jueves, 7 de agosto de 2014

Ojo de vid

Apuntes para una biografía de Jennifer Salinas

El Ojo de Vidrio cuenta el primer acercamiento a la campeona boliviana de boxeo, en miras a una biografía, y el sueño de que Angelina Jolie la interprete en el cine.


Ramón Rocha Monroy

Un acontecimiento sin parangón en la historia de las mujeres bolivianas fue el campeonato mundial de box que ganó la cruceña Jennifer Salinas en noviembre de 2013. El pasado sábado le hice una entrevista larga en video para alistar su biografía, pues hay un productor de Hollywood interesado en filmar su vida.
Una imagen se me sobrepuso desde hace varios meses a la de Jennifer Salinas: otra mujer bella que hace papeles de peleadora y es Angeline Jolie. Se lo dije a Jennifer y me confirmó que su productor tratará de interesar a la bella Angeline para que protagonice el filme.
La encontré este sábado en su gimnasio ubicado en la Avenida Alemana y Totaí, en Santa Cruz. Una docena de bellas mujeres cumplían su rutina junto a un ring donde Jennifer entrena box. La idea fue una excelente inversión porque las cruceñas cuidan su figura y hay dos actividades que están de moda: el fitness y el catering para adelgazar.
Me alojé en la Casa de Huéspedes Los Aventureros, de mi buen amigo Hans, que vivía al lado de La Casona de la Pascualita, donde Jennifer comparte una cabaña preciosa y barata con sus tres hermosas hijas, una adolescente y dos pequeñas, porque el varoncito se quedó en Virginia, con su papá, que se llama Ernesto Guevara.
Conversamos mucho y largo, como tres horas ininterrumpidas, y me confió las peripecias amargas de su vida y su fe inquebrantable en el destino, que al final la coronó campeona mundial de box.
La pregunta más obvia es por qué una mujer tan bella se dedicó al boxeo, cuando es por todas partes una modelo. Dice que tiene el tabique nasal un tanto desviado debido a un golpe en el ring, y varios rasguños y pequeñas cicatrices en el rostro, que no se le notan. En cambio, sorprende el tamaño de sus pequeñas manos que, sin embargo, están llenas de fracturas.

Experiencias traumáticas
Le comenté que para mí es un privilegio escribir por segunda vez la vida de un campeón mundial, pues antes lo hice con el Huracán Ramírez, el luchador mexicano que hoy habita en el Panteón de los Inmortales, junto a la Virgen de Guadalupe y Santo, el Enmascarado de Plata, que era su consuegro.
Se ríe y comenta que su vida de ningún modo fue fácil, pues de los 5 a los 9 años sufrió agresiones sexuales muy graves por dos personas que aparentemente tenían la misión de cuidarla. Esto le desarrolló un carácter agresivo que se manifestó durante su educación en Santa Cruz, de los 6 a los 15 años.
Fue una deportista consumada en varias disciplinas y un buen día su madre, que pertenece a una iglesia cristiana con sede en Michigan, decidió separarse de su padre y acogerse al nuevo refugio donde vivió con su hija Jennifer.
Los estudios no eran su fuerte, mucho más si como mesera ganaba más de 100 dólares diarios de propina, aunque su sueldo básico fuera pequeño. Con todo, se enfurecía cuando alguien quería irse sin darle el tip respectivo: “que se fuera a hacer cola con su bandeja a McDonald, pero si quería ser tratado como un rey por una mesera guapa, la cosa era poniendo”.
De este modo no duraba en el trabajo más de tres meses, un récord que cumplió en un restaurante mexicano. Justamente al lado había un gimnasio y ella continuamente veía a jóvenes que ingresaban y luego reaparecían con el rostro hecho cisco.
Un día tomó su mochila y se fue al entrenamiento. Allí olía a hombre y la única mujer era ella. Jennifer cuenta que la primera vez estuvo como una hora esperando a que alguien la atendiera hasta que de pronto un hombre moreno y viejo le preguntó que quería. Cuando los varones oyeron que quería ser boxeadora se echaron a reír. Eso no era para ella: mejor que estudiara para modelo porque una mujer tan bonita no podía ser boxeadora. Creía ser la única mujer en el gimnasio, pero allí estaba Connie, la campeona estatal, quien peinaba y vestía como hombre y tenía rasgos varoniles. Con todo, era mujer y el sueño de Jennifer era medirse con ella y derrotarla.
El consejo de un amigo casual la llevó donde el cubano Ernesto Alonso, otro entrenador que, al escuchar sus pretensiones, le dijo: “pero qué tú esperas, chica, vístete y ponte a entrenar, que el tiempo vuela”. Este hombre y su esposa, Minerva, la llevaron al estrellato y un buen día tuvo la suerte de pelear contra Connie y vencerla. Las dos aguantaron hasta el último campanazo, pero el fallo fue unánime a favor de Jennifer.
No paró allí la carrera amateur de Jennifer, que comenzó a ganar guantes de oro y copas en todo el Estado. Luego incursionó en el boxeo profesional y comenzó a ganar dinero. Fue un cochabambino, el periodista deportivo Roberto Rico, radicado en Virginia, quien le propuso aspirar al título mundial  que promueve la Federación Mundial de Boxeo, y comenzó el trabajo de producción, que al final se dio en Santa Cruz frente a la colombiana que hasta entonces era campeona mundial.
Hay que verla en Youtube para saber cómo pelea un mosquito, porque Jennifer basa su éxito en su extrema agilidad. Primero el proceso es mental, dice, porque hay que agarrarle bronca al adversario, y luego el 20 % es el estado físico. En esto le ayudó mucho mentalizar la imagen de su abusador sexual cuando era pequeña, ese pedófilo que ella intenta olvidar.
Me explicó que no la interpretan bien cuando dicen que cada vez que lanza un puñete se imagina el rostro de su violador, porque ella tiene que concentrarse en su rival y no ver dos caras; pero es una lástima que ese episodio triste la perjudica hoy cada vez que intenta tener una relación de mujer normal.
Ella tiene una relación ejemplar con Ernesto Guevara, que la acompaña desde que tenía 19 años y con quien tiene tres hijos, pues la mayor es hija de un primer matrimonio de Ernesto. Pero Jennifer es Cáncer y eso se nota en que es una madre abnegada y ejemplar: se desvive por sus hijos.

Me sorprendió del modo más grato la cordialidad y la sinceridad con que habló sobre su vida y la profunda fe que tiene en el futuro. Es una mujer llena de planes y de una firmeza de carácter tan fuerte que estoy seguro de que los va a realizar. 

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