domingo, 6 de diciembre de 2015

Comentario

Maxi Barrientos, en la línea de fuego

Reseña de Una casa en llamas (Eterna Cadencia y El Cuervo), el más reciente libro de cuentos del escritor cruceño.



Martín Zelaya Sánchez

“Mis personajes viven continuamente en sus cabezas. Están atrapados en un tiempo que no es el presente”, comentó Maximiliano Barrientos en una reciente entrevista que le hizo Silvina Friera para Página 12, a propósito del reciente lanzamiento de Una casa en llamas en Buenos Aires.
Del estilo del autor cruceño se dice -acertadamente- que agarra lo mejor del lenguaje cinematográfico: precisión, claridad y contundencia. Habría que agregar que en sus textos se distingue además otra recurrencia: desfase, quiebre, crisis, ya no en su impronta estética, claro, sino en otros recursos narrativos: construcción de personajes y escenarios.
Todos o casi todos sus personajes -en su narrativa en general y en este libro de relatos en específico- sin estar necesariamente en situaciones dramáticas (que también las hay), atraviesan conflictos crónicos (que no necesariamente agudos), viven atormentados por el pasado, a merced de la abulia cotidiana, o desesperados y vacíos de cara al futuro. Y así, claro, se trazan hechos y ambientes violentos, descarnados y oscuros; pero no imposibles ni inverosímiles, más bien tan terrestres que le pasan a cualquiera en cualquier momento de su vida, y la gran mayoría ni se preocupa en detectarlos.

“Una belleza que no formaba parte de este mundo, él la forzaba. Algo para conservar en la memoria, para recordar quiénes fuimos todas las tardes anteriores a esa tarde”. (Algo allá afuera, en la lluvia, pág. 29)

Como aquella pareja de huida permanente, de hotel en hotel, o como aquel migrante retornado que jamás logra reencontrarse –nos referimos a sus anteriores Hoteles y La desaparición del paisaje- los protagonistas de Una casa en llamas –que se publicó en septiembre por Eterna Cadencia en Argentina, y esta semana se lanza con El Cuervo para Bolivia- siempre están al límite, en circunstancias determinantes que, o bien estallan, o bien trasmutan bruscamente a una normalidad irremediable, definitiva; ¿acaso algo violenta más al hombre que la rutina impuesta?
Giovanna Rivero -otra consumada narradora boliviana- comentó hace algunos días a propósito del premio Eñe que recibió por su relato Albúmina: “ante el derrumbe de los megarrelatos en la actualidad, el cuento tiene el encargo de contar la vida”. Y vaya que para eso Barrientos tiene talento, para contar el transcurrir, el durar cotidiano e implacable de la gente.

“Andrea y yo somos una pareja sin nada excepcional que comparte una felicidad hecha de momentos como este, que arma memoria con ritos sin importancia”. (El fantasma de Tomás Jordán, pág. 63)


Al viejo estilo de los cuestionarios relámpago con los que los viejos periodistas pedían a sus entrevistados que describan en pocas palabras y espontáneamente ciertos nombres o conceptos sugeridos, y a modo de invitar a la lectura, compartimos a continuación una escueta descripción de cada relato de este libro, seguida por algunas ideas o frases por estos provocadas.

No hay música en el mundo
Un luchador en decadencia empieza a morirse apenas toma la decisión de retirarse, luego de perder claramente su última pelea. Antes del fin -el fin definitivo, inexorable, acelerado por un ebrio cazador adolescente- su mente empieza a sacar sus últimas cartas: se adelanta, vuelve atrás, juega un poco antes de apagarse.

Algo allá afuera, en la lluvia
Un joven y una prostituta. Un joven y el recuerdo y presencia constantes del padre loco. La locura ubicua. La lluvia no siempre se lo lleva todo. Nada puede con aquellas recurrentes obsesiones guardadas en lo más inextricable de la mente.

“[La lluvia] cae con fuerza, sumiendo al mundo en un ruido que no llega a ser estridente y que se convierte en el fondo perfecto para diluirnos, para apagarnos de a poco, muy lentamente”. (Pág. 32)

Sara
Una mujer violada tiempo atrás, por una venganza contra su marido, se enfrenta a la posibilidad de consumar a su vez su propia vendetta. No todos son capaces de todo… ni de perdonar u olvidar, ni siquiera a veces de tan solo resarcirse.

Fuego
Una mujer desequilibrada aparece y desaparece de la vida de su pareja. Él sabe que nunca la tendrá, sabe que no le hace bien… pero sabe también que nunca podrá desligarse de ella. Hay gente que ni cuando desaparece para siempre se va por completo.

“Su mirada estaba cargada de una electricidad triste, desde que era niña había desamparo: la certeza de estar en un lugar hermoso pero al mismo tiempo inhóspito”. (Pág. 50)

El fantasma de Tomás Jordán
Un muchacho bebe con la viuda de su hermano en una inútil ceremonia anual de memoria y luto. Termina asaltando la misma licorería que asaltó su hermano antes de morir.  Amores tercos son desamores. La redención no se logra a pedido, llega cuando debe llegar.

Gringo
Una familia recibe fotos obscenas de un extranjero que estuvo ligado a ella muchos años atrás. Un pasado escabroso, una cadena de mentiras, y una mentira final que puede -tiene que- venir bien.


No hay comentarios:

Publicar un comentario