domingo, 28 de mayo de 2017

Etc.

Cuando Nanjing suspira


Una novela que le da un nuevo sentido a la ausencia, así califica el autor al nuevo libro de la boliviana Cristina Zabalaga, publicado por Lumen.


Carlos Decker-Molina 

¿Quién es Cristina Zabalaga? De acuerdo a uno de sus sellos editoriales, es “luso-boliviana”, nacida en los 80. Radica en Washington después de largos periplos por España, Alemania, Bélgica, Portugal y Bolivia.
Mi investigación sobre quién es la autora deCuando Nanjing suspira, una novela corta y de buen tono, tierna y sugerente que llegó a mi Kindle, me obligó a contactar con ella y a dialogar vía internet. En Bolivia la conocen gracias a Gente Común, editorial que publicó su primera novela Pronuncio un nombre hueco
¿Luso-boliviana? Hay una generación que tiene patria y hogar diferentes. ¿Globalización? ¿Exilio de padres o madres? El solo hablar dos o tres idiomas y haber vivido en varios países enriquece, sin duda alguna, y miniaturiza el alma nacionalista. Por eso la última novela de Cristina Zabalaga no tiene patria.
Estela vive en Limón, Costa Rica, y lleva el cadáver de su marido a la China, porque Xao Xing es de Nanjing. Costa Rica es la abuela o quizá la nana, más que la geografía, según me recuerda Cristina, es la minoría china en aquel país que la inspiró.
Nanjing es la bruma del duelo, es también la ciudad una niebla con olores fuertes que constatan la proximidad de la muerte; es la madre de Xao Xing o la amiguita adolescente Jing Wu que es su guía y traductora o es el puente de los suicidas; tampoco es la geografía de China es solo Nanjing con sus olores, sabores y la presencia de la muerte. “Xao Xing era tierra y tú agua. Arena y mar. Sin playa, ¿adónde irán a parar las olas?”.
Una voz omnisciente nos conduce al corazón de Estela, que sufre sin llegar a ser trágica. Cuando se termina de leer, hay tendencia a relacionar a la protagonista con la autora. ¿Estela es Cristina? Ambas son periodistas, Cristina estudio comunicación en España. Es más, los vínculos entre literatura, fotografía y cine son eslabones de la cadena creativa de Cristina, esa es la diferencia con Estela que escribe unas guías de viajes a su gusto y no por encargo de sus editores. Incluso los títulos y las crónicas sugieren novelas: “Cuando Jing Wu preguntó por qué saltaban las personas del puente, Grandpa dijo que el Yangtzé y el río Amarillo son los ríos madre de China, y para las personas morir en el Yangtzé equivale a volver al origen, a los brazos de su madre; es el ciclo de la vida”.
La novela comienza el día cero, con el viaje en avión a Nanjing en compañía de Xao Xing que viaja “en el maletero”. El día uno es el encuentro con la madre del difunto. Su estadía dura diez días. Conoce a Jing Wu, la jovencita que habla inglés que la conduce por la niebla de Nanjing. Hay días de lluvia, el lector se impregna de humedad. Estela y Jing hacen frecuentes visitas al puente sobre el río Yangtzé, el puente de los suicidas. Es decir, la muerte está en cada página, no solo porque sueña con el marido cuyo cuerpo está metido en un cajón, rodeado y en vigilia permanente por la suegra y los vecinos que desfilan hasta que lo entierran.
Estela lo recuerda, casi lo siente, pero también observa, habla, entrevista, extraña el café matutino, porque en la casa de la madre Xao Xing toman té y amargo. Ingiere comidas raras y alguna que otra muy picante. Nada es como en Limón y nada es igual sin Xao Xing. “Tus ojos se van cargando de agua, hasta que rebalsan”.
Xao murió muy joven, eso le recuerda la muerte de su propia madre, a quien perdió siendo niña; cuando le preguntó a su abuela, ésta le habló del espíritu. ¿Qué es el espíritu? “El espíritu es como el corazón”. La imagen le pareció brutal. “Mamá a oscuras, con un agujero atravesándole el pecho por el que salió su corazón disparado y luego se fue volando hasta el cielo”.   
Escribir una guía de viajes y enterrar al esposo, no es necesariamente una contradicción y menos la degradación del duelo porque en Nanjing ronda la muerte. Estela escribe guías inusuales, quizá por eso no hay ofensa al duelo. Además, viajando se siente cómoda y libre. Puede que sea más fácil encontrar una nueva puerta de entrada a una nueva vida para evitar percibirse como un negativo borroso, una mala copia de sí misma.
Con su estadía en Nanjing, sus visitas frecuentes al río Yangtzé y los encuentros con los habitantes de la ciudad hallará, Estela, la fuerza para lidiar con su duelo y reencontrarse en esta ciudad habitada por miles, millones de suspiros.
Cristina Zabalaga ha escrito una novela sobre la muerte con la metáfora de un viaje a una ciudad desconocida. Es una literatura con economía de palabras, no muy común en la literatura de ayer… sobre todo en la boliviana. “… caí en la cuenta de que nunca pensaste cómo se sentía Xao Xing en Limón ¿Era feliz? Nunca se lo preguntaste…”.

Es una novela que le da un nuevo sentido a la ausencia. Se deja leer, no es complicada, al terminar la historia se siente un sabor agradable, a pesar de la muerte. 

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