El muerto y lo teleférico
Una crónica de algo que no fue, pero pudo o debió haber sido. A 28 años de la muerte de Jaime Saenz.
Juan
Pablo Piñeiro / escritor
Teleférico,
etimológicamente, es aquello que te lleva lejos, que te lleva más allá, lo que
comprueba que todas las palabras portan en el misterio de su origen, el vasto
universo que nombrarán en el futuro.
Los
significados se acomodan con el tiempo según el uso y la realidad que convocan,
y algunas veces las palabras se tornan insuficientes y se rinden ante lo que
quieren nombrar. Por ejemplo, el teleférico de La Paz no puede definirse
únicamente como aquello que te lleva lejos, o que te lleva más allá, sobre todo
después de los acontecimientos acaecidos durante las últimas semanas.
Y
es que este colosal gusano aéreo que ha encontrado refugio entre los barrios
esenciales de la ciudad, ha provocado desordenes de todo tipo en la imaginación
de los paceños, tanto de los vivos como de los muertos.
Para
muestra un botón, hace un par de semanas una radio local entrevistó a un
funcionario del teleférico que se identificó como Diosdado Vera. El trabajador
de la empresa, a pesar del cavernoso timbre de su voz, pudo explicar con
claridad varios detalles acerca del funcionamiento de este portentoso medio de
transporte.
Muy
preparado, pues conocía con deslumbrante precisión cada aspecto del proyecto,
el hombre además contó entrañables anécdotas acerca de la instalación de la
línea. Contó, por ejemplo, que durante la construcción del sistema de
transporte muchos vecinos del lugar comenzaron a soñar con pequeñas hormigas
negras que caminaban desdeñosas y emperifolladas por el aire.
Lo
interesante era que nadie sabía que su vecino podía estar soñando lo mismo,
hasta que en una reunión de planificación con la junta del barrio, descubrieron
entre todos la singular coincidencia onírica.
Más
allá de eso, lo que en verdad impactó a la radioaudiencia fue la confesión que
hizo Diosdado Vera, cuando le preguntaron por el día en que el teleférico quedó
detenido por 25 minutos en el aire.
La
versión oficial atribuye la responsabilidad a un niño. El mismo habría tocado un
botón que no está permitido tocar a no ser en caso de emergencia. Pero eso no
fue lo que dijo el señor Diosdado Vera. Sin previa advertencia, reveló que la
empresa tiene pruebas de que hay algunas noches en que los muertos aprovechan
la cercanía de la estación de Ajayuni, para poner en marcha el enjambre
metálico y realizar en las cabinas sus fiestas particulares. Son noches en que
la ciudad se llena de neblina y por eso nadie se percata de la travesura.
El
funcionario aclaró que debido al uso excesivo de la energía del teleférico en
la bulliciosa reunión que tuvieron las almas la noche anterior al suceso, el
teleférico diurno tuvo que suspender por unos minutos su funcionamiento. El
conductor del programa, asombrado por la declaración del entrevistado
telefónico, pensó inicialmente que se trataba de una broma. Más adelante se fue
por la tangente y comenzó a decir que es nuestra tradición creer en esas cosas,
que seguramente las “almitas” deben estar caminando por ahí, pero que esa no
parecía ser una razón creíble para la suspensión del funcionamiento del teleférico.
Diosdado
Vera escuchó sin opinar, y después, sin tomar en cuenta nada de lo que dijo el
locutor, continuó revelando los detalles de este extraño suceso. Al parecer,
una madrugada, el personal de limpieza encontró un sobre que habían olvidado
los muertos la noche anterior. En el sobre había una invitación, estaba escrita
con imponente caligrafía y hacía gala de un lenguaje florido repleto de
palabras exquisitas.
Al
parecer algunos muertos estaban planificando una fiesta para el sábado 16 de
agosto. Diosdado Vera, afirmó que las autoridades del teleférico quisieron
cortar de raíz los rumores y decidieron anticiparse a la celebración.
Un
poco escépticos convocaron a los cazafantasmas bolivianos, los cazafantasmas
CIPCOBOL, Leao Armas y Topacio Falcon. Después de brindar esta última
información, Diosdado Vera colgó el teléfono. El locutor se quedó en ayunas.
Resulta
que el sábado anterior efectivamente Topacio Falcon y su familia asistieron a
Ajayuni con todos sus equipos. Muchos periodistas curiosos también se dieron
cita pues no podían perderse la primicia.
Los
espectómetros se volvieron locos, pues fueron detectadas miles de almas, aunque
ninguna en actividad. Leao Armas explicó que eso siempre pasa cuando se ponen
estos detectores en un cementerio. Más allá de eso no pasó nada. A pesar de que
hubo neblina, nadie escuchó la supuesta fiesta y se determinó que todo lo
referente a la famosa invitación había sido un engaño.
Yo
puedo afirmar que sí hubo tal fiesta, y les voy a explicar mis razones. En
primer lugar, los funcionarios del teleférico no están autorizados a dar
entrevistas. En segundo lugar, el hombre se llamaba Diosdado Vera, y ese es el
pseudónimo que usaron en cierta ocasión Jaime Saenz y Jesús Urzagasti para
mandar una carta a un periódico en nombre del procurador de Lambate.
La
carta la pusieron en un sobre cuadrado de color celeste que Saenz había
conseguido donde las veleras. En la carta el procurador se quejaba de que los
platillos voladores entraban por detrás del Illimani para de inmediato salir
tostando.
Además,
Diosdado Vera, se quejaba de que estos extraterrestres hablaban en un
castellano que dejaba mucho que desear, rematando la misiva con una
extraordinaria preocupación “no nos hacen nada, pero tampoco nos molestan”.
Diosdado
Vera, el funcionario, era parte de la trampa. Con toda la atención de las
autoridades y la prensa en Ajayuni, los muertos aprovecharon la distracción
para utilizar las otras estaciones.
Es
que hay un muerto que con seguridad prefiere festejar el día de su muerte a
festejar el día de su nacimiento. Un muerto que no quiere salir por nada de su
tumba, porque le hace recuerdo a su cuarto. Un muerto que no pudo soportar la
curiosidad de conocer el teleférico y mirar desde allí la ciudad. Un muerto que
organizó una fiesta, naturalmente de disfraces, para rodearse de amigos, y conmemorar
el día de su muerte, recordando con voz cavernosa que lo teleférico es aquello
que va y viene del más allá.
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