Las ciencias ocultas de Roberto Arlt
Un libro raro, esotérico, sobre ciencias misteriosas ocultistas para que “ni el propio diablo” las pueda entender.
Ricard Bellveser
Roberto Arlt es un escritor argentino raro e inquietante. Hoy en día es uno de
los más importantes del mundo hispánico. Hijo de emigrantes austriacos y
alemanes, nació en Buenos Aires en 1900 y murió 42 años después de un ataque al
corazón.
En este (corto) espacio de tiempo escribió
novelas, cuentos y relatos, dramas teatrales, practicó el periodismo (aguafuertes),
y el ensayo, en una producción prodigiosa porque apenas fue a la escuela de la
que fue expulsado casi de niño, a lo que hay que añadir la tormentosa relación
con su padre, que recuerda a la de Franz Kafka, aunque ésta salpicada de
elementos sádicos.
Con 19 años escribió para el semanario Tribuna
Libre, una serie de artículos sobre esoterismo y teosofía que, reunidos,
recibieron el título de Las ciencias
ocultas en la ciudad de Buenos Aires, un libro de ensayos y memorias que
acaba de ser reeditado por la editorial Drácena (Madrid, 2015).
Se trata de una edición profusamente anotada
por Marcos Fernández y Gastón Segura, con centenar y medio de indicaciones que
aclaran sus referencias.
Arlt está considerado como el autor que se
inventó la ciudad de Buenos Aires, hasta el extremo de que autores como Jorge
Luis Borges, Julio Cortázar o Roberto Bolaño le reconocen ese mérito y lo han
considerado su maestro.
Los artículos que componen Las ciencias ocultas…, tienen el enorme
poder de sugestión que para miles de personas poseen el esoterismo, el
ocultismo, las ciencias secretas, y todo lo que ellas envuelven a la sombra de
lo inexplicable, o tal vez deberíamos decir, de lo solo explicable con un
lenguaje oscuro, ambivalente y misterioso, de forma que siempre parece que
detrás hay más de lo que se “puede” decir.
Cuenta en este libro Arlt que tras una de las
tantas veces que su padre lo echó de casa, fue a parar a una librería de libros
de viejo donde le dieron un empleo de mozo de almacén, y por allí apareció un
tipo que le abrió las puertas de esta zona en sombras de la existencia ante la
que quedó totalmente fascinado, especialmente cuando descubrió los dos
volúmenes de La doctrina secreta,
editados en 1888, y de los que es autora la famosa Helena Blavatsky, corpus
doctrinal de la Sociedad Teosófica Internacional, “una sociedad para la
búsqueda de la sabiduría divina, sabiduría oculta o espiritual”, que practicaba
la “doctrina secreta” de Blavatsky, “la portadora de la luz”, teorías que
encandilaban a cuantos ingenuos caían en sus retóricas redes y que, bien
pensado, junto a todo lo esotérico, sigue teniendo un gran predicamento sobre
la parte más snob de la sociedad.
Arlt que primero quedó atrapado por estas
doctrinas, aprendió en la logia Vi-Dharma, -según confesó- un corpus teórico
compuesto por “leyendas y doctrinas arcaicas así como mitos, bajo cuyas formas
simbólicas y esotéricas, encubren una verdad solo al alcance de los iniciados,
las tradiciones antiquísimas de la magia y los modernos fenómenos del hipnotismo, magnetismo,
espiritismo y radioactividad”.
Pero tras leer decenas de libros sobre estas
materias, y dedicar muchas horas al debate y la discusión con los teósofos de
la sociedad, se desencantó, lo que produjo estos artículos y este ensayo general,
en los que destaca cómo el esoterismo envestido de supuesta ciencia, se desliza
a través de ceremoniales complicados llenos de liturgias incomprensibles
basadas en “saberes ocultos”, ocultos precisamente porque en ello descansa su
máxima persuasión, “los teósofos -dice Arlt- se rodean de tal misterio, que el
propio diablo sea incapaz de ver cualquier cosa”.
Aún así siempre quedan abiertas algunas
preguntas como ¿no hay nada, absolutamente nada de verdad en la llamada verdad
esotérica?, ¿cómo es posible que pasen años y siglos sobre estas materias sin
ser desenmascaradas? O ¿no será que verdaderamente en la vida hay demasiadas
cosas inexplicadas? En ese caso, ¿qué es lo que tienen de decepcionante?
Arlt, en los escritos que conforman este
libro, se propone desenmascarar a la Sociedad Teosófica y directamente a madame Blavatsky, y para ello recorrió
los cenáculos poéticos de Buenos Aires, con 16 años, como todo un Rimbaud
hispano, acompañado por su inseparable Conrador Nalé, vagabundos por los bares
y los callejones, por las bibliotecas donde él estudió teosofía y en las
antesala de revistas y editoriales a las que quiso venderles sus escritos.
Esta deriva es clave pues, en opinión de los
editores, anotadores y prologuistas de esta edición “de otro modo, es decir,
sin esa madurez ácida del alma descarriada, resulta imposible la certera mirada con que Arlt
escarba en la amazacotada costra de erudición
y embuste con que se envuelve -entonces y ahora- la teosofía, hasta
dejarla corita en toda su impudibundez. Porque esa mirada taladrante exige no
tanto de un profundo escepticismo como de una índole demasiado humana o
demasiado curtida en lo humano, para atinar con el revés del embeleco y con las
artimañas del timador a las primeras de cambio, y Arlt atina”.
Lo más revelador de este libro raro, curioso,
atractivo y dispar, más allá del debate esotérico y la decepción del autor por
lo que tiene de superchería, es comprobar cómo jirones de todas estas materias,
de todas estas lecturas, pasan a sus novelas y a sus relatos, estas obsesiones
siguen hasta Diario de un morfinómano,
que editó en 1921, y en su célebre Juguete
rabioso, de 1926.
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