domingo, 13 de diciembre de 2015

De arte y artistas

El infierno en la sala negra


Acerca de una exposición en tres partes en el complejo espacio habilitado por el Centro Cultural de España en La Paz.



Pedro Querejazu Leytón 

El Centro Cultural de España en La Paz (CCELP) ha venido realizando una serie de presentaciones multisensoriales y multidisciplinarias en su “sala negra”.
Dicha sala es el resultado de la pervivencia de los taludes y muros de contención originales de la Casa de España sobre el río Choqueyapu, que fueron modificados recientemente e incorporados dentro en el “Parque Urbano Central”, desarrollado sobre el entubamiento del río, espacio que empieza en la calle Colón y termina en el llamado “Parque de los monos”, el Teatro al aíre libre y empalma con la Avenida del Poeta, hasta la gruta de la Virgen de Lourdes, camino a Obrajes.
La sala negra es un espacio imposible, largo y estrecho, con el muro izquierdo vertical y el opuesto en talud, con unas escaleras de acceso y un muro de fondo triangular. El CCELP, con el fin de estimular tanto las propuestas de uso de ese difícil espacio como la tarea de los curadores de arte lanzó una convocatoria: “Curar en la sala negra” que se abrió el 1 de junio y cerró el 10 de julio.
La misma tuvo como principal objetivo poner en valor y promocionar el trabajo de los curadores en el contexto artístico cultural del país, incentivando el reconocimiento de la gestión cultural tan necesaria y vital para el mundo del arte boliviano actual. El diseño,  planificación, contextualización y coherencia de los espacios y los proyectos expositivos, precisan de la figura y persona de un curador. Por eso el CCELP optó por replantearse el uso y gestión de la sala negra, proponiendo al mismo tiempo la puesta en valor del trabajo del curador de arte.
El proyecto curatorial ganador de la convocatoria fue “Ejercicios espirituales. Descomponer el infierno”, presentado por la artista visual, curadora de arte e historiadora del arte, Lucía Querejazu Escobari. La propuesta suponía la realización de tres exposiciones y otros eventos realizados por varios artistas y la curadora.
La serie del proyecto se inició el jueves 17 de septiembre, con la apertura de la instalación multisensorial “Los ojos y el olfato. El infierno de Caquiaviri”, realizada con base en fotografías manipuladas y modificadas de pinturas con ese tema, parte de la serie de cinco postrimerías pintadas en 1739 que están en los muros de la iglesia de esa población.
La curaduría implicó la construcción de una puerta de madera que sobresale del piso del patio ulterior del CCELP, haciendo acaso una especie de remedo de las puertas del infierno de Rodín.
Tiene dos paneles explicativos en el exterior y, por unas escaleras se desciende al infierno y se entra al espacio totalmente oscuro, negro de la sala. En ella, se mostraron tres imágenes proyectadas sobre el muro en talud, de detalles del infierno de Caquiaviri. El espectador camina sobre un suelo mojado y percibe olores de azufre y pólvora quemada, tradicionalmente asociados con lo demoniaco e infernal, mientras transita entre demonios y pecadores torturados y castigados horriblemente y sin fin.
La segunda parte abrió al público el 15 de octubre, con una disertación de la curadora titulada “El infierno. Origen, historia y por qué Caquiaviri”, y la subsecuente apertura del espacio con la instalación sonora y acústica compuesta y desarrollada por los músicos y creadores Natalia Fajardo y Diego Fletcher.
Esta instalación producida con base en sonidos grabados y sintetizados sumados a otros efectos acústicos, se presentó con alto volumen de audio en el interior totalmente oscuro de la sala. El espectador transitaba rodeado por sonidos y ruidos “infernales” organizados en un audio de cinco minutos de duración de repetición continua e infinita. El visitante contaba solo con la referencia de un haz de luz muy concentrado proyectado desde el centro del techo de la sala hacia el suelo oscuro, sugiriendo la existencia de un orificio más profundo y más oscuro aún, si fuese posible.
La tercera exposición, precedida por una segunda disertación de Querejazu titulada: “La representación del demonio”, se inauguró el jueves 12 de noviembre, con una instalación y obras realizadas por James Moon, y está abierta al público aún.
La instalación está compuesta por siete magníficos dibujos con tinta y pluma que representan a seis demonios y al Leviatán. Descorriendo una cortina de tela roja se desciende por los escalones al “infierno de la sala negra”.
Los dibujos han sido ampliados a dimensiones enormes y montados sobre paneles con siluetas específicas que, gracias a una iluminación intensa y contrastada, proyectan sombras sobre los negros muros de la sala. El espectador puede caminar por un sendero zigzagueante de tablas sobre el suelo mojado, entre los demonios y sus sombras, hasta llegar al fondo de la sala, en la cual está el diablo. (Solo puede verlo aquella persona que se sienta en una silla y lo encuentra también sentado de frente y mirándole cara a cara).

Reto cumplido el de curar en la sala negra, máxime con una propuesta que empalmó lo mejor del arte colonial del país, apropiado y replanteado tanto con medios tradicionales como el dibujo, como con propuestas contemporáneas de alta calidad, con un resultado novedoso, original, creativo y propositivo, aunque sea yo el que lo diga, y lo digo precisamente por eso. 

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