Fotografía: Carlos Fiengo |
Se considera ante todo un cantautor (un “songwriter”), y lo evidente es que su principal herramienta es la palabra, pues este mes publicará su cuarto y su quinto libro.
Martín Zelaya Sánchez
“Un elefante se columpiaba sobre la tela de una araña
cuando vio pasar sobre su cabeza un objeto volador no identificado. ‘Es una
gran fortuna que yo no sea un drogadicto, si no, nadie me creería cuando lo
cuente’, pensó para sí y continuó balanceándose irreflexivamente, mientras los
escritores de canciones para niños tomaban nota”. Este es Elefante, uno de los
textos breves del libro Minoría absoluta de Vadik Barrón.
“Dónde termina el amor, / donde empieza el
sufrimiento,/ tengo un problema doctor, / digo siempre la verdad / pero parece
que miento…”, canta en Hotel Pacheco tema de su álbum Efectos personales que
está en plena etapa de grabación y será presentado este mes en La Paz.
Este songwriter orureño está convencido de que “es lo
que hace”, y así las cosas, valga decir antes que nada, que es una persona con
un descollante humor; pero no sólo humor entendido como la capacidad de
sonreírle a la vida o reírse ante todo de sí mismo y de lo que le pasa, sino
sobre todo porque hay pocos como él para interpretar la cotidianidad con tanto
tino y pertinencia. Es lo que queda al escuchar sus canciones y leer sus
textos. Ojalá todos estuviésemos siempre de ese humor.
Es conocido sobre todo como cantautor –tiene ya seis
discos a cuestas en casi dos décadas de trayectoria-, pero también es un poeta
de prometedora perspectiva: editó muy joven Cuaderno Rojo, luego el artesanal
iPoem, y ganó una mención del Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal” con Rocanrol
y canciones del futuro. Y ahora está cerca de estrenarse en la narrativa.
“Lastimosamente en Bolivia todavía no hay la
infraestructura y las industrias culturales que permitan a los artistas vivir
de lo que hacen, y eso termina desalentando y agotando”, cuenta en esta
entrevista. Y de ahí se entiende la decisión que tomó hace un par de años de
irse a vivir a Alemania.
Pese a esta realidad, el autor nunca dudó de su
regreso, aunque el definitivo queda aún muy adelante. Pero qué mejor que este
primer retorno para presentar dos libros: Minoría absoluta y Espejos sonoros
(Editorial 3.600) y un disco: Efectos personales.
De todo esto y alguito más habla Vadik en el inicio de
este mes de ajetreada agenda, pues culminará con otro retorno -tampoco
definitivo- a aquél puerto temporal teutón.
“No sé cuánto tiempo más estaré fuera de Bolivia, pero
me gustaría volver y aportar para que nuestro y arte y cultura sean más
fuertes, inclusivos e independientes”, advierte.
- ¿Eres un cantautor que también escribe prosa y
poemas… o prefieres no hacer esta distinción, y decir, digamos, que simplemente
escribes… haces arte? ¿Qué puedes reflexionar al respecto?
- Al final a uno le define lo que hace, ¿no? En ese
sentido me gusta la palabra en idioma inglés que más o menos corresponde a
cantautor, songwriter: escritor de
canciones. Creo que de eso se trata mi trabajo, de escribir. Lo primero que
empecé a escribir de una manera espontánea y catártica fue poesía, y continúa
siendo un lenguaje que me apasiona por su libertad, por las posibilidades que
ofrece.
Lo de escribir prosa es algo más reciente e
intermitente y en el caso del libro que ahora publicaré, Minoría absoluta, son
textos en un primer momento dispersos que fui acopiando y dando forma.
Los textos para ser cantados tienen otra ascendencia,
se ajustan a una melodía, a una métrica, a un acento, a una estructura musical,
a un sonido. Pero a veces la sonoridad de las palabras también sugiere música,
independientemente de su función o significado y ese es un recurso que te permite
crear canciones.
