lunes, 15 de mayo de 2017

Artículo

Obra reunida de Hilda Mundy: Aclaratoriamente…



Cuando hay debate, en literatura, generalmente quiere decir que se está leyendo, y partir por ahí es esperanzador. Con este artículo -que responde a uno de similar detalle y extensión aparecido en LetraSiete el 22 de enero pasado-, suman ya al menos media docena de textos en repercusión de Obra reunida de Hilda Mundy, trabajado por Rocío Zavala para la BBB, y Bambolla Bambolla…, edición de Rodolfo Ortiz para La Mariposa Mundial. Remito al referido texto para seguir al detalle el “ida y vuelta” del debate: http://letrasietebolivia.blogspot.com/search?q=Hilda+Mundy+consideraciones


Rocío Zavala Virreira

La presencia ahora contundente de una escritora víctima de menosprecio y olvido -tanto por parte de la autoridad literaria como de su propio círculo íntimo, hecho que aceleró la dispersión y la desaparición de sus textos- es una presencia paradójica hecha de las ausencias y los rasgos efímeros de una materia textual pensada para la prensa en su intrínseca fragilidad. Más aún si hablamos de un proyecto poético relacionado con la heteronimia y la anonimia. Esta inestabilidad editorial y referencial, apreciada y trabajada por Hilda Mundy, no se acabará con tres o más libros. Estos aparecerán, felizmente, para ratificar el carácter inaprensible del texto mundyano.
En fondo, son dos las cuestiones esenciales que aborda este artículo: aspectos de la historia de mi investigación, por una parte; y por otra, la edición de Obra reunida (OR) de Hilda Mundy (Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, 2016).
Cada publicación tiene sus objetivos, y los de una colección -cuánto más los de una biblioteca nacional- responden a formatos que se sobreponen a la voluntad de autores o responsables. Y la BBB, en su afán de llegar a los más con nuestras mejores obras, ha privilegiado aspectos que están al margen de polémicas, en este caso relacionadas a textos redescubiertos de un corpus y a su cotejo con otro corpus.
Los corpus nuevos, la disponibilidad o no de archivos, son temas densos y controvertidos por lo arriba dicho; temas que merecen desarrollo en marcos de discusión académica, pero nunca así como Rodolfo Ortiz dejó ver el 22 de enero pasado en este medio en su artículo sobre OR, a saber: una voluntad de revelar una situación incomprensible; de reparar errores de una edición imprecisa mediante la puesta en escena (publicitaria) de la verdadera precisión; de hablar de falta de rigor para iluminar el verdadero rigor y el único trabajo in situ; de atribuirse el traje de profesor de legitimidades e ilegitimidades al descubrir brillantemente que había que visitar los archivos apropiados en colecciones hemerográficas.
Al margen de ataques desmedida e inapropiadamente chilladores que solo denigran a su autor, aprovecho algunas de sus aseveraciones para hacer varias aclaraciones necesarias. Pero antes de entrar en materia, como lo escribí en OR, este libro tiene un antecedente disponible (Zavala, 2013); a este trabajo académico me referiré, siempre que sea necesario para defender mi autoría, esclarecer dudas, equivocaciones o intentos de tergiversación.
Rodolfo Ortiz debe saber que quien insiste, con la altura que emana de su artículo, en cotejos referenciales con pretendidos fines de rigor investigativo, debe ser mínimamente riguroso y no abundar en inexactitudes.

