viernes, 26 de diciembre de 2014

Nota de apertura

Antes y después de la diáspora

¿Y qué de la literatura del tercer milenio? Texto que forma parte de la introducción del libro Búsquedas y presagios. Narrativa boliviana en el siglo XXI.



Martín Zelaya Sánchez

La identidad, pertenencia, compromiso, perspectivas, obligaciones, responsabilidades, apatía, militancia de los escritores si las hay, valen, se necesitan o no fue desde siempre, una larga carga y debate en el universo literario boliviano; pero, ¿seguirá siéndolo? ¿Seguirán estos temas desvelando a críticos, académicos y autores?
Virginia Ayllón se pregunta preocupada: “¿por qué deberíamos discutir ahora este tema que se desarrolló con fuerza en las décadas del 60 al 80 del pasado siglo?”. “Espero, en todo caso -se responde- que en el contexto nacional no se estén desplegando tendencias de simpatía a lo que se llamó la “literatura comprometida”.
Desde hace ya algunos años -tres lustros al menos- al hablar de libros y autores en Bolivia, se dice hasta el cansancio que literatura política, literatura sociológica, literatura antropológica, y ni qué decir literatura costumbrista, son ya conceptos superados, y se insiste en que no es necesario ni hablar de ello, ni siquiera de la impronta de obras y escritores tradicionales, y más bien, instan algunos a ganar tiempo en reflexionar sobre la estética, las tendencias, las búsquedas personales de cada autor, las temáticas individualistas, etc.

Interrogantes
Así, bajo la premisa de que revisitar el pasado ayuda a entender mejor el presente y proyectar un futuro ideal, más de una docena de especialistas, escritores y críticos analizan las confrontaciones entre las diferentes tradiciones de la aún corta e incipiente historia de la literatura nacional; identifican -si las hay- las confluencias, encuentros y desencuentros; y de paso tratan de trazar, a partir de lo que se hizo en los últimos años, una especie de bitácora y derrotero -a la vez- de cara a lo que vendrá.
De esta manera se organizó un encuentro literario hace ya algunas meses en La Paz, y surgió, luego un libro –Búsquedas y presagios- que compila todas las ponencias escritas para entonces.
Como era de esperar, antes que respuestas, el debate arrojó aún más interrogantes: “¿Existe, en realidad, algo parecido a un horizonte crítico, conformado por el establecimiento de nuestras formas particulares de acercarnos a nuestra producción escrita? ¿Podemos darle alguna forma, una figura más o menos delineada, alguna huella que nos permita un primer acercamiento, a la actualidad literaria nacional? ¿O nos queda simplemente la opción de leer un poco a ciegas, de movernos en un ambiente oscurecido, de orientarnos por el tacto?”, se pregunta Sebastián Antezana.
Por su lado, el académico cochabambino Benjamín Santisteban, en un ejercicio de hiperrealismo y escepticismo cuestiona: “¿identificar rasgos comunes en la literatura actual? ¿Hablar de búsquedas…? ¿Qué son búsquedas, cuáles búsquedas?”. En su criterio, este tipo de afanes o intereses -construir a toda costa nociones, categorías o tendencias, agrupar por agrupar- merecen cuando menos una postura de desconfianza.
Y si de negar taras o estigmas del pasado como solución o garantía de renovación se trata, Willy Camacho es claro: “¿será que ignorar al indígena, al cholo, al minero conlleva automáticamente una mejor literatura, o ayuda a proyectar universalmente la narrativa nacional?
Por supuesto que este libro no tiene respuestas iluminadas ni recetas infalibles. Ni siquiera hay, entre los invitados al diálogo, consensos o comunión de ideas y deseos; eso sí, hay una saludable palestra para ideas, propuestas e interpretaciones. Recogemos algunas:

-          A tono con los planteamientos deberíamos, quizás, tomar en cuenta que los momentos históricos no definen la tradición, que no hay literatura tradicional sino tradiciones literarias.
-          Queremos desmenuzar el presente y adivinar al futuro, cuando poco o nada sabemos o nos interesamos, por ejemplo, en la literatura del siglo XIX, más allá de Juan de la Rosa. Asistimos a una triste bifurcación entre historia y crítica literaria.
-          Hay, actualmente, un “haz de individualidades” que ponen en situación expectable a nuestra narrativa; pero ojo, no es más que una diáspora, una onda expansiva antes que el seguimiento de una ruta determinada.
-          Si es válido encasillar geográficamente (“literatura boliviana”, “literatura latinoamericana”), ¿por qué no puede darse una clasificación o agrupación con otros tópicos?

Las posturas críticas, analíticas, en cierta medida pesimistas, no impiden, no obstante, la identificación de características, sesgos, o rasgos comunes en la producción literaria de estos primeros años del nuevo milenio:

-          El lector boliviano demanda más fotografías de la realidad que productos estéticos de la palabra.
-          Somos islas solitarias, independientes, a diferencia de generaciones anteriores que tenían uno o más temas cruciales, casi obligatorios.
-          Ante la falta de identidad predeterminada, o la ausencia de rumbo claro, se recurre con inusitada frecuencia a la marginalidad y la violencia como fuentes, temáticas y hasta supuestos modos de vida-escritura.
-          Hay cuatro fórmulas recurrentes en los escritores jóvenes de la actualidad, todas pueden expresarse mediante una dualidad: amor-odio, paz-guerra, humanidad-deshumanización, vida-muerte. (¿Acaso no son estos los fundamentos base de cualquier literatura en cualquier tiempo?)  

Conclusiones
No hay, en este compendio de ensayos y artículos, recetas ni fórmulas mágicas para encauzar las letras bolivianas, decíamos más arriba, pero quizás si conclusiones -previas, preliminares-, guías que pueden ayudarnos a vislumbrar hacia dónde debemos apuntar.
Éstas, no obstante, no necesariamente son certezas, pues bien pueden ser más bien incertidumbres:

-          Que los escritores bolivianos sub-40 escriban solo sobre ellos, sus cosas, su mundo, sus obsesiones, y que cada vez menos, los que sobrepasan a esta generación, recuperen algún viejo hito de la historia o la vida política.
-          Que los que quieran romper con la tradición, lejos de innovar se encasillen más bien en el grupo de los que no quieren ser encasillados.
-          Que a los lectores les interese todo este álgido debate, o simplemente, esperen buena literatura, más allá de dogmas y tendencias…
-          “¿Que la literatura boliviana no comienza con nosotros? -se pregunta Wilmer, como respondiendo a la vez a un cuestionamiento-, claro que no. Pero veo que es un momento que no se puede desaprovechar”.

En fin… vale recuperar lo que escribe Willy Camacho: “el desafío de la narrativa boliviana del siglo XXI no es tanto escribir sobre temas universales, sino universalizar temas locales que, por falta de compromiso literario, fueron vaciados de sentido en el pasado”.
Y también algo de Wilmer Urrelo: “toca mirar atrás, en todo caso, ver a quienes están entre los 20 y 30 años ahora; y me toca a mí decirles lo siguiente: no están inventando nada, ya todo está hecho, no cometan el error que, me parece, cometió la generación biológica a la que pertenezco: creer que estaban haciendo algo nuevo cuando eso no era cierto”.

Cerremos esta introducción con la lúcida lectura de Sebastián Antezana: “hay, en la actualidad, muy buenos autores y libros bolivianos, pero aún falta “EL” autor o “EL” libro que rompa esquemas, que proponga una renovación, cuando no una revolución (…). Como todo momento de diáspora, el que vive la narrativa boliviana contemporánea es un momento de definiciones. Después de la dispersión llegarán seguramente algunas certezas”.

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