Para mí, la canción es un organismo, un ser vivo, una
unidad donde conviven ambos mundos. Y la idea de “pieza musical” explotada,
pero jamás agotada, en la música popular, es fascinante porque puedes comenzar
de cero. Son dos o tres minutos en los que creas un mundo, una atmósfera, reflexionas,
cuentas una historia, lloras, ríes, jodes o lo que sea y luego a otra cosa. No
me voy a cansar nunca de buscarlas en el aire.
Mi tiempo colectivo y público tiene más que ver con la
música, con ensayar, grabar y tocar en vivo. Pero el de entrecasa suele tener
más que ver con la escritura solitaria de poemas, de canciones, de prosas, de
artículos, según.
- Describe brevemente tu libro de prosa, y a partir de
ello cuéntanos ¿qué buscas con estos textos, qué te motivó a crearlos, de qué
autores, libros hallas influencias?
- Es un libro de prosas en general breves y
heterogéneas, que tiene como punto de partida la escritura espontánea y lúdica.
Se puede rastrear su ascendencia en mis lecturas de las minificciones de Henri
Michaux y André Gide, de los Divertimentos de Eliseo Diego, de las Historias de
Famas y Cronopios de Cortázar, o del Bestiario de Juan José Arreola, o de las
crónicas de Alejandro Dolina; del absurdo y la patafísica.
Algunos textos son cuentos breves y otros llanamente
ejercicios de humor espontáneo, varios de ellos rescatados de mi blog.
Yo admiro mucho el humor, la literatura fragmentaria,
la capacidad de trastocar la funcionalidad o intención, esto es la seriedad o
solemnidad, que supuestamente debería tener todo escrito, en favor de
construcciones a veces incompletas o sorpresivas, pero sugerentes, divertidas,
lúdicas, y por qué no, chistosas.
- Y ahora describe tu poemario y a partir de ello, ¿cómo conceptúas la poesía
en cuanto a estilo (rima, ritmo, métrica)?, y ¿cómo diferencias (si lo haces)
tus poemas de tus canciones?
- Creo que mi poesía ha atravesado algunos procesos
pero, como en mi música, estos no anulan etapas anteriores sino que van
incorporando diferentes formas de lenguaje y combinándolas.
En el caso de los Espejos sonoros, que es un libro que
comencé hace varios años y lo terminé en Berlín, me propuse abordar la
experiencia del sonido, no sólo de la música, sino también de la palabra, del
ritmo, siempre introduciendo un componente lúdico. Creo que el proceso de escritura
es fascinante y el eventual rigor editorial no debe amenguar la diversión, por
lo menos para quien escribe.
El libro tiene tres partes: la primera, la más extensa,
es de verso libre y con un lenguaje coloquial, directo, urbano; ausculta la
experiencia personal con el sonido, pero también con las imágenes de un mundo
que genera ruido, distancia (que es una forma del silencio) y música organizada.
De alguna manera intuyo que los espejos no sólo te
devuelven una imagen sino que también, sobre todo en este tiempo, producen
sonido, voces, música.
La segunda parte son dos conjuntos de haikus, uno ya
fue publicado como contenido interactivo en el disco Minimalia de 2008 y el
otro fue escrito en Berlín en 2013.
Me interesa el haiku porque es una poesía del espacio,
del aire, del silencio, del intersticio, y al mismo tiempo con reglas precisas
en su elaboración, pero estos no son haikus del todo ortodoxos, sino que tratan
temas urbanos, admiten neologismos y licencias formales.
La tercera parte del libro tiene escritos de verso
métrico, sobre todo décimas, que tocan temas de mi infancia, de Oruro, del
fútbol, de un imaginario en todo caso nostálgico, que es parte de la idea del
espejo como reflejo, pero también como reflexión, como compendio de uno mismo.
Por supuesto, reunir todos esos poemas en un libro no
fue algo premeditado sino que lo fui descubriendo en el camino, hasta que di
por terminado el libro y luego se dio la posibilidad de publicarlo.
- Y claro, describe ahora tu próximo CD Efectos
personales
- Me ha tocado viajar mucho los últimos años. Y las
ciudades, las fronteras, los paisajes, la traslación misma provocan canciones.
Efectos personales tendrá 12 canciones de mi autoría escritas en distintas
ciudades en los últimos tres años.
