Nuestros años salvajes:
contracultura
argentina en los 80
En Cerdos & Porteños, Osvaldo Baigorria reúne los artículos que publicó en las legendarias revistas El Porteño y Cerdos & Peces. Los márgenes del periodismo en la posdictadura argentina.
Nicolás G. Recoaro
¿Qué tienen
en común el Gobierno del presidente argentino Raúl Alfonsín, la obra del poeta Néstor
Perlongher y la Guerra de Malvinas? ¿Qué une las agitadas noches del
Parakultural y el rock nacional, la pluma del periodista Miguel Briante y la
reivindicación de grupos minoritarios?
¿Qué rasgos
comparten el escritor Enrique Symns, el feminismo y el hexagrama 61 del I
Ching? ¿Y que relación hay entre la apología de las drogas duras, el informe de
la Conadep sobre los desaparecidos de los 70 y el Indio Solari y sus Redonditos
de Ricota?
Fácil (o no tanto), todos participaron, o pusieron su granito de arena (algunos
de forma no tan intencional) para crear dos de los experimentos periodísticos argentinos
más influyentes de los años 80, las revistas El Porteño y Cerdos & Peces.
La primera con su sello marcado a fuego por el nuevo periodismo y las
investigaciones incisivas en plena apertura democrática. Y la segunda, cuyo
lema de tapa rezaba “La revista de este
sitio inmundo”, fue una iniciativa corrosiva comandaba por Enrique Symns que se
dedicó a forzar los límites del tímido destape en la posdictadura argentina.
Durante aquellos primeros años del alfonsinismo, luego de las
atrocidades que llevó adelante la dictadura cívico-militar-clerical, estas dos
revistas se propusieron dinamitar las bases del apolillado y vetusto periodismo
gráfico argentino.
“Entre esos dos polos se abrió un campo de intervenciones culturales y
políticas donde fue posible forzar los límites de la llamada transición
democrática hasta un punto inaudito para el progresismo de los 80, un lugar de
radicalización extrema de la libertad recién ganada y todavía amenazada por el
autoritarismo. Entre estas dos redacciones se articularon y entraron en
alianzas mentalidades y perspectivas con tal grado de diversidad y heterogeneidad
que esa convivencia era ya en sí misma una manera de decir: ‘acá no somos
fachos’”, explica el escritor y periodista Osvaldo Baigorria en la introducción
del recientemente publicado Cerdos &
Porteños (Editorial Blatt & Ríos), el libro que reúne los artículos y
crónicas que con su firma aparecieron entre 1984 y 1987 en las legendarias
revistas.
El autor de las novelas Llévatela,
amigo, por el bien de los tres (1989) y Correrías
de un infiel (2005), del ensayo En
Pampa y la vía (1998) y de la inclasificable transbiografía Sobre Sánchez (2012) cuenta que la
génesis de Cerdos & Porteños surgió
de “la curiosidad por ver cómo se leían hoy estas notas, y
de reflexionar sobre qué se sostenía ante el paso del tiempo”.
“A medida –continúa- que
esos artículos escritos hace casi 30 años eran leídos o releídos por gente de
distintas generaciones, en fotocopias, antes de que salieran en forma de libro,
vi que mantenían actualidad, que seguían sorprendiendo. También me interesó
rescatar el hecho de que esas dos revistas, más allá de haber sido ideadas y
dirigidas por Enrique Symns y Gabriel Levinas, eran creaciones colectivas,
tribales, emergentes de un espíritu de época”.
- Además del valor documental,
decidiste acompañar los artículos con notas al pie y comentarios que aportan un
toque “literario” al volumen.
-
Las notas al final y los comentarios en torno a los originales están allí para
agregar valor, contexto, anécdotas de “cocina” y reinterpretación, porque hoy las
veo desde otra perspectiva. Me gusta la idea de un libro al que se pueda entrar
y salir desde distintos lugares, que opera como rizoma, que conecta con el
afuera desde puntos diversos.
- El libro también dispara reflexiones sobre cómo mutó el
periodismo desde aquellos años. ¿Cómo era esa labor casi artesanal en las
redacciones?
-
No había Internet, no había teléfonos
celulares, no había computadoras ni impresoras, se escribía a máquina, se
editaba sobre la hoja con marcador y tijeras, se cortaba y pegaba con cinta
scotch, se volvía a retipear para pasar la hoja corregida en limpio. Había alta
probabilidad de erratas y también de errores gruesos, pero paradójicamente
estos no eran tantos como los que se ven hoy en el periodismo digitalizado.
Los márgenes del
periodismo
Hace algunas semanas, en la presentación de Cerdos & Porteños en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la joven escritora y
documentalista Agustina Paz Frontera destacaba el rol rupturista de las dos
revistas en las que Baigorria se ganaba el mango como precario colaborador free lance, luego de un largo exilio
voluntario de más de una década y de ocho años de vida comunitaria en los
bosques montañosos de la Columbia Británica de Canadá.
“La Cerdos y El Porteño -arriesgaba Frontera- intentaban
tirar abajo la puerta. Me gusta pensar la aparición de estas revistas en ese
contexto de un salir hacia, de ruptura del yugo religioso y militar: imagino
estas publicaciones como un balbuceo un poco rumiante y libertario”.
Y esa búsqueda libertaria fluye en los 12 artículos
firmados por Baigorria. Notas híbridas, difíciles de catalogar, en las cuales
un joven cronista posa su mirada sobre la lisergia colectiva, los límites de la
locura, la diversidad sexual, las drogas y la marginalidad.
Tipeadas a las apuradas en una máquina Olivetti
para ganarle al cierre de edición y a la galopante inflación, Baigorria bucea
los bellos sucios márgenes de la época posdictatorial en la Argentina; un universo
donde desfilan grupos de anarquistas que organizan un seminario en un convento
uruguayo, la primera militante sindical de las prostitutas nacionales y modelo
“pionera en el desnudo senil”, sapientes feministas expertas en pornografía,
activistas “yippies” devenidos en analistas de Wall Street, comparsas del Carnaval
de Río que poseídas bailan hasta casi morir y una olvidada marcha contra la
visita del Papa a la Argentina.
Sobre este evento, Baigorria precisa: “en los meses de 1987 en que trabajé de secretario de
Redacción de Cerdos & Peces se
preparó la marcha contra la visita del Papa Juan Pablo II. La redacción había
cedido uno de los tres ambientes que tenía en el centro para que se reunieran
los organizadores de la llamada Comisión de Repudio al Papa (CRAP), entre
punks, mohicanos, reinas de la noche y algunos tipos de trajes cruzados y
anteojos negros que parecían pistoleros o servicios que entraban y salían,
porque casi cualquiera podía participar de esas reuniones.
Finalmente, la marcha no prosperó
y los concurrentes al punto de encuentro en el Obelisco fueron gaseados y
golpeados en un operativo que alcanzó a varios peatones y produjo alrededor de 100
detenidos, la tarde del 3 de abril del 87. Ningún medio denunció la represión y
casi todos minimizaron el acontecimiento.
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