jueves, 11 de diciembre de 2014

Sombras nada más

Tres antologías


Comentario de tres recientes libros compilatorios de poesía hispanoamericana y universal.



Gabriel Chávez Casazola

Traigo en la mochila de viaje un par de antologías internacionales de poesía y me han enviado una tercera que tiene puntos de contacto con ambas. El espacio no me permite escribir a detalle sobre todas, pero quiero al menos ocuparme de una y situarla en relación con las otras dos, pues su lectura comparada puede proporcionarnos claves sobre algunos de los derroteros de la poesía escrita ahora en nuestro idioma.
La antología que comentaré titula Resistencia en la tierra, en claro guiño nerudiano. Ha sido compilada y prologada por el colombiano Federico Díaz-Granados (1974) y publicada por Ocean Sur.
Su subtítulo es revelador: Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América. Lo primero que uno podría haberse preguntado, al leer este subtítulo hace algunos años, en pleno entusiasmo del “fin de la historia”, es si los poetas iberoamericanos seguían escribiendo “de esas cosas”. Parecía algo superado. Hoy, con solo leer las noticias de nuestros países y del mundo, no debería extrañarnos que haya poetas escribiendo sobre la realidad.
Sin embargo, como bien se dijo en la presentación de esta antología, que tuvo lugar en noviembre en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica en Ciudad de México, estos poemas poco o nada tienen que ver con la poesía social y la poesía política de hace medio siglo.
Es más, seguramente sería muy difícil catalogarlos como tales si nos atuviéramos a la comprensión convencional de esas categorías. Son poemas en los que individuos hablan a otros individuos sobre temas que les (pre)ocupan en conciencia -ciudadanos libres de la polis- y que, trasmutados en esa curiosa forma de belleza que es la poesía, se nos revelan de un modo nuevo.
Así, el poema del español Javier Bozalongo (1961) sobre un despido doloso, o el de Daniel Rodríguez Moya (1976), habitante de las dos Granadas, sobre “La bestia”, el tren de los migrantes centroamericanos al norte, o el del salvadoreño Jorge Galán (1973) sobre una cabeza cortada y el niño que la lleva, entre otros textos de 54 poetas.
¿Tiene sentido, entonces, escribir algo bello sobre lo terrible? Leídas estas páginas la respuesta es afirmativa, pues la emoción que provoca la belleza de lo terrible nos hace tomar conciencia de que lo atroz cotidiano existe; es sólo que antes no éramos capaces de verlo porque se había vuelto el pan de cada día, de cada plática, de cada informativo. La poesía, entonces, contra la banalización del mal; la poesía buscando la madera bajo el hielo, como quiere en un poema Raquel Lanseros: la madera que puede calentar y quemar.  
Esta madera viva, precisamente, es lo que busca otra antología, recién publicada en España por Visor, prologada por la académica Remedios Sánchez y que reúne -¡cómo llamarlos!-  poemas humanos, seleccionados por la especialista italiana Marina Bianchi, de “algunos de los poetas más relevantes de España, Hispanoamérica y en algunas zonas del Magreb nacidos a partir de 1950”, de sensibilidades diversas e incluso antagónicas, pues “es más lo que une a los poetas en lo ético que lo que los separa en lo estético”. 
Humanismo solidario se llama el movimiento que ha inspirado esta antología, del mismo nombre, que se abre “con un minucioso estudio previo en el que se analiza la poesía escrita en español desde los años 60 hasta la actualidad” y que congrega textos cuyo denominador común, en tanto trasfondo ético, es “un compromiso con el hombre, su problemática y sus conflictos”.
De ella y de muchos textos de la excelente antología Sólo una vez aquí en la tierra, Cincuenta y dos poetas del mundo, editada por Valparaíso México y que es una verdadera panorámica de la poesía contemporánea del planeta, al reunir poemas de todos los autores participantes en el reciente y cosmopolita Encuentro de Poesía en Ciudad de México, podría decirse algo similar que de Resistencia en la tierra.
Y es que aunque el poeta pretenda escribir en impoluto aislamiento, habitante solitario del reino de la palabra elevada a la condición fetichista de un ente omnímodo y autorreferencial, y se sienta situado en perfecta disociación de su entorno (sin dejar de preguntarnos si puede una disociación ser perfecta), ocurre que algunas veces lo real termina colándose en su casa por una rendija o por una cañería e imponiéndose a su vista.
Tengo la impresión de que a muchos de los poetas incluidos en estas tres antologías, en especial los nacidos en los 70 y 80, nos ha ocurrido algo así en estos últimos años: una visita no solicitada de lo real, cual una suerte de topetazo generacional con una historia que nos habían hecho creer que había llegado a su fukuyamesco término y a la que le volvíamos la espalda, hasta que ella nos dio la media vuelta.
Estas antologías -en las que, por fortuna, prima la calidad sobre otras consideraciones- son una buena muestra de ese desencuentro que ahora es un encuentro sin ser un enlace nupcial, porque los heterogéneos y heterodoxos autores de estas generaciones, a diferencia de lo que sucedía en otras precedentes, sabemos también de las trampas de lo real y de la necesidad de tomar libre e individual distancia de todo realismo o etiqueta similar que pretenda condicionar o alinear nuestra escritura (y nuestra conciencia).
Al respecto, qué mejor que unas palabras del gran poeta español Luis García Montero, citadas en el prólogo de Resistencia en la tierra:
“El poeta se pregunta siempre por el mundo en el que vive. Los poetas de la actualidad tienen como grandes maestros a los clásicos de la poesía, pero al mismo tiempo están indagando lo que significa vivir a principios del siglo XXI. Ante la crisis global que existe, la poesía se me evidencia como una reivindicación de la conciencia individual. No creo en recetas económicas o políticas, porque se trata de una crisis de valores y esos valores los defiende la poesía: la conciencia individual que no admite homologaciones ni consignas vacías, pero que tampoco admite el aislamiento y el egoísmo y que intenta ser parte de la comunidad. Ésos son los principios que veo representados en la poética española actual”.

Después de todo, recordando a Eielson, “hay cosas más altas que llorar los amores perdidos”; no siempre, pero sí en los tiempos de penuria de los que hablaba Hölderlin. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario