Carta de despedida
En su columna final, el autor despide a LetraSiete y recapitula la esencia de sus dos aportes periódicos: “Cafetín con gramófono” y “La pelusa que cae del ombligo”.
Omar Rocha Velasco
Querido Martín,
Gracias por el espacio y por la tarea que emprendiste,
participé del suplemento con dos columnas, “Cafetín con gramófono” y “La pelusa
que cae del ombligo”, en la primera me dediqué a reseñar y comentar revistas
literarias y culturales bolivianas, ya del siglo XIX, ya del siglo XX, ya del
siglo XXI.
Como varios otros en Bolivia fui cautivado por esa
inagotable tarea de trabajar con papeles amarillos y antiguos, un afán que cada
vez tiene menos cabida en nuestro medio (y en otros, me imagino) donde la
actualidad entra con paso de parada y la noticia de lo que está aconteciendo en
el presente es lo que se prioriza. Siempre me acuerdo de algo que cuenta Carlos
Medinaceli: sus peleas con las “ancuqueras” por los gangochos de papeles que
vendían por arrobas, él quería ordenar esos papeles, reseñar revistas viejas,
hacer una historia de la prensa en Bolivia y las ancuqueras querían hacer
cucuruchos para vender sus golosinas, me imagino que la pelea era encarnizada,
pienso que es una maravillosa escena cultural que explica muchas cosas que
pasan en el país.
Hacer una historia de las revistas literarias en
Bolivia es un anhelo extraño porque ya en sí mismo está presente el fracaso, la
falta, la incompletitud, la impotencia. Cualquiera que se puso a buscar alguna
revista antigua sabe que nuestro mal de archivo es no solamente el poder sobre
el documento, su posesión, su retención o su interpretación, nuestro mal de
archivo también tiene que ver con una precariedad exasperante. En todo caso
está el afán, la tradición de una pretensión que suma y sigue y sigue.
Justo encontré una frase que la iba a poner en mi
próxima columna, pertenece nada más y nada menos que a Ismael Sotomayor, otro
de los grandes papelistas a quien debemos tener siempre debajo de la almohada: “Teniendo,
como tengo, notas y materias suficientes inéditas, publicárase pronto la
Historia del Periodismo y la Imprenta en La Paz, ensayo en el que trataré
ampliamente de la evolución tipográfica de esta ciudad del Illimani”. [Sic.]
Ja, ja, ja, ¡qué maravilla! No dejo de festejar con
aplausos y volteretas estas intenciones que, aunque no tuvieron concreción, entusiasman,
hacen que las bodas de Camacho se lleven a cabo dentro de tu corazón. Por los
textos que escribí pude sentirme parte de esa tradición, gracias por eso.
La otra columna fue más miscelánea, algunos apuntes,
algunas reflexiones, algunos escozores. El nombre lo explica muy bien, quise
ofrecer esas pelusas que algunas mañanas se han producido, sin saber cómo ni
por qué, en tu ombligo. Más allá de la metáfora, esas pelusitas que puedes
extraer haciendo una pinza con tu índice y tu pulgar, son una evidencia más de
tu próxima muerte. Siempre he tenido la impresión de que es tu cuerpo que se va
yendo cada día en forma de pelusita, así como cuando te despiertas y ves un
cabello tuyo muy pegado a la sábana. Por eso puse como encabezado el siguiente
texto:
Cada vez que dejo de estar solamente
acostumbrado a estar vivo, veo caer una pelusa del ombligo, “muero y estoy”
digo. Nada más hermoso que la sentencia de Anaximandro: “De allí mismo de donde
las cosas brotan, allí encuentran también su destrucción, conforme a necesidad;
pues ellas mismas se pagan mutuamente expiación y culpa por su injusticia, conforme
al orden del tiempo”. Comparto y pergeño algunas palabras, entrego esas pelusas
que caen de mi ombligo.
Gracias por dejarme compartir esos textos.
Quizá un afán más “periodístico” y más integrado al
periódico sustituya a LetraSiete, no sabemos, aunque intuimos, en qué derivará
el cambio anunciado, ojalá sea algo bueno. Lo que sí se puede decir es que
LetraSiete fue agüita fresca en medio del desierto. Muchas gracias por
eso.
Los textos que se publican en los
periódicos tienden a desaparecer rápidamente, ya lo decía Cortázar en su texto
“diario a diario”: [un señor se encuentra en el banco de una plaza un diario,
que en la mañana estuvo debajo de un brazo] luego se lo lleva a su casa y en el
camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven
los diarios después de algunas excitantes metamorfosis.
En
nuestro medio quizá eso de las acelgas no sea tan cierto, lo que sí podemos
imaginar es que los periódicos fácilmente se transforman en acolchonamiento para
llauchas sabatinas o domingueras. Por eso me parece un gran acierto que los
textos publicados en LetraSiete estén al alcance de cualquiera en la red, algo
así como esas botellas perdidas que tienen un papelito que hará sentido en el
futuro.
Un
abrazo Martín.
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