“El
comunismo no ha muerto,
su cadáver está vivo”
El autor participó en una entrevista colectiva a la Nobel Svetlana Alexievich, y transmite acá algunas de sus principales impresiones.
Carlos
Decker- Molina
Las
obras de Svetlana Alexievich han sido, indudablemente, escritas por ella, lo
que hace suponer que son sus palabras, pero no lo son. Las obras de la
Alexievich han sido escritas por la mano de la autora, pero son las palabras de
otros.
A
los periodistas nos dijo que no tiene ninguna técnica para entrevistar. “No
provoco a nadie, no lo he hecho nunca. Yo escucho. Para comenzar suelo decir,
cuéntame sobre tu vida. Evito preguntar como ustedes, los periodistas, que les
interesa más el hecho que el protagonista. Para mí la persona es más importante”.
La
Nobel 2015 no habla otro idioma más que el ruso, y eso dificulta bastante. Los
matices y los giros del idioma de Dostoievski, “son preciosos y precisos”, me
cuchicheó Irina mi colega rusa.
Para
dar un ejemplo del tipo de entrevista de Svetlana, nos relató su encuentro con
las lavanderas de Chernóbil. Dijo que en la reunión estaban también científicos
y periodistas de otros países. Las lavanderas habían cocinado para invitar a
sus visitantes, una tradición muy rusa pero, cuando advirtieron que los
extranjeros tenían su propia comida bien envasada en cajas de plástico, enmudecieron
y se expresaron solo con monosílabos. Entonces la Nobel se sentó junto a las
lavanderas en la mesa de la cocina y comió las viandas preparadas por esas manos
quemadas por la radiación. Entonces -dice- pregunté por el color de las manos y
las lavanderas respondieron: “Las máquinas de lavar ropa quedaron inutilizadas,
tuvimos que lavar a mano”.
Un
colega la preguntó cómo hizo para que alguno de sus entrevistados hablara como
niño. Después de una pausa, dijo: “Recuerdo que era un profesor. En nuestra
sociedad son personajes con autoridad, jerárquicos, no como en las democracias
en las que los profesores son gente como cualquiera. El profesor fue muy formal,
concreto y seco cuando recordó que las tropas de Hitler llegaron al lugar, ‘entonces
nosotros nos escondimos’… Lo interrumpí y le pregunté por qué dispararon a las
caras. El profesor calló unos instantes y volvió al recuerdo de su infancia y
dijo… ‘es que mi madre era muy bella’ y continúo el relato con voz de niño”.
Y
¿cómo sabes que la gente dice la verdad? “Pienso que el recuerdo es un trabajo
laborioso que se puede comparar con el del escultor que labra la roca, le da
forma; es lo mismo con las palabras, las reúne, la piensa, las formula o
reformula siempre alrededor del recuerdo. Por eso hago cientos de entrevistas
que terminan siendo solo unas cuantas en el libro”.
La
escritora bielorrusa aclaró que nunca ha utilizado la expresión “sovok” peyorativa
de “Homo sovieticus”, en cambio habla
ella del “hombre rojo” que, aclara, es una figura trágica que en otras
circunstancias pudo haber vivido de otra manera, “la mayoría no tienen energía
para oponerse” dijo y contó la historia de Vasili Petrovich de 87 años cuya
mujer murió en el Gulag y él mismo fue torturado y sometido a tres simulacros
de fusilamiento, pero que cuando le dieron libertad y, sobre todo, le
devolvieron la libreta del partido, lloró de alegría.
En
sus palabras de agradecimiento Svetlana Alexievich demostró una vez más poseer una visión
particular sobre la cultura de su país y de ese homo
sovieticus que domina su
obra. Nos entregó un puñado de frases contundentes.
Alexiévich describió
el momento actual como “un tiempo de segunda mano”. Un tiempo de esperanza que
“ha sido sustituido por el momento del miedo”, donde “es difícil hablar de
amor”.
“Anteriormente el mundo estaba dividido, había
verdugos y víctimas: qué fue el gulag, hermanos y hermanas, qué era la guerra,
el electorado… era parte de la tecnología y el mundo contemporáneo. Nuestro
mundo también había sido dividido en quienes fueron encarcelados y quienes
encarcelaron; hoy hay una división entre eslavófilos y occidentalistas,
‘fascistas-traidores’ y patriotas. Y entre los que pueden comprar las cosas y
los que no pueden. Esto último era lo más cruel de las pruebas para seguir el
socialismo, porque no hace tanto tiempo que todos habían sido iguales. El Homo sovieticus no fue capaz de entrar en el reino de
la libertad que había soñado alrededor de su mesa de la cocina. El comunismo no
ha muerto, su cadáver está vivo”.
Naturalmente, el poder político de Bielorrusia
la detesta, pero no la censura, usan un método curioso. Los precios los pone el
estado, el libro La guerra no tiene
rostro de mujer, uno de los más vendidos en el mundo, está en las vitrinas
de las librerías de Minsk, a 322.600 rublos que es la décima parte de un
salario de un profesor de escuela, por la misma suma se pueden comprar 10
botellas de vodka.
En Minsk, nadie puede comprar el libro de la
Nobel de Literatura 2015.
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