Investigación
En primer lugar, se equivoca Ortiz al afirmar que el corpus con el que he trabajado se constituye de una mayoría de fotocopias y fotocopias de fotocopias. De un corpus de 118 textos, 50 pertenecen a los fondos del Centro Documental de la Mujer “Adela Zamudio” (CDMAZ-CIDEM), otros cuatro son fotocopias (fechadas y con nombre del periódico) que recibí en persona de los investigadores Fabrizio Cazorla y por Marlene Durán en Oruro. Los 64 textos restantes fueron reproducidos personalmente de la prensa original, in situ, si se quiere.
Los archivos consultados a lo largo de mi investigación están detallados en mi tesis (2013: 499-500). A la lista de los 12 fondos de archivo relativos a Bolivia, debo añadir tres omisiones (lástima; no me olvidé sin embargo de nombrar a sus propietarios o responsables): en La Paz, la biblioteca de Valentín Abecia Baldivieso y la de la Academia Boliviana de la Lengua; y en Oruro, los archivos de La Patria (mencionados no obstante, puntualmente, por los específicos y rotundos vacíos que encontré con respecto a los años de la guerra y la inmediata posguerra del Chaco [Zavala, 2013: 40]). Esta lista no comprende, obviamente, otras bibliotecas que solo visité, o las entrevistas con personalidades que me procuraron o fotocopiaron documentos valiosos. Fueron, pues, 15 los archivos consultados en Bolivia: Oruro, La Paz y Sucre. La lista de archivos de OR (p. 56) es distinta: se trata de las colecciones de donde provienen los 118 textos redescubiertos en mis investigaciones.
Con respecto a la investigación en el CDMAZ-CIDEM, facilitada por Mary Marca y Lourdes Peñaranda (entonces directora y bibliotecaria responsable, respectivamente), fotografié los textos de unas fotocopias de muy mala calidad contenidas en un fólder cuyo origen no pudieron darme razón. Intenté, naturalmente, indagar sobre la constitución de tal fólder y consecuentemente sobre los originales, sabiendo que Sonia Montaño, fundadora del CIDEM, menciona una copia de los escritos de Hilda Mundy depositada por su hija Silvia Mercedes Ávila[1]; conociendo además la historia que me contó Guido Orías (yerno de Mundy) sobre la maleta perdida de la escritora. Intenté incluso contactar a Montaño por internet, pero no tuve respuesta.
Los documentos de una tesis de doctorado (esto debe saberlo todo doctorando) y de toda investigación, son de distinta índole: principales, secundarios, originales o derivados (las clasificaciones son diversas). Única condición: explicitar dicha índole para marcar los límites del tratamiento documentario. Hecho: (Zavala, 2013: 40-44). La presentación que hago de los archivos del CDMAZ-CIDEM es exhaustiva y habla no sólo de su carácter derivado sino también de una confección que recorta, además del título del periódico en que aparece el texto, la fecha y a veces hasta el texto mismo. En cuanto a OR, esta explicación aparecía en nota de pie de página y fue enviada a los editores. Lamentablemente la quitaron y no lo vi.
En todo caso, pese al estado del fólder, encontrarlo fue una maravilla, y trabajar con él fue de enorme utilidad, especialmente por las 11 Vitaminas y, cómo no, por los textos de Dum dum. Ya me había resignado a no ver un solo texto de este semanario, tras haber investigado en estadías repetidas durante dos, tres o cuatro años en los archivos indicados. Toda publicación teórica se enmarca en las fechas explícitas de sus referencias: entre 2002 y 2012 ninguna biblioteca ni pública ni privada de los 15 archivos consultados tenía un solo ejemplar original de Dum dum. Lo mismo en cuanto a El Fuego, con una excepción: mi corpus tiene un ejemplar que pude fotografiar de un original perteneciente a Fabrizio Cazorla. Ahora aparecen archivos otrora no disponibles; por eso existe algo que se llama bibliografía y que sirve para decir: he trabajado con esto y no con lo otro.
Con relación a los archivos de Oruro, espacio faltaría para detallar las dificultades allí encontradas para acceder a la documentación, especialmente en la hemeroteca de la Biblioteca Municipal “Marcos Beltrán Ávila” (cf. Zavala, 2013: 39-40). Ahí indico que tras dos estadías de investigación (limitadas por las fechas de vacaciones universitarias en Francia), plagadas de dificultades en dichos archivos, fue solo en una tercera estadía, mediante una credencial (difícilmente obtenida) firmada en agosto 2007 por el alcalde de Oruro que se me permitió acceder personalmente para buscar esos archivos que no estaban en consulta libre. Solo a partir de entonces mi corpus, especialmente con relación al diario La Mañana, se enriqueció sólidamente y mi tesis pudo tomar los caminos que la definieron. Si la situación ha cambiado en Oruro, si los archivos se hallan disponibles, es una estupenda noticia para todos. No fue el caso durante los años de mi investigación.


