Luis García Montero,
poesía como reivindicación
A pocos días de su llegada a Santa Cruz, el reconocido poeta español conversó con LetraSiete sobre su conciencia poética y otros temas.
Martín Zelaya Sánchez
- Tantos años después
de que fue considerada una innovación (la cultivaron los de la generación del
25), se lo vinculó a usted con la “poesía de la experiencia”. ¿Cómo ve de “salud”
a esta manera de concebir la poesía, en el ámbito literario actual, y cómo se
lleva con ella en su evolución poética de los últimos años?
- La poesía realista es una de las grandes tradiciones de la
modernidad. Lo que ocurre es que otras tradiciones han querido negarla,
creyendo que el poeta debe inventar un leguaje distinto del de la comunidad y
encarnar la figura de un elegido de los dioses en vez de un ciudadano como otro
cualquiera. Esa idea se extendió en España al final de la dictadura de Franco,
siempre interesada en alejar la poesía del debate histórico, y cuando nosotros
empezamos a escribir en los años 80 se nos llamó “poetas de la experiencia”
porque no nos gustaba el culturalismo o el experimentalismo.
Creo que una de las grandes tonterías literarias del siglo
XX ha sido confundir la calidad poética con el hermetismo o con la
desfiguración del lenguaje, y separarse de una tradición que viene de Jorge
Manrique, Garcilaso o San Juan de la Cruz. Poetas como Antonio Machado o Borges
son mucho más modernos que los experimentalistas envejecidos del siglo XX.
La poesía es enemiga de la palabrería, de esa acumulación de
palabras que caen como ceniza en cuanto se agita un libro con una verdad. Creo
que en la poesía Europea se ha impuesto una vuelta a la realidad. Se ha
superado el antirrealismo, porque estaba originado por una simple rabieta
poética. Como la sociedad es cada vez menos poética, se pensó que la poesía
debía ser cada vez menos social. Y esa fue una reacción muy infantil.
- Con similares
criterios aparece luego la “poesía ante la incertidumbre”. Dicho esto, ¿será
posible que la poesía pueda pensarse siquiera parcialmente más allá de la
individualidad del poeta y el lector… sea esta hermética o no, sea esta social
o incluso política?
- La poesía es una reivindicación de la conciencia
individual y del lenguaje. Pero es que el lenguaje es un patrimonio de una
comunidad, no un vertedero de ocurrencias, y los individuos se educan y se
forman en sociedad, no se forman en las nubes. Por eso me parece tan peligroso
que un individuo diluya su conciencia individual en un Todo como que otro
individuo se crea que vive al margen de la sociedad que le ha dado su ser y sus
palabras. Estas tonterías están ya muy superadas en la poesía.
Leo con mucha simpatía a los “poetas de la incertidumbre”
porque han reivindicado la emoción como valor alto en poesía y miran a la
realidad desde su conciencia. El neobarroquismo es, sin embargo, un fraude que
pretende vender como poesía un ejercicio de simple habilidad. Quien se esconde
en la palabrerías porque no tiene nada que decir. La poesía es un diálogo con
la verdad. Me hacen mucha gracia los poetas que se quejan de que la gente no
lee poesía, cuando ellos no se molestan en interesarse por la verdad de la
gente.
- Tiene publicadas
tres novelas y varios libros de ensayo y además es un experimentado columnista.
¿Cómo se lleva con la narrativa, con la prosa un poeta de cepa como usted? ¿Hay
estados de ánimo para pensar-escribir poesía ahora, prosa luego? ¿Para leer una
u otra…?
- Yo me siento poeta. Empecé a escribir novela cuando
llevaba casi 30 años publicando poesía. Cuando se es joven, la prisa es una virtud
porque uno necesita encontrar su propio mundo. Pero al pasar de los años, es
importante la paciencia, escribir lentamente para no repetirse o utilizar
recetas. Me impuse una disciplina de lentitud y dediqué el tiempo a otras
formas literarias como la novela. He aprendido que cada género tiene sus
códigos distintos. No vale ponerse poético al escribir una novela o ponerse
prosaico al escribir poesía. No es lo mismo fundar un mundo propio en la
intensidad de 30 versos que crear varis personajes, cada cual con su forma
diferente de ser, para mantener un relato a lo largo de 200 páginas.
El columnismo, por otra parte, es una forma de participar en
los debates de la sociedad. Está bien que los escritores colaboren en la prensa
para demostrar que las opiniones de los periódicos no son verdades objetivas,
sino puntos de vista. La realidad es una construcción humana, y es bueno
saberlo y moverse en ella. La literatura no deja nunca de ser una forma de
rebeldía contra las injusticias del mundo.
- Cuéntenos sobre el
grupo que conforma con Almudena, Ángel González, Joaquín Sabina, Benjamín Pardo…
Se conoce que es una amistad labrada en el amor por los libros, ante todo…
pero, ¿hay algo más allá, por ejemplo el desarrollo de alguna estética o
propuesta particular?
- Los amigos son una familia, un ámbito de hermanamiento.
Nos ha unido una forma de pensar parecida en la literatura, en la política, en
la vida. Admiro mucho las canciones de Sabina, las novelas de Almudena, la
poesía de Ángel. Y sé que con ellos he podido opinar libremente, aunque hubiese
tomado muchas copas, sin que nadie se molestase. Los amigos dan esa confianza
que hace falta para ser valiente, y son un recurso para sentirse en compañía en
las situaciones de más soledad. Hay mucho artista que siente como una ofensa el
éxito ajeno. Yo he tenido la suerte de vivir como propios los éxitos de los
amigos. Nos gusta beber, cantar y escribir bien.
- Hace poco comentó
que de ser por usted no le hubiera dado el Nobel a Bob Dylan. ¿No cree que un
buen letrista cancionista -Joaquín, por ejemplo- haga literatura en sus piezas?
- Bueno, seamos sinceros. Hoy en día un cantante es más
importante socialmente que un poeta. Tiene mucha más repercusión en la
sociedad. Ganan más dinero, tienen más novias o novios. ¿Para qué quieren los
premios literarios? A mí me parece que esa dinámica es propia de instituciones
que quieren participar de la sociedad del espectáculo.
Leonard Cohen tuvo mucha razón al decir que darle el Nobel a
Dylan era como ponerle una condecoración al Himalaya. Soy muy partidario de la
complicidad entre canción y poesía. Desde la edad media, la forma más eficaz
que ha tenido la poesía de evitar separarse de la vida ha sido abrir las
ventanas para que entre la canción. Y creo que una canción gana mucho cuando
está bien escrita. Pero ese enriquecimiento solo se produce cuando no hay
confusiones baratas entre poesía y letras de canción. Y eso no es elitismo
literario. Si a mí me dicen a elegir entre el Nobel de Literatura o llenar un
estadio de fútbol con mis canciones como hace Joaquín, yo seguramente escogería
el campo de fútbol.
- ¿Con qué
expectativas aguarda su visita a Bolivia, y qué acercamientos tiene a la literatura
boliviana?
- Nunca había tenido la oportunidad de conocer Bolivia. Me
siento muy identificado con la poesía latinoamericana, y conozco casi todos los
países. Me faltaba Bolivia. Quiero conocer su gente, su situación, su realidad,
y compartir buenas conversaciones con algún poeta amigo, como Gabriel Chávez.
La Feria del Libro me va a permitir acercarme a la literatura boliviana.
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