jueves, 11 de diciembre de 2014

Entrevista

El arte de la fuga: Vadik Barrón
y su diario secreto de Berlín

“El título vino después, como un inside joke (chiste interno) sobre mi experiencia de venir a Alemania, en referencia a la obra homónima de Bach”, comenta el autor al tratar de explicar –si es que ello es posible-deseable- el libro con el que ganó el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal, y que acaba de presentarse en La Paz.



Martín Zelaya Sánchez

Vamos a empezar con un lugar común. El diccionario define a la fuga como “un procedimiento musical en el cual se superponen ideas musicales llamadas sujetos”.
Johann Sebastian Bach murió sin poder terminar esta que está considerada como una de sus grandes obras maestras, El arte de la fuga: una monumental conjunción de 14 fugas y cuatro cánones que el maestro dejó sin ninguna anotación de instrumentación, sin ningún orden preestablecido, lo que ha dado lugar a numerosas versiones, interpretaciones.
En una breve entrevista a inicios de este año, Vadik Barrón me respondió así a una pregunta: “creo que mi poesía ha atravesado algunos procesos pero, como en mi música, estos no anulan etapas anteriores sino que van incorporando (¿superponiendo, quizá?) diferentes formas de lenguaje y combinándolas”.
Vadik es esencialmente un compositor, un músico -un songwriter, dice él- que vive -no sólo se expresa- en tono poético, en modo poético, mejor dicho. Por ahí hay que partir.
“Cuando escuché nombrar el arte de la fuga / no pensé en los contrapuntos de Bach / sino en los candados de Houdini”, escribe en el poema que le da título a este libro. Y claro, lo quiera o no, la música -acaso el arte más próximo en esencia y presencia a la poesía- late en cada uno de sus movimientos; se incorpora (o superpone) en cada verso, poema, texto o capítulo de su producción literaria.
Bien lo nota el vate Puky Gutiérrez, al definir este libro El arte de la fuga, con el que el orureño ganó el Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”:

“Lo que seduce, en la propuesta artística de Vadik, es la destrucción inmisericorde de las fronteras entre el poema y la canción. Su gesto siempre es el de celebrar lo extraordinario que respira, agazapado, a la izquierda de lo cotidiano. Poemas que se entienden y se sienten... como ciertas lindas e imborrables canciones. Una apuesta por la estética callejera, el guiño cómplice, y la recurrencia, que los lectores agradecemos, a la propia banda sonora de nuestras cuarentonas vidas. Sí, fugarse así, es un arte mayor”.

A la distancia, desde el por estos días gélido Berlín en el que espera una visa o la señal definitiva de retorno, y desde donde trabajó a distancia la edición de su premiado libro que se presentó el martes en La Paz, respondió también el autor el requerimiento de LetraSiete.
Tres preguntas sobre tres poemas, y lo demás es silencio (parafraseando a Augusto Monterroso).

- Ya hablamos en más de una ocasión de la delgada (o a veces inexistente) línea divisoria entre el Vadik poeta y el Vadik cantautor. Tu poemario está lleno de citas de cancionistas y compositores; en varios poemas detecto influencias musicales… en Mujeres, específicamente, hay un epígrafe de Silvio, pero los versos me recuerdan a una canción de Sabina (Mujeres fatal). Háblanos un poco al respecto.
- Creo que la música y la literatura, en tanto fuentes y disparadores de lo que escribo me acompañaron siempre. En mis últimos libros incluí muchos epígrafes porque me parece que ayudan a “ilustrar” el lugar de donde vienen los textos, hacen guiños directos a mis referencias e influencias.
Admiro muchísimo a los escritores de canciones, me parece que hay mucha profundidad en varios autores y textos, tanto como la hay en la literatura.
De alguna manera uno produce arte porque consume arte, uno da porque recibe: agarras esas particulares visiones y estéticas de otros artistas, te las apropias y las transformas en algo tuyo a través de un proceso interno, de vida y de obra, de acuerdo a tu propio ritmo y a tu inquietud, es una permanente búsqueda.
En el caso de El arte de la fuga, el título vino después, como un inside joke (chiste interno) sobre mi experiencia de venir a Alemania, en referencia a la obra homónima de Bach donde teoriza y desarrolla los contrapuntos, las fugas musicales. El contrapunto está dado por la contradicción, por el cruce de referencias y lenguajes. Y se trata de tomar la “fuga” de manera literal: escapismo, huida, desaparición, dislocación, migración. Son todas experiencias y sensaciones que están presentes al venir a vivir a otro país.