Hay alguna escrita en Berlín, otra en Madrid, otra en
Porto Seguro o Río de Janeiro en Brasil, y otras acá en La Paz, en El Alto, en
Sucre; y además las canciones evocan lugares, hablan de viajes, del paso del
tiempo, del equipaje: lo que llevas contigo adonde vayas, no sólo los objetos,
sino la experiencia, los afectos, las música, las postales, las propias
ciudades comprimidas dentro de una maleta.
En los varios viajes y giras de los últimos años, la
misma estadía en Europa, me di cuenta que lo único que realmente es mío y llevo
conmigo siempre son mis canciones, ellas son mis efectos personales.
Musicalmente el disco sigue la onda ecléctica de mis
álbumes previos, con elementos del rock, del pop, de la música tradicional
boliviana y latinoamericana y esta vez va a tener un toque jazz. Voy a lanzarlo
en marzo, antes de volver a Alemania.
- Al respecto, resulta ineludible preguntarte sobre tu
temporada en Europa. Cuéntanos brevemente sobre tu actividad artística allá, y
cómo puedes relacionar-comparar ese panorama con las posibilidades que se dan
en nuestro medio.
- La estadía en Alemania ha sido muy intensa y de
mucho aprendizaje. Ha sido un reto confrontar mi música, mis canciones escritas
en español, con el público europeo, especialmente alemán que ha respondido muy
bien.
Berlín es una ciudad fascinante, con muchísima vida
cultural y artística, como consumidor de cultura a veces te sientes abrumado
por todo lo que hay pero como productor te estimula y te impulsa a buscar tu
lugar.
Poco a poco fui ingresando en el circuito de
cantautores, que en Berlín es muy internacional e itinerante, y tiene un alto
nivel, y en el de la música latinoamericana, que va desde la salsa hasta la
canción política.
A partir de julio de 2012 prácticamente di conciertos
todas las semanas y en las dos giras que hice por España, tocaba casi todos los
días. Es una manera muy especial de conocer lugares porque tienes otra
perspectiva, compartes con artistas locales, ves la ciudad detrás del turismo.
He tocado en varias ciudades de España, en Dinamarca,
Suecia, Suiza y varias ciudades alemanas. Este año, a mi vuelta, el plan es
tocar también en Portugal, Francia y Holanda, cosa que ya estoy gestionando.
En Bolivia creo que vienen pasando cosas muy
interesantes. Yo estoy convencido de que producimos arte de excelencia y que lo
que nos falta es creérnoslo. Lastimosamente todavía no hay la infraestructura y
las industrias culturales que permitan a los artistas vivir de lo que hacen y
eso termina desalentando y agotando a las propuestas nuevas, que muchas veces
no ven futuro y tiene que decidir entre vivir de otra cosa y hacer arte como
hobby o condicionar su obra al público.
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Hoja de vida
Vida. Vadik Barrón nació en Moscú, Rusia, en 1976. Se
trasladó a Oruro donde se inició en el arte formando parte de varios colectivos
artísticos. En 1999 se radica en La Paz. Como músico integró la banda de rock
Aisha, con la que registró el single (Pueblo del Viento (2000) y posteriormente
fundó Camaleón, con quienes grabó Camaleon (2003), Origami (2005) y Veneno
(2008).
Trayectoria. En 2007 lanza su carrera musical solista
con el álbum Astronauta, en 2008 editó Minimalia, en 2009 Los diarios y en 2012
estrenó el álbum Ovni. Todos los discos abarcan distintos estilos musicales
dentro de la música popular contemporánea, tales como el pop, el rock, el jazz,
la canción de autor y el folklore -boliviano y latinoamericano. Ha publicado
los libros de poemas Cuaderno Rojo (2002), iPoem (2008) y Rocanrol y canciones
del futuro.
Experiencia. Desde 2012 reside en Berlín, Alemania,
donde se presenta en vivo en teatros, festivales, cafés y otros espacios
culturales. Recientemente ha tocado en Suecia, Dinamarca, Suiza y España. En
2012 lanzó los CD compilatorios Inventario 2007-2012 y Frag men ta do.
