El infierno en la sala negra
Acerca de una exposición en tres partes en el complejo espacio habilitado por el Centro Cultural de España en La Paz.
Pedro Querejazu Leytón
El Centro Cultural de España en La Paz (CCELP) ha venido
realizando una serie de presentaciones multisensoriales y multidisciplinarias
en su “sala negra”.
Dicha sala es el resultado de la pervivencia de los taludes y
muros de contención originales de la Casa de España sobre el río Choqueyapu,
que fueron modificados recientemente e incorporados dentro en el “Parque Urbano
Central”, desarrollado sobre el entubamiento del río, espacio que empieza en la
calle Colón y termina en el llamado “Parque de los monos”, el Teatro al aíre
libre y empalma con la Avenida del Poeta, hasta la gruta de la Virgen de
Lourdes, camino a Obrajes.
La sala negra es un espacio imposible, largo y estrecho, con el
muro izquierdo vertical y el opuesto en talud, con unas escaleras de acceso y
un muro de fondo triangular. El CCELP, con el fin de estimular tanto las
propuestas de uso de ese difícil espacio como la tarea de los curadores de arte
lanzó una convocatoria: “Curar en la sala negra” que
se abrió el 1 de junio y cerró el 10 de julio.
La misma tuvo como principal objetivo poner en valor y promocionar el trabajo de los curadores en el contexto
artístico cultural del país, incentivando el reconocimiento de la gestión cultural tan necesaria y vital para
el mundo del arte boliviano actual. El diseño,
planificación, contextualización y coherencia de los espacios y los proyectos
expositivos, precisan de la figura y persona de un curador. Por eso el CCELP
optó por replantearse el uso y gestión de la sala negra, proponiendo al mismo tiempo la puesta en valor del
trabajo del curador de arte.
El proyecto curatorial ganador de la convocatoria fue “Ejercicios
espirituales. Descomponer el infierno”, presentado por la artista visual, curadora
de arte e historiadora del arte, Lucía Querejazu Escobari. La propuesta suponía
la realización de tres exposiciones y otros eventos realizados por varios
artistas y la curadora.
La serie del proyecto se inició el jueves 17 de septiembre, con la
apertura de la instalación multisensorial “Los ojos y el olfato. El infierno de
Caquiaviri”, realizada con base en fotografías manipuladas y modificadas de
pinturas con ese tema, parte de la serie de cinco postrimerías pintadas en 1739
que están en los muros de la iglesia de esa población.
La curaduría implicó la construcción de una puerta de madera que
sobresale del piso del patio ulterior del CCELP, haciendo acaso una especie de
remedo de las puertas del infierno de Rodín.
Tiene dos paneles explicativos en el exterior y, por unas
escaleras se desciende al infierno y se entra al espacio totalmente oscuro,
negro de la sala. En ella, se mostraron tres imágenes proyectadas sobre el muro
en talud, de detalles del infierno de Caquiaviri. El espectador camina sobre un
suelo mojado y percibe olores de azufre y pólvora quemada, tradicionalmente
asociados con lo demoniaco e infernal, mientras transita entre demonios y
pecadores torturados y castigados horriblemente y sin fin.
La segunda parte abrió al público el 15 de octubre, con una
disertación de la curadora titulada “El infierno. Origen, historia y por qué Caquiaviri”,
y la subsecuente apertura del espacio con la instalación sonora y acústica
compuesta y desarrollada por los músicos y creadores Natalia Fajardo y Diego
Fletcher.
Esta instalación producida con base en sonidos grabados y
sintetizados sumados a otros efectos acústicos, se presentó con alto volumen de
audio en el interior totalmente oscuro de la sala. El espectador transitaba
rodeado por sonidos y ruidos “infernales” organizados en un audio de cinco
minutos de duración de repetición continua e infinita. El visitante contaba solo
con la referencia de un haz de luz muy concentrado proyectado desde el centro
del techo de la sala hacia el suelo oscuro, sugiriendo la existencia de un
orificio más profundo y más oscuro aún, si fuese posible.
La tercera exposición, precedida por una segunda disertación de Querejazu
titulada: “La representación del demonio”, se inauguró el jueves 12 de
noviembre, con una instalación y obras realizadas por James Moon, y está
abierta al público aún.
La instalación está compuesta por siete magníficos dibujos con
tinta y pluma que representan a seis demonios y al Leviatán. Descorriendo una
cortina de tela roja se desciende por los escalones al “infierno de la sala
negra”.
Los dibujos han sido ampliados a dimensiones enormes y montados
sobre paneles con siluetas específicas que, gracias a una iluminación intensa y
contrastada, proyectan sombras sobre los negros muros de la sala. El espectador
puede caminar por un sendero zigzagueante de tablas sobre el suelo mojado,
entre los demonios y sus sombras, hasta llegar al fondo de la sala, en la cual
está el diablo. (Solo puede verlo aquella persona que se sienta en una silla y
lo encuentra también sentado de frente y mirándole cara a cara).
Reto cumplido el de curar en la sala negra, máxime con una
propuesta que empalmó lo mejor del arte colonial del país, apropiado y
replanteado tanto con medios tradicionales como el dibujo, como con propuestas
contemporáneas de alta calidad, con un resultado novedoso, original, creativo y
propositivo, aunque sea yo el que lo diga, y lo digo precisamente por eso.
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