Experiencias traumáticas
Le comenté que para mí es un privilegio escribir por segunda
vez la vida de un campeón mundial, pues antes lo hice con el Huracán Ramírez, el luchador mexicano
que hoy habita en el Panteón de los Inmortales, junto a la Virgen de Guadalupe
y Santo, el Enmascarado de Plata, que era su consuegro.
Se ríe y comenta que su vida de ningún modo fue fácil, pues
de los 5 a los 9 años sufrió agresiones sexuales muy graves por dos personas
que aparentemente tenían la misión de cuidarla. Esto le desarrolló un carácter
agresivo que se manifestó durante su educación en Santa Cruz, de los 6 a los 15
años.
Fue una deportista consumada en varias disciplinas y un buen
día su madre, que pertenece a una iglesia cristiana con sede en Michigan,
decidió separarse de su padre y acogerse al nuevo refugio donde vivió con su
hija Jennifer.
Los estudios no eran su fuerte, mucho más si como mesera
ganaba más de 100 dólares diarios de propina, aunque su sueldo básico fuera
pequeño. Con todo, se enfurecía cuando alguien quería irse sin darle el tip
respectivo: “que se fuera a hacer cola con su bandeja a McDonald, pero si
quería ser tratado como un rey por una mesera guapa, la cosa era poniendo”.
De este modo no duraba en el trabajo más de tres meses, un
récord que cumplió en un restaurante mexicano. Justamente al lado había un
gimnasio y ella continuamente veía a jóvenes que ingresaban y luego reaparecían
con el rostro hecho cisco.
Un día tomó su mochila y se fue al entrenamiento. Allí olía
a hombre y la única mujer era ella. Jennifer cuenta que la primera vez estuvo
como una hora esperando a que alguien la atendiera hasta que de pronto un
hombre moreno y viejo le preguntó que quería. Cuando los varones oyeron que
quería ser boxeadora se echaron a reír. Eso no era para ella: mejor que
estudiara para modelo porque una mujer tan bonita no podía ser boxeadora. Creía
ser la única mujer en el gimnasio, pero allí estaba Connie, la campeona
estatal, quien peinaba y vestía como hombre y tenía rasgos varoniles. Con todo,
era mujer y el sueño de Jennifer era medirse con ella y derrotarla.
El consejo de un amigo casual la llevó donde el cubano
Ernesto Alonso, otro entrenador que, al escuchar sus pretensiones, le dijo: “pero
qué tú esperas, chica, vístete y ponte a entrenar, que el tiempo vuela”. Este
hombre y su esposa, Minerva, la llevaron al estrellato y un buen día tuvo la
suerte de pelear contra Connie y vencerla. Las dos aguantaron hasta el último
campanazo, pero el fallo fue unánime a favor de Jennifer.
No paró allí la carrera amateur de Jennifer, que comenzó a
ganar guantes de oro y copas en todo el Estado. Luego incursionó en el boxeo
profesional y comenzó a ganar dinero. Fue un cochabambino, el periodista
deportivo Roberto Rico, radicado en Virginia, quien le propuso aspirar al
título mundial que promueve la
Federación Mundial de Boxeo, y comenzó el trabajo de producción, que al final
se dio en Santa Cruz frente a la colombiana que hasta entonces era campeona
mundial.
Hay que verla en Youtube para saber cómo pelea un mosquito,
porque Jennifer basa su éxito en su extrema agilidad. Primero el proceso es
mental, dice, porque hay que agarrarle bronca al adversario, y luego el 20 % es
el estado físico. En esto le ayudó mucho mentalizar la imagen de su abusador
sexual cuando era pequeña, ese pedófilo que ella intenta olvidar.
Me explicó que no la interpretan bien cuando dicen que cada
vez que lanza un puñete se imagina el rostro de su violador, porque ella tiene
que concentrarse en su rival y no ver dos caras; pero es una lástima que ese
episodio triste la perjudica hoy cada vez que intenta tener una relación de
mujer normal.
Ella tiene una relación ejemplar con Ernesto Guevara, que la
acompaña desde que tenía 19 años y con quien tiene tres hijos, pues la mayor es
hija de un primer matrimonio de Ernesto. Pero Jennifer es Cáncer y eso se nota
en que es una madre abnegada y ejemplar: se desvive por sus hijos.
Me sorprendió del modo más grato la cordialidad y la
sinceridad con que habló sobre su vida y la profunda fe que tiene en el futuro.
Es una mujer llena de planes y de una firmeza de carácter tan fuerte que estoy
seguro de que los va a realizar.
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