domingo, 6 de diciembre de 2015

Cafetín con gramófono

¿Qué prefiere usted, amar sin ser
amada o ser amada sin amar?


La breve pero crucial participación de las mujeres –de la mano de María G. Gutiérrez- en la revista Gesta Bárbara.



Omar Rocha Velasco 

La revista Gesta Bárbara se publicó en Potosí entre 1918 y 1926, salieron diez números que marcaron a toda una generación de jóvenes idealistas. En efecto, en esta revista se cultivó una idea: el arte es la única opción para hacer frente a un medio “ineficaz”, pacato y conservador. Estos jóvenes fueron “tocados” por una conferencia que dio Ricardo Jaimes Freyre en tierras potosinas y asimilaron los impulsos traídos desde Puno por un tal Juan Cajal, alias de Gamaliel Churata, alias de Arturo Peralta.
Aunque se ha dicho bastante -nunca suficiente- sobre las dos figuras más representativas de esta revista (Juan Cajal y Carlos Medinaceli) y los demás jóvenes que fueron parte de esas páginas (José Enrique Viaña, Wálter Dalence, Armando Alba, Alberto Saavedra Nogales, Armando Palermo, Celestino López, etc.), la participación femenina fue muy importante -sobre todo en los primeros números, luego fue decayendo hasta casi desvanecerse-, destaca el nombre de María G. Gutiérrez, que en el número dos figura como directora[1].
El primer texto de María G. Gutiérrez aparece en el N° 1 de la revista y se llama “Palabras femeninas”, allí la escritora plantea que las mujeres tienen miedo a ser felices, que es como si se sintieran a gusto con el sufrimiento: “Las mujeres nos sentimos en el sufrimiento como en nuestro elemento. Nada nos extraña sufrir, parecemos creadas para la queja, y el llanto tiene poesía en nuestros ojos… pero la felicidad nos sorprende y nos asusta”.
Otra de las ideas que aparece en el texto es la incongruencia que se manifiesta al llamar a la mujer “débil y bella” (sexo débil). La conclusión es que no hay belleza en la debilidad y esta premisa conduce a hacer una apelación contundente a las mujeres: “¡Templad vuestro carácter y sed felices!”. La perspectiva es interesante porque no solo se trata de la exigencia de formación y educación que se reclamaba en la época, aquí el problema es el “carácter”. Ningún esfuerzo intelectual da frutos sino está unido al carácter, esto último es lo que “procura felicidad”.
Aunque las secciones no tienen autoría y son atribuibles a toda la “redacción”, estoy seguro que detrás de la sección llamada “nuestra encuesta” estuvo la mano de María G. Gutiérrez. En el número 1 la pregunta es la que le da el título a esta reseña: “¿Qué prefiere usted, amar sin ser amada o ser amada sin amar?”. Pregunta absolutamente conocedora de los avatares del amor. Ya desde el banquete de Platón se establece en el discurso de Fedro los dos lugares posibles de ocupar en una relación amorosa: Erastés (amante) y Erómenos (amado).
Como aparece más adelante, de acuerdo a lo que pensaba Gutiérrez, la mujer no se atrevía a ser feliz y tenía que buscar amar y ser amada. En el número 2 de la revista aparecen varios poemas de esta joven escritora, este es un fragmento del Poema de Oro:

                   ¿Suspiras? ¡Vano es suspirar! La brisa deshace esta doliente queja del alma, y ni las flores se inclinan al roce de un suspiro que se lleva el viento.
                   ¿Amas?
                   Sí.
                   ¿Eres amada?
                   ¡También!
                   Entonces, ríe; dale al viento  el metal de tu carcajada y las flores harán fiesta al oír el rondó argentino de tu risa que es toda alegría, toda amor, toda vida (…)

La respuesta a “nuestra encuesta” del primer número de Gesta Bárbara la realiza “Aura”, seudónimo de alguna de las “señoritas de espíritu rebelde” de la época. Al principio se presenta y dice que no es una muchacha que “que tiene locura por los libros” que ha leído algunas novelas y confiesa un “caprichillo”:
“Yo quisiera a que el orden social a que estamos sujetas, fuera otro de mayor independencia y cultura, y, cuando Uds. menos lo esperaran [dirigiéndose, obviamente, a los redactores de la revista], y riendo como unos graves hombres alegres, (cuenten con que yo los conozco) se paseen echando humo como untos tanques (¡Válgame Dios!) irme de brazero con uno de Uds., con el más loco y farsante, camino… camino del Pariorko, por que él me diga todas las locuras de que están ávidos mis oídos…”. (sic.)
Finalmente Aura responde: “¡Yo quiero amar aunque no me amen!”. Esta respuesta quizá no satisfizo a María G. Gutiérrez porque Aura, además, confiesa que quiere sobrevivir a su amado, está enamorada del Dolor como Carolina de Coronado (escritora romántica española). Y para rematar Aura confiesa que ese amor al que se refiere le plantea un conflicto: “Yo quiero un amor puro espíritu, puro éter… pero, Uds., los hombres son demasiado sensuales[2] (biológicamente) para dejar florar sus espíritus como un velo de odalisca…”.
Las encuestas siguieron, en el número 3 la pregunta fue, ¿cuál es, según su concepto, la mujer ideal? Las respuestas fueron variadas y más breves, aquí algunas de ellas:

En mi concepto la mujer ideal es aquella que no envejece jamás, como la Venus de Milo o la Gioconda de Vinci. Alfredo Araujo.
Para mí todas las mujeres son… IDEALES. Pedro Vélez.
Como la mayoría de los hombres, soñé con una mujer ideal; pero como dirá también ella, encontré el reverso de mi sueño. J. Pérez.
La mujer ideal será aquella que en una belleza física impecable, lleve engastado un espíritu singularmente bondadoso y exento de vanidad. A. Vera. A.

La participación de María G. Gutiérrez en Gesta Bárbara se fue diluyendo de a poco, perdió presencia y protagonismo, sin embargo sus intervenciones en los primeros números muestran lo que se pensaba de las mujeres en los círculos letrados de las primeras décadas del siglo XX; fue un espíritu rebelde, sin duda, una escritora que, como dijo Juan Cajal en una nota dedicada a ella, “ha clarineado sobre la calva ancestral de los convencionalismos”.




[1] La fotocopia que poseo lleva el siguiente sello: “Biblioteca de Emilio Medinaceli” y cada número tiene varias anotaciones y correcciones hechas después de la publicación. Una especie de adenda a mano o fe de errata tardía que, seguramente, hizo Emilio Medinaceli tratando de enmendar errores que a su juicio se cometieron. En el número tres de la revista, publicado en diciembre de 1918, la portada dice, Directora: María G. Gutiérrez, Administrador: Manuel Sivila. Emilio anota, inmediatamente después del nombre María G. Gutiérrez, “suplente de Carlos Medinaceli”. Lo dicho, en esta colección se puede ver varios añadidos, borrones y correcciones de este estilo.   

[2] Acá Emilio Medinaceli añade una palabra: “Uds. los hombres son, algunos, demasiado sensuales” (las negrillas son mías). Le molestó la generalización y apeló a relativizar la frase.

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