El libro de la BBB
En cuanto a la edición de OR: la limitación del espacio que se me impuso alteró mi proyecto presentado en abril de 2015. Primera aclaración: mi proyecto comprendía dos elementos fundamentales: el archivo iconográfico de los 118 textos de mi corpus y un cuadro con detalle bibliográfico y comentarios de los textos redescubiertos. Mi voluntad manifiesta en este sentido desmiente cualquiera de las tantas especulaciones torpemente insinuadas o emitidas.
Segunda aclaración: los sistemas y formatos de la BBB, definidos colectiva e institucionalmente, me dejaron al margen de muchas decisiones formales. Por ejemplo, incluir Cosas de fondo y Pirotecnia, aunque después vi la importancia de ofrecer, en un solo volumen y a un público no necesariamente especializado, una lectura lo más compendiosa posible de esta obra. Cuestión de objetivos. Otros aspectos, como la ortografía modernizada, requerían para mí mayor discusión.
Es sabido que el autor o responsable de libros recopilatorios en colecciones institucionales no puede controlar todo. Si bien es cierto que el trabajo entró en imprenta estando yo presente en el país, tras un trabajo mancomunado -intenso y muy agradable, por cierto- con la BBB, mi supervisión no contempló omisiones sobre las que no se me consultó. Es importante decirlo claramente porque establecer la existencia de tales referencias es desbaratar todo intento de denigración que al señalar mi trabajo está señalando también el trabajo de equipos altamente calificados, como los de la BBB.
Obra reunida debió publicarse en 2015, apareció un año después por reestructuraciones institucionales en la BBB. Pero el proyecto no cambió: la BBB me contactó en razón de un trabajo académico reconocido en 2013. Yo no tenía ni interés ni necesidad de correr detrás de otras publicaciones o apariciones; de estas me enteré cuando mi trabajo ya estaba emprendido. ¿Y desde cuándo hay que preocuparse por publicaciones ajenas antes de publicar? La difusión plural del conocimiento es algo que solo puede inquietar a los enemigos del conocimiento.