- Sobre el poema Los poetas. ¿Cómo ve la gente, la sociedad a los poetas? ¿Cómo se autodefinen los poetas? ¿Cómo te autodefines como poeta? Compartes –como se deduce de algunos versos- la idea de que son seres únicos (para bien o para mal) y que nadie debe ni puede comprenderlos… ¿son “los elegidos” (para bien o para mal)?
- Ese poema para mí es más un juego de ironía, de cinismo, como dice el epígrafe de Roque Dalton: “solo el cinismo nos hará libres”. Nunca me llamé a mí mismo un poeta, es hasta chistoso, creo que las palabras se usan irreflexivamente, livianamente. Peor ahora con las redes sociales: todos son “genios”,  “grandes”, “brillantes”, eso es un poco irresponsable con el lenguaje porque es muy relativo y cuando estés ante un genio, un grande, ya no vas a tener palabras.
Lo mismo con la condición u oficio de poeta, que se usa como un adjetivo. El poema Los poetas juega con eso, con la especie de cofradía que se conforma entre la gente que escribe poesía, con los festivales de poesía que parecen viajes de promoción.
Al final nadie sabe lo que hace un poeta todo el día, se le atribuyen y proyectan ciertas actitudes y costumbres, hay una mitificación cuando no mitomanía que se crea alrededor del poeta y de la poesía. Eso tiene que ver con la educación que nos ha impuesto un aspecto limitadísimo de la poesía, siempre ligado a los temas y motivos religiosos y patrióticos y a un romanticismo de telenovela.
Como decía Urzagasti, nadie te ha pedido que escribas, y hay que hacerse cargo, por eso este premio lo disfruto, porque ser reconocido y publicado no es algo que pase todos los días.
En el poema que mencionas no digo que los poetas son los elegidos, sino que son una especie de beautiful losers, de animales en constante peligro de extinción. Creo que hacer poesía es más bien como la venganza de los nerds, es tener el valor de dar la cara y ser feliz peleando por una causa perdida.

 - Y sobre tu poema La Paz ¿Cuán poética es esta ciudad, o cuán antipoética? ¿Cómo evitar caer en lugares comunes al dedicarle versos a esta ciudad… o, si es lo mismo, al sentirla y verse motivados a escribir sobre ella?
- El poema La Paz fue escrito y reescrito a lo largo de varios años, y decidí incluirlo en este libro. Yo nunca digo, ni con una canción ni con un poema: “ahora voy a escribir sobre esto o lo otro”, no es algo premeditado.
En la segunda parte del libro –Inmigrantes- hay un epígrafe de Saenz, vos sabes que yo no soy “saenciano”, pero era cabalito: “...solamente el extranjero era capaz de amar a una gran ciudad”, que creo es de Piedra imán.
Escribir sobre el lugar donde uno vive, ese deslumbramiento, fascinación, opresión o locura que producen las ciudades, ese ser vivo, a veces monstruoso, que es una ciudad, es algo que se hizo siempre y esa sensación no me es ajena.
Yo he llegado a La Paz hace más de 15 años, he vivido allí muchos años y muy probablemente vuelva a vivir allá pronto. Entonces ha estado presente en todo lo que hecho, no de una manera explícita, publicitaria, sino como el lugar donde he podido desarrollar mis canciones y mis escritos.
El poema La Paz lo terminé en Berlín, y lo veo no como un homenaje, sino como un diálogo. Es mirarla por la ventana y “relatearle” cuando te recoges de madrugada. No es una oda, es más bien una conversación con la ciudad.

