Tres antologías
Comentario de tres recientes libros compilatorios de poesía hispanoamericana y universal.
Gabriel
Chávez Casazola
Traigo
en la mochila de viaje un par de antologías internacionales de poesía y me han
enviado una tercera que tiene puntos de contacto con ambas. El espacio no me
permite escribir a detalle sobre todas, pero quiero al menos ocuparme de una y
situarla en relación con las otras dos, pues su lectura comparada puede
proporcionarnos claves sobre algunos de los derroteros de la poesía escrita ahora
en nuestro idioma.
La
antología que comentaré titula Resistencia
en la tierra, en claro guiño nerudiano. Ha sido compilada y prologada por
el colombiano Federico Díaz-Granados (1974) y publicada por Ocean Sur.
Su
subtítulo es revelador: Antología de
poesía social y política de nuevos poetas de España y América. Lo primero
que uno podría haberse preguntado, al leer este subtítulo hace algunos años, en
pleno entusiasmo del “fin de la historia”, es si los poetas iberoamericanos
seguían escribiendo “de esas cosas”. Parecía algo superado. Hoy, con solo leer
las noticias de nuestros países y del mundo, no debería extrañarnos que haya
poetas escribiendo sobre la realidad.
Sin
embargo, como bien se dijo en la presentación de esta antología, que tuvo lugar
en noviembre en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica en Ciudad
de México, estos poemas poco o nada tienen que ver con la poesía social y la
poesía política de hace medio siglo.
Es
más, seguramente sería muy difícil catalogarlos como tales si nos atuviéramos a
la comprensión convencional de esas categorías. Son poemas en los que
individuos hablan a otros individuos sobre temas que les (pre)ocupan en
conciencia -ciudadanos libres de la polis- y que, trasmutados en esa curiosa
forma de belleza que es la poesía, se nos revelan de un modo nuevo.
Así,
el poema del español Javier Bozalongo (1961) sobre un despido doloso, o el de
Daniel Rodríguez Moya (1976), habitante de las dos Granadas, sobre “La bestia”,
el tren de los migrantes centroamericanos al norte, o el del salvadoreño Jorge
Galán (1973) sobre una cabeza cortada y el niño que la lleva, entre otros textos
de 54 poetas.
¿Tiene
sentido, entonces, escribir algo bello sobre lo terrible? Leídas estas páginas
la respuesta es afirmativa, pues la emoción que provoca la belleza de lo
terrible nos hace tomar conciencia de que lo atroz cotidiano existe; es sólo
que antes no éramos capaces de verlo porque se había vuelto el pan de cada día,
de cada plática, de cada informativo. La poesía, entonces, contra la
banalización del mal; la poesía buscando la madera bajo el hielo, como quiere en
un poema Raquel Lanseros: la madera que puede calentar y quemar.
Esta
madera viva, precisamente, es lo que busca otra antología, recién publicada en
España por Visor, prologada por la académica Remedios Sánchez y que reúne -¡cómo
llamarlos!- poemas humanos,
seleccionados por la especialista italiana Marina Bianchi, de “algunos de los
poetas más relevantes de España, Hispanoamérica y en algunas zonas del Magreb
nacidos a partir de 1950”, de sensibilidades diversas e incluso antagónicas,
pues “es más lo que une a los poetas en lo ético que lo que los separa en lo
estético”.
Humanismo
solidario se llama el movimiento que ha inspirado esta antología, del mismo
nombre, que se abre “con un minucioso estudio previo en el que se analiza la
poesía escrita en español desde los años 60 hasta la actualidad” y que congrega
textos cuyo denominador común, en tanto trasfondo ético, es “un compromiso con
el hombre, su problemática y sus conflictos”.
De
ella y de muchos textos de la excelente antología Sólo una vez aquí en la tierra, Cincuenta
y dos poetas del mundo, editada por Valparaíso México y que es una
verdadera panorámica de la poesía contemporánea del planeta, al reunir poemas de
todos los autores participantes en el reciente y cosmopolita Encuentro de
Poesía en Ciudad de México, podría decirse algo similar que de Resistencia en la tierra.
Y
es que aunque el poeta pretenda escribir en impoluto aislamiento, habitante
solitario del reino de la palabra elevada a la condición fetichista de un ente
omnímodo y autorreferencial, y se sienta situado en perfecta disociación de su
entorno (sin dejar de preguntarnos si puede una disociación ser perfecta),
ocurre que algunas veces lo real termina colándose en su casa por una rendija o
por una cañería e imponiéndose a su vista.
Tengo
la impresión de que a muchos de los poetas incluidos en estas tres antologías,
en especial los nacidos en los 70 y 80, nos ha ocurrido algo así en estos
últimos años: una visita no solicitada de lo real, cual una suerte de topetazo
generacional con una historia que nos habían hecho creer que había llegado a su
fukuyamesco término y a la que le volvíamos la espalda, hasta que ella nos dio
la media vuelta.
Estas
antologías -en las que, por fortuna, prima la calidad sobre otras
consideraciones- son una buena muestra de ese desencuentro que ahora es un
encuentro sin ser un enlace nupcial, porque los heterogéneos y heterodoxos autores
de estas generaciones, a diferencia de lo que sucedía en otras precedentes,
sabemos también de las trampas de lo real y de la necesidad de tomar libre e
individual distancia de todo realismo o etiqueta similar que pretenda
condicionar o alinear nuestra escritura (y nuestra conciencia).
Al
respecto, qué mejor que unas palabras del gran poeta español Luis García
Montero, citadas en el prólogo de Resistencia
en la tierra:
“El
poeta se pregunta siempre por el mundo en el que vive. Los poetas de la
actualidad tienen como grandes maestros a los clásicos de la poesía, pero al
mismo tiempo están indagando lo que significa vivir a principios del siglo XXI.
Ante la crisis global que existe, la poesía se me evidencia como una
reivindicación de la conciencia individual. No creo en recetas económicas o
políticas, porque se trata de una crisis de valores y esos valores los defiende
la poesía: la conciencia individual que no admite homologaciones ni consignas
vacías, pero que tampoco admite el aislamiento y el egoísmo y que intenta ser
parte de la comunidad. Ésos son los principios que veo representados en la
poética española actual”.
Después
de todo, recordando a Eielson, “hay cosas más altas que llorar los amores
perdidos”; no siempre, pero sí en los tiempos
de penuria de los que hablaba Hölderlin.
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