Textos de dudosa autoría y enmiendas
Respecto a la inclusión de la selección de textos Dum dum en OR (la misma selección de mi tesis): ni atribuye firmas inexistentes ni es arbitraria. Primero: esta inclusión se presenta bajo el signo de la hipótesis, afirmándose repetidamente que ciertos seudónimos que aparecen en las páginas encontradas de Dum dum pueden o no pertenecer a la autora. Es decir: hipótesis, es decir: suposición verificable o no. Hablo, por ejemplo, de “un paisaje (hipotético) de diez nombres de pluma diferentes, […] susceptible de modificarse con investigaciones posteriores” (trad. Zavala, 325-326). Segundo: esta inclusión se basa en un estudio sobre el universo paratextual mundyano (Zavala: 313-338). OR no trata (falta de espacio) de la paratextualidad, pero el cuadro enviado a los editores detallaba claramente la cuestión de las firmas: heteronimia y anonimia, es decir, explicitación de casos hipotéticos.
Otra inexactitud: la cuestión del cha-cha-cha en el texto Vitaminas que habla de los bailes de moda. Es un texto sin fecha: el archivo de origen no la contiene. Por eso se habla de hipótesis. Ortiz transcribe “A cha-cha”, tal como yo misma escribí en mi trabajo, solo que los editores lo enmendaron erróneamente y no lo vi. Lo corregiremos.
Hubo enmiendas pertinentes. Por haber leído, revisado, estudiado los textos de Mundy, y como todo investigador que ha trabajado con la prensa de los años 20, 30, 40, sé que los errores de composición tipográfica eran entonces moneda corriente. Existen escritos de la autora a los que les falta toda una línea, los hay con texto volcado, etc. Sé también que Mundy, al utilizar extranjerismos de todo tipo -principio vanguardista- sufría también la “corrección” de editores, cajistas, etc. En cuanto a una referencia concreta de Ortiz: he desarrollado ampliamente el tema del mundo del espectáculo sin nunca utilizar la idea del cha-cha-cha. Esta hipótesis solo pretendía, en caso de verificación, reforzar la idea de que  Mundy no se calló en 1936. Y esto lo he probado debidamente en mi trabajo.
Ortiz cita “al azar” el Brandy cocktail que aparece con fecha del 07.12.34; proviene del fólder CDMAZ-CIDEM y el mal recorte le quitó aparentemente un numerito al día 7, es decir que se trata del 17 o del 27. Lo mismo para el Brandy cocktail sin día, de diciembre 1934: mal recorte. En cuanto a los dos errores de fecha (mi tesis contiene las fechas precisas), se subsanarán sin perjuicio ni del libro de la BBB ni de los estudios mundyanos.
En cuanto al El Fuego, y al cuento Excombatiente, la nota bibliográfica que envié a los editores es: El Fuego, Oruro, s/nº, 24 de marzo 1936, p. 4. La referencia incompleta y errónea en OR (p. 252) no me corresponde. La abreviación de las referencias fue decisión de los editores. Yo envié referencias bibliográficas exhaustivas que figuraban en pie de cada uno de los textos. Respecto a la firma: si la trascribí es porque figura en mis fuentes. Si Ortiz “dudaría en atribuírselo a Hilda Mundy”, debería comenzar a dudar de su análisis lexical: mi archivo lo invalida. La escritura mundyana es heterogénea y diversa, un ensayo permanente que es elogio de la contradicción.
En cuanto a La Retaguardia: se equivoca otra vez Ortiz al ver errores donde no los hay. En la página 143 de OR que cita, figuran los meses de los textos publicados de Hilda Mundy (esto lo hicieron los editores, pero no es erróneo). Nadie habla de la aparición de La Retaguardia. Otro error de Ortiz: el número 1 de ese periódico es del 22 (y no del 20) de febrero de 1934, como explico en OR (p. 24). Fotocopié, in situ, el número entero de los Archivos nacionales de Sucre ya en el año 2004.
El proyecto de la BBB responde a objetivos específicos que perduran al margen de polémicas que poco tienen que ver con intereses literarios, y a pesar de eventuales problemas de coordinación entre sus múltiples actores. Aligerar y abreviar referencias bibliográficas del corpus, sintetizar datos técnicos relativos a los archivos, fue lo que –entiendo- primó en el trabajo de los editores. Si bien las omisiones, errores u olvidos -relativos a un corpus de textos redescubiertos y por redescubrir- tienen su importancia en el caso paradigmáticamente atípico de Hilda Mundy, el libro de la BBB cumple ampliamente con sus objetivos: llegar a un público grande que leerá y seguirá leyendo, en un volumen único, unos escritos necesarios.
En cuanto a mi trabajo de investigación, las referencias exhaustivas existen y están disponibles. Obra reunida viene de un trabajo que dialoga con investigaciones precedentes, citándolas como debe ser o debatiendo con ellas con el respeto de rigor en marcos académicos. Lo que no cupo en OR por limitación de espacio o de objetivos, se publicará en otros medios. Lo referencialmente enmendable, para mí como autora del estudio y editora responsable, puede y debe hacerse. Es mínimo y no altera lo esencial de este libro como parte de una colección privilegiada por sus alcances y su perdurabilidad.





[1] Artículo “Cosas de fondo”. Consultado en 2004 en www.fempress.cl/base/precursoras/cosasdefondo.htm,

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