jueves, 26 de enero de 2017

La pelusa que cae del ombligo

La verdad como ficción en Respiración artificial



La ficción y la historia atravesadas en la memoria. Una lectura de una de las grandes obras del recientemente desaparecido Ricardo Piglia.


Omar Rocha Velasco

La memoria no es un archivo al que se puede recurrir cada vez que se quiera, como pasa cada vez que buscamos algún documento en la computadora; es un constructo enriquecido por la imaginación. No existen, para ella, “hechos reales”, los recuerdos siempre están relacionados con la fantasía o la imaginación.
La verdad como ficción es algo que Ricardo Piglia trabaja en su novela Respiración artificial, allí, Maggi y Renzi, los personajes principales, retoman una pregunta fundamental para cualquier escritor: “¿Cómo narrar los hechos reales?” (18 y 145)[1]. Esta pregunta se convierte en una obsesión para estos personajes que asumen la problemática desde distintas perspectivas: La única novela que ha escrito Renzi se llama La prolijidad de lo real, novela familiar centrada en un hecho delictivo (oralidad y crónicas policiales) y Maggi ha dedicado parte de su vida a escribir la biografía de Enrique Ossorio con la intención de dar sentido a su suicidio.
Para Piglia es importante hacer relatos alternativos, en tensión, en discusión polémica con los discursos opresivos haciendo que la ficción sea portadora de verdad. Para Piglia el Estado dictatorial produce discursos (propaganda, relatos, noticias, etc.), inventa historias, trata de imponerse a nivel simbólico y la ficción debe oponerse a esos discursos. Respiración artificial, sigue esa perspectiva y está directamente vinculada al periodo dictatorial de los 70 en Argentina.
Cuando alguien recuerda pone en marcha un relato, una narración. Es imposible recordar o hacer memoria sin desplegar una cadena significante en la que alguien cuenta e historiza. Si nos ponemos a pensar en este hecho, podríamos decir que “la vida es una novela”, cada vida es una sucesión de recuerdos narrados, allí, alguien refiere, cuenta y dice haber vivido una historia. Por eso, la memoria está atravesada por olvidos y represiones, esto es algo muy distinto a una serie de acontecimientos sucesivos que advienen a la conciencia voluntariamente. Al contrario, la memoria tiene mucho de involuntario y, sobre todo, está hecha de remiendos: fantasías y olvidos constitutivos de cualquier recuerdo. La memoria se parece a un saco de aparapita, hecha de retazos de muchas telas (cuero, seda, tocuyo, aguayo, etc.) y unidos por todo tipo de material (sogas, hilos, cordones, alambres, etc.). Además experimenta innumerables mutaciones y no es la misma todo el tiempo. 
Ricardo Piglia es consciente de esta discontinuidad de la memoria, Maggi, al reconstruir la biografía de Enrique Ossorio, sabe que a pesar de la documentación que ha podido conseguir es presa del olvido:
Estaba escribiendo desde hacía tiempo ese libro y los problemas que se le presentaban empezaron a cruzar sus cartas. Estoy como perdido en su memoria, me escribía, perdido en una selva donde trato de abrirme paso para reconstruir los rastros de esa vida entre los restos y los testimonios y las notas que proliferan, máquinas del olvido (26).
La vida es una novela, algo de esa novela está escrito y algo se escribe o está por escribirse. Freud descubrió que no somos tan autónomos en nuestros actos ni en nuestros recuerdos, algo sobrepasa la voluntad y la conciencia, estamos atados a ciertas “repeticiones” -por ejemplo, los mismos errores con varias parejas-, estamos entregados a cierto automatismo. Borges explora algo parecido en sus cuentos Historia del guerrero y la cautiva y Tema del traidor y el héroe, la historia se repite. El guerrero Droctulft y la cautiva inglesa en la pampa argentina, son presas de algo sobre lo que no tienen control. En la novela de Piglia encontramos también repeticiones y paralelismos: Maggi y Ossorio son exiliados, Maggi quiere escribir la biografía de Ossorio, Ossorio quiso escribir su propia autobiografía. Maggi se escapa con la bailarina Coca, Ossorio vivió con una prostituta jamaiquina (la Emperatriz), etc.
Sin embargo, a pesar de las repeticiones y anclajes por los que se debe pasar inevitablemente, existen “azares” que pueden hacer que el destino cambie de dirección, en la Historia del guerrero y la cautiva, un click misterioso hace que Droctulft cambie de bando, no es la belleza de Ravena, la ciudad romana, es algo inexplicable, un azar, algo que hizo que la historia cambie de rumbo y el destino de ese guerrero se trastoque. Una de las principales preguntas por las que transita Respiración artificial es: ¿Existe una historia? ¿Hay una historia?
Todos nos inventamos historias diversas (que en el fondo son siempre la misma), para imaginar que nos ha pasado algo en la vida. Una historia o una serie de historias inventadas que al final son lo único que realmente hemos vivido. Historias que uno mismo se cuenta para imaginarse que tiene experiencias o que en la vida nos ha sucedido algo que tiene sentido. Pero ¿quién puede asegurar que el orden del relato es el orden de la vida? De esas ilusiones estamos hechos, querido maestro, como usted sabe mejor que yo (34-35).
No existe una sola historia, por eso Piglia puede contar una historia alternativa, la de estos personajes “menores”, “mínimos”, que se oponen a LA Historia oficial, ellos cuentan sus historias particulares que contrapuntean el relato único. En esta novela hay puntos de silencio, incomprensión que vamos suturando, zurciendo, pegando, cosiendo. Es un rompecabezas, las fichas de ese rompecabezas son una memoria en movimiento que puede adquirir distintas formas.
Así, hacer memoria, también tiene que ver con el futuro. La memoria no solo procede del pasado, ese pasado está condicionado por el futuro, no se puede olvidar el futuro desde el cual todo recuerdo toma sentido, por eso Enrique Ossorio dice en su autobiografía:
He pensado escribir una utopía: narraré allí lo que imagino será el porvenir de la nación. Estoy en una posición inmejorable: desligado de todo, fuera del tiempo, un extranjero, tejido por la trama del destierro. ¿Cómo será la patria dentro de 100 años? ¿Quién nos recordará? A nosotros ¿quién nos recordará? Sobre esos sueños escribo (70).
Recordar es también imaginar un porvenir, un anuncio que se da desde el pasado, esto lo supo también Jesús Urzagasti, al decirnos con su obra que “el pasado será siempre imprevisible”.




[1] Todas las citas de Respiración Artificial son de la edición de Sudamericana, Buenos Aires, 1988.

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