Qué vergüenza
El primer libro de la chilena veinteañera Paulina Flores, una de las revelaciones del año, una gran sorpresa
Ricard Bellveser
La vida literaria -y sin ser literaria, la vida misma- tiene
estas sorpresas, como que nos encontremos a una escritora de veintitantos años
capaz de escribir relatos con una solvencia profesional tan notable, que de
leerlos como hacen los enólogos con los vinos, en una “cata ciega”, esto es,
probándolos sin saber de dónde son, a qué bodega pertenecen, de qué uvas está
hecho y qué marca tiene, podríamos creer que estamos ante la obra de un
experimentado escritor, incluso de un clásico contemporáneo.
Como sucede en las catas de vinos, al desenfundar la botella
y poner la etiqueta a la vista, muchos especialistas se llevan una gran
sorpresa y las manos a la cabeza.
Eso sucede con la chilena Paulina Flores (Santiago 1988), que
es la revelación del último año, porque con su primer libro ha logrado
sorprendernos a todos hasta extremos que no se recordaban. Pero no caeré en la
trampa de dar a entender, o sugerir o que se me malinterprete, que lo que me
alarma es que sea mujer, haciéndome con ello cómplice de la crítica
paternalista tan alejada de mis intereses, sino por ser tan joven como es y tan
capaz. Sorprende que sea joven y chilena y “a pesar” de ello, se haya impuesto
a la tan alambicada como selectiva realidad editorial del mundo hispánico.
Su primer y de momento único libro es Qué vergüenza, que en Chile editó Hueders y en España Seix Barral,
y contiene nueve relatos. Dice el editor español que trata “de la vida actual
en las ciudades: mujeres que viven en edificios de viviendas; hombres
que, al perder su trabajo, revelan los frágiles cimientos que
sustentan la familia; jóvenes que trabajan en bibliotecas o en
locales de comida rápida, y que recuerdan el día en que
perpetraron un pequeño robo, las razones que los llevaron a separarse
o aquel instante en que perdieron, definitivamente, la inocencia”, resumen
cabal para invitar a la lectura y que reproduzco por lo mucho que me ahorra en
explicaciones.
Y ahora que hablo de esto y de pasada ¿para cuándo una buena
antología de textos de solapas de libros, con expresión de sus autores? Eso nos
los debemos los que empezamos los libros por estas frases gancho, que en
demasiadas ocasiones redactan excelentes escritores que no siempre han tenido
suerte profesional y otras nos recuerdan a los pianistas alcohólicos de los
garitos...
Con 25 años de edad, Paulina Flores ganó el Premio Roberto
Bolaño 2014 con el relato que titula el libro y en el que cuenta la pequeña
historia de las dos niñas que acompañan a su padre, en paro, o cesante, a una
entrevista en la búsqueda de un empleo por medio del cual pueda recuperar su
dignidad, todo ello sin dejar de ser el referente casi mítico que al menos para
una de ella, él sigue siendo.
Usando sus propias palabras, estos relatos son como “manzanas
a medio comer”, contadas desde una ironía despierta que aleja la dureza de
algunas situaciones, y que suelen estar digeridas por la mirada de otro que es
quien observa el mundo, y construidas desde historias aparentemente sencillas.
Y utilizo el tópico de que en demasiadas ocasiones la sencillez es solo
apariencia, porque la realidad verdadera es que en la vida, detrás de lo que
sucede a nuestro alrededor, hay una intrahistoria o un intramundo que no
siempre nos es permitido ver a primer golpe de vista.
Es el caso de la niña de origen humilde que veranea con sus
primas de clase media y contrasta la vida, o el diario que espera ser acabado,
o el sarcástico puzzle que construyen los recortes de periódicos con golosas
ofertas de trabajo, tan tentadoras como para un hambriento observar el interior
de un restaurante a través de los cristales. Es la ceremonia del desclasamiento
deseado, provocado, forzado o simplemente sugerido.
En declaraciones al diario El Español confesó Flores: “Una siempre piensa que el cuento tiene que tener
cierta forma, ¿no?, que tiene que ser algo como Carver o Hemingway, pero mi
escritura no va por ahí. Yo quiero que la cosa rebalse.
Quiero pensar”.
Y así son las cosas. En este libro todo
futuro es pasado y es lo mismo. Por ejemplo, pierde su trabajo, pierde su
empleo, pero en el relato está a punto de encontrar uno nuevo, es un cesante
dejando de serlo, hay parejas que comienzan su relación cuando sospechamos que todo va a fracasar por lo que
casi empieza por el final, niños que nacen a la vida y todo va a ir mal, o un
militar que tuvo mando durante la dictadura y ahora rebusca por las basuras (¿o
no fue lo mismo?) y así todo comienzo está preñado de su final, todo inicio
lleva en sus entrañas una pizca de fracaso.
Es un libro, insisto en ello,
sorprendente, de una escritora asombrosamente joven, cuyas historias atraen por
su vigor desconocido. Todo junto conforma un suceso muy poco frecuente.
Publicado en Letra Siete, suplemento cultural de Página Siete, La Paz, Bolivia
ResponderEliminarUn abrazo y gran sorpresa, es difícil lograr hacer un libro visible.
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