lunes, 21 de diciembre de 2015

ALTIplaneando

El espejo frente al espejo


Desde la filosofía y la literatura; desde las artes plásticas, sobre todo, y también desde la psicología. La complejidad y ambigüedad de la imagen reflejada/refractada.



Edwin Guzmán Ortiz

Nuestro comercio civilizatorio con el espejo no parte exclusivamente de la relación cotidiana con aquel sutil utensilio. Se remonta más bien a un pasado inmemorial en el que el rostro se veía reflejado en el agua, la superficie de un metal, o en algún material pulido por la mano, o por la mano del tiempo.
El espejo es un objeto hecho de vidrio + una base de metal reflectante. De la función básica de reflejar un determinado objeto, salta a condición de complejo artefacto capaz de copiar el mundo, de reproducir las formas a su imagen y semejanza. Este poder facsimilar, lo proyectó a la categoría de símbolo, un órgano de autocontemplación con capacidad de reflejar el universo.
A veces, con funciones fatales como en el mito de Narciso que, enamorado de sí mismo, a partir de la propia contemplación en las aguas de un estanque, consuma su muerte prematura -la autocontemplación narcisista puede culminar en la autofagia. O con facultades supremas, como en la filosofía sufí, donde Dios es el espejo en el que tú te ves a ti mismo, así como tú eres Su espejo en el que Él contempla Sus nombres.
Aunque la física ha desplegado una mitología propia acerca de la reflexión de la luz,  implicando sus rayos en un juego de incidencias lumínicas a partir de ángulos copulativos, su verdadero interés creativo estriba en la contrastación reflexiva que ocurre en el juego de varios espejos, como en el caso de las imágenes caleidoscópicas, o la mecánica incidencial que trabaja distancias y ángulos en el vientre del telescopio. Es más, asombra la convergencia entre la física contemporánea con los hallazgos silenciosos del arte.
Tradicionalmente los espejos han sido reconocidos como símbolos del alma, de la sombra y del espíritu. Frazer señalaba: “así como muchos pueblos creen que el alma humana radica en la sombra, así otros (o los mismos), creen que reside en la imagen reflejada en el agua o un espejo”. Otto Rank por su parte, los relaciona con el doble, pues también actúan como metáfora de desdoblamiento de la personalidad.
El psicoanalista francés Jaques Lacan, ha caracterizado una parte importante de la formación del yo, en el infante, a partir de lo que ha denominado el “estadio del espejo”. Éste está plagado, ni más ni menos de todo ese bestiario que desencadena la autopercepción corporal, la constitución de un imaginario referenciado, la danza libidinal, el desfase entre lo real y lo virtual, su orden ficcional y el popurrí de mediaciones simbólicas que brota entre un yo bisoño y un alter que se cree perenne.
Mas -¡cuándo no!- el arte ha explotado un volumen inimaginable de posibilidades desde esa capacidad  enorme que sugiere el espejo para explotar la naturaleza humana, la identidad, la cultura, la naturaleza y el propio universo. En esa perspectiva no resisto la tentación de acercarme a ciertas obras que, espejo por medio, me han motivado el genitivo entusiasmo y la consecuente perplejidad por su generosa prédica.
Tres pinturas -para mi gusto- coronan la feliz iniciativa de introducir el espejo en sentido filosófico. El matrimonio Arnolfini, de van Eyck; Las meninas, de Velásquez y el Hombre mirándose la nuca, de René Magritte. 
En los Arnofinni, al fondo, detrás de la pareja, se percibe un espejo redondo de escasas dimensiones que, de alguna manera, captura un espacio escondido del cuadro. Su ubicación es central. Más de un experto  ha visto en ese espejo el centro de gravedad de todo el cuadro. Su posición y contenido captura nuestra atención: una suerte de “círculo mágico” ubicado con increíble precisión para magnetizar la mirada y revelarnos un enigma del cuadro. Ni más ni menos, una llave.
Velásquez en Las meninas -su obra más famosa- plasma en un espejo al fondo del cuadro, una pareja, dos retratos unidos de Felipe IV y su segunda mujer doña Mariana de Austria. Ambas figuras se superponen unidas allende el lienzo, pero reflejadas en el espejo que está colgado en la pared al fondo del cuarto que sirve de estudio al artista.
En general, se ha considerado que la aparición de los reyes en el espejo de la pared del fondo sería una de las claves, quizá la más importante, que permitiría interpretar el significado de este cuadro. ¿Velásquez pinta a los reyes que supuestamente posan fuera del cuadro?, o ellos aparecen  en el espejo como simple presencia no protagónica?... las exégesis se continúan multiplicando como la imagen incesante de los espejos.
Magritte, en su pintura Prohibida su reproducción, muestra un hombre de espaldas frente a un espejo, que en vez de reflejar su rostro, reproduce su posición de espaldas, efecto que despierta una sorpresa insólita. Aparentemente simple, pero terriblemente cuestionadora a la hora de pensar que la mecánica reflejante del espejo convencional ha sido transgredida. Ese no-reflejo es una subversión del sistema de correspondencia establecido, y la obra nos invita a repensar otras posibilidades de reflejar el mundo, donde el reflejo se resiste a la trampa cartesiana, para ensayar un salto a lo insólito.
No sería justo dejar fuera del orden visual los dibujos de M.C. Escher. Probablemente, el más conocido sea La esfera reflejante, que copia el rostro del dibujante holandés, con la distorsión de la forma original no, precisamente, una anamorfosis. Pero en la obra que despliega su gran capacidad creativa es en Espejo mágico, en la que un plano cortado oblicuamente por un espejo vertical es travesado por pequeños felinos alados que al hacerlo se desdibujan para volver a redibujarse en tridimensional metamorfosis. En el antes, a través y después del espejo, los pequeños monstruos se imbrican en teselado, mientras una expectante esfera da la pauta para el complejo haz de reflejos especulares, desde su monda fijeza. 
El espejo, filme del cineasta ruso Andrei Tarkowski recupera desde la memoria esa biografía íntima de sucesos personales e históricos de la URSS en tiempos de revolución. El espejo refleja el interior del ser humano y los hechos dramáticos en la vida de los principales personajes: Aleksiey, María, Natalia e Ignat. Es, a su vez, una metáfora fundamental de esa visión que recupera la función psicoanalítica de los estados de la conciencia humanos, en los que se refleja y busca comprender los hechos que emergen y que se van desmenuzando en la memoria. La película, cual inmenso espejo, que tiene el poder  de revelar el mundo interior de Tarkovski y sus personajes, desde un tiempo plagado de nostalgias, extravío, incertidumbre y destellos de fe.

De este modo el arte devendría en otro espejo que, además de reflejar el mundo, no cesa de sugerir otras maneras de construir la realidad. El poema de Borges lo concibe así: “A veces en la tarde una cara / nos mira desde el fondo de un espejo; / el arte debe ser como ese espejo / que nos revela nuestra propia cara. 

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