lunes, 21 de diciembre de 2015

Libros

Las ciencias ocultas de Roberto Arlt

Un libro raro, esotérico, sobre ciencias misteriosas ocultistas para que “ni el propio diablo” las pueda entender.


Ricard Bellveser

Roberto Arlt es un escritor argentino raro e inquietante. Hoy en día es uno de los más importantes del mundo hispánico. Hijo de emigrantes austriacos y alemanes, nació en Buenos Aires en 1900 y murió 42 años después de un ataque al corazón.
En este (corto) espacio de tiempo escribió novelas, cuentos y relatos, dramas teatrales, practicó el periodismo (aguafuertes), y el ensayo, en una producción prodigiosa porque apenas fue a la escuela de la que fue expulsado casi de niño, a lo que hay que añadir la tormentosa relación con su padre, que recuerda a la de Franz Kafka, aunque ésta salpicada de elementos sádicos.
Con 19 años escribió para el semanario Tribuna Libre, una serie de artículos sobre esoterismo y teosofía que, reunidos, recibieron el título de Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, un libro de ensayos y memorias que acaba de ser reeditado por la editorial Drácena (Madrid, 2015).
Se trata de una edición profusamente anotada por Marcos Fernández y Gastón Segura, con centenar y medio de indicaciones que aclaran sus referencias.
Arlt está considerado como el autor que se inventó la ciudad de Buenos Aires, hasta el extremo de que autores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar o Roberto Bolaño le reconocen ese mérito y lo han considerado su maestro.
Los artículos que componen Las ciencias ocultas…, tienen el enorme poder de sugestión que para miles de personas poseen el esoterismo, el ocultismo, las ciencias secretas, y todo lo que ellas envuelven a la sombra de lo inexplicable, o tal vez deberíamos decir, de lo solo explicable con un lenguaje oscuro, ambivalente y misterioso, de forma que siempre parece que detrás hay más de lo que se “puede” decir.
Cuenta en este libro Arlt que tras una de las tantas veces que su padre lo echó de casa, fue a parar a una librería de libros de viejo donde le dieron un empleo de mozo de almacén, y por allí apareció un tipo que le abrió las puertas de esta zona en sombras de la existencia ante la que quedó totalmente fascinado, especialmente cuando descubrió los dos volúmenes de La doctrina secreta, editados en 1888, y de los que es autora la famosa Helena Blavatsky, corpus doctrinal de la Sociedad Teosófica Internacional, “una sociedad para la búsqueda de la sabiduría divina, sabiduría oculta o espiritual”, que practicaba la “doctrina secreta” de Blavatsky, “la portadora de la luz”, teorías que encandilaban a cuantos ingenuos caían en sus retóricas redes y que, bien pensado, junto a todo lo esotérico, sigue teniendo un gran predicamento sobre la parte más snob de la sociedad.
Arlt que primero quedó atrapado por estas doctrinas, aprendió en la logia Vi-Dharma, -según confesó- un corpus teórico compuesto por “leyendas y doctrinas arcaicas así como mitos, bajo cuyas formas simbólicas y esotéricas, encubren una verdad solo al alcance de los iniciados, las tradiciones antiquísimas de la magia y los modernos  fenómenos del hipnotismo, magnetismo, espiritismo y radioactividad”.
Pero tras leer decenas de libros sobre estas materias, y dedicar muchas horas al debate y la discusión con los teósofos de la sociedad, se desencantó, lo que produjo estos artículos y este ensayo general, en los que destaca cómo el esoterismo envestido de supuesta ciencia, se desliza a través de ceremoniales complicados llenos de liturgias incomprensibles basadas en “saberes ocultos”, ocultos precisamente porque en ello descansa su máxima persuasión, “los teósofos -dice Arlt- se rodean de tal misterio, que el propio diablo sea incapaz de ver cualquier cosa”.
Aún así siempre quedan abiertas algunas preguntas como ¿no hay nada, absolutamente nada de verdad en la llamada verdad esotérica?, ¿cómo es posible que pasen años y siglos sobre estas materias sin ser desenmascaradas? O ¿no será que verdaderamente en la vida hay demasiadas cosas inexplicadas? En ese caso, ¿qué es lo que tienen de decepcionante?
Arlt, en los escritos que conforman este libro, se propone desenmascarar a la Sociedad Teosófica y directamente a madame Blavatsky, y para ello recorrió los cenáculos poéticos de Buenos Aires, con 16 años, como todo un Rimbaud hispano, acompañado por su inseparable Conrador Nalé, vagabundos por los bares y los callejones, por las bibliotecas donde él estudió teosofía y en las antesala de revistas y editoriales a las que quiso venderles sus escritos.
Esta deriva es clave pues, en opinión de los editores, anotadores y prologuistas de esta edición “de otro modo, es decir, sin esa madurez ácida del alma descarriada, resulta  imposible la certera mirada con que Arlt escarba en la amazacotada costra de erudición  y embuste con que se envuelve -entonces y ahora- la teosofía, hasta dejarla corita en toda su impudibundez. Porque esa mirada taladrante exige no tanto de un profundo escepticismo como de una índole demasiado humana o demasiado curtida en lo humano, para atinar con el revés del embeleco y con las artimañas del timador a las primeras de cambio, y Arlt atina”.
Lo más revelador de este libro raro, curioso, atractivo y dispar, más allá del debate esotérico y la decepción del autor por lo que tiene de superchería, es comprobar cómo jirones de todas estas materias, de todas estas lecturas, pasan a sus novelas y a sus relatos, estas obsesiones siguen hasta Diario de un morfinómano, que editó en 1921, y en su célebre Juguete rabioso, de 1926.


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