La verdad como ficción en Respiración artificial
La ficción y la historia atravesadas en la memoria. Una lectura de una de las grandes obras del recientemente desaparecido Ricardo Piglia.
Omar Rocha
Velasco
La memoria no es
un archivo al que se puede recurrir cada vez que se quiera, como pasa cada vez
que buscamos algún documento en la computadora; es un constructo enriquecido
por la imaginación. No existen, para ella, “hechos reales”, los recuerdos
siempre están relacionados con la fantasía o la imaginación.
La verdad como
ficción es algo que Ricardo Piglia trabaja en su novela Respiración artificial, allí, Maggi y Renzi, los personajes
principales, retoman una pregunta fundamental para cualquier escritor: “¿Cómo
narrar los hechos reales?” (18 y 145)[1].
Esta pregunta se convierte en una obsesión para estos personajes que asumen la
problemática desde distintas perspectivas: La única novela que ha escrito Renzi
se llama La prolijidad de lo real,
novela familiar centrada en un hecho delictivo (oralidad y crónicas policiales)
y Maggi ha dedicado parte de su vida a escribir la biografía de Enrique Ossorio
con la intención de dar sentido a su suicidio.
Para Piglia es
importante hacer relatos alternativos, en tensión, en discusión polémica con
los discursos opresivos haciendo que la ficción sea portadora de verdad. Para
Piglia el Estado dictatorial produce discursos (propaganda, relatos, noticias,
etc.), inventa historias, trata de imponerse a nivel simbólico y la ficción
debe oponerse a esos discursos. Respiración
artificial, sigue esa perspectiva y está directamente vinculada al periodo
dictatorial de los 70 en Argentina.
Cuando alguien
recuerda pone en marcha un relato, una narración. Es imposible recordar o hacer
memoria sin desplegar una cadena significante en la que alguien cuenta e
historiza. Si nos ponemos a pensar en este hecho, podríamos decir que “la vida
es una novela”, cada vida es una sucesión de recuerdos narrados, allí, alguien
refiere, cuenta y dice haber vivido una historia. Por eso, la memoria está
atravesada por olvidos y represiones, esto es algo muy distinto a una serie de
acontecimientos sucesivos que advienen a la conciencia voluntariamente. Al
contrario, la memoria tiene mucho de involuntario y, sobre todo, está hecha de
remiendos: fantasías y olvidos constitutivos de cualquier recuerdo. La memoria
se parece a un saco de aparapita, hecha de retazos de muchas telas (cuero,
seda, tocuyo, aguayo, etc.) y unidos por todo tipo de material (sogas, hilos,
cordones, alambres, etc.). Además experimenta innumerables mutaciones y no es
la misma todo el tiempo.
Ricardo Piglia es consciente
de esta discontinuidad de la memoria, Maggi, al reconstruir la biografía de
Enrique Ossorio, sabe que a pesar de la documentación que ha podido conseguir
es presa del olvido:
Estaba escribiendo desde hacía tiempo ese libro y los problemas que se le
presentaban empezaron a cruzar sus cartas. Estoy como perdido en su memoria, me
escribía, perdido en una selva donde trato de abrirme paso para reconstruir los
rastros de esa vida entre los restos y los testimonios y las notas que
proliferan, máquinas del olvido (26).
La vida es una
novela, algo de esa novela está escrito y algo se escribe o está por
escribirse. Freud descubrió que no somos tan autónomos en nuestros actos ni en
nuestros recuerdos, algo sobrepasa la voluntad y la conciencia, estamos atados
a ciertas “repeticiones” -por ejemplo, los mismos errores con varias parejas-,
estamos entregados a cierto automatismo. Borges explora algo parecido en sus
cuentos Historia del guerrero y la
cautiva y Tema del traidor y el héroe,
la historia se repite. El guerrero Droctulft y la cautiva inglesa en la pampa
argentina, son presas de algo sobre lo que no tienen control. En la novela de
Piglia encontramos también repeticiones y paralelismos: Maggi y Ossorio son
exiliados, Maggi quiere escribir la biografía de Ossorio, Ossorio quiso
escribir su propia autobiografía. Maggi se escapa con la bailarina Coca,
Ossorio vivió con una prostituta jamaiquina (la Emperatriz), etc.
Sin embargo, a
pesar de las repeticiones y anclajes por los que se debe pasar inevitablemente,
existen “azares” que pueden hacer que el destino cambie de dirección, en la Historia del guerrero y la cautiva, un
click misterioso hace que Droctulft cambie de bando, no es la belleza de
Ravena, la ciudad romana, es algo inexplicable, un azar, algo que hizo que la
historia cambie de rumbo y el destino de ese guerrero se trastoque. Una de las
principales preguntas por las que transita Respiración
artificial es: ¿Existe una historia? ¿Hay una historia?
Todos nos inventamos historias
diversas (que en el fondo son siempre la misma), para imaginar que nos ha pasado algo en la vida. Una
historia o una serie de historias inventadas que al final son lo único que
realmente hemos vivido. Historias
que uno mismo se cuenta para imaginarse que tiene experiencias o que en la
vida nos ha sucedido algo que tiene sentido. Pero ¿quién puede asegurar que el
orden del relato es el orden
de la vida? De esas ilusiones estamos hechos, querido maestro, como usted sabe mejor que yo
(34-35).
No existe una
sola historia, por eso Piglia puede contar una historia alternativa, la de
estos personajes “menores”, “mínimos”, que se oponen a LA Historia oficial, ellos
cuentan sus historias particulares que contrapuntean el relato único. En esta
novela hay puntos de silencio, incomprensión que vamos suturando, zurciendo,
pegando, cosiendo. Es un rompecabezas, las fichas de ese rompecabezas son una
memoria en movimiento que puede adquirir distintas formas.
Así, hacer
memoria, también tiene que ver con el futuro. La memoria no solo procede del
pasado, ese pasado está condicionado por el futuro, no se puede olvidar el
futuro desde el cual todo recuerdo toma sentido, por eso Enrique Ossorio dice
en su autobiografía:
He
pensado escribir una utopía: narraré allí lo que imagino será el porvenir de la
nación. Estoy en una posición inmejorable: desligado de todo, fuera del tiempo,
un extranjero, tejido por la trama del destierro. ¿Cómo será la patria dentro
de 100 años? ¿Quién nos recordará? A nosotros ¿quién nos recordará? Sobre esos
sueños escribo (70).
Recordar es
también imaginar un porvenir, un anuncio que se da desde el pasado, esto lo
supo también Jesús Urzagasti, al decirnos con su obra que “el pasado será
siempre imprevisible”.
[1] Todas las citas de Respiración
Artificial son de la edición de Sudamericana, Buenos Aires, 1988.
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