Aunque él se sienta más un escapista que un Bach (sabemos que no es así, sino todo lo contrario) quizá el arte de la fuga de Vadik sea, en todo caso, más cercano al de Pitol, el sabio maestro y extraordinario narrador mexicano que en su libro de ensayos del mismo nombre -El arte de la fuga, claro-, señala:

“Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformado por tiempos, aficiones y credos diferentes”. Hablando de superposiciones, interpretaciones y contrapunteos.
Y para cerrar, otro lugar común: nada le puede caer mejor a un libro que ser leído, y si solo para eso sirven los premios literarios: para garantizar divulgación y difusión, bienvenidos sean.
--

Vadik en un recital en La Paz. (Fotografía: Carlos Fiengo)


Tres poemas de El arte de la fuga


mujeres

…me han estremecido un montón de mujeres.
Silvio Rodríguez


existen mujeres que provocan cataclismos,
mujeres-columpio, mujeres-cama-adentro
mujeres que hay que mirar con lupa,
hermosas ninfas que detienen el tráfico a las doce.
existen mujeres que pregonan el suicidio
como prueba de amor;
mujeres esdrújulas, graves y llanas.
hay chicas cuyo corazón ha impreso
su sagrado nombre en lenguas muertas,
en el ojo blando de todas las agujas.
mujeres que cuidan y de cuidado,
mujeres caballeros
que te saludan con la mano.
hay mujeres-funcionario, mujeres-poder, esposas-trofeo,
falsas mujeres de quince años o de quince centímetros.
hay mujeres por las que uno daría la vida
pero no sabría a quién dársela,
así que la guarda en el bolsillo del saco nomás.
hay mujeres-jirafa, mujeres de a luca, mujeres de a cien,
mujeres exigentes, excitadas, extranjeras, extúpidas, ex:
divas, musas, sores, magistradas y vedettes.
tú no eres ninguna de estas cosas,
tú eres simplemente una hija de puta.


los poetas


… sólo el cinismo nos hará libres.
Roque Dalton

los poetas debieran ir por montones y tomados del brazo por
las calles
como en las manifestaciones de las películas en blanco y
negro,
vociferando proclamas imposibles contra el imperio de turno.
pedir a viva voz, por ejemplo, la tesitura de la nube
sobre sus sienes vastas
o el rumor del arroyuelo espejado en una stratocaster.
pero saben que será otra causa perdida
como la poesía misma,
como la vida misma.
por eso dilapidan los ahorros en night clubs selectos,
donde se complacen en importunar a los caballeros solventes
y en redimir a las santas malvestidas del rouge y la perdición.
a las poetas, claro, esto no les hace ninguna gracia.
por eso muchas de ellas han elegido a lo largo de la historia
el denuesto para el sexo opuesto, la virilidad protésica
o el amparo del amuleto loco de las labores domésticas.
y las poetas son aún más misteriosas, más altas, más vivas
porque reman a contracorriente
y sus cantos constelados son imanes ignotos.
y al fin y al cabo a la poesía estas minucias no le importan
gran cosa
porque la poesía es en todo caso hermafrodita.
los poetas nos iremos a la mierda
como todo el mundo a la hora señalada,
pero nos gusta creer que no será así.
los poetas no quieren vencer a la Esfinge para destruirla
sino para convencerle de que les invite una cerveza.
los poetas comparten gentilicio con las medusas
y otros seres fantásticos,
no son de ningún lugar ni van a sitio alguno,
su latido pertenece al registro
de un club deportivo y cultural que está siempre a punto de
irse al descenso
y su cielo titilado de libreros y pitonisas
comporta una afable mitología de entrecasa.
a un poeta no le hace falta que ningún funcionario público le
aclare nada,
sospecha desde siempre que la vida comienza y termina en
un poema inservible.


La Paz

jugamos a cara o cruz
entre tus aguas
–fluye mugre río arriba–,
dormimos amparados por el frágil velo
de los inmunes, de los impunes,
merodeando el espejo
impuntuales, insondables.
en las alturas
te funden y refundan cada día
con colores, dioses e incendios,
maquillándote los años
(es precisa la renovación constante
de tu repertorio de supersticiones).
la ciudad por la ventana
baila, vibrante como nunca:
La Paz jeroglífico insolente,
La Paz que no duerme ni deja dormir.
La Paz, qué fácil emborracharse
entre tanta disonancia.
La Paz, un divertido sepulturero
con sombrero de cholita,
un cuenco de luciérnagas

en el infinito.

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