Aires del barroco
Pablo Mendieta Paz
Luego de una temporada de espléndido arte que el pasado mes
de agosto ofreció la Fundación Bolivia Clásica -fundada por la pianista Ana
María Vera con los propósitos fundamentales de alentar la formación musical de
nuestra juventud e iniciar un proyecto de formación de profesores-, la Orquesta
de Cámara Juvenil Bolivia Clásica, dirigida por el violinista y profesor
Armando Vera Woudstrra, se presentó en diversos escenarios de La Paz, esta vez
con el concurso de músicos invitados del exterior que enaltecieron
superlativamente la magnífica obra que desarrolla la orquesta.
Felizmente denominada la temporada como “Aires del barroco”,
los artistas especialmente invitados cautivaron al público paceño con obras
fundamentales de este género musical. Si bien, tanto en el auditorio del Ministerio
de Relaciones Exteriores como en el Círculo de la Unión los espectáculos
gozaron del aplauso general, sin duda que fue en el Teatro Municipal donde el
público quedó extasiado ante el torrente barroco que expusieron la Orquesta de
Cámara Juvenil bajo la batuta del director invitado David Stern, la soprano estadounidense
Sara Hershkowitz, la violinista alemana Katharina Wolff, la soprano
estadounidense Sophia Stern, y una Ana María Vera, de breve participación al
piano, aunque siempre apasionada, expresiva y sensible.
De Georg Philip Telemann, compositor de admirable
fecundidad, se escuchó en la primera parte del programa la soberbia Suite de Don Quijote, cuya Obertura, El despertar de Don Quijote, Su ataque a los molinos de viento, Sus amorosos suspiros por la princesa
Dulcinea, Sancho Panza manteado, El galope del Rocinante y El descanso de Don Quijote, todos ellos
de exquisita ejecución, fueron números en que el director Stern se empapó con
sorprendente realismo musical de las deliciosas y sugerentes fuentes de
inspiración del ingenioso hidalgo.
Ello, expresado por el director a los intérpretes de la
orquesta con viveza y exactitud, y con los afectos propios de los números,
motivó que la ejecución de la obra del compositor alemán rayara a gran altura,
a tal punto que el público se sumergió figuradamente en la monumental creación
de Miguel de Cervantes Saavedra.
Placer sin fin,
aria de la ópera Semele, de Georg Friedrich Händel, descubrió a una esbelta
Sara Hershkowitz -favorecida ella por una dilatada y vasta trayectoria que ha
paseado su arte por diversos escenarios mundiales-, como una soprano de terso y
delicado timbre o color; de una pureza y elegancia de emisión; y de una
expresión que cautivó por la asombrosa emoción estética que exteriorizó en cada
nota, en cada palabra, en cada frase, y en toda la brillante melodía que ella
tuvo la virtud de hacer crecer aún más por sus abundantes recursos vocales.
Si en Placer sin fin,
la sutileza, excelencia y claridad de una voz robusta llamaron la atención, lo
propio evidenció en Os adoro, pupilas,
y De las tempestades de la nave rota,
de la ópera Julio César en Egipto del
mismo compositor.
En la segunda parte, los tres movimientos del Concierto para violín en la menor,
transcrito para teclado en sol menor, de Johann Sebastian Bach, fueron
ejecutados por tres intérpretes: el primero (Allegro), por la violinista
alemana de excelente formación, Katharina Wolff; el segundo (un sutil Andante),
ejecutado con talento y buen gusto por Ana María Vera; y el tercero (Allegro
Assai), tocado por Carlos Lazarte, un niño alteño de 10 años, de excepcionales
condiciones y futuro prometedor.
Excelente desempeño tuvo luego la Orquesta de Cámara Juvenil
Bolivia Clásica al interpretar con brillo y máxima expresión el Aire para la cuarta cuerda (sol) de la Tercera Suite Orquestal en re mayor, de
Bach. Cabe hacer notar que esta obra fue transportada a re mayor por el
violinista Wilhelm en el siglo pasado, ya que Bach la escribió para un registro
más agudo. Los músicos y el director David Stern lucieron, en cabal sintonía,
sus más elevadas aptitudes.
Finalmente, la soprano Sara Hershkowitz y la mezzosoprano
Sophia Stern, esta última con actuales estudios en la Royal Academy of Music de
Londres, interpretaron el dulce Dueto
final de Cleopatra y Cesare “Caro! Bella!” de la mencionada ópera Julio César en Egipto.
Una velada musical que el público ovacionó de pie por largos
minutos, motivo más que elocuente para que el director David Stern repitiera el
Aire o Aria de Bach.
Como colofón de los exitosos conciertos, es oportuno
destacar que en una conversación particular con el coordinador de estos “Aires
barrocos” y renombrado gestor cultural, Flavio Machicado Terán, observaba él
que para la materialización de eventos de esta naturaleza, o para conciertos o
presentaciones de cualquier otra índole, se veía como tarea titánica conseguir
de organismos estatales, o de la propia empresa privada, los fondos suficientes
como para cubrir los más esenciales gastos para llevar a buen puerto todo
emprendimiento cultural.
Una demanda, la de Machicado, que debe ser tomada muy en
cuenta. Parafraseando al mexicano Sergio Pitol (escritor, traductor y
diplomático), en Latinoamérica “la cultura es una lucha contracorriente”. Y en
nuestro país es así. Lamentable.
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