Kirill Petrenko o empuñar
la batuta de otro modo
Perfil del próximo director de la célebre Orquesta Filarmónica de Berlín.
Pablo Mendieta Paz
Cuando hace un año se anunció que el ruso Kirill Petrenko
había sido designado director de la afamada Orquesta Filarmónica de Berlín,
considerada como la más conspicua del planeta musical, Petrenko, artista de
perfil bajo por propia naturaleza, se expresó con estas palabras:
“Acojo a la orquesta en mis brazos. Aunque es difícil
señalar con palabras los sentimientos que en este momento habitan en mí, plenos
de euforia, de alegría inmensa, de respeto pero también de dudas, movilizaré
todas mis fuerzas para ser digno director de esta excepcional orquesta que me
ha concedido esta responsabilidad”.
Al momento de su designación se escucharon voces disonantes.
Y no era para menos. Se lo veía como a un músico en extremo tímido para ocupar
un puesto de semejante trascendencia. Ya descartados por sí mismos el
venezolano Gustavo Dudamel, Mariss Janson, Yannick Nézet-Séguin, y otros
empinados directores, los especialistas predecían un espectacular duelo entre
el joven letón Andris Nelsons, el colosal israelí-argentino Daniel Barenboim, y
el alemán Christian Thielemann, director de la Orquesta de Dresde.
La alquimia que en la Filarmónica de Berlín combina la
democracia interna, actuaciones artísticas de carácter excepcional, una sala mítica,
innovación tecnológica y mecenas fieles -no sólo la Deutsche Bank, sino también
del público-; y el hecho que desde su primer director, Hans von Bülow, se ha
caracterizado por ir en busca de “la piedra filosofal” en la difusión universal
de la música seria, experimentó esta vez con Petrenko.
Ya no habrá, entonces, un director musical omnipresente como
lo fueron, luego de Bülow, el iconoclasta Arthur Nikish o Wilhelm Furtwängler,
considerado como el más grande intérprete del repertorio sinfónico alemán; ni
como el enérgico y carismático Herbert von Karajan; ni siquiera como Claudio
Abbado, quien rompió con el formalismo de Karajan y desarrolló un sonido de
mayor transparencia; ni como Simon Rattle, artista escrupuloso en las grandes
obras del romanticismo, y quien forjó un estilo intenso y de extraordinario
alcance, al extremo de que rehabilitó a compositores subestimados como el
finlandés Jean Sibelius y trabajó con músicos de jazz como Wynton Marsalis.
Esta vez la Orquesta Filarmónica de Berlín optó por un
antidivo, el mismo que, como afirmó un crítico, “marca el final de la era de
los grandes maestros y de sus volcánicas personalidades; el fin de los pavos
reales en el estrado”.
Petrenko irrumpe en el escenario mundial como un personaje
patológicamente tímido que se ha mantenido prácticamente en el anonimato en
estos últimos años sin la menor intención, claro está, de que su figura pudiera
ser expuesta o de conceder entrevistas. Como una prueba más de su personalidad
tan recatada, hace un tiempo un director al que Petrenko estima como uno de sus
primeros mentores enfatizó que no guardaba ningún recuerdo significativo de su
pupilo.
Si bien su reserva y anonimato representan desde ya un
choque cultural para la Filarmónica de Berlín, Kirill Petrenko de 44 años es,
además, el primer ruso en ser elegido para este cargo, y también el primer
judío.
Tanto su vida musical como su vida privada son como una
sonrisa de beatitud en que mantiene una especie de esquivez respecto de la
celebridad; lo cual deja perplejos no solo a orquesta y público, habituados a
la calidad de vida de sus antecesores, la mayoría de ellos afamados por sus
espectaculares grabaciones y sus extravagantes historias personales.
Opuestamente, Petrenko es apenas conocido en Alemania, poco
o nada en el extranjero, y no ha hecho más que cuatro grabaciones, ninguna de
ellas en sellos de renombre.
Nacido en 1972 en la ciudad de Omsk, Petrenko se trasladó a
Austria a los 18 años gracias a su padre violinista. Avanzado en piano, estudió
en el Conservatorio de Felkirch y luego en Viena. Director musical del Teatro
de Meiningen en Alemania, dirigió la Orquesta Meininger Hofkapelle desde 1999
hasta el 2002, año en que tomó la batuta de la Komische Oper Berlin por cinco
años. Luego de haber renunciado por algunas gestiones a ocupar un puesto de
director musical aceptó dirigir, en 2013, la Ópera de Múnich, en reemplazo de
Kent Nagano. Actualmente es director musical de la Ópera del Estado de Baviera,
hasta 2018, cuando asumirá su gran reto en la capital alemana.
En el video de promoción de Petrenko, producido por la
Filarmónica de Berlín, es posible verlo en acción dirigiendo El poema del éxtasis del compositor moscovita
Alexander Scriabin. En él se admira a un Petrenko empapado de pasión, belleza
en el gesto y eminente expresividad; de una ensimismada concentración y emoción
estética que abrazan la sensibilidad del auditor como medios de sugestión múltiple.
Este conjunto armonioso de estímulos, aplicado de manera muy
diferente a la dirección formal y ceremoniosa de sus antecesores en general, ha
sido, quizás, el arma contundente para ser elegido director titular de la
orquesta cuyo derrotero persigue ahora dejar una huella de sublimidad y
carácter consecuente con nuestros tiempos.
Kirill Petrenko es capaz de hacerlo con maestría, al extremo
de que logra transmitir a sus músicos y al público la sensación de que es
posible interpretar la música de otra manera, con inmensa pasión y suprema
“emoción de arte”. De otro modo -asegura-, no podría situarse al frente de
ninguna orquesta del mundo.
Al respecto, un acreditado crítico, hondamente conmovido por
el ánimo interior del músico de Omsk, ha sentenciado: “han elegido la antítesis
de su célebre pasado. Por eso, lo que le depara en el futuro a la Orquesta
Filarmónica de Berlín es profundamente fascinante”.
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