jueves, 4 de diciembre de 2014

Crítica

La escritura y sus fronteras


Una lectura más de 98 segundos sin sombra, la novela boliviana más reseñada de los últimos años.



Claudia Bowles Olhagaray /literata

Por razones que no viene a cuento mencionar, releo Las camaleonas,  de Giovanna Rivero Santa Cruz, en su tercera edición (la primera es de 2001 y esta de 2012, revisada) cuando me llega la noticia de que  98 segundos sin sombra ya está en las librerías  de Santa Cruz.
De los primeros ejemplares que llegaron (100) compré el 98. Y si bien no soy muy de la cábala, me arriesgué a pensar que “algo” tendría que ver este detalle.
Leí la novela en una sentada. Lo primero que observé detenidamente, fue la ilustración de la tapa, parte de una delicada edición. Si bien las portadas de varias de las obras  de  Rivero tienen un cuidado trabajo editorial, en lo que al diseño gráfico se refiere, esta marca una diferencia por la sutileza que sugiere, sutileza que trasunta en la trama y el lenguaje.
Una vez leída, y como producto de otro impulso, tuve la sensación de que es una novela con una temática que se reitera una vez más: las mujeres y sus aflicciones, sus deseos, (los dichos y los no dichos), los vínculos familiares en esto que es un pequeño pero intenso clan familiar, de ambigua naturaleza matriarcal/ patriarcal (porque la figura paterna, aunque profundamente descalificada, está y tiene una función).
Y todo ello, narrado  por  Genoveva,  tras la “primera persona”, una adolescente a la que algunos lectores le “ponen” más o menos edad de la que confiesa tener, y a la que consideran buenamente típica por su afán de huir de una realidad insatisfactoria: huir literalmente de “el culo del mundo” o por lo menos fugarse a través de la literatura.
Hasta ahí, estamos en el ámbito de los temas, de las preocupaciones, (sí, es verdad, en cierto modo recurrentes) de la autora: la mujer y sus deseos; la mujer y sus goces.
Por otro lado, vinculando estas dos obras, me encuentro con un detalle por demás significativo a mi juicio: en Las camaleonas, el psiquiatra de la protagonista le instruye a ésta escribir… un diario. En 98 segundos sin sombra, las monjas del colegio al que asisten Genoveva y sus compañeritas les “ordenan” escribir… (ya se imaginarán) …un diario, esta vez, al estilo del de Ana Frank.
Y aunque no están en guerra para escribirlo, como argumenta  (un) otro personaje, tendrán que hacerlo. Porque sin embargo, 98 segundos sin sombra es el relato de una guerra interior del personaje central que hasta donde podemos intuir (por ahora) se resolvería leyendo y escribiendo.
Los personajes de las obras de Rivero han sido y son siempre lectores, de la más variopinta gama de gustos y elecciones. En “el culo del mundo” (o Therox como prefieran) la gente lee: la revista Duda, o tal vez Selecciones, historietas, fotonovelas, novelitas de misterio o pistoleros. Revistas de caricaturas… Los personajes leen.
Y este es el aspecto que parece ser un tópico recurrente en esta autora, que habiendo escrito de mujeres fatuas y mujeres ilustradas, mujeres carentes, relaciones veladamente incestuosas, agresividad y abandono, partidas y desencuentros, siempre ha mantenido una indirecta o sutil (en sus primeras obras) relación con la escritura  como acción sobre la que se reflexiona y se apuesta, y ahora en esta última obra lo hace con claridad y convicción.
A hurtadillas, y en un cuaderno (recuerdo ahora los cuadernos de colores de Abelardo Castillo que recientemente se han transcrito para su publicación), se permite tal como ella misma lo dice “…la  construcción de una individualidad femenina que tambalea, que es dolorosa”. [1]
Frente a la imposibilidad de “ser” sobre la que se viene preguntando la narradora en esta obra, dice:
            “(…) Yo debería ser su hija o su novia (de Freddy Mercury).                                                        Ninguna de estas cosas es posible.
            Mi vida es la imposibilidad. La caca de Dios. Excremento sideral.” (P. 59)
Esta, que parece ser una certeza más propia de adolescente, es en realidad la angustia existencial de hombres y mujeres. De mujeres en particular desde la perspectiva de Giovanna Rivero. Y de mujeres “que escriben” en este caso puntual.
Su cuaderno (que NO es un diario, es un cuaderno) registra parte de su cotidianidad, hasta que decide tomar la decisión que marcará su futuro. Esta cotidianidad que oscila entre la normalidad convencional, el peso de las frustraciones familiares, está a  contramano de los deseos (aún no muy claros) de la protagonista. Genoveva no sabe muy bien lo que quiere, (salvo irse sin destino fijo), pero sabe lo que no quiere: permanecer. Permanecer allí. Permanecer quieta.
Beso la tapa dura de mi cuaderno. Nunca más escribiré aquí. Todo está destinado al fuego”. (P. 174)
Deja el cuaderno, al tiempo que deja su mundo. La escritura ha operado como un catalizador, pero también como un elemento determinante para dar un paso adelante (¿adelante?, ¿es que hay un “adelante?). Su Maestro la inclina por la observación. Y cuando pretende describirlo, dirá:
“(…) no se me ocurre ahora ninguna metáfora. Estoy casi vacía. Las palabras me estorban” (…) nada tiene sentido.
Porque finalmente, y pese a nuestras certezas de que la escritura ha operado, siempre habrá algo que la palabra no alcance a decir, siempre habrá un resto que no se puede simbolizar. Siempre habrá algo indescifrable (un resto) en este caso los calificativos para el Maestro Hernán. Y esa falta, llevaría a seguir escribiendo. Que aunque escribir  “en serio sea doloroso”, es inevitable. 
Y aunque la escritura tiene fronteras, son tan imaginarias como las geográficas. Por eso franqueables. A lo largo de los 18 fragmentos que componen el relato, la imperiosa necesidad de “ficcionalizar” la cotidianidad ha logrado equipararse a esos 98 segundos de felicidad sin sombra.
Como ha sido la lectura de un relato sin sombras, que  marcará un antes y un después en la producción literaria de esta escritora que ya no es más uno de los 25 secretos mejor guardados de la literatura de América Latina.



[1]  Giovanna Rivero Reoladed, Entrevista de Marcelo Suárez, Diario El deber, 2009 citado en Ecdótica. (http://www.ecdotica.com/2009/11/20/tercera-edicion-de-las-camaleonas-de-giovanna-rivero/)

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