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Poemas para reconstruir la ciudad
Claudia Pardo
El poemario Espejos sonoros evoca una serie de
imágenes vinculadas a la ciudad, al entorno de un yo que percibe el mundo desde
la asociación de lo que ve con lo que oye, dotándole de sentido al espacio
desde una percepción complejizada y particular.
Esa percepción que complejiza se relaciona con la
palabra, ya que ésta construye momentos fugaces, fragmentarios, ambiguos, los
mismos que de alguna manera se vinculan con el ritmo de la ciudad.
Lo problemático es que ese ritmo se conecta al mismo
tiempo con la música, una música que igual se plantea desde la fragmentación.
Así se establece la relación de los epígrafes con los poemas, por ejemplo.
De tal modo que, un elemento que se destaca en el
estilo de Vadik es la construcción del ritmo del poema, que funciona bajo un
código y un imaginario del post modernismo, de la urbe.
Considero que la particularidad de Espejos Sonoros
reside precisamente en la búsqueda que establece: el recorrido y la
reconstrucción de la ciudad como un espacio abigarrado, donde confluyen
imágenes sonoras, imágenes textuales, imágenes aparentes.
Finalmente, creo que estamos frente a un autor que se
articula con una preocupación generacional que tiene que ver con la comprensión
de un espacio complejo que es la ciudad, pero que utiliza recursos y
estrategias muy particulares.
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El sello propio del Vadik
Willy Camacho
Canciones, poesía y ahora prosa. En todos hay algo
común, el lenguaje y el particular tratamiento de los temas, con bastante
picante, por llamarlo de alguna manera; sería la llajua “vadikiana”, porque
desde el primer texto de Minoría absoluta que leí ya reconocí la voz del poeta
y el cantautor.
Es que él tiene, o comienza a tener, un sello propio
en su forma de expresión como artista, que combina la reflexión y el humor con
dosis exactas de modo que ni te puedes tomar muy en serio lo que dice, ni te lo
puedes tomar en joda.
Así, a veces parece criticar algunos defectos de la
postmodernidad, como la falta de comunicación, pero a vuelta de página también
reconoce las ventajas de los avances tecnológicos. Es, como el mismo Vadik
declara, un afán de despojar de pretensiones a sus textos, y así, me parece,
ceder más posibilidades de sentido, de coautoría, al lector. Para muestra, un par de ejemplos:
[redondez]
Nos agrada decir que la Tierra es un globo, que
formamos círculos de poder, que ambicionamos las altas esferas. Nos vemos las
caras en mesas redondas y con frecuencia redondeamos costos y estadísticas. Los
periodistas deportivos relatan que alguien domina el esférico; bebemos balones
de cerveza y algunas chicas no nos tiran pelota. Comemos bollos y encomendamos
nuestra fortuna a los livianos bolillos de la Lotería Nacional. Admiramos las
redondeces femeninas pero, ante el riesgo que supone un pugilato con el novio,
nos hacemos bola. Todo eso, chicos, no es más que para distraernos del hecho de
que la sociedad ha sido diseñada en forma de embudo y ahí sí que los sinónimos
escasean.
[el oso yogi]
El oso se encarama a lo alto del abeto, combatido por
maledicentes abejas. El oso no fija la mirada rotunda en el panal que se
suspende en el aire, sino en el hueco blanco y luminoso que adivina más arriba.
En un punto del trayecto, las abejas detienen su ascenso y dibujan su zumbido
de lápiz colectivo en dirección a tierra, mientras el oso, ciego y concentrado,
continúa subiendo con el embeleso de un alucinado sin reparar en que el tronco
se estrecha hasta terminar en una rama débil y retorcida que no soporta por
mucho tiempo el peso de su figura enorme. El oso es devorado por la luz. Los
católicos lo llaman ascensión, los místicos, transcendencia, y la Justicia,
suicidio. Luego de unos meses, los insectos habrán terminado de nutrirse con
los restos del generoso cuerpo y el oso trazará su sonrisa incorpórea en el
cielo estrellado que abraza todos los bosques de todos los mundos donde moramos
en la más bisoña ignorancia.
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