domingo, 17 de julio de 2016

ALTIplaneando

Letras orureñas II



Segunda y última parte de este minucioso análisis del índice y antología de literatura de Oruro, presentado hace pocos meses.


Edwin Guzmán Ortiz

Letras orureñas. Autores y antología (marzo, 2016), de Carlos Condarco Santillán, Benjamín Chávez y Martín Zelaya conjuga la intención de plasmar una amplia compilación de la literatura orureña, junto a una capacidad de síntesis que permite cristalizar una panorámica general y representativa de la literatura regional, haciendo que un universo extenso en el tiempo y la diversidad creativa se integre en coordenadas esbozadas desde una cartografía de autores, referencias, géneros y la obra, bajo un orden elucidatorio.
No es la intención de la obra detentar un estudio general del desarrollo y particularidades de las letras orureñas, sea en términos históricos o estrictamente literarios. Si bien se insinúan a través de la referencia autoral y su desglose diacrónico, vías, recorridas en el tiempo, el contexto y datos acerca de la actividad creativa, pero es evidente que ese marco general se halla cuando más, subyacente, y no se considera matriz rectora de la antología.
En realidad, la selección realizada se propone plantear una propuesta abierta de lectura en base a un principio ordenador en un momento determinado del hecho literario. Las perspectivas pueden cambiar, el contexto general de la literatura boliviana o hispanoamericana se modifica incesantemente -de hecho la lengua y uno de sus mayores atributos, la creatividad, no es un fenómeno estático. De ahí el juego variable de toda elección, sin embargo así concebida Letras orureñas, nos provoca a que cada lector se abra a la a/ventura de incidir en sus múltiples posibilidades de re/ordenamiento y sentido. Decía Paz, las obras que nos apasionan son aquellas que transformamos indefinidamente.
La prescindencia de este marco rector permite un desplazamiento más personal en su contenido, hecho que invita a optar por diferentes itinerarios de lectura, de transitar opcionalmente por esos múltiples corredores que nos ofrecen las páginas, dejando en suspenso el peso reverente de la crítica especializada. Se trata de una obra que hace énfasis en los autores y su obra, pero que por su estructura no deja de ser una propuesta que sugiere diferentes opciones de lectura.
Una lectura lineal -de cabo a rabo- de Letras orureñas, permite sumar al referente de autores, los textos en prosa y verso que consuman la antología. De este modo, ambos bloques temáticos se complementan, implicándose mutuamente.  
La información detallada de los diferentes autores, además de proporcionar las generales en cuanto trayectoria, publicaciones, galardones, a la manera de un telón de fondo, traza un panorama proximal a la dinámica cultural de Oruro desde la literatura, autores aquí, allá y más allá, instituciones, nexos, una aproximación a lo generacional, como su relación incidencial con el universo de la literatura boliviana.
El insert de voces críticas de diversa procedencia contribuye a entender mejor a los autores y sus publicaciones: haces de luz sobre rasgos sobresalientes de la obra de cada poeta o narrador, percepciones en el tiempo, lecturas que se sumergen en ese corpus particular que se trasciende, y más que ostentar un carácter definitorio, reflejan además los modos de lectura en el tiempo, y las formas de asumir el valor de los textos.
En el marco del rigor procedimental, el investigador tricéfalo asume la decisión de incorporar un índice bibliográfico que corresponde a cada autor, paralelamente la bibliografía consultada respecto al acápite general de autores, como la correspondiente a las selecciones de prosa y poesía. Este cúmulo de referencias posee el mérito de abrir el interés al estudio y la investigación de filones temáticos que puedan generarse al futuro, así como el valioso material de consulta biobibliográfica para diferentes propósitos. En el campo de la bibliografía sobre literatura orureña, estimo, se trata de la más completa y exhaustiva.
Las antologías de prosa y de poesía, ofrecen alternativas propias de lectura y, a su modo, ilustran literariamente la introducción efectuada en el acápite de los autores.  Como no podía ser de otra manera, en ellas se opta por criterios de selección de autores y textos que se juzga representativos. La tarea de antologar implica optar por aquello que se considera rescatable, significativo, y por aquello que merece la pulsión saludable de engullir al olvido; por supuesto que los autores son plenamente responsables de su elección, como de elusiones y postergaciones.  
En la obra se percibe que la poesía antologada tiene más facilidad para ser seleccionada, a partir de su forma y extensión, ya que los poemas terminan siendo unidades autosuficientes que se explican por sí mismos. Lo que no quiere decir que el criterio de valoración sea menos arduo, aclarando que la lectura de la poesía exige un ojo y un espíritu particular, sobretodo en la competencia de ponderar el peso específico de su discurso.
En el caso de la prosa, en algunos textos antologados -no en todos- se opta por la selección de fragmentos que si bien reflejan características propias de la escritura del autor, abstraen la inteligencia narrativa que las soporta, ya que ésta trabaja junto a un complejo de factores, y al despliegue de un proceso que hace al tejido novelesco.   
Sin embargo la selección de textos en prosa ha sido cuidadosa, sobre todo en el caso de los cuentistas donde aparecen relatos completos, percibiéndose desde Josermo Murillo Vacareza en adelante mayor unidad narrativa. 
La escritura sólida de Carlos Condarco, Oscar Uzín, Adolfo Cáceres Romero, Cé Mendizábal, Zenobio Calizaya y la madurez en su trabajo narrativo terminan desembocando en esa nueva narrativa joven, dueña de un lenguaje ágil y renovado como el de Mabel Vargas y Daniel Averanga. Se extraña en la selección efectuada textos de Hugo Murillo Bénich y Eduardo Nogales, ambos además con relatos de interesante factura; en el ensayo, textos de Eduardo Mitre, otra de las competencias de este reconocido poeta.
La antología de poesía consigna 36 poetas. La selección permite una comprensión panorámica de lo concebido en más de siglo y medio de creación poética, de Mariano Ramallo en la segunda mitad del siglo XIX al joven Pablo Osorio Abud, quién publicó su último poemario en 2013.
Con mayor nitidez que en la prosa, se percibe generaciones de poetas. La presencia de Gesta Bárbara, la poesía de carácter social en la que Alcira Cardona, Héctor Borda Leaño, Jorge Calvimontes, Alberto Guerra y el propio Luis Luksic tuvieron una presencia significativa, el Movimiento Encuentro de Quince Poetas de Bolivia (René Antezana, Adhemar Uyuni, entre otros). Con  poetas con una obra particular y de escritura vanguardista como Mitre, probablemente el más universal de los poetas orureños hoy.
La irrupción de un lenguaje renovado e inclasificable como el de Hilda Mundy, la palabra delicada de Milena Estrada Sainz -una suerte de Emily Dickinson de esta comarca-, la intensidad de Borda y Nogales con una mirada gravitante de su entorno histórico y cultural. Las formas clásicas y de alta exigencia formal como en Carlos Condarco. Una nueva estética y la búsqueda incesante de nuevas formas de enunciación poética como en Benjamín Chávez, Cé Mendizábal, Vadik Barrón y Sergio Gareca.

En fin, Letras orureñas. Autores y antología, es un trabajo de notable alcance y a pesar de su ambiciosa perspectiva de encapsular todo lo literariamente concebido por escritores orureños, logra su propósito de hacer que una porción significativa de la literatura boliviana se conozca, se pueda estudiar, y pueda ser leída bajo la prerrogativa de una obra paradigmática. Un trabajo que sin la mezcla de vocación y pasión de sus tres autores no hubiera sido posible. 

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